Esta investigación liderada por los científicos Sandor Mulsow y Benjamín Suárez entregará una valiosa información para conocer aquellas zonas donde hay más incidencia de este peligroso mal marino. Esto permitirá definir áreas de riesgo que serán una importante advertencia para los pescadores y productores de peces y moluscos.
La primera vez que se escuchó hablar de la marea roja en Chile fue hace 35 años. La zona de Magallanes en 1972, marcó el triste récord de ser la primera en sufrir este mal marino, situación que se repetiría en 1982, para luego en 1994 trasladarse a Aysén, donde ha permanecido por los últimos 30 años.
La oleada más letal se produjo en 2002, cuando apareció en los dos tercios del lado sur de la isla de Chiloé, llegando hasta el canal Dalcahue. Más al norte no se ha registrado la presencia de esta toxina paralizante.
La Marea Roja es un fenómeno natural caracterizado por un aumento de la concentración de ciertos organismos componentes del plancton. Bajo determinadas condiciones ambientales se produce un aumento exagerado de fitoplancton dinoflagelados, lo que se conoce como florecimiento o “bloom”, causando grandes cambios de coloración del agua debido a que poseen pigmentos con los que captan la luz del sol. Estos pigmentos pueden ser de color rojo, amarillo, verde, café o combinaciones, siendo la más frecuente la coloración roja. De ahí el nombre del fenómeno.
Las consecuencias de esta enfermedad marina, que afecta a los moluscos y peces, pueden ser nefastas para el ser humano. Al consumir un producto marino contaminado por las toxinas paralizantes (Saxitoxinas) de los dinoflagelados, una persona puede sufrir una parálisis respiratoria severa.
La historia reciente de Chile dice que han muerto 40 personas y 500 se han intoxicado desde 1972 por causa de la marea roja. Es por esto que dos científicos chilenos comenzarán un largo trabajo que terminará con la confección de un “mapa” de la marea roja en Chile.
Gracias a la alianza del doctorado en Bioquímica, Benjamín Suárez, de la Universidad de Chile y el doctor Sandor Mulsow, director del Instituto de Geociencias de la Universidad Austral de Chile (UACh), con asiento en Valdivia, los productores de moluscos y pescados podrán tener información privilegiada antes de instalar sus pisciculturas o caletas.
Mapa del riesgo toxicológico
A pesar de que la marea roja está presente en otras partes del mundo, esta iniciativa es pionera y lo que busca es determinar los eventos históricos de afloramientos de dinoflagelados tóxicos. Para ello se estudiarán las columnas de sedimentos, en las cuales se determina la presencia o ausencia de esporas de dinoflagelados – fitoplancton – los que cuando están en malas condiciones, sin alimentos y con frío, se enquistan y forman en el ventos (fondo marino) algo parecido a semillas. “Pero estos están vivos y son los que quedan en los sedimentos, en distintos niveles de profundidad. Lo que puede determinar que hace 10 ó 20 años hubo afloramiento de marea roja en la zona. Si comenzamos a verificar esta situación en determinadas áreas, podremos advertir que no se cultiven choritos, por el peligro de que se dé marea roja”, explica Mulsow.
A la vez, el trabajo del investigador de la UACh caracterizará los lugares desde el punto de vista biogeoquímico, para ver si hay una relación en lo que está presente hoy y los registros históricos de afloramientos en toda la parte interior de Chiloé Insular.
Los primeros muestreos del proyecto se realizarán en la bahía de Yaldad (en la costa interior de la isla), cuyos resultados preliminares estarán en septiembre. Además, se tomarán testigos de sedimentos en el canal Coldita. “Allí haremos la caracterización biogeoquímica de las muestras y los científicos de la Universidad de Chile medirán todo lo que hay en la columna de agua y verán si los choritos tienen o no toxinas”, afirma Mulsow.
