Gabriel Salazar, historiador: “La tesis de que Altamirano provocó el golpe es una estupidez”

/ 15 de Febrero de 2011

El autor de  “Conversaciones con Carlos Altamirano: memorias críticas” analiza las conclusiones y fundamentos expresados por el ex secretario general del PS de Chile entre 1971-1979. Una obra polémica y apasionante, cuyos dardos se disparan por igual a la derecha chilena, Augusto Pinochet, Salvador Allende, la Democracia Cristiana y a Eduardo Frei Montalva, a los gobiernos de Estados Unidos, la Unión Soviética y de la Concertación.

cultura-IMG_0012Desde su lanzamiento en diciembre de 2010, “Conversaciones con Carlos Altamirano: memorias críticas” levantó polvo entre políticos y académicos sobrevivientes a la generación protagonista de la Unidad Popular. Es que, a lo largo de sus 586 páginas, la obra no deja “títere con cabeza” sobre todo al momento de repartir responsabilidades por los sucesos que llevaron a la crisis política en el país a comienzos de los 70 y posterior dictadura militar.
Así, y en una suerte de catarsis final, los dardos de Altamirano tocan por igual a la derecha chilena, Augusto Pinochet, Salvador Allende, la Democracia Cristiana y a Eduardo Frei Montalva, a los gobiernos de Estados Unidos, Unión Soviética y de la Concertación. Sus opiniones tampoco son muy amables para la actual dirigencia del Partido Socialista, a cuyos dirigentes (especialmente Camilo Escalona, a quien califica como “mi enemigo natural”) acusa de abandonar sus orígenes y principios para transformarse en “otro partido neoliberal más”.
Sin embargo, sus contenidosd se prolongan más allá de la eterna discusión por el fracaso de la Unidad Popular; también establecen una suerte de diagnóstico a la actual coyuntura mundial, marcada por la globalización, la “revolución tecnológica”, la capacidad del hombre por “transformarse a sí mismo mediante la ingeniería genética”, y nuevas amenazas, como el cambio climático y la explosión demográfica. Un ejercicio intelectual que ha valido el reconocimiento del público lector, pues hasta el cierre de esta edición, el ránking de libros más vendidos de la Cámara Chilena del Libro, daba a “Conversaciones….” el tercer lugar entre los libros de no ficción más leídos, tras títulos como “Piñera: Historia de un ascenso” (de L.Daza y B. del Solar) y  “Por qué los hombres aman a las  cabronas” (Sherry Argov).
Conversamos sobre algunos de sus principales conclusiones con Gabriel Salazar (Santiago, 1936), ex militante del MIR (preso en Villa Grimaldi y Tres Álamos en 1973), y Premio Nacional de Historia de Chile,  con estudios en sociología, filosofía, y doctor en Historia Económica y Social en la Universidad de Hull (Reino Unido).
– En su libro, señala que la humanidad comenzó a experimentar una “ruptura histórica” a partir  de  1976-78 ¿en qué consiste exactamente este cambio?
-No hay dudas de que estamos en un cambio de época bastante profundo. El propio Altamirano piensa que esto está a nivel de cambio civilizacional, como lo llama él, y que implica -en el caso de Chile- lo que llamo una “transición ciudadana”.
Hubo una transición política pactada entre la dictadura y los políticos tradicionales y profesionales que llevó a la Concertación a tener un tramo de gobierno. Pero, mucho más profundo que eso es la transición ciudadana. Hay una transformación de la ciudadanía que está saliendo de una etapa de movimiento de masas a una condición de movimiento ciudadano. No son lo mismo las movilizaciones de masas de la época de Frei Montalva, de Allende con los actuales movimientos ciudadanos que están apareciendo con mayor frecuencia: El último es el movimiento de Magallanes.
