Prof. Andrés Medina A.
Lic. Historia UCSC
Luego de una frustrada incursión desde Santiago hacia el sur, en 1546, con el objetivo de acrecentar sus dominios australes, Pedro de Valdivia decidió volver a esos territorios en 1550. Esta vez lo hizo acompañado por una hueste de 200 castellanos, auxiliados por aproximadamente 500 indígenas, capitaneados por Michimalonco.
Luego de un primer enfrentamiento en las cercanías del río Andalién, Valdivia se desplazó hacia el llamado sitio de Penco, donde levantó el primer fuerte en la zona, que bautizó como Santa María de la Inmaculada Concepción. La construcción estaba rodeada por una empalizada y un foso de alrededor de tres metros de profundidad, y debió resistir -el 12 de marzo de 1550- el masivo ataque de fuerzas indígenas, dirigidas por el toqui Ainavillo.
De este enfrentamiento no existen testimonios de los araucanos, pero Valdivia, así como Vivar, su ayudante, y el propio Alonso de Ercilla han historiado la batalla de Penco, acción militar con la que el conquistador creyó consolidar su presencia en el sur y -cruzando el gran río Bío Bío- iniciar una nueva etapa en busca de riquezas y fama para la corona de Castilla.
De acuerdo a los testimonios registrados, Ainavillo comandaba una fuerza de no menos de 50 mil hombres de infantería, los que rápidamente rodearon el fuerte y comenzaron a atacar disparando flechas y diferentes proyectiles. Viendo que no lograban causar daños considerables a la fortaleza española, se apresuraron a instalar tablas sobre el foso y a escalar la empalizada.
“…A pesar de lo desigual de las fuerzas enfrentadas, lo que presagiaba una derrota segura de los castellanos, habría sido la participación indirecta de la Virgen María y la aparición más directa del Apóstol Santiago, lo que habría cargado la balanza a favor de los conquistadores”.
Fue en ese momento que desde el fuerte salió la primera carga de caballería castellana, dirigida por Jerónimo de Alderete, la que inicialmente logró hacer retroceder a los sitiadores. Sin embargo, poco a poco el español comenzó a verse rodeado de sus adversarios.
Al darse cuenta de la desventajosa circunstancia en que su subalterno se encontraba, Valdivia ordenó el ataque de una segunda carga de caballería, la que fue dirigida por Francisco Villagra. Esta vez, el batallón logró impactar de lleno en las fuerzas de Ainavillo, provocando una masiva y desordenada retirada de los indígenas, lo que puso fin al combate.
Más allá del triunfo español, aparece en la narración de esta batalla un hecho interesante, que da origen a una tradición de carácter religioso que permanece hasta hoy en la ciudad de Penco. Tanto los relatos de Valdivia como los de Vivar mencionan la presencia de actores divinos en esta contienda, los cuales habrían sido decisivos en el triunfo español, a pesar de encontrarse en desventaja numérica.
Así -relatan- a pesar de lo desigual de las fuerzas enfrentadas, lo que presagiaba una derrota segura de los castellanos, habría sido la participación indirecta de la Virgen María y la aparición más directa del Apóstol Santiago, lo que habría cargado la balanza a favor de los conquistadores.
Respecto de esta supuesta aparición, debemos recordar que los castellanos, desde la guerra de liberación contra la ocupación musulmana de la península en el siglo IX, lucharon en una verdadera guerra santa contra el Islam, y que en muchos de esos episodios se habla de la presencia del Apóstol Santiago (Santiago Matamoros, le llamaban) como una figura decisiva en el resultado de cada batalla.
Quizás la mentalidad de la época, cargada con fuertes ideas religiosas, se vio inspirada por sentimientos místicos que le permitían impulsar su lucha de reconquista, en la que se mezclaban la fe religiosa con la voluntad guerrera, y que encontraban su concreción en la aparición del Apóstol Santiago.
Este inspirador advenimiento en batalla de quien fuera uno de los discípulos de Jesús, apoyando a los cristianos en la cruzada por expulsar a los musulmanes, llegó hasta el lejano Chile, donde en varias ocasiones –se dice- se le vio montando su caballo blanco y empuñando su reluciente espada para combatir a quienes amenazaban la conquista española. A veces, como en la batalla de Penco, también se veía a la Virgen, quien en esa escaramuza apareció sobre la copa de un frondoso boldo.
De estas narraciones, quedan hoy como testimonio del inicio de la presencia del catolicismo en nuestro territorio, las romerías que se realizan en Penco en homenaje a la llamada Virgen del Boldo, guardiana de la ciudad desde los tiempos de la Colonia.