Voces femeninas

Luisa Valenzuela, la guardiana del humedal Vasco de Gama de Hualpén

Es una defensora incansable del humedal Vasco de Gama-Chimalfe, un ecosistema vital para la biodiversidad local. Ha dedicado gran parte de su vida a protegerlo, organizando a la comunidad y luchando por su conservación. Este 2024, tras casi dos décadas de activismo, este pulmón verde de 64 hectáreas, ubicado en la comuna de Hualpén, fue declarado Humedal Urbano, un logro que no detiene su lucha, pues Luisa sabe que aún queda mucho por hacer para garantizar su protección.

 

Por Pamela Rivero J.

Era enero de 1986, y los primeros residentes de la naciente población Parque Central, hoy parte de la comuna de Hualpén, llegaban con sus enseres para instalarse, entusiasmados, en sus nuevas viviendas.

En su mayoría eran trabajadores de Asmar o funcionarios de la Armada, quienes, con sus familias, encontraron en este proyecto habitacional el anhelado sueño de la casa propia. Luisa Valenzuela Martínez, junto a su esposo y a su hija de dos años (luego sería madre de otros dos pequeños), eran parte de ellos.

Una libélula -Chimalfe en mapudungun-, como la que lleva Luisa en su polera, es el símbolo del grupo que trabaja por la conversación del humedal Vasco de Gama.

A Luisa le correspondió la última casa del barrio. Esa ubicación la transformó en inmediata vecina del humedal Vasco de Gama-Chimalfe, (entonces conocido como San Andrés), un verdadero edén de biodiversidad que, con el tiempo, ella comenzó a conocer, cuidar y luego a defender con la determinación de una guerrera.

“Es y sigue siendo un lugar maravilloso”, afirma, al referirse a este pulmón verde de 64 hectáreas que cobija variadas especies, como la Ranita Chilena, el Siete Colores, la Garza Cuca, cisnes, coipos y varias especies de patos.

Al intentar describir qué significa para ella este lugar, sus recuerdos la transportan tres décadas atrás, a aquellos veranos cuando el descenso de las aguas del humedal dejaba al descubierto encantadores senderos que Luisa recorría junto a sus hijos.

_Era como el patio de mis niños, hacíamos caminatas, picnic e incluso los niños disfrutaban jugando a que los árboles eran sus refugios.

Pasados dos años, comenzó a observar movimientos de tierra y faenas de relleno. Se preparaba el terreno para edificar nuevas casas. Algo que en aquel tiempo a nadie parecía preocuparle. “En esa época desconocíamos el valor que tenía un humedal y, menos, entendíamos el daño que le estaban causando”, reconoce.

Su percepción cambió una tarde del 2007, cuando desde la entrada de su casa vio un camión que dejaba caer kilos y kilos de escombros en el humedal. No era la primera vez que observaba esa acción, pero en aquella oportunidad se paralizó al ver cómo una pareja de patos se abalanzaba, con desesperación, hacia la máquina. “Me pareció raro que los patos se fueran en picada en contra de esa tremenda mole, pero luego caí en cuenta que era primavera y que seguramente sus huevos o sus polluelos habían quedado aplastados por los escombros”.

Aquella situación, dice, fue como un botón de encendido de su trayectoria como activista ambiental. “Ese mismo día prometí que me iba a dedicar a proteger y a defender a las especies de nuestro humedal, costara lo que costara”. 17 años lleva en esta lucha que, para ella, es un trabajo 24/7. Una labor por la que, por cierto, no recibe remuneración alguna. “Estuve harto tiempo trabajando sola, como Luisa Valenzuela, pero nadie me tomaba en cuenta, incluso la gente se refería a mí como la vieja que cuida el pantano”, recuerda, pero nada la amilanó. “Buscando en Internet me di cuenta de que había grupos que defendían espacios como el mío. Reuní a vecinos que querían colaborar y, juntos, fundamos el Comité de Defensa y Restauración del humedal Vasco de Gama.

