Es un lugar que pocos conocen, por eso descubrirlo puede ser toda una maravilla. Instalado en una de las salas de la Facultad de Ciencias Naturales y Oceanográficas de la UdeC, contiene la colección más completa de especies herbarias de todo Chile. Un tesoro que se utiliza para realizar investigación, para la formación de los estudiantes de pregrado de carreras del área y que, prontamente, podría convertirse en un museo donde la comunidad podrá apreciar este patrimonio de la flora chilena.
Por Natalia Messer. Fotografías José Carlos Manzo.
Es un lugar que pocos conocen, porque se encuentra un tanto escondido. Descubrirlo puede ser toda una maravilla. Eso y un tanto más es el Herbario de la Universidad de Concepción (UdeC), una verdadera “pinacoteca de la flora chilena”, que concentra la colección más completa de especies herbarias de todo Chile.
Parece una locura que un espacio de no más de 100 metros cuadrados albergue cientos de miles de plantas, hongos, musgos, algas y líquenes. Pero, ¡ojo! Esto no es un invernadero, sino un herbario. Lo que aquí se hace se parece, guardando las proporciones, a cuando las adolescentes cortan pedazos de sus cabelleras y las dejan pegadas en sus diarios de vida, con la diferencia de que en este lugar se conserva todo tipo de flora en el papel y se hace, lógicamente, por un fin distinto.
Todas estas especies se encuentran guardadas en grandes estantes de madera que tienen puertas corredizas. Dentro de estos muebles se contienen todas las carpetas de cartón que rezan en su portada el nombre científico de la planta, cuyos nombres en su mayoría están escritos en latín.
Dentro de las carpetas están las hojas con la biografía de la especie. Todo aquí está debidamente catalogado con sus nombres y características, como especie, familia, colector, número de colecta, país, región, provincia, localidad, altura, latitud, longitud, fecha y observaciones de un científico.
Algunos papeles que contienen las miles de carpetas están muy amarillos, porque quien pegó y describió esa planta hoy tendría más de 100 años de vida.
Especies naturales de ayer y hoy se encuentran en los pasillos de una de las salas de la Facultad de Ciencias Naturales y Oceanográficas de la Universidad de Concepción, dando forma a la biblioteca botánica más grande y completa a nivel nacional, que incluye desde el poleo, la menta y la manzanilla hasta una extinta palmera de la Isla de Pascua.
Las especies están muertas, aunque hablar de “muerte” quizá no sea lo más correcto en este caso, porque si bien estas colecciones ya no crecerán, y no necesitarán del agua y la fotosíntesis, eso no significa que no vivan de otras formas. ¡Y vaya que viven!
Alcibíades, el médico de las plantas
Para que exista herbario, y tan completo como el de la UdeC, hay que remontarse 92 años atrás, cuando el médico, Alcibíades Santa Cruz, trabajaba, por allá por la década del ’20, en la Universidad de Concepción, específicamente en la Facultad de Medicina. Él se mostraba muy interesado en las plantas y sus usos medicinales.
Eran tiempos en que no había acceso a los medicamentos que vemos hoy. Por eso es que tampoco extraña escuchar a las personas de edad hablar con tantos conocimientos de herbolaria. La gente antiguamente estaba más familiarizada con las plantas y sus raíces; las recolectaba, conocía sus usos y propiedades.
Por ejemplo, el fármaco Atropina, que se usa frecuentemente para dilatar la pupila, se extrae de la Atropa Belladona, una especie arbórea nativa de Europa, norte de África y oeste de Asia.
Entonces, con esta curiosidad por saber más de las plantas y sus efectos en la salud, el profesor Santa Cruz hizo sus primeras clases a alumnos de Medicina y Farmacia sobre estas materias.
Para hacer las cátedras más interactivas, y con los recursos que tenía a mano, porque el power point y los tutoriales de Youtube no eran la estrategia de aquellos tiempos, decidió llevar al aula plantas que mandó a pedir al extranjero.
El poleo, la menta y la manzanilla fueron algunas de esas especies, todas provenientes de Europa, que Alcibíades Santa Cruz mostró ante los ojos de esos privilegiados estudiantes universitarios.
Y así partió. La idea de tener plantas guardadas entusiasmó mucho a autoridades, profesores y estudiantes de la UdeC de ese entonces, hasta que en 1924 nace finalmente el herbario.