“Elegiremos las zonas que tienen mayor número de concesiones de acuicultura (300 en todo Chiloé) y escogeremos los más claves, al sur de la isla”, añade Suárez. Pero principalmente se trabajará en áreas donde se cultivan choritos, pues la idea es generar una visión ecosistémica del lugar no solamente de lo que ocurre hoy, sino que también de lo que ocurría en el pasado y así definir áreas de riesgo.
Instrumentos de alta tecnología
En su investigación, utilizarán la técnica de microelectrodos para efectuar las caracterizaciones biogeoquímicas de las zonas. También usarán un aparato llamado SPI (Sediment Profile Imaginero), que toma una fotografía del perfil de la interface agua – sedimento. “Tendremos una foto de los últimos 200 años. Con la imagen determinaremos el índice ecológico del lugar. Podremos decir si hay eutrofización o no, si está gobernado por corrientes o tiene un tremendo flujo de nutrientes como nitrógeno, fósforo o carbono que están modificando las condiciones biogeoquímicas del lugar”, asevera el bioquímico valdiviano.
Según el científico, la importancia se basa en que, a veces, cuando hay cambios violentos de PH en los sedimentos, algunos nutrientes que estaban “secuestrados” se liberan “y nosotros pensamos que ese proceso es el que gatilla los afloramientos (marea roja).
Volver al pasado
En un barco los científicos se dirigirían a las estaciones elegidas y en cada una de ellas tomarán 10 perfiles del fondo del mar, luego se toman testigos de sedimentos con una máquina llamada Hapscorer. De estos, se estudian 10 ó 20 centímetros de sedimentos.
Luego, se seccionan los testigos, se verifica la presencia de esporas y se mide la cantidad de nutrientes y metales pesados. Además, se mide el Plomo 210 (elemento radiactivo natural) y el Americio 241, que es artificial. Esto es lo que permite fechar los sedimentos y retroceder 20, 40 ó 60 años.
“Por ejemplo, a cierta cantidad de centímetros puedo estar en 1880 ó 1980, entonces se podrá determinar lo que pasó en la era pre industrial y todo lo que ha pasado en el ambiente marino en los últimos 50 años”, indica Mulsow.
Entre otros, el aporte de Benjamín Suárez será “el análisis de los quistes con técnicas microscópicas y Sandor (Mulsow) con técnicas nucleares dará la edad y cruzaremos esa información. Nosotros determinaremos la densidad de los quistes de dinoflagelados. Así, sabremos dónde están en mayor cantidad y densidad y construiremos el mapa”. El primer mapa (de Yaldad) estaría listo a principios de 2008.
Trabajo mancomunado
En la U. de Chile el trabajo con la marea roja comenzó en 1994. En aquella época, se formó un laboratorio de toxinas marinas, con dineros de FONDEF. Desde 2002 tienen financiamiento de la agencia de temas nucleares de Naciones Unidas, situada en Viena, Austria
“A consecuencia del brote de marea roja en 2002 en Chiloé, instalamos un laboratorio en Castro dedicado al desarrollo de técnicas de detección de marea roja. Actualmente trabajan mediante un método sensible de detección llamado radio ensayo. Se trata de una técnica que detecta las toxinas paralizantes en muy baja concentración. En todo el mundo se usan ratones en bioensayos para detectar las toxinas, pero tienen problemas de detección y éticos, por el uso de animales”, sentencia Suárez.
Ahora, el origen de los dinoflagelados no es conocido. Pueden haberlos traído las embarcaciones, las corrientes marinas o puede ser que siempre han estado y se han manifestado en algunas ocasiones en los últimos 100 años. Tampoco está clara la relación de la polución industrial (actividad humana) con la aparición de la marea roja.
“Cuando tienes un mapeo de dónde están los quistes en las bahías del mar interior de Chiloé puedes generar un mapa del riesgo toxicológico. Lo que sabemos es que los quistes están más densos en las aguas más saladas (costa oriental de Chiloé) que en aguas alimentadas con aguas dulces (costa poniente)”.
El proyecto tiene un costo total de 260 mil dólares en equipos, becas talleres y software, sin que se contemple pagos a los investigadores.