Ni Michelle Bachelet ni Camila Vallejos. Simplemente es una mujer CAP con espíritu de justicia social que aspira a lo mejor para sus asociados; contribuir con ingenio y valor a las demandas de la sociedad civil de hoy y ser una digna representante de quienes le confiaron su voto a esta rancagüina que se postuló por la lista de “los chicos nuevos”. Desde hace cinco años es una vecina de Hualqui y productora de miel, y en su tiempo libre ayuda a su madre con las abejas, aves y codornices.
Ni tan suave como parece ni tan conciliadora como se ve. Tiene paciencia pero le cargan las irresponsabilidades. Y asegura que puede permitir equívocos, pero no concibe que alguien haga las cosas mal a propósito.
Rigurosa, disciplinada y estudiosa como le inculcó su padre ya fallecido, Humberto, se reconoce Mónica Aguilera Ortiz (36, soltera, técnico electrónico e ingeniero en control de automatización de la Universidad Técnica Federico Santa María), la flamante presidenta del sindicato número 1, de Huachipato, elegida por mayoría en una votación histórica que por primera vez instala a una mujer en el sillón de la presidencia, el mismo que ocupó por años en el gobierno militar, Pedro Briceño Molina, y en democracia, unos cuantos más.
En esa misma oficina, en la del Presidente, conversamos. Y aunque el entorno luce descuidado, con sus paredes sin pintar, un bonito arreglo floral a sus espaldas la acompaña y al frente del escritorio, una gran foto de la planta iluminada, captada un atardecer desde la bahía de San Vicente, le recuerda su compromiso con los asociados: “La justicia social es algo que, sin duda, me convoca”, dice.
De los tiempos de Briceño, con un sindicato fuerte y poderoso, ligado al régimen, las cosas han cambiado en 30 años. Cierto. Y de esos 7 mil trabajadores que llegó a tener la usina, hoy no son más de 1.700 de los cuales 1.300 están afiliados a la organización que ya celebró su primera asamblea, con ella a la cabeza, y donde le reiteraron que “seamos representantes dignos y verdaderos de sus necesidades frente a la empresa; que hagamos nuestro trabajo en forma honesta y cercana, que no se polaricen las cosas porque la empresa nos necesita y nosotros a ella”. Y agrega que no está dispuesta a olvidar la apuesta de jóvenes y viejos que votaron por la lista de las “fichas nuevas”, todos sub 30, que le permitió estar donde hoy está, y que en una palabra es expresión del descontento laboral en Huachipato. Con ese signo nació su candidatura.
Y cuenta que la primera asamblea fue “especialmente tranquila”. Ni pifias ni insultos y sí muchas buenas vibras para su gestión y mandato. La compararon con Michelle Bachelet o Camila Vallejos, pero ella tiene su propio norte, su sello y las cosas bien claras. De partida, no tiene militancia política, es voluntaria del Hogar de Cristo, y se siente parte de esta sociedad civil que expresa su descontento en las calles.
“Uno puede estar en desacuerdo con algunas expresiones públicas, pero creo que la gente está aburrida de tanta política y tenemos que hacernos cargo de los problemas que nos afectan, empoderarnos de lo que nos está afectando, de este descontento país. Las preocupaciones de la clase media no son menores, es la que está más abrumada en términos económicos, incluso proporcionalmente pagamos más impuestos que las empresas; no hay ningún respiro que permita sentirnos más aliviados”, describe.
Y esa inquietud de la clase media la percibe en la usina también. Por eso le interesa resguardar los derechos laborales de la gente, ayudar a sus asociados en su estabilidad laboral y mejorar sus planes de salud y capacitación para generar competencias nuevas, tal vez ascensos y en consecuencia mejores remuneraciones. Al sindicato, quiere aportar desde su visión de mujer trabajadora y sin mediar diferencias de género.
“El tema de la capacitación previsional no es menor en Huachipato. Hoy tenemos muchos problemas con gente a la que el fondo no le alcanza para jubilar. Si hubiesen tenido capacitación en su momento, podrían optar a mejores pensiones. La gente se debe empoderar de esto, es lo que los afecta en sus planes de proyección futura. De hecho, hay una hornada de profesionales jóvenes muy inquieto por esto”, dice.
A una semana en el cargo, poniéndose al día en los protocolos y administración del sindicato, el tiempo se le ha pasado volando y su novio ya le está pidiendo una foto, cuenta risueña. “Esto es como administrar una empresa; demanda mucho tiempo”, admite.
