Suena como carta a la presidencia de la Convención. Pero no le da frío ni calor. “Mi rol es técnico, desde lo que sé”, explica solo para dejar en claro que la política tradicional personalista debe dar paso a los equipos, a los colectivos y a las transformaciones conjuntas. Esa, cree Amaya, será la base del cambio que Chile necesita para ser un país donde prevalezca lo profundo, la vida, las personas, los derechos y no solo lo económico. Eso es lo que se juega la carta fundamental.
Por Carola Venegas Vidal.
Amaya Álvez Marín ofrece disculpas por las fallas en la conexión. Está lejos, en algún lugar de la Patagonia. No es fácil dejar la casa y la ciudad para llevar las comisiones de la Convención Constitucional a zonas tan apartadas de Chile, pero es el espíritu que la mueve como constituyente. Escuchar, conocer y traer información para diseñar una carta fundamental participativa que hable y represente a todos y todas. Está feliz cruzando caminos rumbo a Puerto Ibáñez, donde será su próxima reunión. “Estamos sesionando con la comisión jurídica de Estado, vamos a una audiencia pública”, comenta al teléfono.
La abogada penquista, doctora en Derecho Público, docente universitaria y convencional constituyente reitera que no tiene las mejores condiciones para la entrevista, que, si se corta, no importa, que insistamos, porque le interesa difundir. Explica que estuvo un día atrás en Villa Mañihuales…
-Villa Mañi… qué ¿Dónde es eso?
Abro Google. Me emociono. Qué paisaje hermoso, tan lejos y tan cerca. Eso es Chile también, y por más que cueste llegar, por más que separen tramos duros, recovecos y tiempos, vale la pena que ese grupo de personas que escribirá la constitución de nuestro país llegue donde otros hacen lo imposible por pertenecer a esta patria.
-¿Cómo ha sido este ejercicio de sesionar fuera de la capital?
“Creo que es súper importante, porque en general el poder político en Chile siempre se ha ejercido desde Santiago. Allí se toman las decisiones hasta hoy. El hecho de que esta Convención se traslade a localidades aisladas, incluso, es muy significativo para los habitantes de estos lugares, porque hasta ahora estas personas consideran que viven separadas y lejos de la toma de decisiones. Cuando se oye directamente las demandas que ellos tienen, uno se da cuenta de la importancia de tomar decisiones escuchando. Este proceso de escucha activa, creo que es una buena cosa”.
-Imagino que para los mismos convencionales esto ha sido un proceso de apertura y de iluminarse…
“Claro que sí. Uno habla desde el lugar que ocupa en el mundo y, en ese sentido, tenemos convencionales en esta misma comisión, que vienen de Arica. Imagínate, en Aysén sesionando. Y les hablan, por ejemplo, de que hay problemas de agua. Para una persona del norte pensar que acá hay crisis de agua es prácticamente imposible de entender, pero es real. Es así. La gente no tiene agua. Aquí hay vecinos que reciben agua en camiones aljibes. Por otro lado, tenemos convencionales de Magallanes, y para ellos las temáticas de Aysén son muy parecidas, entonces visualizan la Patagonia como un todo. Es ahí donde uno se da cuenta de que también hay unidades territoriales que, a lo mejor, no han sido reconocidas. Ha sido muy potente este análisis”.
¿Presidenta de la convención?
-Termina el rol de Elisa Loncon, tu nombre suena para presidir la mesa. ¿Te llama la atención esa idea?
“Yo me veo a mí misma como alguien técnica. Mi rol está en la redacción de la norma constitucional, mi trabajo es siempre apoyar desde lo que sé. Ser académica y haber dedicado mi vida a estudiar la creación de normas constitucionales, sin duda, me ayuda a tener varios elementos de juicio puestos al servicio de la redacción de esta nueva constitución. Yo estoy contenta en la función que estoy, y no tengo otras aspiraciones”.
-Pero, por lo mismo, ¿esto no te da una proyección al nuevo gobierno? Públicamente apoyas a Gabriel Boric.
