Lleu Lleu es un polvorín

De nuestra biblioteca: Por Pamela Rivero y Murielle González | Noviembre de 2005

El atentado incendiario en contra de propiedades y vehículos de la Forestal Mininco, en las cercanías de Tirúa, enciende una nueva alerta en la zona de conflicto mapuche. La presencia de la CAM, cuyo accionar es cada vez más validado por los comuneros, aparece como la nueva doctrina “salvadora” para quienes ya no confían en las promesas de sus autoridades.

Era un secreto a voces y se veía venir. La tensa calma que rodeaba las riberas del lago Lleu Lleu, terminó por fin explotando la noche del 11 de noviembre en el sector Ranquilhue, Tirúa, cuando dos cabañas de Forestal Mininco y tres vehículos fueron incendiados, haciendo realidad los peores temores de la autoridad policial respecto de la grave situación de violencia que, una vez más, se apodera de este conflictivo punto de Arauco. Lo ocurrido, sumado a los disturbios producidos el día anterior en Concepción por un grupo de encapuchados y estudiantes de la UBB, hizo recordar los comienzos del largo conflicto iniciado hace casi una década entre comuneros y empresas forestales.

“Prende la guerra en Arauco”. Así tituló un matutino de circulación nacional, en enero de 1998, a propósito de las primeras tomas de terrenos en la hacienda Lleu Lleu, por parte de mapuche de la comunidad Pascual Coña.

Esto acaecía a menos de un mes de los ataques contra tres camiones forestales en la comuna de Lumaco, Novena Región, atribuidos a una organización de corte nacionalista mapuche, hasta ese entonces desconocida, que se identificaba con la sigla CAM (Coordinadora Arauco Malleco). También era la época en que dirigentes indígenas daban un ultimátum a las autoridades provinciales para resolver los problemas por las 55 mil hectáreas de terrenos que, según ellos, les habían sido usurpadas por forestales, privados y grandes grupos económicos.

La publicación y, sobre todo, su titular “sacó roncha” entre las autoridades policiales y de Gobierno de la época, quienes acusaron a la autora del texto, de azuzar mediáticamente un conflicto ficticio. Hoy, después de siete años, cuando prácticamente no queda un “palo parado” en la hacienda Lleu Lleu, cuando las continuas denuncias por abigeato, robos de madera y tomas de terreno han motivado innumerables allanamientos en comunidades mapuche, con sus correspondientes escaramuzas entre carabineros y comuneros; cuando producto de estos allanamientos ha habido lesionados y heridos de ambos lados, algunos de ellos de gravedad; cuando surge una estructura militarizada -la CAM-, que reivindica todas las formas de lucha para reconstruir la autonomía del pueblo mapuche y cuando los agricultores de la zona amenazan con organizarse para repeler, con sus propios medios, los constantes robos de los que son víctimas, las palabras de aquel titular parecen ser algo más que proféticas y dan cuenta de una situación que de no resolverse en su fondo, podría producir consecuencias mayores, tal como ocurrió durante un operativo policial a mediados de octubre, en las cercanías de Cañete.

Las autoridades, en tanto, se mantienen en su posición: en la zona de Arauco no hay conflicto y todos los “incidentes” son delitos comunes y no obedecen a reivindicaciones territoriales o a la problemática mapuche.

El inicio del fuego…

El domingo 16 de octubre un hecho alteró la normalidad de la comunidad Nicolás Calbullanca. Fuertemente armado, un grupo de carabineros, acompañados del fiscal Mario Elgueta, ingresó para investigar las denuncias sobre abigeato realizadas por un vecino del sector. Sin embargo, fueron recibidos con disparos por al menos seis u ocho encapuchados.