El movimiento mapuche es el de un pueblo. El movimiento de los estudiantes secundarios – llamado de los pingüinos- tampoco está obedeciendo a un partido, a un líder, a nada. Hay una transición por abajo que tiene muchísimas manifestaciones, sobre todo en la juventud, y eso está en desarrollo; todavía no sabemos en qué puede terminar. Pero si uno se fija, los hitos que están apareciendo dibujan clarísimo una transformación por la cual la ciudadanía tiende a adquirir mayor poder- se empodera- y está poco a poco comenzando a practicar su soberanía popular, que la tenía olvidada.
-En este diagnóstico: ¿qué importancia le da a las llamadas “redes sociales” como Facebook y Twitter, y el supuesto poder que le darían a la ciudadanía para manifestarse?
-En estricto rigor, las redes sociales son las formas asociativas de sujetos, actores sociales y ciudadanos (…) Sociológicamente son eso, pero están llamando redes sociales a los sistemas de comunicación electrónicos. Ahora, claro, esos aparatos facilitan la posibilidad que la asociatividad ciudadana pueda funcionar independientemente de la represión. Después del pingüinazo (sic) vino en todos los colegios una política represiva para impedir asambleas, consejos y nuevas manifestaciones. Pero los chiquillos se comunican igual por estas vías y van tomando acuerdos, y están tomando decisiones, y en cualquier momento pueden producir otro movimiento sin necesidad de hacer asambleas dentro del colegio. Creo que van a seguir siendo una ayuda para esta transición ciudadana de la que estamos hablando.
-Siguiendo con el análisis post Guerra Fría, en un momento Carlos Altamirano afirma: “la institución del Estado-Nación ya no tiene vigencia. En Europa tiene importancia Europa, no tiene importancia ni Francia, ni Italia, ni Inglaterra. Sólo Europa, como conjunto”.Como historiador y sociólogo ¿usted comparte esta afirmación?
-Parcialmente. En el contexto en que lo dice, tiene razón. Pero hay que matizarlo y precisar un poco más ese problema. Es un hecho que el Estado nacional -como estructura política- está en deterioro y notoria decadencia, y eso se debe a dos cosas: la globalización que ha producido el capital financiero ha determinado que las grandes decisiones de inversión o des-inversión, adónde se invierte el capital financiero, no se tomen en los estados nacionales,  sino que fuera de ellos, e incluso, en ningún país determinado.
La globalización tiene sus centros de decisión, y en ese sentido los estados están perdiendo vigencia porque la globalización es en sí ya un poder que está por encima y que trasciende a ellos. Por otro lado, el capital financiero exige la constitución de ciertos poderes internacionales, ciertas asociaciones de países como la OMC o el Grupo de los 5, o de los 8, o las reuniones que se organizan en Davos para cuestiones económicas. Y todo eso implica que hay poderes que rebasan la soberanía de los Estados.
Todo indica que frente al capital financiero internacional, lo apropiado para protegerse y defenderse con fuerza es crear mercados comunes, porque ahí todos defienden sus economías, sus monedas y eso es lo que hizo Europa. Pero eso no ha significado la pérdida de las identidades nacionales en Europa, eso sí que no.
-¿Y en qué  situación está Chile ante esta coyuntura?
-En nuestro afán de parecernos a occidente, nos estamos entregando atados de pies y manos a las decisiones del capital internacional, y eso está debilitando notoriamente el Estado nacional chileno en términos de estructura política. El Estado se está desconcentrando. La prueba está en que no hay ningún proyecto de desarrollo nacional; hay proyectos de equilibrio para poder integrarse a la globalización, pero no uno de desarrollo nacional como el que tenía la CORFO. Eso revela que el Estado se está vaciando de contenido, de poder, y explica la disfuncionalidad creciente en la clase política y su consiguiente desprestigio (…)  En Europa se protegen todos entre sí en el mercado común, frente a Estados Unidos, Rusia, los países asiáticos. Pero aquí en Chile –y eso es lo grave- no pasa eso, estamos dependiendo del precio del cobre. Por suerte hoy está en récords históricos, pero el día que se precipite –y eso depende de China- no sé qué va a pasar con Chile, porque no tiene otro sostén económico.
