Combatió a la guerrilla y a la ultraderecha salvadoreña durante 10 años y sobrevivió a varios atentados. A su regreso a Chile, varios de sus camaradas renegaron de él y lo marginaron del poder. José Miguel Fritis, finalmente terminó su carrera política siendo alcalde de Chaitén. El hombre que ha vivido entre el personaje y el mito, hoy se prepara para escribir sus memorias.
En la tranquilidad de su casa, en una parcela en Puerto Varas, el ex alcalde de Chaitén, José Miguel Fritis (60), descorchó una botella de Champagne y celebró, el 15 de marzo pasado, como si la elección del nuevo Presidente de El Salvador hubiese ocurrido en Chile. Mauricio Funes, el candidato del Frente Farabundo Martí por la Liberación Nacional, había obtenido el triunfo en las urnas, después de que la derecha y el partido ARENA (Alianza Republicana Nacional) estuvieran ininterrumpidamente 20 años en el gobierno de esa nación. Ese día, una serie de recuerdos se hicieron más intensos para Fritis que vio en la asunción de Funes el término de un proceso político del cual fue parte y en muchos casos dirigió, en una de las facetas menos conocidas y más controversiales del ex edil chaitenino.
Desde 1979 hasta 1989, José Miguel Fritis, a través de la Democracia Cristiana en Centroamérica, participó de una guerra en El Salvador. El objetivo de la DC en este país era llegar al gobierno mediante elecciones, y para lograrlo comenzó una campaña política que utilizó como instrumento a los medios de comunicación (crearon, con la ayuda de Venezuela, una productora, se formó un canal de televisión y elaboraron programas de radio), que la llevaron inevitablemente a enfrentarse con la guerrilla de tendencia marxista y con los grupos de derecha, que tenían el poder apoyados por los militares.
El trabajo tuvo tres etapas: entre 1979 y 1982, donde se ideó un cronograma y se comenzó a intervenir para producir el cambio político; en ese entonces el control en El Salvador lo ejercían 14 familias. Luego vino una etapa de transición, entre 1982 y 1984, donde se busca que todos los grupos, incluso la guerrilla, participaran de las elecciones. Y desde 1984 hasta 1989, tiempo en el cual ejercen el poder en el gobierno del DC José Napoleón Duarte.
José Miguel Fritis fue parte de un grupo de jóvenes dirigentes chilenos que cumplió diversos roles en El Salvador y que, por lo mismo, fueron conocidos como “Los Salvadoreños”, aunque en su caso su participación fue especial, por decirlo de algún modo, por el cargo que ocupó como asesor del gobierno de Duarte y su cercanía con la dirigencia venezolana. En esos años, este país, bajo un gobierno demócratacristiano, tuvo inj erencia directa entregando apoyo político, económico y militar, para que militantes de sus filas llegaran al poder en El Salvador, en Guatemala y Ecuador.
LA GUERRA Y EL PODER
– ¿Cómo conoció al presidente electo de El Salvador?
Él era un periodista joven que trabajó en el SICAC, Servicios Informativos para Centroamérica y el Caribe (organismo que tenía la misión de crear medios de comunicación para contar lo que estaba pasando en el país y así ganar adhesión para el proyecto político que se buscaba instaurar).
– ¿Qué trabajo hacia Funes?
Primero trabajó en El Salvador. Después Mauricio Funes junto a Giacomo Marasso (otro chileno en el gobierno de José Napoleón Duarte) fueron enviados a asesorar al gobierno de Vinicio Cerezo en Guatemala. Yo, aunque no era igual que en El Salvador, tenía contacto directo con el Presidente guatemalteco. Siempre sabía lo que estaba pasando en ese país.
-¿Pero qué hacían en Guatemala?
El gobierno de Venezuela, en la administración de Luis Herrera Campin, nos proporcionó dinero para que creáramos una productora de televisión y radio. Una vez que este proyecto estaba consolidado en El Salvador, como una política de apoyo e influencia de la Democracia Cristiana, se implementó y se dio apoyo comunicacional a Guatemala. Marasso era el responsable y Funes dirigió la parte radial.
-¿Usted fue parte del grupo de Los Salvadoreños?
Éramos un grupo de chilenos que trabajamos en un proyecto político, pero jamás actuamos de manera ilegal. Como grupo y con ese nombre nunca trabajamos así.
– ¿Su trabajo era combatir a la guerrilla?
