Edgardo Fuenzalida R.
Gerente General
Fundación Las Rosas.
A inicios de este año nos enteramos sobre el cierre de Establecimientos de Larga Estadía para Adultos Mayores (ELEAM), que restarán un considerable número de camas al alicaído sector, y que se suma a lo anunciado en igual sentido por el Hogar de Cristo el año pasado.
Esta otra “brecha habitacional” que cruza al país, afecta en consecuencia a un amplio grupo de adultos mayores, especialmente pobres y desvinculados de su familia y la sociedad.
Según el reciente estudio UC-Confuturo, en Chile hay disponibles solo 24 mil camas o cupos en residencias, para acoger a cerca de 288 mil personas mayores con dependencia severa, que no cuentan con familiares, amigos o redes de apoyo. Esa profunda brecha se alimenta año a año con el acelerado envejecimiento poblacional.
Cabe preguntarse ¿cómo abordar este grave déficit? ¿Dónde vivir pasados los 80 años -incluso antes- si me encuentro enfermo, sin nadie que me pueda cuidar y sin los recursos económicos para salir adelante?
“En definitiva, esta ‘otra brecha habitacional’ no se aborda de forma aislada, sino con una mirada social común, empática, que trascienda lo coyuntural y lo generacional, abriendo espacios a esas 264 mil personas mayores que no tienen dónde pasar, sin sobresaltos y en compañía, sus últimos años de vida”.
Resulta evidente la necesidad de contar con algún tipo de apoyo para abordar este período de la vida. Por supuesto, mantenernos vinculados a nuestra familia, a nuestro entorno y a la comunidad sería en todos los casos el principal factor de cuidado. Sin embargo, esto por lo general no ocurre o decae fuertemente, particularmente, en los sectores más vulnerables, debido a múltiples causas sociales, culturales y económicas, que aún no hemos logrado abordar como país en forma adecuada.
Hoy, cuando se está discutiendo profusamente la ley de pensiones, podría ser conveniente agregar un porcentaje que vaya a un “seguro de dependencia”, para todo trabajador que al llegar a la madurez de la vida y necesite cuidados especializados, pueda acceder a ese seguro que le ayude a vivir dignamente esos últimos años.
Otro gran desafío es profundizar el trabajo conjunto del Estado con la sociedad civil, que nos permita construir unidos un Chile más justo con las personas mayores más vulnerables.
En definitiva, esta “otra brecha habitacional” no se aborda de forma aislada, sino con una mirada social común, empática, que trascienda lo coyuntural y lo generacional, abriendo espacios a esas 264 mil personas mayores que no tienen dónde pasar, sin sobresaltos y en compañía, sus últimos años de vida.