Gabriela Venegas, la atleta que representará a Concepción en Mundial Masters de Atletismo

/ 26 de Julio de 2024

Correr es una pasión que ha acompañado a Gaby desde su infancia. La ha llevado a subir a podios en Chile y en el extranjero, y hoy -a los 52 años- la tiene ad portas de competir en un Mundial en Suecia, adonde viajará el 8 de agosto.

No obstante, a pesar de sus triunfos, en cada torneo debe ingeniárselas para conseguir recursos, combinando sus entrenamientos y labores de dueña de casa con otras actividades remuneradas. Para este Mundial, por ejemplo, ha vendido productos bordados por ella, ha organizado rifas y sigue trabajando en su tienda de disfraces online, pero no alcanza. Dice que ha golpeado puertas de bancos y de entidades públicas y privadas, pero sin resultado. “Soy campeona zonal y nacional, y compito para representar a Chile y a Concepción, pero a nadie pareciera importarle… Todo lo estoy peleando sola, y eso da pena”, se lamenta.

Aún no son las 8 de la mañana y Gabriela Venegas Retamal (52) ya corre en la pista atlética de un recinto militar en Concepción, desafiando las bajas temperaturas de uno de los inviernos más fríos que se recuerdan en la zona en años. Su entrenamiento comenzó dos horas antes, en su casa, haciendo calentamiento y ejercicios de peso y de movilidad articular. Luego de eso, se fue a una plaza cercana a practicar lanzamientos.

Ya en la pista, desierta a esa hora, comienza a correr. En cada zancada, pareciera que desde el suelo un trampolín invisible la impulsara hacia adelante, mientras va dejando tras de ella problemas y preocupaciones. En su mente no hay espacio para nada que no sea disfrutar de ese momento que es únicamente suyo, y en el que solo una idea domina sus pensamientos: registrar cada vez mejores tiempos.

Su entrenamiento concluye pasadas las 10 de la mañana, momento en que debe volver a su hogar para “en modo Elvira” -dice- comenzar a realizar las labores propias de una dueña de casa. Luego, en la tarde, seguirá con la segunda parte de su práctica, esta vez en algún cerro, en la desembocadura del Bío-Bío o en la playa de Lenga, donde ejercita brazos y piernas, haciendo ascensiones o desafiando la fuerza del agua.

Es en esa “vuelta a la realidad”, en ese tiempo entre entrenamientos, que aprovecha de contarnos su historia, su trayectoria en el deporte, cómo correr la ayuda a enfrentar con entereza los “problemas de la vida” y, sobre todo, acerca de su próxima participación en el Mundial de Atletismo Masters, que se desarrollará en Gotemburgo, Suecia, entre el 12 y el 26 de agosto.

Una travesura que se transformó en pasión

Fue de manera fortuita que Gabriela descubrió su amor por el atletismo. Tenía 9 años y practicaba gimnasia rítmica en el Liceo La Asunción, en Talcahuano, cuando fue invitada por unos amigos a acompañarlos al Estadio Las Higueras (hoy Huachipato), cercano a su colegio. “Siempre fui sociable y también medio desordenada, así que cuando me dijeron ‘Gaby, vamos’, no lo pensé mucho y partí, así como estaba, con malla y zapatillas de gimnasia… En la pista había una carrera, participamos, y gané. Pero lo que más me gustó fue lo que sentí al correr: la emoción de esperar la largada, el apoyo de la gente y la adrenalina de darlo todo en la pista”.

Esa experiencia, que podría haber quedado solo como una travesura infantil, tuvo eco en su colegio. Fue así que en el tradicional “acto de los lunes”, la llamaron para entregarle un diploma, que habían enviado desde Huachipato. “Obviamente, me llegó reto por haberme arrancado sin permiso de mis papás, del profesor o del colegio. Pero hubo un lado bueno: como vieron que tenía habilidades, me dejaron seguir corriendo… Un día mi profesor, don Julio Vergara, me dijo ‘Anda a tu casa, y pídele a tus papás que te den permiso para ir a competir a Mendoza’. Yo ni sabía dónde estaba eso, pero igual me emocioné”.

Relata que sus padres se sorprendieron al saber que, gracias a sus aptitudes deportivas, querían que pasara a formar parte de la rama de Atletismo de Huachipato y que, además, esperaban que representara al club en Argentina. “Los invitaron a una reunión, donde les entregaron los diplomas que había ganado ese año, en que había llegado a ser campeona comunal, provincial y hasta regional de mi categoría. Después de ver eso, mis papás me dieron permiso. Además, ellos veían el deporte como una forma de que sus hijas surgieran, que salieran de dónde vivíamos, la población Esmeralda, que era un barrio humilde en el sector de medio camino en Talcahuano… No me malentiendas, hasta el día de hoy yo tengo buenos amigos de ese barrio, pero creo que mis papás querían que sus hijas fueran más que ellos, que es lo que todos los papás queremos, ¿no?”, reflexiona.

