Gran Maestro asume en julio y promueve expansión: Para el “hombre de la humita”, tolerancia es lo que falta en Chile

/ 25 de Julio de 2010

Como Bielsa con la “Roja”, Luis Riveros quiere vigorizar la Gran Logia de Chile, promover sus valores fundamentales y visibilizarla. Hay que mejorar el corazón y la mente de los chilenos y reinstalar en su sitial de respeto al profesor, dice. En estas páginas, el académico y masón, dueño de una colección de 76 “pajaritas”, cuenta por qué se alejó de la Concertación siendo progresista, habla de lo bien que se llevan ahora con la Iglesia -“no somos adoradores del diablo”- enfatiza, y confía en que el Presidente Piñera saque del banco de reserva a la educación superior.

luisRivero-1Mientras la selección de Marcelo Bielsa empapaba la camiseta en Sudáfrica, Luis Riveros Cornejo vino a Concepción a reunirse con los rectores de colegios laicos y a agradecer a los masones su confianza. Las provincias, explica, lo pusieron a la cabeza de esta institución de 148 años ya, tan misteriosa, elitista y secreta, a la que la Iglesia acusó en el pasado de ser adoradora del diablo.
No hay tal, dice. “Ya pasaron los tiempos en que nos consideraban adoradores de cosas extrañas. En la Masonería hay católicos, judíos, protestantes, musulmanes y agnósticos. Buscamos esta diversidad que permita que, todos juntos, caminemos buscando la verdad. Para unos se llama Dios, Jehová o Alá. Enriquece a la sociedad una institución que mire sus problemas desde un punto de vista transversal”.
Con 62 años, el ex Rector de la Universidad de Chile es hoy el más joven de los grandes maestros y promete una reingeniería institucional, sumar jóvenes a sus 12 mil miembros y construir una mayor fraternidad social en un país donde nos agredimos mutuamente desde que, por las mañanas, ponemos un pie en la calle, en la conducción o en el trabajo.
“Conmigo va a crecer la Masonería, doy una buena señal para el tipo de gente que me interesa ingrese a la Orden: con inquietudes intelectuales y gran tolerancia. Yo entré -a los 35 años- porque me gustaba esa actitud y disposición a escuchar a otros”.
No se ha jubilado -“no soy elegible para un paquete de retiro”- y sigue vinculado a la Universidad que ha sido su vida, como académico en la Facultad de Economía, al frente de una agencia acreditadora de carreras universitarias.
Como siempre le preguntaban, cuenta, optó por contar las humitas que se acostumbró a usar en Washington, mientras trabajó para el Banco Mundial. Tiene 76 y aprecia los regalos del “Coco” Pacheco -es un billete de US$100- y otra con “chunchos”. Se la obsequió el “Matador” Salas y se la pone para ir a ver la U, aunque el club de sus amores – se lo inculcó el abuelo de Talca- es Palestino.
