Incontinencia Urinaria: No es normal

/ 28 de Octubre de 2009

incontinenciaUrinaria.jpgAl menos un 40% de las mujeres mayores de 50 años sufre de incontinencia urinaria en Chile. Un mal que, a pesar de su frecuencia, sólo es consultado por el 10% de quienes la padecen, porque la mayoría cree que es una consecuencia de la edad. De no mediar tratamiento, su carácter progresivo comienza a afectar la vida diaria, ocasionando problemas físicos, psicológicos y hasta sexuales que alteran la relación de pareja. Hoy existe una técnica quirúrgica que puede curarla, pero también se puede prevenir con sencillos ejercicios. Lo importante es consultar a tiempo.
No podía caminar rápido, tampoco agacharse repentinamente y menos hacer fuerza. Cualquier movimiento brusco le provocaba fugas de orina que dejaban notoria evidencia en su ropa. Ni siquiera los protectores diarios la salvaban de tal vergüenza. Llegó un momento en que tuvo que dejar de cargar en brazos a sus hijas, porque si lo hacía, simplemente, se orinaba. Así de complicada se tornó la vida de Carolina, quien a los 36 años supo que padecía una severa incontinencia urinaria que terminó limitando hasta las más simples de sus actividades diarias, afectando de paso su autoestima y su relación de pareja.
Alrededor del 20% de las mujeres que supera los 40 años sufre esta patología, aunque lo usual es que sea de una forma más leve que en el caso de Carolina. La incontinencia urinaria es definida como la pérdida involuntaria de orina. Afecta principalmente a las mujeres, pues son ellas las que con el embarazo y los partos están sujetas a mayores traumatismos en su área genital. Generalmente parte como gotitas que se escapan al toser, reír, estornudar o hacer algún esfuerzo, pero la mayoría no lo comenta ni menos aún lo consulta con un especialista, porque lo atribuyen a un achaque propio de la edad. Las más jóvenes tampoco lo hacen por la vergüenza que les ocasiona la situación.
Culturalmente se ha asociado a la incontinencia urinaria como un síntoma de la vejez y por ello es que muy pocas mujeres se cuestionan cuando comienzan a padecer esta disfunción que por el hecho de ser progresiva, va escalando en su intensidad con el paso de los años hasta provocar una incontinencia total.
“Homologuémoslo a lo que pasa con el intestino”, ejemplifica el gineco-oncólogo Fernando Heredia. “Si estornudáramos y elimináramos deposiciones seguramente nos preocuparíamos, porque tenemos un esfínter que permite controlar a voluntad las deposiciones. Con la orina sucede lo mismo, la uretra también tiene un esfínter que se contrae para posponer la micción. Si esto no está sucediendo y hay pérdidas involuntarias, aunque sean leves y pasajeras, significa que algo no está funcionando bien, ya que el cuerpo de la mujer está anatómicamente diseñado para que no se escape ni una sola gota de orina”, añade el especialista. De esta manera, la típica expresión “me hice” de la risa, ya no debería ser una anécdota, sino más bien un motivo de preocupación, pues la incontinencia urinaria ocasiona no sólo problemas físicos, como infecciones, hongos, mal olor o irritaciones vulvares. Además, con el tiempo, puede acarrear trastornos psicológicos y hasta sociales que alteran gravemente la calidad de vida. Algunas mujeres sufren una incontinencia tan severa que ni siquiera pueden llevar una vida sexual activa, lo que además les causa problemas de pareja.
Hoy existen variados tratamientos para curar este mal: ejercicios, uso de fármacos y cirugía, como fue el caso de Carolina, cuya gravedad ameritaba una operación que corrigiera el problema que padecía.