Los Venegas Retamal eran una familia de esfuerzo. El padre estaba empleado en Enap y su esposa era dueña de casa, y con cuatro hijas estudiando “el sueldo se hacía nada”. De hecho, cuando Gabriela comenzó a correr, lo hacía con unas zapatillas que se prestaban entre las cuatro hermanas. Sin embargo -recuerda- para el viaje a Mendoza sus papás le compraron “zapatillas con clavos y también otras, que solo me dejaban usar para competencias; una parca, obvio que azul marina, para que también me sirviera para el colegio; un bolso, un jeans y unas botitas de reno achiporradas… No te imaginas mi felicidad por ir con todo nuevo… Solo muchos años después me enteré de que mi papá había pedido un préstamo en la refinería para poder comprar todo eso”, se emociona.

“Busquilla y bien aperrada”

Los años de colegio de Gabriela pasaron rápido: entrenando a diario, compitiendo y también estudiando, pues sus papás le habían puesto como condición para seguir corriendo, el “mantener las notas”. Y así lo hizo. Y su determinación por seguir en las pistas fue tan fuerte, que ni siquiera el lapidario diagnóstico de un médico logró que las abandonara. “En octavo me dio meningitis, y el doctor le dijo a mis papás que no se hicieran ilusiones conmigo, que me dejaran en la casa no más, porque no iba a poder volver a estudiar… Es cierto que después de la enfermedad todo me costaba un poco más, pero siempre fui empeñosa. Si tenía que rendir en los estudios para poder seguir corriendo, eso iba a hacer, porque para mí el deporte es vida y el atletismo era lo que me impulsaba a seguir adelante”.

Ya como parte del club Huachipato, en enseñanza media Gabriela entrenaba todos los días después del colegio, y en verano se iba a las “pretemporadas”. “En esos años competía en 80, 150 y hasta 500 metros. Fui a los nacionales, participé en la Copa O’Higgins, e incluso alcancé a ir a las famosas copas Soprole, y ahí salí campeona regional”.

Ese rápido ritmo de vida se vio interrumpido al salir del colegio, cuando emigró a Valparaíso, para estudiar Tecnología en Deporte y Recreación en la Universidad de Playa Ancha. Hasta la casa de estudios llegó con todas sus medallas y diplomas, aclarando que no quería una beca deportiva, pero que sí necesitaba una de alimentación. Y se la dieron.

Durante cuatro años se esforzó por mantener su rutina deportiva, siguiendo los planes que le enviaban los entrenadores de Huachipato. “El primer año tenía la idea de seguir compitiendo por el club cuando fuera a Conce, pero mis escasos viajes no coincidían con los torneos. Al inicio también había un tema de lucas que me complicaba para viajar, y después, las exigencias propias de la carrera”, recuerda.

Además, como era “busquilla y bien aperrada” para el tercer año estaba llena de actividades. Iba a clases y después entrenaba, y buscando aligerar la carga económica de sus padres, los tiempos libres los ocupaba en trabajar en todo lo que se le presentaba. “Hacía animaciones para cumpleaños, paseaba perros, cuidaba niños. También hacía clases de aeróbica en un colegio, y en las noches trabajaba en un pub… Fue ahí que aprendí que uno tiene la habilidad para hacer muchas cosas y que siempre se puede salir adelante. Pero, en cuarto, entre las múltiples pegas y lo que implicaba la práctica y la tesis, los tiempos no me daban para entrenar, y tuve que colgar las zapatillas”.

“El terremoto me movió más que el piso”

Tras titularse, volvió a Concepción, donde comenzó a trabajar en un colegio como tecnóloga deportiva, estando a cargo de las ramas de fútbol y de gimnasia. Pero como estaba acostumbrada a una vida muy activa, buscó un trabajo adicional en una ONG, “donde ayudaba a adultos mayores a no perder movilidad y a mantener su autovalencia”.

Luego, postuló para trabajar en las colonias de verano que Enap ofrecía a los hijos de sus trabajadores, labor que desempeñó durante varios años. Y tan bien lo hizo que terminó dejando sus otros empleos para pasar a trabajar a tiempo completo en la refinería, donde implementó pausas activas para los trabajadores, que ahora en medio de sus jornadas laborales podían ejercitarse, mejorar su flexibilidad y fortalecer su musculatura.