En esta entrevista, lucía una de puntitos blancos, y anudada, como le gusta. Luis Riveros es santiaguino, pero su espíritu es nacional, aboga porque los intendentes sean elegidos y tengamos una efectiva regionalización. Se conduele que en Talcahuano aún persista “ese olor a muerte que se siente cerca del mar” y es crítico de esa visión arrogante que, desde la capital, hacen inexistentes los problemas mientras no ocurran en Santiago. Lo del Presidente Piñera en Dichato, en el debut de la selección, le pareció “simpático, pero no tiene fuerza en materia de señal para solucionar problemas todavía vigentes. “Es el márketing. Esa cuestión medial tan metida en la sangre de los políticos, de hacer cosas para que aparezcan en los medios. Eso va, justamente, en contra del país”.
– ¿La Masonería puede cambiar a Chile como Bielsa a la selección?
-Puede contribuir a esta tarea. Ayudó en la década del 20, bajo la presidencia de Alessandri Palma, a cambiar la mirada que teníamos sobre tantos problemas por los desequilibrios sociales de comienzos del siglo pasado, que son muy parecidos a los actuales. También, en la década del 40, cuando se envolvió en este proyecto renovador de la educación y de la producción, y lo intentó en el ’60 y ’70, en medio de los grandes conflictos políticos. Creo que hoy puede hacer un gran aporte a un Chile que tiene que modernizarse, alcanzar el desarrollo. Para eso tiene que ser un país con mayor equidad y mejor calidad de vida.
– ¿Y a ustedes les falta modernizarse o actualizar los principios masónicos para volver a encantar a la gente?
-No es un tema de principios sino de organización, y lo voy a enfrentar para darle una mayor visibilidad externa a la Masonería. Nuestros principios están ahí y son igualmente válidos ayer, hoy y mañana. La tolerancia es una actitud necesaria y propia en una sociedad humana, lo mismo el laicismo, la fraternidad y el principio de conciencia. Hay que modernizar sí la manera en cómo se entrega ese mensaje para que no se entienda como el de un grupo sectario más. Somos una institución republicana destinada a mejorar y a educar hombres para que hagan su aporte en la sociedad desde la perspectiva valórica y política a la que quieran adherir.
– La Iglesia está pasando por un mal momento y la gente se está distanciando por ello, ¿cree usted que esto les abre espacios para atraerla con su discurso renovado?
-No lo creo y yo lamento lo que les sucede. Es un problema de individuos que pertenecen a la Iglesia y realizan estos delitos horrorosos, repudiables. Es exigible sí que la Iglesia tome medidas oportunas y contundentes y no minimice el efecto que esto tiene en las personas, en la sociedad, pero no es una oportunidad para que la Masonería aproveche para hacer valer sus principios. Sí es una oportunidad para reflexionar que todas las instituciones son humanas, y como tal pueden tener individuos que tienen fallas fundamentales que se contradicen con los principios de la institucionalidad. Este tipo de problemas habla muy mal como sociedad.