“¿Sabes? lo que ocurre es, quizás, un contrasentido de cómo se ha ejercido la política hasta ahora. Yo no creo en liderazgos solo personales, sino en el proceso colectivo tanto de la Convención Constitucional como de la ciudadanía. Hay algunas figuras que son importantes. La presidenta Elisa Loncon lo es, pero no va a ser sola la que va a sacar adelante este proceso. Yo prefiero ser engranaje de una máquina grande, a destacarme individualmente. No me interesa. Veo que es parte del problema que las personas busquen resaltar individualmente, a entender el rol que tenemos como parte de un todo, porque el papel de la nueva constitución es enorme, colectivo y en el que hay que sumar voluntades no solamente de los convencionales. Necesitamos 103 votos para poder aprobar una norma. Necesitamos incorporar la participación ciudadana. Hay más de mil propuestas de norma constitucional. Entonces, creo que sería no mirar correctamente el proceso, pensar que una sola persona puede hacer la diferencia. Yo no lo veo así”.
-Tus temas destacados son Derechos Humanos, pueblos originarios, medio ambiente, y eres investigadora del Centro de Recursos Hídricos para la Agricultura y la Minería. ¿Cómo se ve la tarea en algunos de esos aspectos esenciales, y que tú conoces de cerca, en la nueva constitución, como, por ejemplo, el agua?
“El agua representa quizás el ejemplo más paradigmático de la creación de la constitución de 1980. Esta constitución transformó el agua en una mercancía, y permitió que se vendiera al mejor postor. El agua en Chile la tiene el que paga más, sin jerarquías en los usos, sin cumplimiento al derecho humano de acceso al agua y al saneamiento. De hecho, las Naciones Unidas consagra desde el año 2010 estándares para el cumplimiento de ese derecho. Cada persona debería tener acceso a 100 litros por día y eso, evidentemente, en Chile no se cumple. Hay criterios de calidad, cantidad, accesibilidad, que esté a un precio que las personas puedan pagar por ella. El agua es básica para la permanencia de los ecosistemas… y en Chile nada de eso se respeta. Hay normas sobre caudal ecológico mínimo. Hay información en el catastro público de agua que no está al día. El agua es quizás el ejemplo más dramático y potente de cómo es posible tomar un bien natural común y transformarlo en un commodity. Lo hemos visto en todo este peregrinar por Chile. Es necesario repensar el estatuto constitucional del agua de manera profunda. Ya se presentó una primera iniciativa convencional constituyente con relación al derecho al agua y al saneamiento, pero se está trabajando en muchas otras formas de protección del estatuto constitucional del agua, a través de la existencia de territorios especiales, de jerarquía de los usos y el agua en sus distintas componentes, porque es importante resguardarla en estado sólido, como son los glaciares”.
Sacrificio enorme
-¿Crees que la convención va a cumplir su propósito en los plazos que se le asignaron? Ha habido mucho ruido en algunos momentos con el trabajo.
“Aquí hay una deliberación profunda. Estoy convencida de que vamos a lograr canalizar las demandas ciudadanas. Ese es el objetivo. A veces las personas lo pierden de vista. La convención constitucional es la respuesta institucional al 18 de octubre, al estallido social y esto habla bien de Chile. Los conflictos sociales a veces derivan en guerras civiles, y este conflicto social pudo ser encausado políticamente en el acuerdo del 15 de noviembre y en una reforma constitucional de diciembre de 2019, para permitir la creación de instituciones que aborden jurídicamente todas esas demandas. En eso estamos trabajando. En un proceso de escucha amplio, de búsqueda de las opiniones ciudadanas. Hay muchos otros mecanismos de participación. Están realizándose cabildos autoconvocados y municipales. Una vez al mes nos desplegamos para dar a conocer nuestro trabajo, y aún así ha sido muy difícil. Los procesos de cambio siempre tienen incertezas. Creo que siempre los medios exacerban esas incertezas. Y tiene que ver con el estatus quo. A veces lo que tenemos, aunque sea una mala solución, tiene una inercia. Espero que la convención logre romper esa inercia, y confío que el nuevo gobierno, cuyo líder, Gabriel Boric, se ha mostrado históricamente a favor del proceso, nos va a ayudar a visibilizar esta propuesta, y yo creo que vamos a llegar a tiempo y con respuestas concretas que pueden ser diversas. Hay que sacarnos la idea de que la constitución le va a hablar solo a algunos. La constitución tiene el deber de hablar a todos y todas. La constitución abre puertas y no define ni cierra”.