A pesar de la gravedad de la situación, los comuneros alegan ser víctimas de una persecución, aunque el fiscal asegura que el operativo “se ajustó a derecho”. “Lo sucedido aquel domingo es como volver a vivir una pesadilla. Nuestra gente sufrió mucho. Fue desesperante ver cómo nuestras mujeres salían con los hijos en brazos escapando de las bombas lacrimógenas que entraron a las casas (…) la sola presencia de los carabineros causa temor a nuestros niños, porque han sido muchos años de represión, muchos tenemos un daño sicológico que no sabemos si será posible reparar”, asegura José Bautista Huenchunao, secretario de la comunidad.

Aunque no hubo heridos, el ataque obligó a los carabineros a replegarse. “Vi a los encapuchados disparar, motivando la acción de carabineros que, a mi juicio, fue absolutamente proporcionada, aunque no me corresponde evaluar la pertinencia del uso de armas en el actuar de la policía y me refiero a bombas lacrimógenas, pero entiendo que se debió a que había gente en cerros disparando parapetados en los matorrales”, sostiene el fiscal Elgueta.

Con todo, el operativo arrojó resultados. Antes que comenzara el enfrentamiento entre encapuchados y policías en las afueras de la comunidad, el conductor de un camión de transporte de ganado, identificado como Osvaldo Valenzuela Alarcón, fue detenido por el delito flagrante de receptación de especies robadas. En tanto, durante el tiroteo ocurrió lo mismo con el joven comunero Enzo Linco Lincopi (20), quien fue mencionado por la víctima y testigos como autor del robo y como el que portaba la escopeta usada para intimidar al cuidador. Linco Lincopi permanece detenido en la cárcel de Lebu y fue formalizado por el delito de robo con intimidación. Una situación similar vivió el menor de 13 años de iniciales J.C.M., detenido por maltrato de obra a Carabineros, pero que hace pocos días fue puesto en libertad por ser menor de edad.

El mismo día del allanamiento, los comuneros denunciaron que el lago Lleu Lleu estaba custodiado por infantes de marina apoyados por efectivos del Gope. En tanto, el Ministerio Público confirmó la presencia de la Armada en el Lago, medida que pretende evitar el hurto de madera que han efectuado a empresas forestales del área, pérdidas que se calculan bordean el millón de dólares.

El allanamiento más esta información hizo circular rumores sobre la militarización de la zona. Incluso se habló de una emboscada hacia los funcionarios de la Armada como señal de la disconformidad de los comuneros con su presencia.

Surge la desconfianza…

Así como la Nicolás Calbullanca, otras comunidades indígenas del sector de Lleu Lleu han venido denunciando durante los últimos años un eventual hostigamiento por parte de Carabineros, caracterizado por una vigilancia que catalogan como “extrema”.

“La tensión policial dentro de la comunidad ha sido siempre, porque insistentemente hemos estado reclamando nuestros derechos ancestrales, y lo mismo ocurre con las demás comunidades del sector Lleu Lleu, que han tenido presente las reivindicaciones territoriales, pero ha sido el Gobierno el que no quiere escucharnos. Creo que se han dado soluciones para amortiguar el movimiento mapuche, pero sabemos que las comunidades no están tranquilas, no hasta que veamos que nuestros derechos sean devueltos”, asegura el vocero de la Nicolás Calbullanca, Manuel Ñanco.

Esa misma sensación dicen experimentar a diario jóvenes indígenas que emigraron a Cañete para continuar estudios secundarios y superiores. “Los jóvenes tenemos otra mirada, quizás más informada de todo lo que ha pasado en nuestras comunidades y de cómo se ha venido abordando la problemática mapuche y entiendo que lo que ha pasado es que el Estado no quiere reconocer nuestra existencia. No lo ha hecho constitucionalmente, lo que es una señal acerca de la verdadera voluntad política en esta materia. Mientras permanezca esta situación, los problemas van a persistir y, lo que es peor, se irán agudizando con el paso del tiempo”, comenta Juan Yaupe (25 años) residente del Hogar Mapuche de Cañete.