De uno a cientos de miles
La población de especies herbarias creció, creció y creció. Desde 1924 hasta el día de hoy no para. Son más de 25 mil plantas, 1.100 líquenes, 600 hongos, 1.500 algas y 3.300 musgos los que conforman la colección.
El herbario siguió aumentando, especialmente cuando aparecieron figuras como Hugo Gunckel, Augusto Pfister y Carlos Junge. Este último creó el jardín de cultivo de plantas medicinales que se encontraba en la misma Universidad de Concepción.
Su dirección también pasó por esos años a un nuevo profesional: Augusto Pfister, quien dejó su farmacia ubicada en Talcahuano, para comenzar a trabajar en la UdeC.
“Él empieza a viajar con sus estudiantes de Farmacia. Se iban a las termas de Chillán, así es que la mayoría de la vegetación que recolectaron viene de ese sector”, cuenta el Dr. Roberto Rodríguez Ríos, actual director del Herbario UdeC.
Con la labor de Pfister y compañía, la colección fue tomando forma. Ya no eran sólo plantas traídas del extranjero, sino también originarias de Chile y de sus diversas regiones.
Comienza asimismo una generación de viajeros, que con los zapatos llenos de barro, recorrió desde Atacama a Tierra del Fuego en busca de especies naturales.
La seriedad
Con la colección aumentada, el Herbario UdeC ganó prestigio internacional. Para la mayoría, sobre todo aquellos ajenos a esto, no emociona tanto como el triunfo de Chile en la Copa Bicentenario el hecho de que esta colección esté indexada.
Para los científicos de esta área, sí. Es una alegría y un logro inmenso. El que se encuentren en la base de datos de herbarios de todo el mundo es relevante e importa mucho, sobre todo cuando en la ciencia se menciona la palabra “seriedad”.
“Si quieren hacer una revisión seria de una familia X de plantas en Chile, hay que tener acceso a estas especies con las que cuenta nuestro herbario. Nosotros tenemos el respeto y el respaldo de una institución”, explica el Dr. Marcelo Baeza, investigador en esta biblioteca natural.
Estudios de botánica los hay por miles, pero sólo algunos son los que destacan por su seriedad y aporte. Herbarios también los hay por millones. Algunos de ellos están en manos de particulares. Es decir, de personas que coleccionan plantas de forma autodidacta, como quien agrupa monedas, estampillas o figuras de acción.
El reconocimiento científico mundial que ganaba el Herbario de la UdeC despertó el interés de investigadores del área que se fijaron en algunas plantas que esta colección guarda. Por eso la importancia de contar con un lugar como éste, pues da lugar a que surjan nuevas investigaciones científicas, incluso sobre especies que hoy ya no existen.
El herbario es como un libro gigante que contiene toda la historia de estas plantas, musgos, hongos, helechos y demases. Recurrir a él puede ser de mucha utilidad para científicos de Chile y el mundo.
Cuentan también que cientos de estudiantes y profesores del extranjero han llegado preguntando por alguno de los “tesoros” que se encuentran guardados en estas históricas carpetas.
También los científicos que trabajan aquí mandan a pedir a otros herbarios del mundo, algunas veces, especies exóticas. “Esto es como un tipo de cooperativismo”, dice el Dr. Baeza. Por ejemplo, el Dr. Rodríguez siempre manda a pedir helechos por todo el mundo, ya que son parte de su área de investigación.
Únicas, grandes y nuestras
Es que por algo Charles Darwin, Claudio Gay o los hermanos Philippi en sus viajes por nuestro país admiraron tanto la flora chilena. También por eso se llevaron algunas especies que cautivaron su atención. En esos tiempos no había Servicio Agrícola Ganadero (SAG), así es que sacarlas por barco del país era más fácil. Muchas de aquéllas son parte de la colección de este herbario. Son especies únicas, grandes y nuestras.
Por ejemplo, en la Región del Biobío y sus alrededores se encuentran dos plantas que sólo crecen en estas tierras. Se trata del pitao y el keule. Ambas están en vías de extinción. ¿Y cuál es su principal amenaza? El monocultivo que afecta en gran medida su desarrollo.
