A pesar de que hasta un 20% de las mujeres que tuvieron parto vaginal sufre incontinencia fecal de intensidad variable, muchas evitan buscar ayuda médica, debido a la vergüenza que les genera el tema. El parto es una de las principales causas de esta condición, que afecta significativamente la calidad de vida. La falta de consulta temprana impide el inicio de tratamientos adecuados, perpetuando un ciclo de sufrimiento que puede ser evitado con la atención médica oportuna.
Por Pamela Rivero J.
Se estima que hasta un 20% de las mujeres que tuvieron parto vaginal experimenta incontinencia fecal en algún momento de su vida. Sin embargo, muchas de quienes la padecen no buscan ayuda, por pudor de hablar sobre un tema que les parece vergonzoso.
El coloproctólogo de Clínica Biobío, José Manuel Vivanco, explica que, a menudo, las pacientes suelen preguntar sobre esta situación en consulta, cuando están allí por otros motivos, pero que no suele ser la razón principal de la visita a un especialista. Esto impide que se inicien tratamientos oportunos y perpetúa un ciclo de sufrimiento para ellas que es absolutamente innecesario.
¿Por qué el parto es una de las principales causas?
La incontinencia fecal puede variar en severidad y, por lo mismo, manifestarse de distintas maneras: desde la incapacidad de retener gases, pasando por la urgencia fecal -donde la persona siente una necesidad urgente de ir al baño- hasta la pérdida involuntaria de heces, en los casos más complicados.
Y aunque esta patología puede afectar a hombres y mujeres, son ellas las que más la padecen, pues una de sus principales causas son los partos, particularmente, aquellos que son traumáticos, instrumentales por el uso de fórceps o que requieren episiotomías.
“Esa lesión de esfínter no suele manifestarse con incontinencia inmediatamente. Puede aparecer años más tarde, particularmente, durante la menopausia, cuando la deprivación hormonal afecta la calidad muscular”, agrega Vivanco.
“Se han hecho resonancias magnéticas a mujeres durante sus partos, donde se ha demostrado que la fuerza ejercida sobre los músculos del piso pélvico durante este momento puede superar ampliamente su capacidad de resistencia”, señala el especialista. Esto influiría en un debilitamiento de aquella musculatura que, con el paso del tiempo, podría ser la causa de una incontinencia fecal.
Además, también hay algunas episiotomías -incisión entre la abertura vaginal y del ano para facilitar algunos partos- que podrían producir la ruptura del aparato esfinteriano, lesión que estaría dentro de las causas de esta patología.
“Esa lesión de esfínter no suele manifestarse con incontinencia inmediatamente. Puede aparecer años más tarde, particularmente, durante la menopausia, cuando la deprivación hormonal afecta la calidad muscular”, agrega Vivanco.
¿Por qué solo algunas?
El piso pélvico está formado por un conjunto de músculos y tejidos que sostienen los órganos del aparato urogenital y del aparato digestivo. Esta estructura es esencial no solo para el soporte físico, sino también, para el control de funciones vitales como la micción y la defecación.
Cuando esta unidad muscular se debilita, pueden surgir problemas de incontinencia fecal y urinaria que, a medida que progresan, deterioran tremendamente la calidad de vida de quienes las padecen.
¿Por qué solo algunas mujeres experimentan esta condición? El coloproctólogo José Vivanco explica que la variabilidad en la aparición de síntomas se debe a diversos factores, como la calidad muscular, el grado de lesión sufrida durante el parto y el estiramiento de los músculos del piso pélvico. Además, las lesiones neurológicas en la zona también pueden influir.
Aunque generalmente se observa una mayor prevalencia de incontinencia fecal después de la menopausia, no es exclusivo de esa etapa de la vida. En casos de lesiones severas del esfínter, los problemas pueden surgir en cualquier momento, independientemente de la edad.
Esto resalta la importancia de una evaluación médica adecuada en cualquier momento que se presenten sus síntomas.
La importancia de un tratamiento oportuno
El tratamiento de las disfunciones del piso pélvico es altamente individualizado y debe adaptarse a cada caso. Para muchas mujeres, “la primera línea de defensa” puede ser la kinesioterapia, que incluye ejercicios diseñados para fortalecer los músculos del piso pélvico. Esta terapia ha demostrado ser eficaz, especialmente, en casos de síntomas leves. También puede enfrentarse con un tratamiento farmacológico que resuelva problemas asociados, sobre todo, el dolor que puede estar relacionado con condiciones subyacentes del piso pélvico.
En situaciones más severas, se consideran opciones quirúrgicas que pueden incluir la reparación del esfínter anal, que implica suturar los músculos dañados, o la instalación de un esfínter artificial, un dispositivo que ayuda a controlar la salida de las heces. Sin embargo, advierte el coloproctólogo, estos procedimientos se consideran una última opción y deben ser evaluados cuidadosamente.
“Antes de determinar un tipo de tratamiento, se debe confirmar que no haya causas orgánicas que estén provocando la incontinencia fecal, como pueden ser tumores en el recto o prolapso”.
“Una intervención quirúrgica invasiva puede no ser necesaria, especialmente, si el paciente presenta incontinencia leve que podría manejarse con kinesioterapia. La intervención quirúrgica debe ser evaluada por un coloproctólogo calificado, que pueda determinar si los beneficios superan los riesgos, garantizando que el tratamiento elegido realmente contribuya a mejorar la calidad de vida de la paciente”, añade, y explica que este es el objetivo, pues no existen tratamientos que hoy permitan restaurar la continencia a la perfección.
Asimismo, advierte que antes de determinar un tipo de tratamiento, se debe confirmar que no haya causas orgánicas que estén provocando la incontinencia fecal, como pueden ser tumores en el recto o prolapso. “Solo cuando esto se ha descartado se debe abordar el problema como un trastorno funcional del piso pélvico. En esta etapa, se pueden implementar diversas estrategias de tratamiento, que pueden incluir la intervención de kinesiólogos, ajustes en la dieta y otros enfoques terapéuticos”.
La clave es asegurar que el paciente reciba un tratamiento adecuado y personalizado, basado en la causa subyacente de sus síntomas. Solo así se puede establecer un plan de tratamiento efectivo y mejorar el bienestar general de quien padece esta molesta y complicada patología.