Durante las últimas semanas hemos podido ver cómo el coronavirus ha ido avanzando, sin freno, trastocando la normalidad de nuestras vidas, relaciones y hábitos. Pero más importante que eso, cómo se ha llevado la vida de más de un centenar de chilenos.
Las recomendaciones y órdenes de la autoridad son claras: no salir, usar mascarillas en el transporte público y en lugares cerrados o donde se encuentren más de 10 personas; lavarse las manos en forma frecuente, respetar los cordones sanitarios, las cuarentenas, y para quienes no tienen estas restricciones de movimiento, mantener una distancia prudente.
No obstante lo legítimo de las medidas, ya nos podemos preguntar cuánto tiempo estarán en nuestras vidas, pues comienza a aparecer el monstruo de la recesión y el falso dilema de la salud versus economía.
Tras ver una entrevista realizada al médico Jefe de Epidemiología de Corea del Sur, quien habría estado a cargo de anteriores pandemias como el Ébola o el Sars del 2002, me he quedado con tres ideas fundamentales: la mascarilla es el principal medio para evitar el contagio, en lo posible N95; Corea tiene internalizado en su cultura el uso de mascarilla, y que la vacuna contra esta enfermedad podría aparecer en un año y medio o más.
“La única respuesta lógica es la resiliencia, debemos perder el miedo, relacionarnos, trabajar y producir por un largo año y medio o dos sin ´contagiar´, ´ni contagiarnos´. Cualquier otra alternativa nos llevará a la ruina, pues no hay fondo, préstamo o recursos que duren cien años”.
Al escuchar al ministro de Salud chileno queda claro que su objetivo es simple y claro: aplanar la curva de contagio para evitar el colapso del sistema de salud. Meta bastante modesta si se quiere, pero por algo se empieza. Con todo, pareciera que está incorporada la idea bastante realista de que un gran porcentaje de chilenos se contagiará, pero lentamente.
Tras lo anterior, la respuesta es clara, el famoso virus nos acompañará por mucho tiempo.
Siendo este el panorama, parece evidente que deberemos hacer compatible la salud y la economía. Sin producción, no hay consumo, no hay impuestos, no hay Estado.
La única respuesta lógica es la resiliencia, debemos perder el miedo, relacionarnos, trabajar y producir por un largo año y medio o dos “sin contagiar”, “ni contagiarnos”. Cualquier otra alternativa nos llevará a la ruina, pues no hay fondo, préstamo o recursos que duren cien años.
¿Cómo hacerlo? La autoridad ejecutiva y el poder legislativo están mandatados a pensar contra el tiempo.
La industria y el comercio están llamados a reorganizarse en todo sentido, y, en particular, a producir artículos y prestar servicios de salud y sanitización que hagan la diferencia entre la vida y la muerte para un importante porcentaje de los 18 millones de habitantes del país.
A nosotros nos queda esperar confiados en que se diseñará la mejor realidad posible y que la ejecutaremos, pues estamos unidos por ese espíritu común que nos ha llevado a superar cualquier dificultad en el pasado. Nos toca hacer patria señores, ese es nuestro destino manifiesto.