Factores de riesgo

La incontinencia urinaria puede estar asociada a enfermedades urinarias, neurológicas o crónicas, como la diabetes o algunos tratamientos de la hipertensión que favorecen la incontinencia.
En ausencia de estas patologías, puede ser clasificada en dos tipos: incontinencia de urgencia miccional y la incontinencia de esfuerzo. La primera tiene que ver con problemas propios de la vejiga y su síntoma, tal como lo indica su nombre, es la urgencia por orinar, con una necesidad imperiosa que surge sin aviso y que ni siquiera da tiempo para llegar al baño.
La más común entre las mujeres es la incontinencia de esfuerzo. Se produce principalmente por la debilidad de la musculatura del piso pélvico, es decir, el conjunto de músculos que forman una especie de diafragma donde reposan las vísceras -entre ellas la vejiga y la uretra- y que ayuda a controlar la micción.
La kinesióloga Paulina Etcheberry, especialista en Reeducación Uroginecológica, explica que en una persona que no sufre de incontinencia existe lo que se llama el automatismo perineal, que quiere decir que los músculos del piso pélvico y esfínter se contraen en forma automática cuando se generan hiperpresiones en la vejiga (al estornudar, toser, levantar una carga pesada, subir una escalera, caminar o hacer ejercicio). “Cuando ante estas actividades yo empiezo a tener fugas, quiere decir que ese automatismo está fallando, porque hay una debilidad tanto del músculo como del esfínter que permiten las evacuaciones urinarias involuntarias”, agrega.
Las mujeres están más propensas a sufrir disfunciones del piso pélvico, en gran medida por el embarazo, período en el que el feto reposa sobre el diafragma pélvico haciendo que éste se vuelva más laxo. La situación empeora si las guaguas pesan más de 4 kilos al nacer y si los partos son prolongados y requieren el uso de fórceps.
La menopausia, sostiene Fernando Heredia, es otro factor de riesgo, pues al cortar definitivamente la producción estrogénica de los ovarios hace que los tejidos pierdan su capacidad continente.
El sobrepeso y el tabaquismo (asociado a la tos que producen las bronquitis crónicas de los fumadores) también provocarían que los ligamentos que sostienen la uretra se vuelvan fláccidos, permitiendo los escapes de orina.
La incontinencia urinaria de esfuerzo suele estar asociada al prolapso genital que es la proyección de las vísceras pélvicas hacia la vagina. Este prolapso se presenta como una especie de masa -que no siempre es reconocida por la mujer- provocando molestias y dolores. El prolapso sólo puede ser tratado con cirugía.
Aunque es más frecuente a medida que aumenta la edad en las mujeres (a los 50 afecta a un 40% y a los 80 años a un 60%) hay casos en que la incontinencia urinaria puede debutar tempranamente, durante los embarazos, lo que podría ser una condición premonitoria de lo que va a suceder más adelante.
Sin embargo, eso no significa que todas con el paso de los años serán incontinentes. Ello dependerá en gran medida de las diferencias de los tejidos que hay entre una persona y otra. “Hay mujeres que han sido madres muchas veces, que han tenido partos normales, guaguas grandes y no tienen el síntoma. En cambio otras, a partir de sus primeros embarazos comienzan con sus primeras manifestaciones. Los factores de riesgo son sólo eso: elementos que podrían causar la incontinencia, pero no son factores productores per se”, explica el Dr. Fernando Heredia.