En El Salvador había una guerra muy brutal. En la montaña, principalmente en la frontera con Nicaragua, había otros chilenos con instrucción militar en Cuba, Alemania Oriental y de la KGB que apoyaban a la guerrilla salvadoreña. Su posición era legítima, tanto como la de nosotros que teníamos este proyecto político que primero pretendía, por contradictorio que parezca, humanizar la guerra y crear las condiciones para que hubiera gobiernos democráticos.
– Antes que la DC tomara el poder ¿cómo se elegía al Presidente en El Salvador?
Todo estaba programado para que la política y la economía la manejaran 14 familias. Había un sistema bien especial: el Presidente era militar, elegido por los Coroneles y los civiles tenían el control de la economía.
– Ud. habla de lo brutal de la guerra y del control que existía por los militares y un grupo de civiles ¿Cómo actuaba la gente en ese clima?
Todos tenían miedo, los periodistas no querían salir en la televisión. Nosotros, junto a Marcelo Rozas (embajador de Chile en la República Checa, destituido recientemente) creamos el primer noticiero independiente, apoyados por Venezuela. Le dimos espacio a la guerrilla. ¿Sabes cómo se enviaban mensajes los grupos paramilitares de derecha, apoyados por el ejército, y los miembros del Frente Farabundo Martí por la Liberación Nacional? Colgaban a la gente desde los puentes y en las plazas y los cuerpos debían estar ahí por lo menos 4 horas. Si el juez ordenaba levantar el cuerpo antes de ese plazo era sentenciado a muerte.
– ¿Y cómo lograron que la gente votara?
Usamos un eslogan e imágenes muy brutales, para que la gente reaccionara y se atreviera a participar. El eslogan era “o votas o te mueres”. Y mostrábamos fotos con la leyenda, “esto es lo que puede ocurrir”, eran imágenes de gente muerta.
EL ESPÍA
– De Ud. y su paso por Centroamérica se han dicho muchas cosas. Se habla que su rol fue espiar para la CIA en El Salvador y desde ahí frenar la influencia de la guerrilla.
Eso es parte del mito. Hay que situar las cosas en el marco de la Guerra Fría. En ese tiempo, finales de los 70 y durante los 80, por primera vez en la historia la DC tuvo la posibilidad de generar un proyecto político e ideológico que sobrepasara las fronteras. Fue un movimiento muy bien articulado, principalmente en Centroamérica, a través de la Organización Demócrata Cristiana de América, ODCA, que era presidida en esa época por Renán Fuentealba. (Uno de los fundadores de la Democracia Cristiana chilena, que ocupó diversos cargos públicos y de representación internacional).
– ¿Cuál fue su misión combatiendo a la guerrilla?
Con la ayuda de los venezolanos replicamos en El Salvador los Batallones de Cazadores. Este grupo militar estaba integrado por personal en servicio activo y en retiro de Venezuela, más la tropa del ejército salvadoreño, que obedecía órdenes de generales salvadoreños. Operaban igual que los grupos que enfrentaron a los cubanos y la guerrilla venezolana durante los años 58 y 65. Antes estaban los argentinos de extrema derecha, apoyados por la CIA, para combatir a los marxistas. Ellos armaron los escuadrones de la muerte. Una vez que entramos nosotros, los argentinos salieron de Centroamérica.
– ¿Y eso era un avance?
Sin duda, hicimos un proceso que incorporaba a los disidentes y a quienes abandonaron la lucha armada. A otros los detuvimos. Logramos que existieran prisioneros y no bajas. Era tal la brutalidad, que los avances eran que las muertes eran menos dolorosas, los cuerpos ya no aparecían torturados y las bajas se daban entre grupos combatiendo. Se convenció al Ejército que la lucha no era contra la población civil.
– ¿Los chilenos corrieron riesgos?
Yo me preocupé que estuvieran a salvo. Pero entre el 82 y el 84 se asesinaron casi 2 mil dirigentes demócratas cristianos en ese país.
– O sea ¿Ud. era el jefe de seguridad del gobierno de Napoleón Duarte?
No, yo estaba a cargo de implementar un modelo político. Ahora, si me pregunta si estaba a cargo de las comunicaciones, sí lo estaba. Si estaba a cargo de los programas sociales, también. Y si en esa misma línea me pregunta si estaba a cargo de las políticas de seguridad, sí lo estaba. Por lo mismo, por mi función, era quien me relacionaba con la CIA.