– En su libro, Altamirano dice que tras la aprobación del tratado de libre comercio de Chile con Estados Unidos, un empresario le comentó que con ese hecho “moría definitivamente el socialismo en Chile” ¿Comparte ese análisis?
-La tesis de Fukuyama y ha sido repetida por mucha gente -aquí en Chile en especial-, es que después de la caída del muro de Berlín, el socialismo estaba definitivamente muerto, que ahí se acababa la historia y desaparecía el conflicto mundial. Su tesis fue muy criticada y él mismo se desdijo después.
Escribió dos libros para plantear cosas distintas, pero en Chile no se han difundido. Lo más divertido es que los socialistas han adoptado esa tesis como verdadera y ahora por el PC que está entrando a la Concertación. Por esa misma cuestión es que hoy día nadie plantea un verdadero socialismo: los socialistas se llaman socialistas pero son neoliberales, están aprobando hasta la ley de Educación del ministro Lavín.
Ellos también apoyaron la privatización de las sanitarias, y ahora se escandalizan porque van a privatizar el resto de esas sanitarias. No hay socialismo en Chile y éstos se han creído el cuento. Pero eso no significa que el socialismo ha muerto, por eso hay que estudiar la transición ciudadana por abajo (…) el socialismo social que viene de las organizaciones, de la ciudadanía empoderada, en Chile no se ha practicado. Y eso es lo que se está descubriendo en todas partes, y por eso es que hay movimientos sociales de nuevo tipo que están apuntando a eso ¿Qué está pasando en Túnez? ¿Qué está pasando en Egipto? ¿Qué pasó en Magallanes? Son síntomas de hacia dónde vamos.

La UP y el Golpe

-Altamirano intenta explicar las razones de la radicalización de las posturas del PS en sus congresos de los 60, argumentando, entre otros factores, “que fue un fenómeno mundial, no un extremismo exclusivo de nosotros en Chile”. Cita como ejemplos la Revolución Cubana, Mayo del 68, la Primavera de Praga, e incluso el movimiento hippie ¿Se puede homologar un espíritu de cambios y de utopías con un llamado directo a justificar la vía armada?
-Yo no lo veo como justificación, porque ese fue un fenómeno colectivo, no fue sólo de Altamirano. La tesis de la derecha de que Altamirano provocó el golpe es una cosa ridícula por donde se la mire. Es una estupidez que un discurso que libró 48 horas antes lo haya provocado. El golpe staba planificado hasta en su último detalle. Por eso dicen que Altamirano busca justificarse, y recurre a esta tesis. Pero eso es un hecho real, es un hecho histórico. No se puede negar que en los 60 hubo una radicalización política y filosófica. Lo hubo por la Guerra Fría, una cuestión de Estados Unidos versus el sistema de la Unión Soviética; además una guerra con el Tercer Mundo por el subdesarrollo, era una guerra a tres bandas. Había riesgo de una guerra termonuclear, el holocausto definitivo de la humanidad estaba en juego allí. Por algo el Papa Juan XXIII sacó la encíclica Paces in Terris, donde plantea la necesidad de olvidar esas polarizaciones para unirse todos, por eso promovió el diálogo marxista-cristiano.
Por otro lado, tienes la radicalización por abajo: la juventud del 68 fue un fenómeno real en Alemania, Francia, en Inglaterra, España, en Chile, en Argentina, una reacción contra toda la cultura tradicional que era adulto-céntrica, jerárquica, formal. Y tienes, también, el fenómeno del imperialismo: la intervención yanqui en Chile está requete contra documentada. Todo eso generó una serie de polarizaciones reales, puso en el centro la cuestión de la lucha de clases, la cuestión del desarrollo, y la necesidad de reformar el cristianismo. En ese contexto, el PS votó el 65 y el 66 la lucha armada. No lo propuso Altamirano, él estaba en contra de eso.
