Ps. Paulina Spaudo Valenzuela
Mg. Psicología Clínica-Forense Infanto-Juvenil.
Psicoterapeuta de Juego en Trauma infantil
Fundadora Consultora Vincularte.
Hace unos días entrevisté a dos hermanitas de 8 y 10 años, quienes me contaron sobre sus rutinas diarias. Me sorprendió escuchar su relato en relación con cómo, cotidianamente, se apoyaban tanto en sus padres como en sus abuelos para cumplir con la semana escolar y, en general, con todas las demandas del día a día. Su narración dejaba en claro que en sus dinámicas familiares la presencia de sus cuatro abuelos era fundamental.
Al describir sus días, las niñas tenían muy presente que sus padres las acompañaban y guiaban en el hacer diario, pero también que, cada tarde, se encontraban con los “tatas”, quienes desde el principio habían organizado un sistema de turnos para estar con ellas, el que se cumplía en forma sistemática y rigurosa.
Ambas relataban sus días detallando con entusiasmo las actividades que realizaban con sus abuelos. Asimismo, de manera muy madura y comprensiva, explicaban que esto se debía a que su mamá y su papá trabajaban, por lo que no podían acompañarlas cuando salían del colegio, demostrando con su actitud que esta forma de organizarse les gustaba y que se alegraban de contar con el apoyo de los “tatas” durante las tardes. En especial, en momentos de más actividades o de enfermedades, cuando era aún más satisfactorio sentir su compañía.
No escatimaron detalles para comentar que los lunes, por ejemplo, hacían gimnasia con uno de sus tatas, los martes estudiaban matemáticas con el otro, que el miércoles era el día de hacer galletas con la nona, y que el jueves tomaban once con sus cuatro abuelos. Y así seguía la rutina hasta llegar al fin de semana, tiempo que entendían era para compartir con sus padres, otros familiares y amigos.
Con su narración, de inmediato entendí el gran acierto familiar de estos padres, que habían logrado combinar su crianza parental con la ayuda de sus propios padres. También era admirable cómo esos abuelos se habían convertido en pieza clave en la vida de las niñas, impactando positivamente en el desarrollo y bienestar emocional no solo de ellas, sino de todo el grupo familiar.
La integración voluntaria de esos abuelos en el proceso de formar a sus nietas estaba contribuyendo positivamente al fortalecimiento de una gran red de apoyo, que daba sustento emocional a toda la familia. Era maravilloso observar el nivel de cariño que estos cuatro abuelos, todos adultos mayores, sentían por sus nietas, así como el alto grado de compromiso con su crianza que habían generado, manteniendo las rutinas y responsabilidades para con ellas por más de cinco años. Pero, más allá de eso, resulta extraordinario imaginar cómo ese esquema de apoyo mutuo debe haber enriquecido la relación familiar y la vida de estas niñas, aportándoles elementos valiosos para su desarrollo personal, potenciando aspectos como la seguridad, la estabilidad emocional, la autoestima, la confianza, el respeto y valoración por los adultos mayores. Valores que sin duda las acompañarán toda su vida.
En Chile, debe haber miles de abuelos y abuelas que con mucho amor se involucran en la formación de sus nietos, pero comparto este caso en específico para instalar una reflexión. Quienes somos padres sabemos lo difícil que es criar, labor que se vuelve doblemente compleja cuando no existen redes de apoyo; cuando es un hogar monoparental, en que no hay con quién compartir las tareas, o cuando la formación de los hijos debe compatibilizarse con estudios, labores de casa o una alta exigencia laboral. De ahí mi afán por compartir esta historia: para destacar lo importante que resulta contar con apoyo familiar. Mejor aún, con el de miembros de nuestra familia que con empatía, compromiso y cariño desean contribuir a la crianza de nuestros hijos y, de paso, aliviar la carga de trabajo de los padres, constantemente demandados por múltiples funciones.
Además, el impacto en los niños de contar con la compañía diaria y la guía oportuna de personas que los quieren robustece su formación y su paso por un período tan complejo como la niñez y, luego, la adolescencia. La posibilidad de crecer en familia les permite desarrollar una estabilidad emocional y una personalidad sólida que, sin duda, será el pilar de su desarrollo durante el resto de sus vidas.
El vínculo con los abuelos es vital. Si bien no es necesario verlos a diario, sí resulta fundamental su presencia y compañía. Más allá de su amor, la experiencia y sabiduría de vida que poseen les permite transmitir a sus nietos la gran cantidad de recursos y herramientas emocionales con que cuentan, ayudándoles a resolver dudas y a solucionar problemas. Además, estas sugerencias y enseñanzas, entregadas al alero de una relación de cariño y confianza, de seguro permearán más fácil en los niños, niñas y adolescentes, quienes los aceptarán por venir de personas que los aman y que quieren lo mejor para ellos.
La relación abuelo-nieto puede ser un vínculo entrañable que marque indeleblemente la emocionalidad de niños y jóvenes. Quizás mantengan para siempre el recuerdo de ese abuelo que les compraba un helado, de la abuela que los esperaba con galletas, o la complicidad con que compartían con ellos alguna travesura. Así que si usted es padre o madre y tiene dudas respecto de integrar a los abuelos en la crianza de sus hijos, lo invito a hacerlo, salvo que haya algún indicador que no lo permita. Le aseguro que si es algo consensuado puede resultar en una experiencia única, que le brindará estabilidad y bienestar emocional a usted y a sus padres y, por supuesto, horas de alegrías, regaloneos y saludables experiencias a sus hijos.