Pese al rol protagónico de Concepción y de sus habitantes en los hitos más importantes de la Patria, no existe una historia local que haga justicia a su relevante contribución al nacimiento de una nación y su lucha por convertirse en una República independiente. Historiadores locales demandan la construcción de un museo que refleje ese aporte, hoy desconocido por su gente, por la desidia de autoridades y el centralismo que “conspira” contra los afanes de preservar ese rico patrimonio.
Por pecados propios y ajenos, la historia de Concepción, tan menospreciada como olvidada, no ha logrado encontrar un lugar en el gran relato de la fundación de Chile.
Aunque entre su gente y su paisaje discurrieron episodios de los momentos más críticos del período fundacional de la nación y la República, la historiografía -teñida de centralismo-no le ha hecho justicia a la innegable contribución penquista.
Y si por aquí pasaron la Conquista, la Colonia, la lucha por la Independencia y la consolidación del estado republicano y democrático, la historia siguió de largo y la ciudad tampoco tuvo el celo de preservar testimonios y generar reconocimientos para ese legado.
No hay muchos textos que narren ese aporte. Tampoco un museo que lo destaque. Ni un mea culpa que nos reconcilie con el ayer.
De 40 hitos que deberían ser testimonios vigentes de un pasado significativo, con suerte sólo se puede encontrar algunas desgastadas placas recordatorias y sosos e inadvertidos monolitos en el casco urbano de Concepción.
Muy poco para tanta historia
Los historiadores locales advierten que la creación de un museo histórico debió ser el gran regalo del Bicentenario para la ciudad. Pero quizás prevaleció una vez más el centralismo, y las iniciativas más importantes y los mayores recursos se los llevó Santiago.
Méritos sobran para justificar una obra de esa envergadura. No en vano todo lo que canta Alonso de Ercilla en su texto La Araucana ocurrió en la Región del Biobío. Y cuando se abre paso el proceso de la Independencia de Chile, la zona es -qué duda cabe- el escenario más importante de la Patria Vieja.
La historia estuvo acá pero permanece como una verdad ancha y ajena, relegada en el desván del olvido.
Pocos valoran y menos aún saben que la Independencia de Chile se firmó en la plaza de Concepción (de allí su nombre). Los penquistas no le dan la real dimensión al hecho, ni se sienten orgullosos de éste y otros hitos trascendentes para la evolución republicana del país que se vivieron en la capital regional.
El abogado e historiador y decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad San Sebastián, Armando Cartes Montory, sostiene que hay múltiples razones que explican la ausencia de memoria histórica.
En su enfoque, Cartes entronca dos fenómenos opuestos -el arraigo y el desarraigo- que en líneas de tiempo distintas han dejado su marca en la construcción y deconstrucción de la identidad de Concepción.
En el ayer, evocado como parte de un pasado vinculado con fuerza al nacimiento del Chile, los terremotos, guerras civiles, pobreza y hambrunas produjeron la emigración de muchas familias penquistas -las más preparadas- a Santiago.
Con ello la ciudad y la zona fueron perdiendo su memoria y las fuentes de su propia historia.
Y no fue todo, porque el fenómeno de la emigración, que se inicia en el siglo 19 y culmina en pleno siglo 20, terminaría de consolidarse luego, confundiéndose con la génesis y la evolución del centralismo.
Al final, fue la concentración económica, política y social en la capital la que terminó por desarraigar a importantes familias de Concepción. Con ello se fue la última parte de la memoria.
Hoy la capital regional es una ciudad con pocas familias antiguas. La mayoría de ellas no pasa de tres o cuatro generaciones. Y gran parte de las que se relacionan con el proceso de Independencia, como los Prieto, Urrejola, Bulnes, Freire y otras, están radicadas en Santiago.
Es más, para estudiar parte de la historia de Concepción hay que ir a la capital, porque ahí están los retratos, documentos y los herederos de esas familias que los conservan.
“No compro libros antiguos en Concepción, sino en Santiago, porque la emigración de las elites atraídas por el -oropel de la capital- impide que nuestra zona pueda mantener la memoria viva de su historia e identidad. No hay grandes custodios de la memoria regional y se comienza a perder”, enfatiza Cartes, también presidente de la Sociedad de Historia de Concepción
Y si las huellas humanas del pretérito son débiles en la ciudad, tampoco hay suficientes testimonios materiales del pasado.
La desidia tradicional del chileno, el desapego de sus autoridades y de sus propios habitantes, que no hicieron nada o muy poco por conservarlos, ha contribuido también para acallar la voz del pasado.
“La falta de patrimonio físico conspira contra la memoria colectiva y la justa evaluación de su proceso histórico”, sentencia Cartes, con diez libros escritos sobre la historia de Concepción.