-¿Las regiones tendrán opciones de un desarrollo más armónico y menos centralizado?
“Estamos desarrollando una propuesta de Estado regional que le entregue reales competencias a los territorios y que vele por la equidad territorial. Esto tiene que ver también con las realidades intrarregionales, de que no todas las localidades tienen acceso a los mismos servicios. El cumplimiento de los derechos sociales es muy dispar, y entonces hay que hacer un trabajo de equidad territorial importante, eso significa reconocer competencias autonómicas, en el sentido de que los territorios y las personas puedan realmente tomar decisiones que impacten sus vidas a nivel local, y esa es una especie de cambio en el paradigma que hemos aplicado históricamente. Ahora, ¡ojo con eso! No es que históricamente no haya habido demanda de autonomía. Concepción ha sido partícipe de una serie de movimientos para exigir mayores capacidades, mayores competencias, mayor acceso a las decisiones, pero siempre Santiago se ha impuesto. Tuvimos una guerra civil en 1851, ha habido una serie de movimientos federalistas, de la mitad del siglo 19. Pero claro, hasta ahora no han sido exitosos. Yo espero que logremos en la nueva constitución poner un sistema, una forma jurídica de estado que entregue realmente competencias políticas, administrativas y fiscales”.
¿Por qué quisiste ser parte de este proceso constituyente?
“Tengo 51 años. Soy profesora titular de la Universidad de Concepción, y eso me da mucho orgullo, porque solo el cuatro por ciento de los profesores titulares de la universidad son mujeres, lo que habla de un espacio de desarrollo muy difícil. Cuando hablamos de lo difícil que es la inserción laboral para las mujeres, lo es también en la academia. Hay pocas.
Investigo en aguas y en pueblos originarios, trabajo en equipos, tengo buenos equipos de alumnos tesistas, de colegas con los que investigo colaborativamente, por eso creo en el trabajo colectivo. Tengo una familia, hijos y un nieto de un año que me llena de ilusión, y cuando pienso en el trabajo de la convención y sus desafíos y los sacrificios enormes… no sé si la gente es capaz de darse cuenta de lo que significa dejar tu casa, tu ciudad para viajar a Santiago o a todo Chile realizando este ejercicio deliberativo. Es un gran desafío, pero lo asumo pensando en mi nieto. Yo creo que eso también es la clave de lo que estamos haciendo. Las constituciones rigen dos generaciones a lo menos, y por eso yo trabajo, para que las futuras generaciones tengan un mejor país. Me interesa mucho el cuidado del ambiente, me interesa la inclusión de grupos históricamente excluidos: mujeres, pueblos originarios. Creo que por lo menos tenemos la conciencia de que debemos abordarlo. Ojalá que el resto de la ciudadanía se sume al proceso de difusión de la nueva constitución y que las personas vean reflejadas sus demandas en el texto que proponemos”.
-¿Cómo esperas que se refleje el espíritu de la nueva carta fundamental?
“Creo que hay que salir de las lógicas de que las personas solo cuentan cuando están en su fase productiva. Es un error y una mirada sesgada. La vida tiene que verse en todo su esplendor. La vida no es solo de las personas, no es antropocéntrica, hay que mirar la vida de los ecosistemas, de los seres sintientes, de los niños, de las niñas, de la juventud y de las personas adultas. Por eso, el catálogo de los derechos fundamentales debiera representar mejor a todos los que vivimos en Chile”.