-¿Para quién trabajaba usted?
Para Venezuela, a través de la ODCA.
– ¿Y entonces cómo controlaba los temas militares en El Salvador?
No los controlaba, pero tenía injerencia. Los oficiales de ejército en servicio activo y en retiro de Venezuela fueron parte de los Batallones de Cazadores, en un trabajo que yo coordiné. También hice todas las gestiones para producir el reencuentro entre la Iglesia y las fuerzas armadas y lograr que se aceptaran capellanes. El ejército y la policía salvadoreña fueron adiestrados por venezolanos, entre otros por personal de la Dirección de Servicios de Inteligencia y Prevención de Venezuela.
– Por lo mismo se dice que Ud. cumplía una función de espionaje, estando en el gobierno de Napoleón Duarte.
Los espías como en la Segunda Guerra Mundial no existen. Más bien yo tenía gente que espiaba para mí. En el proyecto trabajaban más de 300 personas, que aportaban información para los análisis de situaciones en toda Centroamérica.
– ¿Qué tipo de información le proveían a Ud.?
De todo tipo.
– ¿Como cuál?
Por ejemplo, determinamos quién fue el responsable de la muerte de monseñor Oscar Arnulfo Romero (Arzobispo de San Salvador desde 1977 hasta el 24 de marzo de 1980. Lo mató un francotirador por sus denuncias de violaciones a los DD.HH). Ahí, en ese caso establecimos que la orden la dio el Coronel en retiro Roberto D´Aubuisson, uno de los líderes del partido de derecha ARENA y que el acto lo ejecutó un policía en retiro. Hicimos un video y ese se lo mostrábamos a la gente para que supiera lo que estaba pasando en el país.
– Y en ese clima, sabiendo quienes eran los integrantes de los escuadrones de la muerte, ¿nunca lo quisieron matar?
Sobreviví a 8 atentados efectivos y hubo varios que se desarticularon antes. En una ocasión, en la Embajada de Venezuela, cuando me reunía para almorzar con Arístides Calvani, un amigo y profesor de la Academia de Altos Estudios Militares, lanzaron una granada. El jardinero no había cortado el pasto, lo que evitó que el elemento explosivo rodara hasta la terraza. La explosión destrozó el comedor.
– Me imagino que hubo otros casos
Yo me desplazada con personal de seguridad armado y en vehículos blindados. Eso nos salvó de disparos y explosivos que nos lanzaban. En una ocasión se equivocaron y confundieron mi oficina con una casa, que resultó destruida.
– ¿Alguna vez conoció a quienes quisieron matarlo?
Un guerrillero que desertó y que luego fue asesinado por sus compañeros me contó que había órdenes para matarme. Y el diputado DC, David Trejos, propició una vez un encuentro con D´Aubuisson. (Ex candidato a la presidencia, vinculado a los escuadrones de la muerte).
– ¿Y qué pasó?
Fue hasta anecdótico. Esto ocurrió cuando comenzaba el gobierno de Napoleón en 1984. Nos juntamos a cenar y cuando él se despide, camina hacia el auto y en eso se regresa y me dice: “doctor Fritis -allá con más de 2 guardaespaldas te dicen doctor- ha sido muy grata esta conversación. Quiero adquirir un compromiso con usted. Me comprometo a que no lo voy a mandar a matar nunca más, no se cuide de mí, yo respondo por mi gente”.
– Pero los atentados siguieron hasta antes que Ud. regresó Chile, el 89.
Claro, pero no por órdenes de D´Aubuisson, sino que por la guerrilla y por gente de extrema derecha que ya no le obedecía.
– ¿Ha pensado dejar un testimonio escrito de lo que fue su participación en la política chilena y centroamericana?
En el mediano plazo voy a escribir mis memorias, para ir también rompiendo los mitos. Para colocar las cosas en su justa dimensión. Todos los que, por una u otra razón, han estado en lo que ha sido mi vida o yo en la de ellos, estarán presentes.
– Algunas de esas personas tal vez no lo feliciten por contar lo que para la mayoría es un secreto.
Cada uno sabrá enfrentar el rol que jugó en la historia. Más de alguno, sin duda, no quedará contento con mis memorias.
EL RETORNO
– ¿Por qué regresó a Chile?
En 1989 se produjo el cambio de gobierno al ganar la derecha las elecciones con el partido ARENA y obviamente para mí era imposible seguir con un proyecto. Así que nosotros como DC nos retiramos.
