Prof. Andrés Medina A.
Lic. Historia UCSC
No resulta simple escribir sobre uno de los personajes más importantes de la segunda mitad del siglo XIX en Concepción. Eso porque son escasos los registros históricos de la intensa vida que cumplió este líder liberal penquista.
Víctor Lamas Miranda nació en Quillota, el 12 de abril de 1823, y no deja de ser una curiosidad que desde niño cultivara una sólida amistad con Cornelio Saavedra, otro relevante personaje que actuó en la zona de Arauco, Biobío y Cautín.
Muy joven se trasladó por actividades comerciales a Valparaíso y, desde el puerto, siguiendo los mismos intereses, llegó a Concepción, en 1845, donde con el transcurrir de los años, consolidó una importante fortuna en actividades de comercio y agropecuarias.
Desde 1849 su nombre estuvo unido de forma permanente a la labor de dirigente liberal y al trabajo de la municipalidad de Concepción. Esta actividad le permitió conocer los problemas que se enfrentan en el diario vivir local, como a los habitantes de los más variados sectores sociales, generando una imagen que le posibilitó alcanzar una figuración nacional y en diferentes funciones parlamentarias.
En sus actividades políticas fue un liberal que vivió su ideal de manera ejemplar, y en momentos críticos, como la guerra naval en contra de España, en 1866, o la guerra civil de 1891, reconocidos adversarios (españoles o balmacedistas) tuvieron en él un protector de sus hogares y familias, demostrando una humanidad que lo distinguió como patriarca de Concepción.
Políticamente, fue un decidido opositor al gobierno de Manuel Montt, y con Ricardo Claro y con otros liberales colaboraron con el periódico Amigo del Pueblo, iniciando de esa manera sus actividades partidarias. Cuando Federico Errázuriz es elegido presidente, en 1870, será nombrado al año siguiente como intendente de la provincia, y su gestión, inspirada en buscar el bien común de los habitantes más que en vivir en la refriega política, reforzó la imagen construida desde la municipalidad. Permaneció nueve años en el cargo.
En 1867 fue electo diputado suplente y por, ausencia del diputado propietario accede al puesto como titular. Como debe servir la intendencia al mismo tiempo, no se traslada a Santiago, sin figurar mayormente en las actividades parlamentarias. A pesar de todo, su nombre es reconocido en la zona sur. En 1873 es elegido nuevamente diputado por el departamento de la Laja, y en 1882, senador por la provincia, donde respondió plenamente a las expectativas que la población había depositado en su espíritu honesto y constructivo.
Su gestión administrativa, que era donde se sentía más cómodo, significó, entre otros logros, traer a Concepción y en específico, a su liceo, las clases de la carrera de Derecho, permitiendo que jóvenes con interés, vocación y capacidad pudieran cursarlas en Concepción sin tener que viajar a Santiago, en esa época un obstáculo casi insuperable. Además, se debe a la presentación de sus meditados proyectos, la construcción de la vía férrea Santiago Concepción, que mejoró significativamente la conexión del centro sur del país.
Por otro lado, consiguió que los vapores que en la época cruzaban desde el Atlántico al Pacífico por el estrecho de Magallanes, tuvieran obligadamente que recalar en Talcahuano, potenciando las actividades del puerto con el arribo tanto de personas como de mercaderías que representaban los adelantos europeos.
La coronación de su rol político fue la presidencia de las convenciones liberales de los años 1876, 1882 y la convención liberal-radical de 1886, lo que representaba un reconocimiento nacional a su honestidad, don de gente y patriotismo. A la caída de Balmaceda, en septiembre de 1891, Lamas, quien había sido un fuerte opositor al presidente, fue nombrado intendente de la provincia, cargo que ocupó brevemente hasta octubre, pues renunció por razones de salud. Ello no impidió, sin embargo, que en noviembre se trasladase a la capital, donde como primer vicepresidente, dirigirá la convención liberal que definió la candidatura de Jorge Montt a la presidencia.
Su fallecimiento se produce el 2 de junio de 1892, y su funeral, según testimonios de la época, es la expresión de una comunidad dolida que, sin distinciones políticas, sociales o de creencias, le rendirá un extraordinario homenaje, el cual posteriormente se concretará en el bautizo con su nombre de una de las avenidas más importantes de la ciudad.