Casi a diario estamos conociendo el impacto negativo que la deforestación, la contaminación o la quema de combustibles fósiles han tenido y siguen teniendo en el clima global. Derretimiento de hielos eternos, aumento en los niveles de los océanos, sequías, temperaturas mínimas y máximas que alcanzan niveles históricos, y un largo listado de alteraciones ambientales, algunas prácticamente irreversibles, que nos está tocando experimentar y que estamos heredando a las próximas generaciones.
Por ello es que, en cierto sentido, era esperable que este año la Organización Mundial de la Salud pusiera el énfasis para el 7 de abril, Día Mundial de la Salud, en el estrecho vínculo entre la salud de las comunidades y las personas, y las condiciones de nuestro planeta.
En contra de la visión individualista y depredadora del medio, existe la postura, amparada en la evidencia científica proveniente de diversas áreas, que defiende la idea de que la protección, el cuidado y la reparación de nuestro planeta no tienen por qué verse como algo disociado de la protección y cuidado de nuestra salud.
En este sentido, los profesionales de la salud pueden hacer un aporte a la promoción en la comunidad del cuidado del planeta con miras al cuidado de la salud. Un estudio publicado en 2021, en la revista The Lancet Planetary Health, en el que participaron 4.654 profesionales de la salud provenientes de los cinco continentes (que también incluyó a una muestra de nuestro país), reportó el resultado de una encuesta aplicada entre octubre y diciembre de 2020, en la que se indagó si los profesionales de la salud comprendían los hechos clave sobre el cambio climático y si se sentían personalmente comprometidos con el tema. Además, se indagó en qué medida veían el cambio climático como una amenaza para la salud humana y cuánto estaban dispuestos a comprometerse con la formulación de políticas sobre el tema y abogar por una acción climática más ambiciosa. Asimismo, su compromiso por apoyar las políticas dentro de sus sociedades profesionales que reducirían su contribución a las emisiones. Finalmente, sobre cuáles eran las barreras que disminuían su disposición para comunicar sobre el cambio climático y la salud, y qué recursos les serían útiles para ese fin.
Los resultados arrojaron que los profesionales de la salud que respondieron esta encuesta entendían que en gran medida el cambio climático está ocurriendo y que es causado por los humanos. También, que lo ven como una causa importante del daño a la salud en sus países. Incluso dijeron sentirse responsables de educar a la población y a los formuladores de políticas sobre el problema. Pero, por otro lado, y a pesar de sus altos niveles de compromiso para participar en la educación y la defensa del tema, muchos participantes indicaron que una variedad de barreras personales, profesionales y sociales les impedían hacerlo, siendo la limitación de tiempo la más ampliamente señalada. Respecto de los recursos, indicaron que la educación profesional continua, la capacitación en comunicación, la disposición de materiales educativos para pacientes y la orientación sobre cómo hacer que los lugares de trabajo de atención médica sean sostenibles, podían ayudarles a abordar esas barreras.
Este tipo de evidencia entrega claras luces sobre cómo la disposición que tiene este grupo de profesionales a ser parte de quienes abogan por el cuidado del planeta, en tanto eso afectará positivamente la salud de todas las personas, tiene que estar apoyada por planes, políticas y programas que los orienten, estimulen y guíen en esa acción promocional y educativa, de modo que no se queden solo en el ámbito de las buenas intenciones.