– En esa época también hay un proceso político intenso. ¿Por qué no asumió alguna función pública si tenía tanta experiencia en temas de gobierno?
Hay varios factores que influyeron en eso. Yo tenía una presencia y jugué un papel afuera y pensé ingenuamente que iban a respetar mi cupo, mi trayectoria acá, si no soy ningún aparecido en la DC. Fui el último gerente de la Radio Balmaceda, que la Junta Militar cerró en 1977.
– ¿No fue porque participó de un gobierno que violó los derechos humanos, y porque Ud. fue parte importante para anular la guerrilla en El Salvador?
Hay una falsa apreciación de mí en ese sentido, porque lo que yo hice fue trabajar para un gobierno en un país que estuvo en guerra. Por lo mismo en los sectores de izquierda hubo rechazo y también en cierto grupo del partido. Además se me vinculó, erróneamente, porque yo estaba en El Salvador, al denominado “Carmengate”. Ese proceso interno en la DC, con la polémica por la adulteración del padrón electoral, que terminó con Patricio Aylwin como candidato presidencial el 89. Y hubo otros factores también, más personales.
– ¿Como cuáles?
Lo que pasa es que yo me separé en El Salvador (de Soledad Romero Aguirre, 4 hijos). Los testigos de mi matrimonio fueron Patricio Aylwin y Radomiro Tomic. Y el mismo Frei (padre) estuvo presente. Eran muy amigos de mis suegros, al igual de Enrique Krauss y Patricio Rojas, todos eran parte del núcleo cercano a la familia. La separación fue muy traumática. Hoy las relaciones con mi ex mujer están bien, pero estuvieron muy mal.
– ¿Y usted cree que eso influyó?
De alguna manera eso influyó y yo también me equivoqué en algunas cosas, pero me empecé a dar cuenta que ya no tenía espacio en el partido y lo ratifiqué cuando hablé con Enrique Krauss, una vez que asumió como ministro del Interior.
– Pero si Krauss no lo recibió, hay publicaciones de prensa al respecto.
No, si me recibió, él dormía en mi casa. Todos los chilenos que iban a Venezuela o El Salvador alojaban en mi casa. Como Jaime Ravinet y Andrés Zaldívar.
– ¿Y de qué conversaron con Krauss?
De temas de seguridad, por algo estuve 10 años en un país en guerra. Le dije que aquí se iba a producir un problema con los grupos más de izquierda que estaban armados. Me dijo que yo era muy caribeño. La Concertación siempre ha tenido un sentimiento de culpabilidad, hasta hoy con la Agencia Nacional de Inteligencia (ANI), de crear un organismo de seguridad.
– ¿Le dio alguna idea de cómo tenían que hacerlo?
Yo le propuse que gente joven de todos los partidos fuera becada para especializarse en el extranjero en temas de seguridad. Para que cuando se hablara de temas de inteligencia con otras naciones e internamente todos estuvieran en sintonía. Me dijo que era caribeño, nunca más hablamos hasta que mataron a Jaime Guzmán.
– ¿Quién lo llamó?
Yo estaba en Santiago y me llama Belisario Velasco. Conversamos y yo volví a hacerle un diagnóstico de la situación y le dije que había un problema con el armamento suelto. Me preguntó qué se podía hacer y le dije que se podían comprar las armas, como se hizo en El Salvador, incluso con la ayuda de la Iglesia.
– ¿Y eso lo hizo el gobierno?
Había conversado, no me acuerdo el día pero fue previo a que mataran a Jaime Guzmán, con Belisario a las 6 de la tarde y me señala que lo que yo planteo es interesante y que quiere que trabaje con ellos. A las 8 de la noche me llama un periodista y me pregunta cómo se va a hacer la compra del armamento. Tú comprendes que una operación así no puede salir por la prensa, alguien filtró la información. Después de eso no había mucho que hacer.
-¿Ud. tuvo algo que ver con “La Oficina”?
Al gobierno le mostré un esquema, que es muy similar a como funcionó “La Oficina”. Con la diferencia que a mí me dejaron fuera. En ese tiempo me entrevisté un par de veces con Mario Fernández para darle consejos. Ahí también estaba Jorge Burgos y Marcelo Schilling, con quien también me reuní. Ellos implementaron lo que yo les dije, pero se complicaron con el tema de las armas.