El 8 de marzo del 2008 fueron recibidos por primera vez en una audiencia en el municipio de Hualpén. Ese día las autoridades comunales conocieron también a la mujer que les prometía convertirse en la guardiana del humedal. De hecho, años más tarde, trabajó codo a codo con ellos para conseguir que el Vasco de Gama-Chimulfe fuera reconocido como humedal urbano para asegurar, legalmente, su conservación, a través de la protección de su biodiversidad.

Conocimiento y acción

Para comunicar de mejor manera la urgencia de su causa, comenzó a realizar cuanta capacitación pudiese ayudarle a entender las complejidades de estos ecosistemas naturales. ”Me formé como dirigente vecinal, tengo cursos  sobre restauración y delimitación de humedales, sobre cambio climático, soy monitora ambiental y de calidad de agua, incluso tengo un laboratorio móvil para medir algunos bioindicadores que dan información sobre la situación del humedal”, cuenta. El último desafío fue un curso de guía de turismo con mención en inglés. Le costó aprender el idioma, pero jamás faltó a las dos clases que tenía en la semana y a las salidas a terreno de los sábados.  “Todas estas herramientas me han ayudado en este trabajo de conservación, porque ya no nos pueden decir cualquier cosa para que nos quedemos tranquilos o darnos soluciones que, ahora, gracias a nuestros estudios, sabemos que son inviables para este espacio, como la idea de canalizar el humedal que apareció tiempo atrás”.

Incluso, confiesa, que si hace 29 años hubiese contado con la información que tiene hoy, jamás habría comprado una casa que se construyó sobre un humedal. “Porque nuestra defensa no es solo del ecosistema, también trabajamos por la sobrevivencia de nuestra población, porque cuando rellenan el humedal, provocan que se desplacen las napas hacia nuestras viviendas. Mi casa, por ejemplo, está inclinada, hemos tenido problemas de socavones y nos bajó mucho el terreno. Aquí, tú haces un hoyo a lado de nuestras casas y encuentras agua a menos de un metro de profundidad”, advierte.

Sangre, sudor y lágrimas

“Cuando se graduó mi hijo menor, decidí dedicarme 24/7 a defender este humedal. Por eso, no importa qué esté haciendo: si siento un ruido o veo un camión dentro del humedal, parto a grabar y a tomar fotos para adjuntar pruebas a las denuncias que hacemos en contra quienes no respetan este espacio”, dice.

_ ¿Aunque esté en una reunión familiar? “Claro, porque no puedo quedarme de brazos cruzados viendo cómo las aves o la misma rana chilena, que habita acá y que está en peligro de extinción, mueren aplastadas. Hace unos años, mientras intentaba detener a una retroexcavadora que estaba apilando basura, resbaló y cayó de manera violenta sobre los escombros. El resultado fue una fractura en una de las vértebras de su espalda. “Literalmente, esta lucha me ha costado sangre, sudor y lágrimas”, enfatiza.

Aún queda mucho por cuidar

El 17 de septiembre del 2024 se realizó la ceremonia donde el Vasco de Gama – Chimalfe fue declarado como Humedal Urbano. Luisa rememora que durante el evento, apareció una pareja de patos que le recordó cómo se inició su trabajo en el activismo ambiental.

Hoy, Luisa Valenzuela es delegada de Medio Ambiente de su junta de vecinos, integrante de la Red de Humedales Biobío y de la Red Plurinacional de Humedales. Pero también es madre de tres hijos y orgullosa abuela y bisabuela. Sabe, cuenta, que su lucha por el humedal le ha quitado mucho tiempo a su familia, a la que agradece por comprender su causa. “Hoy para mí es un tremendo logro haber visto que nuevamente nacieron cisnes en el humedal o que la garza cuca, la más grande de Chile, volvió a habitarlo”. “Por eso sigo trabajando, porque si el Vasco de Gama ha aguantado tanto, yo también tengo que hacerlo”, expresa.

_¿O sea que su lucha no se terminó con la declaratoria de humedal urbano?

_Para nada, quedan otras etapas todavía. Diría que estamos recién empezando.

 

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