Y si ayer fue la emigración la que conspiró contra la identidad de la ciudad, el diagnóstico de hoy tampoco contribuye a reconocer y perpetuar la memoria.
Concepción, y no es ningún misterio, es una ciudad de inmigrantes, habitada por gente que viene a estudiar, a formarse y luego vuelve a emigrar para entregar su talento e inteligencia en la capital.
Definitivamente, un factor clave que favorece el desarraigo y neutraliza una continuidad histórica en la que se debería reconocer el legado de generaciones.
Santiago no es Chile
La historia de Concepción se confunde con la de Chile, es parte viva de la evolución del país, pero hay momentos en que el silencio apaga la memoria y subsiste una sola verdad que se hace oficial.
Pareciera fácil decir que el país nace con la fundación de Santiago en febrero de 1541. Sin embargo, como en otros tantos casos, Santiago no es Chile.
En verdad, ¿cuándo y cómo Chile asume carácter e identidad propia, de nación que lo distingue y lo aparta de la “matriz” española?
Con rigor, Armando Cartes y los historiadores locales se apartan de la línea oficial y tienen su versión. Es cierto, dicen, que desde Santiago salen expediciones al norte y el sur, pero hay que entender que el Chile original nace en la zona de Arauco.
Es aquí donde se produce la convergencia de dos pueblos distintos, el español y mapuche, generándose un pueblo criollo y mestizo, que germina y se fragua en esta frontera.
“Eso demuestra que el país nuevo y original estaba acá, lo que ratifica la importancia de la zona en ese período histórico de Chile”, enfatiza Cartes.
Los héroes regionales
De la Colonia a la Independencia tampoco hubo un solo paso. Y el largo proceso de maduración del ideal libertario tocó temprano el escenario penquista. “La chispa de la Independencia partió acá”, sostiene Cartes y plantea que el gran desafío de gratitud es poner en el pedestal que les corresponde a los héroes regionales que lo dieron y lo perdieron todo por ese proceso.
No hay que ir muy lejos para entender
Basta recordar que Bernardo O’Higgins, que llegó a ser el hombre más rico de Chile, cuando heredó de su padre una estancia de unas 20 mil hectáreas, en Quilleco (provincia de Biobío), perdió su tierra y fortuna por la causa de la Independencia y pasó gran parte de su vida fuera del país.
Para los estudiosos locales el gran problema es que cuando se mira el proceso histórico chileno se hace desde una visión centralista de Santiago, dando por sentado que todo lo importante ocurrió allá. Se olvidan que, por muchos años, el único Ejército de Chile estaba en Concepción. No se recuerda que los gobernadores vivían seis meses en la capital y el mismo período acá. O que la Primera Audiencia funcionó por varios años en la que es hoy la capital del Biobío.
“Ni siquiera tenemos una historia regional y todo está disperso. En eso debemos hacernos una autocrítica, porque falta un texto integrador que explique el aporte a Chile, no sólo desde un punto de vista histórico, sino que también político, económico, social y cultural”, sentencia Cartes.
Actores olvidados
Inevitable resulta, al fin, la condena del centralismo que impone su sello, define los personajes y marca la interpretación de los hechos. A Bernardo O’Higgins la historia lo retrata como una figura nacional. Así lo vemos y así lo sentimos. Sin duda se trata de una calificación legítima, razonable, pero incompleta si se repara en que al trascender al Olimpo nacional el héroe pierde el rico bagaje que se entronca con su valiosa y decidora historia regional.
El historiador Armando Cartes afirma que nadie se acuerda de que O’Higgins, como gran actor regional, “conspiró” toda la primera década del 1800 para impulsar la Independencia.
En el olvido queda que tuvo figuración política regional: fue alcalde de Chillán y regidor y diputado por Los Ángeles; sub delegado en Laja e intendente de Concepción. El Padre de la Patria emergió de la zona, donde fue gran actor regional.
Hijo de sus circunstancias, Bernardo O’Higgins entró a la historia general pero no por ello puede desconocerse su trascendencia regional.
Y está también el caso de Manuel Bulnes, que estuvo preso a los 17 años en la Isla Quiriquina, en lo que hoy es la Base Naval de Talcahuano. Su carrera militar lo llevó a conducir al Ejército a la victoria en la guerra contra la Confederación Perú-Boliviana, y fue un Presidente de la República pacificador de Chile, el que consolidó el régimen portaliano.
Desde la primera magistratura, Bulnes comenzó a transformar el país en la nación institucionalmente sólida y civilista que fue durante el siglo 19. Otros penquistas destacados como el general Luis de la Cruz y Goyeneche y su hijo José María de la Cruz Prieto, permanecen también en el olvido. De ellos no existe ni siquiera una biografía.