En ese sentido la presencia de supuestos “marines” en el Lleu Lleu, dice reforzar su tesis. Afirman que por todo eso las comunidades tienen mucha desconfianza, incluso de los turistas, ya que sostienen haber detectado a policías haciéndose pasar por “afuerinos” para acercarse a las comunidades. “Esto va a perjudicar incluso el desarrollo turístico que tanto apoyo parece tener en la zona por parte del Gobierno”, concluye el estudiante.

Frente a estas acusaciones las autoridades se defienden, descartando, de plano, la militarización de Arauco. Fuentes del Ministerio Público garantizan que la presencia de nueve funcionarios de la Armada y -no infantes de marina- en el Lleu Lleu fue solicitada por el mismo fiscal Elgueta para evitar el robo de madera a través del lago.

Carabineros, por su parte, no sólo refuta la versión mapuche, sino que también asegura que a lo largo de los años se han gestado relaciones de confianza con las comunidades e insisten en la tesis de que los incidentes son aislados. Según el mayor Sergio Soto Álvarez, de la Tercera Comisaría de Cañete, “Carabineros mantiene una muy buena relación con las comunidades indígenas de la zona, lo que ocurre es que hay personas al interior de las comunidades, sujetos que tienen apellidos mapuche, que están cometiendo ilícitos y nuestro deber es evitar su cometido y poner a disposición de la fiscalía a aquellos que son requeridos por la justicia. Aquí no hay persecución ni un trato diferente, o discriminatorio, al mapuche, porque en mis filas tengo personal que es de la etnia; por lo tanto, si al interior del cuartel se respeta al mapuche, lo propio hacemos cuando nos relacionamos con las comunidades”, garantiza el oficial. Pero, al mismo tiempo, enfatiza que “si nos ponemos a pensar en quiénes reclaman una supuesta persecución son precisamente familiares de aquellos delincuentes que hemos apresado que, claramente, no están contentos con que Carabineros realice su función impidiéndoles seguir con los robos”.

El “problema” Orígenes

El mapuche siente que le llueve sobre mojado. A lo que ellos llaman intimidación constante provocada por la presencia policial permanente en las comunidades del Lleu Lleu, suman la pobreza y la falta de oportunidades educaciones y laborales para su gente.

“Aquí el Estado no ha entendido que nuestras demandas son justas y que tienen que ver con nuestros derechos ancestrales sobre la tierra que, históricamente, han sido vulnerados. Lo único que demandamos es la devolución de nuestras tierras, porque actualmente vivimos en pequeñas parcelas que no dan abasto para las familias. Muchos olvidan que según nuestra cosmovisión, la tierra es fundamental para la subsistencia de nuestro pueblo”, explica Manuel Ñanco.

“AQUÍ EL ESTADO NO HA ENTENDIDO QUE NUESTRAS DEMANDAS SON JUSTAS Y QUE TIENEN QUE VER CON NUESTROS DERECHOS ANCESTRALES SOBRE LA TIERRA QUE, HISTÓRICAMENTE, HAN SIDO VULNERADOS. LO ÚNICO QUE DEMANDAMOS ES LA DEVOLUCIÓN DE NUESTRAS TIERRAS, PORQUE ACTUALMENTE VIVIMOS EN PEQUEÑAS PARCELAS QUE NO DAN ABASTO PARA LAS FAMILIAS. MUCHOS OLVIDAN QUE SEGÚN NUESTRA COSMOVISIÓN, LA TIERRA ES FUNDAMENTAL PARA LA SUBSISTENCIA DE NUESTRO PUEBLO”, EXPLICA MANUEL ÑANCO.

Los comuneros manifiestan que ante sus demandas, el Estado sólo les entrega soluciones sectorizadas, que en poco o nada solucionarían sus carencias.