En la banca de la reserva

A este ex Rector de la U. de Chile lo tentaron para ser candidato a senador por la Décima Región, pero tenía que inscribirse en un partido político y no le gustó. Piensa hacer su aporte desde la academia. “En el país, los académicos son escuchados. Yo tengo ganas de opinar libremente y en muchas cosas pienso estar de acuerdo con el Gobierno, y en otras, no. Soy una persona que ha estado más cercana al progresismo, a los movimientos laicos, pero no sentí mucha cercanía con el gobierno de Michelle Bachelet porque no asumió cambios y compromisos que eran fundamentales”.
– ¿Sólo porque es mujer…?
-En absoluto. Esto venía de los tiempos de Lagos. La Concertación jamás hizo un programa con los cambios que se requerían. En salud, en prevención, en materia tributaria no se cambió nada y en materia de educación, en realidad, tampoco. En todas esas cosas se pusieron más recursos, pero no se cambió nada. Hubo más edificios, más vidrios, más visibilidades, pero no cambios sustantivos, de manera que mi crítica y mi distancia con los gobiernos de la Concertación se fue acrecentando en la medida en que, como el resto del país, sentimos que no habían sido cumplidos. La cuestión programática pasó a segundo plano.
-¿Y el resultado fue Piñera?
-Exactamente. Tenemos una economía con problemas todavía. No todo es parte de la mala gestión de los gobiernos, pero la nuestra se debilitó en competitividad, éramos el número 17 y ahora el 29, nuestra educación sigue en el número 70 del mundo. No se abordaron problemas fundamentales ni se promocionó un diálogo para llevar a cabo reformas que eran indispensables, como todas las que tienen que ver con educación y sustento social.
Y agrega que el debilitamiento de la educación pública obedece a reglas que se diseñaron contra la educación pública: la municipalización contribuyó a su debilitamiento, y aunque tampoco es partidario de dejarla en el Ministerio de Educación, como en la década del 60, dice que había mecanismos de gestión más efectivos y eficientes.
A la educación pública también se la desarticuló -añade- porque las universidades del Estado no sólo fueron divididas en el ’80, sino porque después se crearon estructuras regionales con universidades estatales desfinanciadas.
“Qué sentido tiene haber creado una UBB cuando el Estado, que es el dueño, coloca algo así como el 12%. El problema no es el desarrollo de la educación privada ni mucho menos de la educación católica. El tema es el descuido del Estado, las falencias de sus políticas y la debilidad en los esquemas de financiamiento. Esas son las causas fundamentales del decaimiento de la educación pública. En todas partes del mundo es tan importante y vital, y en este país ha pasado a ser un jugador que se lo pasa sentado en la banca de la reserva.
– ¿Pinochet es el DT responsable de aquello?
-Claro. Ellos hicieron todas estas cosas con un gran sentido político. Desarticularon universidades nacionales -U. de Chile y Técnica del Estado- y las dejaron ahí no más. Si se hubiese pensado como proyecto, se habría hecho de otra manera, cumpliendo el mismo fin de regionalizar. Lo mismo ocurrió al descentralizar la gestión de la educación pública en las municipalidades, son entes que no tienen nada que ver con la educación. Eso no se corrigió y fue otra de las cuentas pendientes de la Concertación con el país. En 20 años fue incapaz de solucionar un problema que no es tan complicado de solucionar. Pinochet y su equipo lo hicieron en su época, cuando había grandes retos políticos, pero esos pasaron a otra etapa en la década del ’90 y no se abordaron ciertos caracteres técnicos.
-¿Piñera podría abordarlo ahora?
-Yo creo que sí, esta reforma de la educación superior va en la línea correcta. Hay poco más de 60 universidades y no se puede pretender que sean sólo las del Consejo de Rectores para todos los efectos de políticas públicas. Estoy de acuerdo que no todas pueden tener el mismo esquema de financiamiento; las estatales deben tener un tratamiento distinto por ser del Estado. Creo, sin embargo, que el Estado debe ser el interlocutor en todo el sistema universitario.
Yo sostengo que debe existir una asociación chilena de universidades donde estén todas: públicas, privadas, estatales tradicionales, no tradicionales que estén acreditadas. Ese es el requisito fundamental en mi opinión y, por lo tanto, ése será el mecanismo de interlocución del Estado en materia de política universitaria.
-¿Va bien el Gobierno en ese sentido?
-Creo que sí, si se cambian los esquemas de financiamiento, algo que siempre reclamé: por qué el Estado entrega recursos y no pregunta ¿qué es lo que hacemos con esos recursos? Yo sé que la U. de Chile podría contestar con mucha tranquilidad lo que hace en materia de política pública y bienes públicos con los recursos. Pero hay otras universidades del Consejo de Rectores que les costaría justificar los recursos desde el punto de vista de los bienes públicos. El Estado financia bienes públicos, cosas que no se harían privadamente. Muchas universidades, que producen bienes privados, deberían tener financiamiento privado exclusivamente para eso.

