Un 41 % subieron en la última semana los contagios por coronavirus en Europa. Una alarmante cifra que lleva al Viejo Continente a totalizar más de 10 millones de casos y a lamentar más de 280 mil muertes desde que partió la pandemia, hace ya 10 meses.
Y es que, aunque el verano europeo desplazó el foco principal de la crisis sanitaria a América, su otoño trajo con fuerza la temida “segunda ola”, obligando a países como Francia, Italia, España o Alemania a implementar nuevos confinamientos, y a volver a severas medidas de restricción como única forma de intentar frenar la enfermedad.Y es que, aunque el verano europeo desplazó el foco principal de la crisis sanitaria a América, su otoño trajo con fuerza la temida “segunda ola”, obligando a países como Francia, Italia, España o Alemania a implementar nuevos confinamientos, y a volver a severas medidas de restricción como única forma de intentar frenar la enfermedad.
El rebrote está golpeando con fuerza a Europa, donde en la última semana al menos 14 países alcanzaron cifras récord de ingresos a hospitales de contagiados por Covid-19. Por ello, las limitaciones a la libertad de movimiento; tiendas, restaurantes y un sinfín de locales cerrados por un tiempo indefinido, y sectores completos de la economía paralizados son nuevamente parte del panorama.
En nuestro continente, en tanto, son varios los países, como Estados Unidos y Brasil, que encabezan la lista de las naciones con más contagios de coronavirus, todos avanzando en distintos puntos de la evolución de la enfermedad. Así, por ejemplo, mientras en EE.UU. ya se habla de un rebrote, en países como el nuestro ni siquiera se ha logrado bajar la cifra diaria de contagio lo suficiente como para pensar en finalizar la “primera ola”.
Este desfase, que lleva a Europa a la delantera de lo que ocurre con la crisis sanitaria, le brinda a América, y a Chile, en específico, una increíble oportunidad: la de observar el desarrollo de la pandemia y los resultados de las medidas implementadas, con el tiempo suficiente para aprender de sus aciertos y, mejor aún, para evitar cometer los mismos errores.
Sin embargo, las cifras parecen indicar que no hemos aprovechado el privilegio de mirarnos en el espejo europeo, que nos ofrece sacar lecciones y replicar las experiencias exitosas de aquellos países que han logrado “ganarle” al virus, con números mínimos de contagios y muertes.
Pero aún es tiempo. Sabemos que la segunda ola de coronavirus en Europa comenzó cuando sus países comenzaron a abrir sus fronteras, las personas se volcaron masivamente a los espacios públicos y, sobre todo, cuando se empezó a observar un sostenido relajo de las medidas preventivas, tendientes a protegerlos del contagio.
Es cierto. Todos estamos experimentando la llamada “fatiga de la pandemia”. Extrañamos reunirnos con nuestras familias y amigos. Estamos cansados de no poder movernos libremente o de no poder tomar vacaciones o salir un fin de semana. Queremos volver a abrazar a nuestros seres queridos, y ya no tener que usar mascarilla en todo momento. Sin embargo, a la luz de lo que se vive en Europa, estas medidas preventivas y las restricciones que se nos imponen son necesarias. Y hoy, más que nunca.
Más allá de las consecuencias sanitarias, y los incalculables costos en términos de vidas humanas, el prolongamiento de esta primera ola o, peor aún, la aparición de una segunda trae aparejados potentes efectos económicos y sociales, derivados de pedir a las familias hacer cuarentena, y a las empresas parar sus operaciones.
Por ello, el duro rebrote que se vive en Europa debe alertarnos y movilizarnos, de modo de no llegar a su actual condición. Más que como gobiernos, como ciudadanos conscientes e informados.
Basta de salir a vitrinear, “porque estoy aburrido”; de no usar mascarilla, “porque me molesta”; de buscar excusas para juntarse en reuniones sociales, o de confiarse de una pequeña baja en el número de contagios, de la minimización de los toques de queda o de que la comuna en que vivo salió de cuarentena.
En esto no hay soluciones mágicas. Con el virus presente, y aún sin una vacuna que lo pueda combatir, debemos mirar a quienes van más adelante, aprender de sus equivocaciones y sacar lecciones. Solo con autocuidado y mucha responsabilidad podremos salir de esta primera ola victoriosos, y no tener que lamentar que nos golpeé una segunda.