Los últimos sismos que sacudieron a la zona centro sur del país no tienen relación entre sí. Tampoco son una señal de un evento mayor, señala de manera categórica el geofísico y académico de la UDD. Su conocimiento es cotizado en los medios de comunicación para explicar las características y las consecuencias de la actividad telúrica tan presente y usual en Chile. Conocido en redes sociales como @Geo_Risk, está continuamente usando estas plataformas para analizar los fenómenos de la naturaleza, pero, sobre todo, para educar a las personas. Algo que considera como esencial para evitar tragedias y desastres. “No todos los expertos lo hacen, y más que informar algunos desinforman”, se lamenta.
Por Pamela Rivero Jiménez.
En medio de las últimas sacudidas que han estremecido a la zona central de Chile, surge la interrogante sobre una posible conexión entre estos sismos e, incluso, sobre la inminente ocurrencia de un terremoto para esta área geográfica. El geofísico y representante de Latinoamérica en el SEG Council, Luis Donoso, desecha cualquier asociación directa entre esos eventos, y explica que lo único que los relaciona es que todos responden de distinta manera al proceso de subducción sobre el cual estamos habitando.
Por esta subducción, añade, es que en Chile tenemos sismos en la costa y en la cordillera, sismos superficiales y otros muy profundos, pero cada uno es un evento aparte. “Uno no genera al otro, ni tampoco es un predictor del otro ni consecuencia del otro”, enfatiza.
-¿Entonces tampoco estos sismos podrían ser un “anuncio” de un terremoto en esta zona del país, como se ha dicho?
“La estadística es clara en cuanto a mostrar que un gran sismo ocurre en un intervalo de entre 70 a 90 años. El último evento de este tipo en la zona central ocurrió el 3 de marzo de 1985, con el sismo 7,8 en Algarrobo, por lo tanto, es a partir de ese momento donde se inicia un nuevo ciclo. Eso implica que recién a fines del 2040 ya estaríamos en ventana de ocurrencia de un gran sismo de acuerdo con lo que nos muestra la historia”.
-Ha habido otros expertos que han sostenido que sí existe una amenaza latente de un terremoto en esta área geográfica ¿Por qué se dan estas contradicciones entre especialistas?
“Cuando ocurre un evento sísmico siempre hay una parte de la academia que es bien sensacionalista, que se cuelga de estos eventos para intentar predecir o vincular un evento presente con uno futuro. Sin embargo, todos los que estamos en esta profesión sabemos que los modelos son imperfectos por definición, y que con suerte se puede explicar lo ocurrido tras un sismo. Por lo mismo, sabemos que no hay antecedentes para indicar que podría haber un terremoto inminente en esta zona o que exista un indicador de alguna naturaleza que se pueda interpretar como un predictor sísmico”.
-¿Son irresponsables esas declaraciones entonces?
“Mas bien las aprecio como desinformadas”.
-¿Por qué no es posible predecir la ocurrencia de un terremoto?
“Porque para hacerlo se requerirían, a lo menos, tres factores: las coordenadas, es decir, saber dónde ocurrirá el sismo. El tiempo, esto es, cuándo ocurrirá, y la magnitud que este tendrá, y todo eso es imposible de predecir. Si uno mira la historia de Chile podemos saber cuáles fueron las zonas donde ocurrieron los grandes sismos de los últimos 400 o 500 años, desde que hay registro histórico. A partir de aquello uno los ubica en un mapa y puede establecer los rangos de años en que otro evento de características similares podría ocasionarse. Pero no podemos establecer una fecha exacta ni tampoco predecir su magnitud, porque se trata de fenómenos que se producen a decenas de kilómetros de profundidad, lo que hace imposible medirlos. Por ello es que quienes hacen estimaciones con fechas más o menos exactas, que hasta incluyen la magnitud de un terremoto, están hablando de cuestiones que no saben”.
El jarrón de recuerdo no se ubica en altura
-¿La cultura sísmica de los chilenos es mejor a la que teníamos hace 20 años?
