Héroes del mar

/ 9 de Septiembre de 2024

Profesor Andrés Medina Aravena.
Licenciatura en Historia UCSC.

Cuando escuchamos el término “héroe”, generalmente nos viene a la mente la imagen de un conflicto bélico y la figura de una persona que realiza actos de gran valor, y que representa un ejemplo de sacrificio más allá de lo ordinario.

Sin embargo, también en tiempos de paz se encuentran actitudes heroicas, que nos revelan hasta donde es capaz un ser humano de despreciar su propia seguridad en beneficio de otros, y realizar acciones de un valor inconmensurable, difíciles de imaginar.

Es uno de esos casos el que hoy quiero relatar, ante quienes se interesan por acciones que revelan la grandeza y entrega que personas comunes y corrientes pueden realizar. Este hecho ocurrió en 1965, hace ya más de medio siglo y, en lo personal, lo asocio a un momento que esperaba con ansias: la transmisión del partido de fútbol que Chile jugaba por las clasificatorias al Mundial de 1966 en Inglaterra. Era domingo, y la radio comenzó a transmitir una urgente noticia, que daba cuenta de que dos buques de la Armada de Chile habían naufragado cerca del puerto de Corral, dejando un significativo número de víctimas.

En los días siguientes el país se fue informando de los detalles de esta tragedia. Yo, solo con el paso de los años pude adquirir más antecedentes del hecho, que me hicieron valorar aún más la acción de dos tripulantes de aquellas naves, que fallecidos en las tempestuosas aguas sureñas son recordados hasta hoy, cuando sus restos descansan ya hace varias décadas en la isla Quiriquina, lugar donde se forman las tripulaciones de la Armada.

Estos dos héroes son el cabo Leopoldo Odger, tripulante de la escampavía Janequeo, y el marinero Mario Fuentealba, de la dotación del patrullero Leucotón. Ambos, actores de un drama que comenzó cuando el patrullero, que se dirigía desde Talcahuano a reabastecer los faros australes, fue sorprendido por un temporal de grandes proporciones, que originó su varamiento. Conocida la noticia, la Janequeo fue enviada a ayudar, pero el fuerte temporal que arreciaba en la zona la lanzó una y otra vez contra las rocas, hasta destruirla.

Fallas mecánicas que afectaron a los buques cerca de la costa, unidas al tremendo temporal que se extendió por días -con vientos de 100 kilómetros por hora y olas que superaban los nueve metros de altura- provocaron que ambos buques fueran a dar contra los roqueríos del lugar, donde comenzaron a ser azotados una y otra vez, hasta hundirse.

En medio del desastre, tanto Odger como Fuentealba consiguieron llegar nadando a la costa. No obstante, viendo a muchos de sus camaradas de armas luchar por sus vidas contra el embravecido mar y que, cansados del esfuerzo, parecían rendirse a su suerte, se lanzaron en varias ocasiones a las aguas, logrando rescatar a varios de sus compañeros, trasladándolos hasta la seguridad de la playa.

Sus valientes acciones fueron presenciadas por muchos marinos afectados por el hundimiento de las dos embarcaciones, así como por pescadores que vivían en una caleta cercana al lugar del desastre. Fueron justamente ellos quienes más tarde atestiguaron cómo, luego de una tarea que se prolongó por horas y a pesar de los ruegos de quienes veían cómo el cansancio minaba las fuerzas de ambos tripulantes y les pedían no continuar la acción, tanto Odger como Fuentealba terminaron muriendo en su permanente intento de rescatar a más marinos.

El resultado de esta tragedia marítima fue devastador, costando la vida de 47 marinos -entre oficiales y tripulantes-, pero a la vez es también testimonio de lo que para la Armada es un rumbo eterno, marcado por sus héroes del siglo XIX: cumplir con su deber a toda costa e intentar superar los desafíos a que los enfrenta el destino.

Como una forma de mantener siempre vivo el legado de arrojo y valentía del cabo Odger y del marinero Fuentealba -tanto para sus camaradas de armas como para la ciudadanía-, dos embarcaciones gemelas de la Armada fueron bautizadas con sus nombres. Los restos de ambos, en tanto, descansan en la Escuela de Grumetes, como eternos ejemplos de honor y cumplimiento del deber para las generaciones en formación en la isla Quiriquina.

O’Higgins 680, 4° piso, Oficina 401, Concepción, Región del Biobío, Chile.
Teléfono: (41) 2861577.

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