El terremoto que asoló, entre otras, a la provincia de Concepción en el verano de 1939, no solamente cobró la vida de miles de víctimas, sino que significó la destrucción de abundante infraestructura material en la zona, incluyendo viviendas, edificios de servicios públicos e instalaciones industriales. Sin embargo, esa tragedia representó también abrir la posibilidad de empujar un plan industrializador, que terminó dando un nuevo impulso a la actividad económica nacional.
Es en el gobierno de Pedro Aguirre Cerda, cuando el desastre sísmico se unirá con los fatales efectos económicos de la Segunda Guerra Mundial, provocando, paradojalmente, una positiva dinámica de emprendimiento, que se concretará en la creación de dos organismos: la Corporación de la Reconstrucción y la Corporación de Fomento a la Producción, conocida como CORFO. Se inicia entonces, un proceso de industrialización que rápidamente fijará como su objetivo superior instalar en Chile una industria pesada, estratégica, que elaborase acero que hasta entonces solo realizaba Brasil en toda Sudamérica.
La planta se planificó desde 1942 hasta 1949, cuando se concluyó la construcción de sus instalaciones, hasta que luego de un periodo de pruebas fue inaugurada oficialmente el 25 de noviembre de 1950.
Son muchos los detalles que rodearon al proyecto desde su ubicación en la bahía de Concepción. Fueron varias las opciones para su emplazamiento, y la elección se decidió por la cercanía del lugar a factores considerados claves: enclaves poblacionales importantes en el Gran Concepción, puertos como San Vicente y Talcahuano, los yacimientos de carbón en Lota y Coronel, la provisión de agua del río Bío-Bío y la conexión con la central eléctrica de Abanico, posibilidades que no se reunían en otras localidades.
La compra de más de mil hectáreas en una zona de pajonales donde existía una gran cantidad de patos silvestres tuvo que ver con el nombre que se eligió para la planta: Huachipato, derivado de la palabra wachi, que en mapudungun significa trampa para cazar pájaros. Por otro lado, cuando se buscó lugares en las cercanías de la usina para construir poblaciones, se adquirió el fundo Las Higueras, nombre con el cual se conoce hasta hoy un polo poblacional tradicional ligado a la Compañía de Acero del Pacífico.
Dicha compañía fue la primera industria pesada del país, nacida de una unión de capitales privados y estatales, a los que se sumó también inversión extranjera, y que significó para la región una serie de cambios en la vida cotidiana. El primer impacto lo representó la migración poblacional para levantar las edificaciones de la industria. En algún momento más de seis mil trabajadores arribaron con sus familias, provenientes de las zonas aledañas, pero también de otras provincias, generando un fuerte crecimiento demográfico en la conurbación Talcahuano-Concepción. Una solución transitoria para la demanda habitacional fue la construcción de galpones con los servicios higiénicos indispensables, los que posteriormente la propia industria fue reemplazando con poblaciones permanentes, siendo una de las primeras y más numerosa la villa Presidente Ríos, en homenaje al mandatario que impulsó decididamente el nacimiento de la CAP.
Otro tipo de migración significó la presencia de más de cien ingenieros y técnicos norteamericanos expertos en la construcción de industrias de acero, área que, al inicio del proyecto, no se encontraba desarrollada profesionalmente en el país. Esta llegada de profesionales trajo una serie de beneficios, entre otros, donaciones de equipos a la Universidad de Concepción, especialización de planes de formación de ingenieros y prácticas para estudiantes del área, de diferentes universidades.
Un último detalle, derivado de lo anterior y que no resultó tan positivo, fue el alza considerable del costo de vida en la ciudad. Los profesionales y técnicos extranjeros vinieron a Chile con rentas altas y fijadas en dólares, que se entregaban convertidos en moneda nacional, lo que les daba un poder adquisitivo muy superior al medio nacional. Así, los arriendos de casas y departamentos, la compra de productos elaborados, los valores del consumo en restaurantes, particularmente el orgullo penquista, Don Quijote, recién inaugurado, y otros establecimientos de espectáculos nocturnos sufrieron una inflación desatada y, literalmente, fueron capturados por el poder adquisitivo extranjero. Los departamentos en ese entonces a medio construir de la plaza Perú, fueron terminados por la CAP que los entregó a estos funcionarios estadounidenses. Era, en definitiva, el precio del progreso y la modernización que llegaba al Gran Concepción.
Con Huachipato la industria nacional alcanzó un nivel tecnológico superior, y la región comenzó a ser conocida como “el riñón industrial de Chile”. El desarrollo y calidad de su producción de acero fue un incentivo para levantar o dinamizar otras empresas en la zona, ejemplos de lo anterior fueron Inchalam y la Compañía de cementos Bío-Bío.
Por otro lado, su producción generó una fuerte demanda en la vecina Argentina, gobernada por el general Perón, quién, en un viaje a Chile, a inicios de los años cincuenta, visitó expresamente la CAP, y valorando la actividad de la usina, afirmó que su producción de acero era indispensable como producto de intercambio en las relaciones comerciales de ambos países.