Hay cura

Existen distintos tratamientos para las incontinencias urinarias. Antes de optar por uno de ellos, clarifica Heredia, es necesario hacer un diagnóstico diferencial para descartar otro tipo de enfermedad, sobre todo en los casos de mujeres jóvenes que no han tenido hijos.
Cada una de estas alteraciones necesita un tratamiento distinto. “Por eso es tan fundamental hacer un diagnóstico preciso que permita conocer qué alteración de la vejiga o del esfínter se esconde en cada caso y así planificar el tratamiento adecuado”, enfatiza.
El tratamiento de la incontinencia es individual y dependerá de la fase en que se encuentre.
El ginecólogo Carlos Henríquez explica que la cirugía sólo está indicada para la incontinencia de esfuerzo en su fase avanzada. Las otras, mixtas o asociadas a la urgencia miccional, pueden ser tratadas con fármacos y con educación, pero no a través de una operación.
Para las incontinencias de esfuerzo leve y moderada, lo aconsejable es realizar ejercicios de contracción y relajación de los músculos del suelo pelviano, con la guía de un kinesiólogo.
La situación de Carolina era grave y por ello su ginecólogo recomendó la cirugía. “Usamos una técnica quirúrgica, denominada TOT, que prácticamente no provoca molestias, dolores ni problemas. Es ambulatoria y consiste en la instalación de una cinta o malla de libre tensión bajo la uretra que sella la salida de la orina”. Esta técnica es reciente, pero ha mostrado excelentes resultados en todo el mundo.
Si están asociadas al prolapso vaginal es necesario tratarlas separadamente, para corregir el prolapso y luego la incontinencia.
Carolina tomó la decisión de operarse en mayo de este año. Estaba bailando junto a su marido en una fiesta y al levantar los brazos se orinó en los pantalones. Ésa fue la señal que le permitió a su médico -tras hacer una serie de exámenes- llegar a la conclusión de que su caso severo podía tener buen pronóstico con la técnica TOT.
Su operación duró cerca de 25 minutos. No tuvo ninguna complicación ni tampoco dolores. Estuvo sólo un día hospitalizada, sólo por precaución, y poco a poco comenzó a retomar sus actividades diarias. Superó la incontinencia y con ello también recuperó la autoestima y las ganas de hacer las mismas cosas que hacía antes que surgiera el problema. “Hace poco me volví a subir a subir a una bicicleta y estuvo todo bien. Sé que para los demás eso es algo simple, pero para mí significa que por fin volveré a retomar mi vida normal”, aseguró.

SE PUEDE PREVENIR

La kinesióloga Paulina Etcheberry trata a diario en su consulta a pacientes con disfunciones del piso pélvico.
Para tener resultados efectivos recomienda consultar cuando existan las primeras manifestaciones, que son las fugas de algunas gotitas de orina generalmente al estornudar, al reírse o al toser.
En esa primera instancia la incontinencia se puede tratar con trabajo kinésico para ayudar al fortalecimiento de la musculatura del piso pélvico. Básicamente son ejercicios para aprender a contraer y relajar adecuadamente el esfínter.
“Sucede que cuando le pides a una mujer que contraiga su piso pélvico, el 60% puja, haciendo el movimiento contrario con el que favorece la micción. El 40% que lo logra, lo hace contrayendo musculatura asociada, principalmente glúteos, abductores y abdominales, pero no está contrayendo realmente el esfínter, que es el ejercicio que se busca”, aclara.
Por ello las primeras sesiones son de localización y toma de conciencia. “La idea es localizar el músculo exacto y tomar conciencia de cuándo lo estoy contrayendo y cuándo lo estoy relajando. Como el esfínter, es un músculo pequeño, cuando el ejercicio se hace bien, el movimiento es casi imperceptible y no requiere hacer ningún tipo de esfuerzo”.
La profesional agrega que estas rutinas deben ser permanentes. La terapia dura alrededor de un mes y luego son las pacientes quienes deben continuar con los ejercicios en su hogar. Si interrumpen el tratamiento la terapia no será efectiva y la incontinencia podría evolucionar.
Como apoyo, Paulina Etcheberry, utiliza un elemento de fisioterapia, llamado Biofeedback, que es un electroestimulador intracavitario que estimula las fibras motoras y colabora en los ejercicios de contracción.
La profesional asegura que la incontinencia urinaria de esfuerzo puede ser prevenida. “Lo ideal sería que toda mujer desde la adolescencia aprendiera estos ejercicios y los practicara en forma habitual”. También advierte que los abdominalesestán contraindicados hasta un mes y medio después del parto, sobre todo para quienes sufrieron de incontinencia durante el embarazo. “Al ejercer presión abdominal estos ejercicios debilitan los músculos del piso pélvico, con lo que se favorece el proceso de incontinencia”, asegura.

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