Una ciudad que se precie de tal debe poseer un sinfín de servicios para sus habitantes no pudiendo faltar hospitales, bancos, colegios, recintos deportivos, terminales, iglesias, hoteles, universidades, etc. Y si bien todos ellos son muy importantes para el quehacer diario, hay uno que entrega múltiples aportes y no siempre es valorado por esta gran característica. Me refiero al “Mercado”. Sí, a ese espacio central que permite que convivan en él cocineras, artesanos, vendedores de frutas, carnes, pescados, mariscos, hierbas medicinales, cerrajeros, floristas y por sobre todo, lo más valioso: “gente”. Ciudadanos comunes y corrientes que se desplazan hacia y desde su interior en busca de uno de los sencillos productos antes mencionados.
En nuestros alicaídos mercados hoy podemos almorzar, por módicos precios, preparaciones que evocan ese cariño con el cual nos cobijaron los almuerzos familiares. Cómo no llamar de inmediato a nuestra imaginación esa cazuela de pollo o de vacuno servida con ese detalle de perejil recién picado al plato, o esas humitas que podíamos disfrutar sólo un fin de semana y que hoy lo podemos hacer sentados en una humilde cocinería del mercado, por supuesto, acompañada de una ensalada a la chilena con cebolla bien amortiguada para poder volver tranquilo al trabajo.
En pleno invierno me ha tocado revivir mi cuerpo después de un aguacero con un suculento plato de picarones y también he tenido el placer de aplacar el voraz apetito con un potente plato de porotos con bistec.
También hay días en que sólo un mariscal frío o caliente puede recuperar a una bohemia velada, eso sí acompañado del único té que marea. Quien no sepa a qué me refiero, debe ir al mercado de Concepción y solicitar un “tecito” para acompañar la comida, manjar de nuestros valles locales siempre frutoso y aromático.
Los liceanos saben muy bien que para capear la fatiga producida por la larga faena matinal, nada mejor que un par de sopaipillas, y si el presupuesto es mejor, por qué no una leche con plátano, más un par de empanadas de queso.
Si bien son muchas las ofertas y los públicos que conviven al interior de nuestro mercado, todos ellos tienen algo en común, que es el aprecio por aquello que fue elaborado con oficio y cariño y que no es reemplazable por un moderno snack fast-food
Hoy son muchas las amenazas que afectan a nuestros mercados centrales. Esperamos con muchas ansias que las autoridades respectivas sean capaces de valorar la importancia que tienen estos lugares para las ciudades y sus habitantes y, más aún, para las visitas deseosas de conocer nuestras tradiciones.
Luis Endía Bilbao
Director de Carrera área Hotelería, Gastronomía, Turismo y Nutrición
INACAP Concepción -Talcahuano
Miembro de Chile Chef