No más empleados de sus alumnos

-Si desde sus inicios la Masonería tuvo relevancia en la educación chilena con la creación de la Universidad de Chile. ¿Qué pasó con la U. de la República y cuáles fueron las razones para que ese proyecto educativo no haya sido exitoso o sólo se trata de un problema de gestión económica?
-La U. de la República nunca fue iniciativa de la Masonería, sino que de un grupo de personas pertenecientes a ella. Eso hace una diferencia fundamental. Las decisiones se tomaron al interior de este grupo. Ésa es la fuente de problemas de gestión económica y académica. La combinación de esas dos cosas los llevó a un exitismo inmanejable para ellos. La institución nunca analizó esos problemas, nunca determinó qué avenidas de solución había para unos y otros, nunca aconsejó qué líneas había que sellar. Si hubiese sido así, los resultados habrían sido distintos.
-Institucionalmente, ¿cómo los complicó? Todavía hay gente a medio camino o profesores a los que no les pagaron.
-Estuvo al borde de producir un quiebre al interior de la institución. No se produjo, porque Jorge Carvajal fue expulsado. El hecho inédito que un gran maestro sea expulsado por estos problemas pone de relieve el impacto que eso tuvo. Otros 15 miembros fueron expulsados también. Hay un efecto que todavía estamos pagando, familias que sufrieron por esto, porque se desarticula una serie de cosas que está en el discurso de la Masonería y aquí se puso en el terreno de la práctica.
-¿A qué atribuye que hoy no tengan el peso que tuvieron con varios Presidentes de la República que eran parte de la Masonería y también del partido Radical?
– La importancia de la Masonería ha estado a niveles de estudio, de universidades, de la educación. A mí me preocupa mucho más la pertenencia de profesores, inspirarlos en valores. Tenemos una crisis de valores y queremos contribuir, ciertamente, en superar esa crisis. Eso es para mí mucho más importante que tener líderes políticos que pertenezcan a la Orden.
-¿La crisis de valores se puede superar a través del profesorado?
-Estamos haciendo un esfuerzo en esa dirección, porque creemos que eso es lo más importante.
-¿Qué cosas son necesarias de recuperar hoy?
-Libertad de pensamiento, hay que promover su libre albedrío y junto con eso, desarrollar un valor que se ha perdido en nuestra sociedad: la tolerancia. O sea, escuchar las ideas de otro con respeto. Sin cambiar lo que uno piensa, respetar los juicios ajenos. Luego está el respeto por el otro. Aspiramos a construir mayor fraternidad social, es una actitud necesaria de convivencia, de ciudadanía. Son valores fundamentales que se han ido perdiendo. Por eso, hoy día, la conducta que uno ve en los jóvenes es tan sorprendente: cuando salen de clases, por ejemplo, unos contra otros. Es el modelo de padres que están viendo ellos.
La Masonería aspira a que la familia se involucre más en el proceso educativo.
La familia no puede aceptar que si deja al niño en la puerta de la escuela se soluciona el problema porque está pagando un servicio, tiene que involucrarse un poco más.
Es importante reconstituir las bases de la red social. Esto no se arregla con más carabineros, policías. Nuestros temas de delincuencia, alcoholismo, droga son de raíz mucho más profunda que la conducta superficial de algunos grupos que podemos combatir judicialmente.
Tenemos que mejorar más el corazón y la mente de las personas. Es labor del profesor y eso se ha diluido por la calidad de los profesores y, porque la sociedad ha minimizado la importancia que este profesional tiene como un articulador de interacción social.
-¿El respeto por la figura del profesor se perdió ya, no?
-Eso tiene que ver con varias cosas. El profesor es concebido por los estudiantes como un empleado que está en sus clases. No estoy diciendo que tengamos que volver a la década del 60, pero sí tenemos que reinstaurar una cultura en la que el profesor es una autoridad y no quien sirve a los estudiantes, a los padres; falta una mayor validación social a lo que hace el profesor. Es mucho más que un instructor y eso tiene que ver con la forma en que hoy las familias recompensan esa labor, y por otro lado, con la manera con que están formando a un profesor.
Ellos no se pueden formar en esta idea un poquito ilógica de que “compiten” con la formación de otras cosas. Tienen que tener formación, financiamiento y un ambiente universitario distinto. Hoy, las escuelas de Pedagogía son “los países pobres en todas las universidades”; eso desvaloriza la formación del profesor y además, selecciona adversamente. No están los mejores en las carreras de Pedagogía.
Es un tema que se ha pospuesto. En este cortoplacismo de nuestros políticos, estamos más preocupados de los aspectos físicos de las escuelas y de todas estas cosas que aparecen en los periódicos, que visten, pero no en un proyecto real de recuperar la formación docente para la sociedad moderna.

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