Y en eso estaba, realizada profesionalmente, ya casada y con dos hijos, cuando un inesperado acontecimiento remeció su mundo. “Días después del terremoto de 2010, mi hijo menor, de cuatro años, se accidentó gravemente, estando incluso en riesgo de perder su pierna… Y en medio de esa vorágine emocional y de la incertidumbre de no saber qué iba a pasar, empecé a cuestionarme si era una buena mamá, si estaba aprovechando el tiempo que Dios me había dado con mis hijos, o si lo estaba gastando en trabajar para tener más lucas. Y en ese minuto decidí que lo más importante eran mis hijos, y que de ahí en adelante los iba a aprovechar al máximo”.

Afortunadamente, el niño no perdió la pierna y con el tiempo se recuperó completamente, pero Gabriela cumplió lo que había ofrecido: dejar la empresa donde había trabajado por más de 15 años para estar más cerca de sus hijos. “El terremoto me movió más que el piso. Me hizo replantearme mis prioridades, y también me hizo anhelar esa antigua sensación de paz y felicidad que me daba correr”.

Un sanador regreso a las pistas

Empezó a buscar y a reencontrarse con sus compañeros de atletismo del colegio, pero no fue hasta 2018 -cuando sintió que sus hijos ya no la necesitaban tanto-, que decidió aceptar la invitación de uno de esos amigos, Jaime Palma, para volver a las pistas. “Fui al estadio y el club al que él pertenecía, Atletas Senior Concepción (Asecon), había organizado una competencia… Participé, y gané”.

Comenta que al correr, tras más de 25 años sin hacerlo, volvió a sentir la sensación “de libertad, claridad mental y alegría”, que hacía tanto no experimentaba, y decidió que no volvería a dejar aquello que tanto amaba. “Comencé a entrenarme sola, y poco a poco empecé a mejorar marcas. En 2019 pasé a ser miembro de Asecon, y fui a un nacional en Valparaíso -el último antes del estallido-, donde salí campeona en 80 metros vallas, obtuve el tercer lugar en salto largo de la categoría 45, y primer lugar de una posta de categoría 35”, puntualiza.

Desde entonces, nunca ha parado de entrenar y de competir, participando en torneos locales, nacionales, sudamericanos y hasta mundiales, y conquistando podios y obteniendo importantes reconocimientos. Incluso, compitió en el Mundial Master de Atletismo de 2022, que debido a la pandemia se desarrolló con rigurosas exigencias, de manera online. En él, participó en 100, 200 y 400 metros planos, logrando quedar tercera a nivel sudamericano y octava a nivel mundial.

A fines de ese año compitió en el Sudamericano realizado en Bogotá, de donde se trajo dos medallas: tercer lugar de jabalina y tercer lugar de vallas, y en 2023 viajó hasta Lima para nuevamente representar a Chile.

En paralelo, también participó en torneos nacionales, logrando erigirse como “campeona zonal sur de vallas, de 200 metros planos, de lanzamiento de jabalina y de salto largo. Además, el año pasado obtuve oro en vallas, y logré ser vicecampeona del pentatlón de lanzamiento (que considera martillo, martelete, jabalina, disco y bala), en el zonal norte”, detalla.

Pero no todo es color de rosa. “Es bonito pensar que uno hace lo que le gusta, y que con ello representa a su club, a su ciudad o, incluso, a su país, pero -aunque es un orgullo hacerlo- es triste que nadie te apoye…  Quizás yo no sea la mejor atleta del mundo, pero soy campeona zonal, campeona nacional y compito para representar a Chile y a Concepción. Pero a nadie pareciera importarle… Todo lo estoy peleando sola, y eso da pena”, dice.

El difícil camino a Gotemburgo

Días más tarde volvemos a visitarla. Gabriela se ve desanimada. Dice que pasó todo el día “desfilando en los bancos”, y que le fue pésimo. “En algún minuto tuve la ilusión de que la Fundación Luksic pudiera apoyarme, pero me respondieron que no, así que estoy muy complicada”.

Relata que para ir al Mundial en Suecia necesita más de seis millones de pesos, y que a menos de tres semanas de su viaje aún no ha logrado conseguirlos.

La deportista desmenuza los gastos que involucra esta participación, detallando que la inscripción le costó $250 mil, y que solo en los pasajes a Gotemburgo gastó casi dos millones y medio de pesos. Añade que el alojamiento tampoco es barato, y que debe buscar algo que esté relativamente cerca de los dos estadios en los que le tocará competir en las distintas pruebas. “Incluso busqué algo grande, donde pudiéramos quedarnos varios, pero sigue siendo caro, porque son cerca de 20 días los que debemos estar allá, considerando que hay que llegar antes para reponerse del viaje, para aclimatarse, hay que ir a reuniones técnicas, a retirar el kit de inscripción, etc… También hay que pensar en los traslados, y ya nos dijeron que la comida era carísima”, se lamenta.

