Subida en un andamio, al igual como lo hiciera su padre a principios de los ‘40, la hija de Gregorio de la Fuente se reencuentra de cerca con la obra que la embarcaría junto a su familia en una aventura hasta Concepción. Se emociona al contemplar el trabajo de su artista más querido, pero asegura que detrás del imponente mural situado en el salón de actos del Gobierno Regional existe, además, un patrimonio frágil e invaluable que está en peligro de desaparecer y que ella quiere dejar a la capital regional.
Por Ximena Perone
Es marzo en Santiago. Los 30 grados que marca el termómetro se intensifican dentro la “casa taller”, una pequeña construcción de madera a la que se accede por una empinada escalera, antecedida de un patio colorido, inundado de plantas, con un parrón que parece refrescar la vida en el verano capitalino y la figura protagónica de un cactus de varios metros de altura, cuya historia es fascinante.
Éste es el lugar escogido para iniciar una bucólica conversación con María Alma de la Fuente, hija de Gregorio y Aída, que conserva en su memoria pasajes de su vida y que simbolizan, a su vez, el testimonio fiel en la biografía de uno de los artistas más influyentes y destacados que ha tenido nuestro país.
La infancia en el parque Ecuador
Tras el terremoto de 1939, Concepción sufrió la destrucción de la mayoría de las construcciones de adobe y de sus edificios, entre ellos la Estación de Ferrocarriles. Su renovación fue parte de la reconstrucción de infraestructura pública impulsada por el gobierno de Pedro Aguirre Cerda, y que contempló en el nuevo y vanguardista espacio, la creación de un mural al fresco. Sería la primera obra de estas características impulsada por el Estado de Chile en un edificio público.El joven artista Gregorio de la Fuente, alumno de Laureano Guevara, quien ya había participado como ayudante de Xavier Guerrero y David Alfaro Siqueiros en los murales de la Escuela México en Chillán, ganó el concurso público y comenzó así los trabajos del gran mural en la capital penquista. María Alma tenía apenas dos años cuando vio por primera vez el Bío Bío.
-¿Qué imágenes pudiste construir de esa estada en Concepción?
“Yo no tengo nitidez de aquellos paisajes, pero por las fotos y por las sensaciones que guardo, recuerdo que vivíamos en unos pabellones muy modestos en la alameda vieja (parque Ecuador), que fueron levantados con posterioridad al terremoto del ‘39. Era una vivienda oscura, con un baño de cemento, un calefont a alcohol…pero también me acuerdo de muchos juegos en el parque, muchos niños. Jugábamos con los hijos de Berchenko y Alicia, que vivían en las cercanías y que con mis padres tenían mucha amistad”.
El destacado artista penquista, Adolfo Berchenko, fue el fundador y director de la Academia Libre de Bellas Artes de Concepción entre 1942 y 1949. También había postulado al concurso público del mural de la Estación, que finalmente fue adjudicado a Gregorio de la Fuente. En este contexto se conocen y se hacen compadres y amigos.
Los trabajos del mural se realizaron en casi tres años. De aquella época en la ciudad, María Alma de la Fuente recuerda que siempre estaban rodeados de amigos con quienes salían a todas partes. “Los paseos a Dichato, al cerro Caracol, a Laraquete, a Contulmo…y siempre con los Berchenko. La esposa de Adolfo era muy amiga de mi madre. Eran mujeres muy alegres, de risa fácil… Eran comadres. Pero evidentemente todo giraba en torno a los trabajos que estaba haciendo mi padre. Si preguntábamos ¿dónde está el papá?, la respuesta siempre fue: ‘Está pintando en la Estación’. Mi madre le preparaba la comida cada día y partía con la vianda sobre su bicicleta rumbo a la obra”.
-De hecho en el mural aparece una mujer sobre una bicicleta, que es tu madre…
“Sí, y esa bicicleta aún existe, está aquí en mi casa, incluso conservo la boleta de compra… también aparece nuestro perro Rilán, mi padrino y muchas personas conocidas de mi padre que en ese momento hacían de modelos. También aparezco yo, de niña, sosteniendo su mano”.