-Sin embargo, Altamirano, con su retórica y discurso que utilizó a partir del 71, es acusado de apagar con parafina el incendio que se vivía…
-Cuando se habla de violencia, siempre se le atribuye a la izquierda, al MIR y a Fidel Castro, ¿cierto? ¿Por qué no miramos el comportamiento de la derecha en Chile que ha liderado varios intentos de Golpe de Estado, el 38, el 57,  y luego con Frei?; ¿quiénes partieron asesinando al comandante en jefe del Ejército? Veamos las cosas en su dimensión y no atribuyamos la violencia sólo al marxismo. El MIR no mató a nadie hasta después del Golpe de Estado (…) recordemos Vietnam, Corea, el asalto a Guatemala, Bahía Cochinos; la violencia ambiental estaba (,,,) ahora el Partido Socialista, es un hecho real, era sólo boca: el acuerdo de Linares, el de La Serena no se repitió en el congreso del año 70; por el contrario, vía electoral eligió a Allende. El PS siempre fue así, y de hecho no tenían ninguna preparación militar seria, hablaban, pero no tenían nada (…) La única cuestión histórica del porqué Altamirano aparece como el gran provocador tuvo que ver con el hecho de que los marineros le contaron a él y a Garretón la conspiración que había entre los almirantes. Y la denuncia la hizo él en el Teatro Caupolicán, y no Garretón.
-Altamirano reconoce en el Gobierno de Eduardo Frei un proceso similar a una “revolución desarmada”, pero que luego, ante la resistencia, se detuvo y retrocedió… ¿no debió Allende hacer lo mismo, buscar los consensos básicos, distanciarse de los grupos más extremistas, a fin de bajar la polarización que se vivía?
-Tengo la impresión  que intentaron tener una apertura hacia el centro político, pero las conversaciones no resultaron. La Democracia Cristiana estaba siendo encubiertamente apoyada por Estados Unidos, estaba absolutamente financiada e involucrada en la política de Guerra Fría, no podía ni pensar en asociarse con el marxismo, pues su socio real y efectivo era Estados Unidos. Además, el mismo Allende no estaba muy proclive a conversar con la DC, si le iban a recortar su programa, que para él era su compromiso principal con el pueblo (…) De acuerdo a lo que dice Altamirano, Allende, más que querer ser leal con determinados grupos políticos de su partido o del MIR, por ejemplo, tenía la noción de que se debía a la base popular que lo había electo, al pueblo como él decía.
De ahí que no apoyó en la práctica las políticas del MIR –yo lo sé, porque era mirista- y tampoco tuvo buenas relaciones con el grupo más radical del PS. El compromiso con la base popular lo obligaba a tener una actitud consecuente y heroica mientras fuera presidente, que es lo que de alguna manera le cerró la vista a la posibilidad del golpe. Él quería ser mártir, ser un héroe. Y eso obstaculizó una mirada más pragmática acerca del golpe que se venía encima.
-A juicio de Altamirano, el gran error de Allende fue embarcarse en un proceso revolucionario “sin contar con los recursos materiales y humanos para aplicar una dosis adecuada de autoritarismo”.¿No es esto una excesiva transferencia de culpas hacia alguien que ya no puede defenderse?
-No sé si es una crítica excesiva, pero es una cuestión real. Si tu jefe, el líder máximo de la revolución, plantea una política en que él no va a hacer resistencia activa sino más bien pasiva, y se va a dejar matar, es una política heroica, consecuente, que habla de una alta calidad moral de parte de Allende, pero que en la práctica no podía tener ningún resultado concreto en términos de que el pueblo pudiera neutralizar el golpe que se venía encima. Suena como excesiva si tú quieres (la crítica de Altamirano), pero es muy real: un líder que prefiere suicidarse antes que pelear… oye, es una cuestión jodida.