Estos últimos meses, aprovechando su profesión ha estado trabajando de manera independiente apoyando la movilidad de personas mayores y de quienes quieren comenzar a ejercitarse. “Además, gracias a la señora Gladys Caamaño, que me tendió la mano, he estado como jueza de atletismo en el Club de Jueces Biobío. También he organizado rifas; estoy vendo llaveros, billeteras y cojines bordados por mí, y sigo arrendando disfraces en mi tienda online. Pero no es suficiente”.

Añade que también ha golpeado puertas de entidades públicas y privadas, pero sin ninguna respuesta favorable. Cuenta que solo un senador se ofreció a ayudarla. “Estaba feliz cuando su asesor me dijo que podían apoyarme por dos meses, pero resultó que la ayuda eran 25 mil pesos”, confidencia.

También para ahorrar este año casi no ha participado en torneos deportivos, lo que podría jugarle en contra, ya que -dice- para tener un buen nivel, hay que mantenerse entrenando y compitiendo. “Además, uno que es del sur, con estos fríos y tanta lluvia, no puede estar a la par de los colegas del norte. Muchos compañeros se van para allá en la temporada de invierno o, al menos, a Santiago que tiene unas pistas cubiertas maravillosas, porque aquí el clima pasa la cuenta, con resfríos o problemas en las articulaciones. Yo voy a la playa, y salgo tiritando, pero es la opción que tengo, porque la pista no basta, uno necesita entrenamientos específicos en gimnasio… A eso súmale una alimentación óptima, suplementos alimenticios, sales hidratantes, y suma y sigue”, dice.

Y ni hablar de lo que cuesta cada pieza de las tenidas oficiales para estas competencias, las que varían de un torneo a otro, y que solo pueden comprarse a distribuidores acreditados de Femachi (Federación Atletas Master de Chile). “Para este Mundial debo llevar un buzo entero de mi club, Asicon, más una polera y un short. Y la tenida de Chile contempla chaqueta, pantalón, una calza, un body, una polera corta y una larga, y un short”, detalla, confidenciando que el costo en vestuario supera los $250 mil.

De hecho, en las pruebas de lanzamiento en Gotemburgo, Gabriela solo participará en jabalina pues, por tratarse de un Mundial las exigencias en los implementos e indumentaria deportiva son muy específicas. “Logré conseguirme un par de zapatillas para lanzamiento de jabalina, porque costaban 160 mil pesos, que no tenía. Sin embargo, no podré participar del pentatlón de lanzamiento porque piden, además, otro tipo de zapatilla, que no tengo”.

Gabriela se lamenta de que el Estado no apoye a los deportistas más transversalmente, y que la Federación a la que pertenece no participe de concursos o proyectos que le permitan acceder a subsidios para, al menos, la compra de vestimenta o implementos deportivos.

El 8 de agosto viajará Gabriela a Gotemburgo, donde representará a nuestro país en tres pruebas: 80 metros vallas, lanzamiento de jabalina y posta (4 por 100) en categoría 45. Dice que serán 64 los deportistas chilenos que viajarán a este Mundial. De nuestra zona, son solo tres, y ella es la única mujer.

Le pregunto por qué sigue compitiendo si conlleva tantos gastos y no logra los apoyos necesarios, aunque se la juegue representando a Concepción y a Chile. “Yo creo que el atletismo es un estilo de vida. Te entrega respeto, disciplina, amistad verdadera, motivación… Después del accidente de mi hijo, yo estuve años sintiéndome una mala mamá, y el atletismo me dio paz, me equilibró, me enseñó a no castigarme más, y me ha ayudado a mantenerme a flote en los momentos más duros de mi vida. Además, cada vez que subo al podio, se me olvida lo difícil que fue llegar hasta ahí… Y no quiero hacerme la ‘pobrecita’, porque yo no tengo una mala situación económica, pero para mantenerse compitiendo se necesitan hartas lucas, y no hay bolsillo que resista… Si es posible, me gustaría mandar un mensaje a las autoridades: El deporte es vida, apóyenlo. Ojalá los gobiernos se comprometieran con los deportistas, y no solo con los de alto rendimiento, también con los amateurs, también con los masters, para que el talento y la pasión de tantos no se vean limitados por las dificultades económicas… Por mi parte, yo no voy a rendirme. Aunque me cueste, voy a seguir corriendo y luchando por dejar en alto el nombre de Concepción y de Chile”, puntualiza.

 

O’Higgins 680, 4° piso, Oficina 401, Concepción, Región del Biobío, Chile.
Teléfono: (41) 2861577.

SÍGUENOS EN NUESTRAS REDES SOCIALES