El mural al fresco Historia de Concepción, que abarca 280 metros cuadrados, fue inaugurado después de casi tres años de intenso trabajo, el 19 de enero de 1946, constituyéndose en un hito en la historia del muralismo en Chile. Los visitantes y turistas que llegaban hasta la ex estación ferroviaria contemplaban en la obra su propia historia y el devenir de la Región del Biobío. En esta recopilación e investigación sobre la realidad del territorio, Aída Delgado, mamá de María Alma, jugó un papel relevante y casi desconocido.
-Ella fue una figura clave en la ejecución de este mural, pero poco se sabe de aquel aporte.
“Todo lo que significó la geografía política y humana de la zona, toda esa documentación se la proporcionaba mi madre. Ella se iba a la biblioteca a documentarse y
entregaba esa información al pintor, a mi papá. Mi madre creyó y apostó por el talento de este hombre, porque nadie creía en él. Era joven, pintor, alocado, pobre, medio hippie. Ella fue su apoyo, pero a cambio se postergó y se dedicó a hacer que la economía de la casa funcionara, porque era un profesor con seis hijos, y comprenderás que mi padre era educado, atento, creíble, solidario, respetado, pero él no sabía cuánto costaba un kilo de pan. Él vivía en su mundo. Era ella la que administraba todo. Entonces detrás de todos estos ‘éxitos’, está la figura de mi madre”.
Aída conoció a Gregorio cuando ella tenía 25 años y cursaba tercer año de Derecho en la Universidad de Chile, carrrera que tras su encuentro con el artista finalmente no concluyó. Se enamoraron y además ella se hizo cargo de los cuatro hijos del primer matrimonio del artista, Rosa Marina, Morena, Gregorio y Malva, más los dos hijos de ambos, María Alma y Pablo. A Concepción sólo los acompañaron los dos menores, pero una vez concluida la obra del mural en la capital regional, regresaron a Santiago. Una mejor situación económica les permitió adquirir una casa en un sector de Ñuñoa, que con el tiempo pasó a ser parte de la comuna de Macul, donde por fin pudieron vivir todos juntos.
La casa taller y el cactus de Frida
Es la misma casa de la entonces denominada calle Sorrento, hoy rebautizada como calle Gregorio de la Fuente. Es una vivienda construida en la década del ‘40, en madera y cubierta de tejas de albañilería. Sentada en un sofá enrojecido y a espaldas de una ventana amplia que deja pasar la luz de la tarde, figura María Alma con un cigarrillo en su mano derecha, dispuesta a abrirnos su corazón, sus recuerdos y también sus miedos.
Es una casa que guarda la vida de la familia y también la época de máxima plenitud artística de su padre. Son muchas las historias, las fiestas y las tertulias que transcurrían en este lugar.
“Al quinto o sexto año de llegar a la casa de Sorrento, mi papá necesitaba un espacio para su creación y decidió levantar en el patio su casa taller. Recuerdo que había mucho flujo de personas, de amigos, de invitados. Muchos músicos, escritores, artistas…hasta aquí llegaba Pablo de Rokha, Samuel Román, Francisco Coloane, la Chela Lira, pintora; el grabador Carlos Hermosilla. Venía mucha gente y muy diversa a conversar, a compartir”.
Son varias las obras que se pueden admirar en el patio interior de esta casa, pero la vista se va hacia un mural de mosaico, llamado Las Lavanderas, de 165 por 111 centímetros, que fue creado en 1959 por el artista. No es la única pieza con valor artístico, emocional y también patrimonial en este lugar. Antes de disponernos a subir por la empinada escalera que conduce hacia el segundo piso y taller, un cactus de enormes dimensiones nos hace frenar la mirada. Debe medir cerca de seis metros y parece dispuesto a seguir subiendo camino al cielo.
-Sabemos que este cactus tiene una historia particular. ¿Cuál es?
“Mi padre, unos años después de terminar el mural en Concepción, viaja a México a empaparse más de la cultura, del muralismo mexicano, quería estar ahí, in situ, con Orozco, Siqueiros, Rivera. Los conoce y con algunos de ellos surge la amistad. Mi padre estuvo en la casa de Frida Kahlo y Diego Rivera, comparte con ellos. Fue ahí cuando se trae en una cajita de fósforos, dos pedacitos de un cactus obsequiado por Frida. Uno de ellos murió y el otro es éste, que es maravilloso y que queremos conservar”.