Y a propósito de empresa, dice que CAP está originando pérdidas y el panorama que visualiza no es muy auspicioso. De aquí a noviembre, la industria del acero que nació en la década del 50 y que en la actualidad produce 1 millón 250 mil toneladas de acero líquido descontinuará dos líneas de producción: Frío y Zincalum, esta última la “niña bonita” de los 90. Hace dos años, ya habían cerrado la unidad del Estañado electrolítico, donde Huachipato producía hojalata para envases de alimentos. Hoy, la producción está centrada en barras de molienda para la minería del cobre y rollos de alambrón para la industria del alambre, Inchalam, su principal comprador.
La empresa se ha comprometido a reubicar a la mayoría de la gente, pero no a todos. “Está generando los puestos con los trabajadores que están renunciando y yéndose al norte, a las mineras. Para los antiguos no hay incentivos de retiro; la empresa dice que no está en condiciones de una oferta de esa naturaleza”, dijo.
– ¿El huachipatino dejó de ser el “interesante partido” para casarse como alguna vez lo fue, diría?
-Todo ha cambiado, sin duda. La empresa está originando pérdidas y hace un par de meses apareció un estudio de Instituto Chileno del Acero (Ichia) que dice que el 55% de los aceros de hormigón que entran a Chile están bajo la norma chilena 204, que es la que rige la calidad de los aceros importados. Eso es una competencia desleal. Pero el tema más importante hoy son los costos. La empresa tiene problemas con eso. A pesar de que son generadores de materias primas – el hierro de las mineras de Huasco y la caliza de isla Guarello-, le sale más caro ocuparlo en su proceso. Quienes están generando las riquezas hoy en CAP son las mineras del norte que están exportando el hierro a Japón y China.
El tema energético no es menor tampoco; la administración pecó en dejarse estar, no se preparó para lo que iba a ser la demanda energética que hoy está teniendo y que le está subiendo los costos una enormidad. El complejo Aldea (Arauco) es autogenerador de su energía; venden su sobrante al SIC incluso y cuando necesitan, les vende a precio de huevo porque ellos generan energía propia. Huachipato, en cambio, no genera hoy ni siquiera un megawatt en su producción ni está entre sus planes invertir en eso”.
En su medio natural
Estudiar y trabajar entre varones no la inquieta, dice esta joven mujer, una de las tres que labora en el área de producción de la usina (“siempre tuve habilidad para desarmar cosas y en electrónica, por los componentes que son muy pequeños, se utiliza mucho la motricidad fina”) y una de las 80 mujeres CAP. Se desempeña en el Laminador de barras recta (reacondicionamiento del material antes de ser vendido), unidad que nació hace cinco años, los mismos que lleva en la planta. Entró por méritos propios, postuló después de ver un aviso en el diario y se adecuó a las exigencias, al uniforme beige, a los zapatos y guantes de seguridad. “Trabajar con y entre hombres es mi medio natural, no me asusta ni me cohíbe”, dice, resuelta.
Llegaron de Rancagua para asentarse aquí. Era más fácil mantener una casa y no dos, dice, y buscando una entretención para la mamá, pensaron en la parcela. Le había tocado trabajar duro después de la muerte del marido, cuando ella tenía 9 años y su hermana 8. Hasta esa edad, dice, le duró su infancia de niña protegida y mimada y aunque creció entre tíos y primos mientras su madre trabajaba en Argentina, “tengo los mejores recuerdos de una familia muy afiatada y bien constituida, base y seguridad de todo lo que uno necesita en el futuro”. Cuenta que, concluida las clases y sin tener que dar exámenes pues siempre se eximía, cruzaba la cordillera para estar con su madre: “De noviembre a abril estaba en Argentina y de mayo a octubre, en Chile. Así lo hice durante 10 años, hasta que entré a la Universidad y me vine a Concepción”.
De su perseverancia, herencia del gen materno, da cuenta la iniciativa de criar abejas en su parcela de Hualqui donde vive con su hermana y su madre Fanny, ya jubilada. “Nos dejaron bien picadas y el primer año se arrancaron todas, no las supimos manejar, pero como somos porfiadas, hicimos un curso de apicultura de una semana y volvimos a intentarlo”. De un cajón, ya tienen 50 y una producción de 1.130 kilos de miel. A las abejas sumaron un plantel de codornices, pollos, pavos y patos y huerta. Una verdadera granja educativa para comer rico y sano y desconectarse el fin de semana. Es su hobby.