El keule es bien especial, cuentan. Tiene frutos y éstos son comestibles. Dicen que saben bien, incluso se prepara una mermelada que se asemeja en sabor a la lúcuma; también se hace un licor.
Al pitao y al keule aún se les puede encontrar, quizá no masivamente, pero existen.
Lamentablemente en la flora chilena hay tres especies que no podremos volver a ver. Son el sándalo de Juan Fernández (Santalum fernandezianum), especie vegetal endémica de este archipiélago, vista por última vez en 1908; el toromiro, una especie arbórea, y el paschalococos, ambas originarias de Isla de Pascua. Esta última corresponde a un tipo de palmera que se extinguió sobre el año 1650 d.C.
Pero no sólo de plantas que no existen vive el Herbario. También aquí se han dado “¡muuuchos descubrimientos!”, como enfatiza el Dr. Rodríguez.
“Hay una Gleichenia lepidota, un tipo de helecho muy especial que se da en el archipiélago Juan Fernández, y que yo describí. Trajeron esta especie al herbario en 1986. En ese entonces me di cuenta de que este tipo de helecho tenía escamas de colores café oscuro, muy diferentes a las otras plantas del mismo género. Por eso es única. Le agregué entonces el nombre “lepidota”, porque significa escamas, en griego, cuenta el científico, quien también tiene un helecho en honor a su nombre llamado “blechnum por rodriguese”.
Que se sepa
Para que este herbario adquiera más valor, la comunidad general debe saber de su existencia.
Que se sepa que hace casi 100 años comenzó el trabajo de coleccionar y catalogar especies únicas de Chile y el mundo. Que por ahí pasaron connotados científicos, de la talla de Gunckel, Pfister, Ricardi, Matthei, Marticorena o el mismísimo y visionario Alcibíades Santa Cruz.
Que lo sepan todos, porque sin estas plantas, hongos, musgos y helechos “sería bien difícil ver, por ejemplo, cómo han ido evolucionando y dando origen a distintas especies a lo largo de los años”, cree el Dr. Marcus Sobarzo Bustamante, Decano de la Facultad de Ciencias Naturales y Oceanográficas de la UdeC.
Por ahora, y como adelanta también Ricardo Utz, arquitecto y Director del Programa de Patrimonio Cultural de la UdeC, hay planes de convertir este herbario en un gran museo, porque la idea es “poder exhibir este patrimonio escondido a toda la comunidad”, asegura.
Utz agrega que la idea del museo es viable, pues hoy existe una mayor identificación de los ciudadanos con el patrimonio citadino. Los penquistas reconocen sus clásicos íconos, que van desde los murales, esculturas, lagunas, hasta el famoso campanil UdeC.
“Las nuevas generaciones han estado reconociendo el valor del patrimonio. Esto ha tomado mucha fuerza. Por ejemplo, uno lo ve graficado en la popularidad que tiene actualmente el Día del Patrimonio, no sólo en la Región del Biobío, sino en todo Chile”, opina.
El herbario es, según el propio Utz, un gran diccionario de botánica al que uno se enfrenta. Allí está todo. Y suena lógico. Son cientos de libros que contienen plantas recolectadas en diferentes épocas de la historia.
Ahí, en estas carpetas, que a primera vista no llaman tanto la atención, están las plantas que murieron y las que siguen presentes. Gracias al Herbario de la UdeC, los científicos pueden identificar y conocer mejor las especies naturales del país. Este patrimonio también sirve a la comunidad en general, pues ayuda a saber más de las propiedades de la planta y cómo también colaborar para que las que todavía existen en nuestro territorio no desaparezcan.
“Por ejemplo, con el herbario podemos saber cuáles son las plantas que crecen en un determinado lugar del país, qué importancia tienen desde el punto de vista fitoquímico, como plantas medicinales. Si es que esas especies están extintas, investigar el origen, qué efectos tuvo esa extinción: si hizo que desapareciera también alguna especie animal. Todo esto se puede investigar gracias al respaldo de nuestro herbario”, dice el Dr. Baeza.
Entonces está claro, porque ya no hay que viajar tanto como lo hizo Darwin, ni tampoco volver a describir la planta como lo hizo Philippi. La recolección, descripción y la catalogación están en su mayoría, y ése es, concuerdan todos, un tremendo tesoro.