Pero no es lo único que María Alma (75) y su hermano Pablo (72) quieren proteger. Es el espacio en su conjunto: la casa taller, el cactus y las obras del pintor.
Patrimonio en peligro
Actualmente, María Alma de la Fuente enfrenta una compleja situación. Su casa y la que fuera de su padre, está en el ojo de la expansión inmobiliaria de Macul. Varias de las viviendas que le rodean ya han sido compradas con el fin de construir enormes edificios. Ella se encuentra agobiada y presionada por esta vorágine, que amenaza con destruir no sólo su hogar y la vida del barrio, sino que además el entorno más íntimo y creativo de Gregorio de la Fuente.
Es por ello que hace algunos años, su hermano Pablo, que vive en Madrid, inició una cruzada para poner en valor y reivindicar el aporte de su padre al arte en Chile. Gracias a ese esfuerzo se concretó la anhelada restauración del mural Historia de Concepción, que encontró apoyo en el Gobierno Regional y que aportó los fondos necesarios para iniciar los trabajos de recuperación. El mural presentaba un visible deterioro causado por el paso del tiempo y por las grietas provocadas por el terremoto de febrero de 2010.
El vínculo emocional con Concepción
Tanto para María Alma como para Pablo, el vínculo artístico y emocional que tuvo Gregorio de la Fuente con Concepción es innegable. Es por ello que ante la inminente desaparición del patrimonio que atesoran, sienten que es esta ciudad y no otra, la que debe resguardar y proteger el legado y patrimonio de su padre.
“Nosotros queremos que este taller o lo que existe en su interior vaya a Concepción, ése es nuestro mayor sueño. Que lo guarden, que lo conserven, que lo muestren con todas sus herramientas, con sus cuadros, sus dibujitos y que la gente conozca íntimamente donde creaba Gregorio de la Fuente. Cómo no van a querer conservar este espacio, y lo que significa este taller…(silencio), porque estas casas se van a tirar, ésa es la verdad. Macul fue invadido por las grandes inmobiliarias que no tuvieron ningún freno por la autoridad comunal. Aquí se estropeó la vecindad, frente a esta casa se van a tirar otras seis. Vamos a quedar rodeados de edificios de 20 pisos”.
María Alma y su familia no cuentan con los recursos para llevarse el taller a otro lugar. Por ello surgió la idea de buscar apoyo en Concepción para levantar un espacio, sala o museo que lo albergue y que, a su vez, se vincule no sólo con el mural Historia de Concepción, la principal obra del artista, sino también con la presencia del muralismo en la Región, de la mano de otros exponentes destacados como, por ejemplo, Julio Escámez, David Alfaro Siqueiros o Jorge González Camarena.
La disposición del alcalde Álvaro Ortiz es positiva. Conoce y comparte el valor que simboliza para Concepción poder contar con un patrimonio de estas características y ha ofrecido junto a su equipo de cultura, algunas alternativas que la familia está evaluando. El escenario ideal es poder contar con un espacio donde se exhiban sus objetos, bocetos, pinturas, mosaicos, herramientas y que éstos puedan ser apreciados por la comunidad, en un lugar acorde con la figura del artista.
“Esto es cosa de voluntades y de ponerse de acuerdo, nosotros no queremos dinero, queremos protección, resguardo y creemos debe ser de carácter público. Y sumado a esto queremos crear una fundación que vele por este patrimonio y que lo gestione. Yo creo que éste es un buen impulso que debemos aprovechar”, agrega María Alma.
Y no es cualquier impulso. Una hermosa sincronía se deja ver en torno a la figura de Gregorio de la Fuente y a los murales. La actual restauración de su mural, la exposición de 15 bocetos inéditos realizados por el artista en la etapa preparatoria de la obra, ejecutada por la Dirección de Arquitectura del MOP, y la realización de una serie documental llamada MURALMA, iniciativa de UAU Comunicaciones, que devela el alma oculta tras los murales en Concepción y Chillán, no es más que la muestra concreta de la existencia de un patrimonio relevante para este territorio y que, por lo tanto, todos los esfuerzos que se hagan en pos de resguardar esta herencia cultural, son necesarios y urgentes.