Reacciones de los “camaradas”

-Ricardo Núñez, ex secretario general del PS en referencia a su libro, señaló que Carlos Altamirano “no se hace cargo de que no era un simple intelectual que miraba la política desde afuera, sino que encabezaba el partido del Presidente Allende y representaba a los sectores más izquierdistas del PS”…
-Pero cuál era la responsabilidad del jefe del partido, ese es el problema. Porque el partido estaba dividido, unos querían ir en la línea del MIR, la lucha armada, y otra parte quería ser leal al programa y a la ley. Entonces, el rol del secretario general del partido, ¿cuál podía ser, imponer a uno sobre otro, o viceversa? Y lo que dice Altamirano, es que él hizo de puente entre los más extremistas del partido y la posición de Allende.
Si él podía echarse una culpa encima, es que –y yo se lo dije- su liderazgo tendría que haber pasado por encima del de Allende, te fijas, o someter al partido quebrándolo. Porque Altamirano tenía más luces, era un tipo más intelectual, con mayor visión política y teórica que Allende. El debió haber sido, por capacidad personal, el líder del partido. Pero era doce años más joven y el liderazgo de Allende ya estaba instalado. Y la amistad y compañerismo con Allende era profunda, por eso nunca desafió su liderazgo.
-¿Qué  le parece la réplica de Camilo Escalona? Señala: “de la experiencia de la UP queda claro que no creía en ella, reconoce que no tenía ni plan ni estrategia (…) Empujar un proceso sin saber cómo dirigirlo, confirma su plena irresponsabilidad política”….
-Es que hay que ser muy preciso en las cosas. Lo que Altamirano critica con respecto al programa de la Unidad Popular son dos cosas: que lanzar un programa como ése, revolucionario, en el patio trasero de Estados Unidos en plena Guerra Fría era una ingenuidad muy grande porque era una provocación que Estados Unidos respondería sí o sí. No medimos eso, dice Altamirano, y lanzamos el proyecto de todas maneras y lo apoyamos lealmente. En segundo lugar, dice que era un proyecto de revolución desarmada, porque no tenía apoyo armado para defenderse. Esa es la otra crítica que plantea Altamirano.
-En definitiva, ¿hubo una sobre reacción de los actuales dirigentes del PS por los contenidos vertidos en su libro?
-Son claramente ‘opiniones’ típicas de los políticos profesionales que nos gobiernan hoy: acusan y contra-acusan sin soportes históricos o teóricos serios. Por eso, comparten de hecho – diciéndose “socialistas” – los sofismas dialécticos típicos de la derecha chilena, que hasta el día de hoy culpabiliza a Salvador Allende (“desquició el país”) y a Carlos Altamirano (“provocó el pronunciamiento militar”) del golpe que ella misma y Estados Unidos estimularon desde 1963. Olvidan también, lastimosamente, que el PS había aprobado por mayoría, en dos congresos partidarios sucesivos, la opción por el marxismo-leninismo y la lucha armada, y olvidan que el programa presidencial de la Unidad Popular (que era legalista, pero también radical y revolucionario) fue un acuerdo multipartidario por el cual Allende, Altamirano y el bloque que lo apoyó se jugaron hasta las últimas consecuencias por aplicarlo (…)Y olvidan, peor aún, que, si bien Altamirano promovió en Europa la “renovación re-democratizadora” del PS (apartándose del estalinismo), ellos promovieron en Chile la “neo-liberalización pinochetizante” de ese mismo Partido. Hay documentos de todo tipo que prueban todo eso. De este modo, cuando estos políticos profesionales, en el día de hoy “personifican” en Altamirano la responsabilidad de la crisis histórica de 1973 y de su propia conversión al neo-liberalismo, están revelando que, en el fondo, necesitan excluirse de cualquier modo de la trayectoria real del Partido al cual dicen pertenecer, y lavarse de culpas históricas condenando al boleo a los patriarcas de su organización. El libro de Altamirano pretende, precisamente, superar eso.

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