Reconocimiento
Sin embargo el olvido local tiene todavía un bizarro lado B. El historiador Cartes apunta que curiosamente las calles centrales de Concepción recuerdan a personajes que nunca tuvieron directa vinculación con la zona e incluso a otros que estuvieron lejos de favorecerla. Está el caso de Lord Cochrane, que estuvo alguna vez de paso en Talcahuano, o el de José de San Martín.
Pero a su juicio, uno de los casos más emblemáticos es el de Diego Barros Arana, un gran historiador, cuyo nombre identifica la arteria principal de la capital del Biobío, aunque su obra no le haya hecho ningún favor a la ciudad. “No tiene vinculación con Concepción y he demostrado en mis libros que Barros Arana invisibiliza el rol penquista en el proceso de la Independencia en su Historia General de Chile. Por lo tanto, es un relato centralista que no sopesa el aporte regional y no lo valora adecuadamente”, argumenta Cartes.
¿Por qué, entonces, Barros Arana?
La explicación es política: cuando Barros Arana falleció, en 1907, el municipio era controlado por el Partido Radical. En ese reconocimiento se valoró en su narrativa histórica el aporte de las logias masónicas en la Independencia y en el inicio del proceso de consolidación de Chile como una República que eran coincidentes con algunos principios de esa colectividad laica.
Acta de Independencia
Otro gran encuentro de Concepción con la historia es la firma original del Acta de la Independencia de Chile. Para los historiadores penquistas está absolutamente comprobado que el Acta se firmó en la Plaza de Armas de la ciudad. Afirman y documentan que las ceremonias posteriores en Talca y Santiago fueron sólo la ratificación solemne. Incluso el historiador Armando Cartes asegura que el Libertador Bernardo O’Higgins, en ambas ceremonias se preocupaba de mantener como lugar original de la declaración de la Independencia a Concepción, y de mantener la fecha del 1 de enero del año 1818. Explica que ese proceso se inició en el año 1817, cuando el Ejército Libertador triunfa en la batalla de Chacabuco, el 12 de febrero de ese año. Los españoles optan por abandonar Santiago y se refugian en el sur y se hacen fuertes en El Morro y en Talcahuano.
O’Higgins viene personalmente e instala su campamento en Perales, en un fundo que queda frente a El Morro (no es el Morrillo en que la gente celebra como lugar de la Independencia).
En ese campamento el Padre de la Patria toma muchas decisiones importantes. Ahí ordena abolir los títulos de nobleza y crear la Legión al Mérito. Y muchos años después en su testamento pedirá que se cree una ciudad, y que se llame Independencia, lo que todavía no se cumple.
La tradición dice que ahí, en un tambor, firma una declaración de independencia y la tira sobre la empalizada de El Morro para indicar a los españoles que éramos un pueblo libre y no un grupo de insurgentes.
Como el asalto a El Morro -el 5 de diciembre de 1817- fracasa, decide partir hacia el norte con todo su Ejército y los recursos materiales de la provincia, para no dejarles nada a los españoles para una eventual recuperación, sacando lecciones de Cancha Rayada.
El historiador Armando Cartes señala en sus obras que el Libertador antes de dejar Concepción forma las tropas en cuadro frente a la Plaza, en lo que hoy es la avenida Bernardo O’Higgins, frente a su cuartel y se jura de manera solemne la Independencia de Chile el 1 de enero de 1818. “De eso no hay ninguna duda y sólo hay un monolito en la Plaza de Armas”, sentencia Cartes.
Justicia
“Un acto de justicia sería un Museo de Concepción que reivindique el aporte regional y que además sea un centro de documentación y de archivos. Es incomprensible que en la capital de la segunda región más importante de Chile, con casi dos millones de habitantes, no exista un museo”, precisa Armando Cartes.
La propuesta de los historiadores es instalar un museo que recoja el aporte al proceso de la Independencia frente al cerro Amarillo de Concepción, donde también se recuerda un hito histórico, en la intersección de las calles Rengo y Bulnes de la ciudad.
Frente a éste hay un amplio terreno que se podría adquirir con ese objetivo. “Hay un monumento a los detenidos desaparecidos y se construirá uno para recordar el terremoto del 27-F. Todos muy legítimos y necesarios. Pero ¿dónde está el monumento que recuerda nuestro aporte fundamental a la Independencia y lo que hemos sido como penquistas?”, se pregunta Cartes.
Argumenta que la falta de testimonios físicos no es impedimento para la implementación de un museo. Sin problemas se pueden recrear hoy esos episodios con gigantografías, diaporamas, mapas, maniquíes, luces y películas. Con esos modernos recursos de la museografía se logra hacer circuitos atractivos e informativos con los cuáles se puede reconstruir todo ese aporte, hoy desconocido, incluso, para los propios habitantes de Concepción.