“Proyectos como Orígenes o Conadi terminan dividiendo a las comunidades, porque las iniciativas no nacen a partir de nuestra cosmovisión, sino imponiendo un sistema que nos es totalmente ajeno y desconocido”, sostiene Juan Yaupe. De allí que entre las familias mapuche es común oír hablar del “problema” Orígenes.

“Para entender la situación que actualmente viven las comunidades mapuche hay que remontarse al pasado y tener presente que se trata de un grupo de personas con una visión del mundo diferente a la chilena. Con costumbres y tradiciones arraigadas fundamentalmente en la posesión de la tierra, no como propiedad, sino como sustrato para su existencia”, comenta Graciela Girriman, asistente social del municipio cañetino.

Agrega que muchos viven de la agricultura de subsistencia sembrando papas, trigo y algunas hortalizas, y que todo lo que pueden producir es poco, porque tienen poca tierra que trabajar y cada año las familias crecen en número. “La pobreza en que viven se vuelve un círculo vicioso del que claramente quieren salir”, enfatiza.

En la Corporación Nacional del Desarrollo Indígena (Conadi), la visión de la problemática mapuche adquiere otro matiz. Verónica Linco, asistente social de la entidad, afirma que si bien las familias viven de la agricultura de subsistencia, de la crianza de ganado y de esporádicas remuneraciones que reciben los temporeros forestales, se trata de grupos familiares que paulatinamente se han favorecido con una serie de proyectos que han mejorado su calidad de vida. “En todos los sectores rurales hay electrificación; por lo tanto, no es raro encontrar televisores, refrigeradores y, en menor frecuencia, lavadoras en las casas; es decir, hay una mejora social en este sentido. Lo mismo ocurre con el acceso a otros servicios básicos. En cuanto a salud, si bien se trata de gente que no tiene previsión, todos son atendidos por el servicio público, en postas rurales o en el hospital de la comuna, y en educación, hay una buena oferta de matrículas, por lo tanto, estas necesidades están cubiertas”.

Néstor Matamala, gobernador de Arauco, mantiene una postura conciliadora. Si bien sostiene que respecto de las demandas de la etnia “el Gobierno realiza un permanente trabajo junto a las comunidades, los últimos hechos registrados en la zona son hechos delictuales y no se relacionan con asuntos indígenas”, enfatiza.

Mientras la discusión continúa, un clima de violencia se respira en Arauco, los mapuche dicen que no permitirán más allanamientos en sus comunidades, tal como lo afirma uno de sus dirigentes: “No somos delincuentes, no tenemos armas, pero si nos atacan nos defenderemos como lo hemos venido haciendo por más de 400 años”. Por su parte, las autoridades callan y minimizan la situación, como si quisieran tapar el sol con un dedo, tal como hace siete años.

LA VIOLENCIA QUE SE VIVE EN ESTA ZONA DE LA PROVINCIA DE ARAUCO HOY TIENE TRES EXPLICACIONES PARA EL GOBIERNO Y EL MINISTERIO PÚBLICO: EL ROBO DE MADERA, CONFLICTOS INTERNOS ENTRE LOS MIEMBROS DE LAS COMUNIDADES Y ACTUACIÓN DE GRUPOS ORGANIZADOS. ESO SÍ, EL CONFLICTO MAPUCHE AÚN ES VISTO POR EL EJECUTIVO COMO UN TEMA POLICIAL Y DE SEGURIDAD PÚBLICA, NO COMO UN TEMA SOCIAL Y CULTURAL, COMO LO PLANTEÓ EL EXINTENDENTE DE LA ARAUCANÍA, FRANCISCO HUENCHUMILLA. LA ZONA DEL LLEU LLEU HOY ES CONSIDERADA EL CORAZÓN DE LA COORDINADORA ARAUCO MALLECO (CAM) Y, DE HECHO, HAY SECTORES DONDE LOS MAPUCHE ASEGURAN TENER CONTROL TERRITORIAL, UNO DE SUS OBJETIVOS.

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