“Yo diría que sí, porque, por ejemplo, volvimos después de muchos años a entender lo que significa un tsunami. Nos costó una tragedia eso sí. Cuando yo egresé como geofísico, la palabra tsunami era un término técnico que manejaba un pequeño grupo de profesionales de la ingeniería. Eso cambió a partir del 27/F. Hoy la gente sabe que si está en el borde costero, y ocurre un evento sísmico que no le permite mantenerse en pie, tiene que evacuar e ir a una zona elevada. Ese proceso automático no estaba instalado. Pero aún nos falta conciencia estructural menor por así decirlo”.
-¿Qué implica eso?
“Tiene que ver con que tenemos una ingeniería antisísmica de lujo, pero fallamos al interior de nuestros hogares. La necesidad de tener una norma antisísmica para regular la construcción se instaló luego del terremoto de 1928, en Talca, que fue una tragedia. La norma ha tenido diversas evoluciones. La Ordenanza General de Construcción en materia sismorresistente se actualizó con el sismo de 1960, se reactualizó con el gran sismo de 1985, y se volvió a actualizar con el sismo del 2010. Y qué significa esto: que si una noche tenemos un sismo que se percibe con una intensidad 5 o 6 en la escala de Mercalli, usted tal vez se levantará de su cama para revisar su casa o esperará un poco, y luego seguirá durmiendo. En cualquier otra parte del mundo, sobre todo en medio en Medio Oriente, un movimiento como ese deja decenas de muertos. En Ecuador, por ejemplo, me preguntaban qué hacíamos si un sismo nos sorprendía trabajando en una oficina. Yo les contaba que esperábamos que terminara y seguíamos trabajando. Ellos en cambio decían que arrancaban inmediatamente, porque no sabían si el edificio iba a resistir o no. El problema acá en Chile es qué pasa al interior de las estructuras. Tras los últimos sismos en la zona central, los noticieros mostraban botellas y productos caídos en un supermercado. Entonces uno dice, aquí estamos en problemas, porque si tenemos ingeniería de clase mundial, no se nos pueden estar cayendo los productos hacia los pasillos donde circulan los clientes. Es decir, si vivimos en un país sísmico, los objetos pesados o de vidrio no deben ubicarse en las partes altas de las góndolas del supermercado ni tampoco el jarrón de recuerdo debe ir en la parte más alta del mueble de la casa”.
–En eso todavía falta educación.
“Eso falta, ese pequeño detallito hace que todo sea más seguro, y eso se apoya con difusión y con mayor educación, sobre todo en los niveles iniciales del sistema educacional. Y aquí hay algo que para mí es un dolor gigante, porque en 1991, el SHOA de la Armada entregó una serie de documentos para la educación para los ciclos prebásico, básico y medio, tanto para los estudiantes como para el profesor, pero nunca se usaron. Recién se incorporaron en los planes y programas después del terremoto del 2010. Nos farreamos 19 años de educar a toda una generación en el tema sísmico, algo que podría haber cambiado harto la historia de nuestro país”.
-¿Esa falta de educación permite que sigan apareciendo en televisión y en redes sociales personas que aseguran poder predecir terremotos?
“Ese es un problema que ocurre en todas partes: en Chile, en Perú, en Europa, excepto en Italia, porque allá crear falsas alarmas públicas tiene penas de cárcel. Acá en cambio, hay personajes que se instalan en medios de comunicación para hacer predicciones que luego replican en sus redes sociales donde reciben ingresos publicitarios por las visitas de sus seguidores. Hacen todo un negocio que se basa en el temor de la gente, lo cual encuentro espantoso. Por eso es importante que las personas aprendan a buscar información en fuentes confiables o, bien, fuentes oficiales. Pero, sobre todo, deben aprender a identificar quiénes pueden ser una referencia, porque la experiencia nos dice que incluso aparece gente vinculada a la geociencia que no domina los temas con la rigurosidad que se requiere, y salen con conceptos que no tienen nada que ver con la realidad, pero la gente los sigue porque tienen una exposición mediática importante”.