El aporte del pueblo
Y otro ángulo crítico lo ofrece Danny Monsálvez Araneda, académico del Departamento de Historia de la Universidad de Concepción, quien señala que la identidad de la ciudad está basada preferentemente en los libros de historia, en la elite penquista que conformaban las grandes familias. En tal sentido se pregunta ¿dónde está la identidad de los grupos populares y de los sectores medios, que no es recogida por esos textos? Monsálvez destaca que también la tropa penquista, que participó en el proceso de Independencia y otros hitos históricos, tuvo un rol tan protagónico como el de muchos próceres, pero no figura ni es parte de esos relatos.
Añade que a veces nos quedamos con la importancia de una batalla o con hitos como los terremotos, pero hay que ir más allá también e incluir en los relatos a los que no tienen voz, y que aportaron significativamente a la identidad de la ciudad.
Sostiene que el mejor ejemplo de las prioridades que hoy existen en la ciudad, es haber invertido más de 500 millones de pesos o más en instalar unas polémicas tulipas en el paseo peatonal penquista, y no haber destinado esos recursos a recuperar el teatro del Liceo Enrique Molina.
Esa habría sido su opción, que comparten muchos ciudadanos, para recuperar un edificio patrimonial para la cultura.
Para este profesor de historia, el símbolo más emblemático de la absoluta primacía que tienen hoy el mercado y lo económico por sobre la identidad y los grandes hitos culturales e históricos, es que sólo se mantuvo una pared de la biblioteca de lo que fuera el otrora famoso Teatro Municipal de Concepción, como parte de un mall que se construye en pleno centro.
Hay consenso entre los historiadores que Concepción está empobrecida cultural, social y económicamente. Eso se traduce en una población que realiza largas jornadas laborales, con poco espacio para la cultura. Tampoco de parte de las autoridades ha habido una política por incentivarla e invertir en escenarios adecuados y patrocinar eventos culturales.
Admiten que si no es por el esfuerzo que hace la Universidad de Concepción desde su creación, con iniciativas como lo fue el Teatro Universitario de Concepción (TUC); las escuelas de verano y las temporadas de conciertos y de teatro, a lo que suman otros esfuerzos muy aislados de otras instituciones locales, la expresión cultural y de identidad local sería casi inexistente.
Pocos saben que la pinacoteca de ese plantel, en su Casa del Arte, tiene la colección más completa de la pintura chilena, con 1.500 obras de los más famosos creadores nacionales.
De manera coincidente Armando Cartes señala que es evidente la falta de voluntad política para incentivar el rescate de la identidad de las regiones.
En el caso de Concepción sólo después de 20 años se ha logrado del Estado el compromiso para destinar 9.000 millones de pesos para la construcción de un teatro en la ciudad.
En ese mismo contexto el profesor de historia, Carlos Galaz Navarrete, es muy crítico respecto de una falta de política de protección del patrimonio de los penquistas en todos los ámbitos.
Le resulta inaudito que monumentos nacionales como el edificio de la Estación de Ferrocarriles de Concepción, donde funciona la intendencia regional, la transformaran en una estructura moderna y no fuera reconstruido con su arquitectura y diseño original.
“Fue una de las estaciones más bellas del sur de Chile y con su entorno era la postal de Concepción. Lamentablemente, ya no tenemos nada que nos identifique”, sentencia Galaz.
Enfatiza que sólo hay esfuerzos muy aislados, por ejemplo con un circuito en Lota para destacar lo que fue la gran historia de minería del carbón en Chile; el museo Mapuche de Cañete y el fuerte español de Santa Juana, “pero que representan una ínfima cantidad de todo lo que tenemos para mostrar”.
Los únicos hitos históricos que están bien mantenidos por la Armada son el monitor Huáscar en la Base Naval de Talcahuano, que anualmente es visitado por unas 200 mil personas, y la casa donde nació Arturo Prat, en la localidad de Ninhue, provincia de Ñuble.
Como contraste, agrega, que todos los edificios que albergaron el gran pasado textil de Tomé han sido rematados o se encuentran abandonados y en franco deterioro.
Y para Galaz otra muestra de la desidia es la anunciada recuperación del teatro del Liceo Enrique Molina Garmendia: el municipio hizo un concurso arquitectónico nacional con un ganador, cuyo diseño duerme por años, debido a la falta de gestión para su financiamiento, mientras la estructura continúa deteriorándose. “Hoy día la ciudad se llena de malls, pero la identidad penquista se está perdiendo absolutamente”, sentencia Galaz.