Karla Pozo
Investigadora y docente de la Facultad de Ingeniería Arquitectura y Diseño USS.
Los desafíos para las mujeres en la producción del saber científico han sido enormes. Su participación en las disciplinas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) ha sido clave para el avance de la sociedad en diversos ámbitos. Como bióloga marina, tuve la oportunidad de realizar un doctorado en Italia y un posdoctorado en Canadá, lo que me permitió acceder a nuevos conocimientos y tecnologías innovadoras. Estas experiencias no solo ampliaron mis horizontes, sino que también me brindaron valiosas conexiones en el mundo académico y científico. De ahí surge un mensaje fundamental: el acceso a la educación marca la diferencia. El conocimiento no solo impulsa el crecimiento personal, sino que también fortalece la capacidad de opinar y proponer soluciones.
Hoy somos muchas las que hemos impulsado la frontera científica. Sin embargo cifras de la Organización de la Naciones Unidas (ONU) indican que solo el 33% del personal de investigación está conformado por mujeres, lo cual se transforma en una inspiración para motivar su participación en temas trascendentales como el medioambiental.
“La pregunta es: ¿seremos capaces de seguir viviendo con una montaña de basura plástica que crece a un ritmo insostenible? Yo, al igual que muchos de mis colegas en la comunidad científica y en la sociedad civil, creo que la respuesta es no. Es imperativo que empecemos a mirar la gestión de residuos de una manera más integral y transversal, que no solo contemple la recolección y el reciclaje, sino también la reducción en el origen del problema”.
La urgencia de enfrentar problemáticas de gran magnitud, como la contaminación por plásticos, es un claro ejemplo de nuestro aporte como investigadoras. Este desafío no es solo global, sino que afecta particularmente a países como el nuestro, donde la interacción entre los hábitos cotidianos y la falta de infraestructura para abordar la gestión de residuos plantea un riesgo directo para nuestra salud y el medio ambiente.
Desde la academia, he tenido el privilegio de participar en proyectos internacionales colaborativos, trabajando con investigadoras notables que me han permitido comprender la gravedad de las sustancias que afectan al planeta, desde contaminantes orgánicos persistentes hasta los microplásticos que ya han invadido nuestros cuerpos. En particular, uno de los focos de mi investigación se ha centrado en la presencia de fragmentos de plástico en lugares insospechados: sangre, leche materna e, incluso, el cerebro humano.
Este fenómeno, aunque alarmante, nos invita a reflexionar sobre la velocidad con que los plásticos han llegado a ser una parte inseparable de nuestras vidas, pero también de nuestros cuerpos. Su consumo irracional, impulsado por la comodidad y la falta de conciencia sobre sus efectos a largo plazo, se ha convertido en una bomba de tiempo que sigue detonando silenciosamente en nuestros océanos, ecosistemas y, ahora, en nuestra salud.
Desde la ciencia, estamos contribuyendo a generar evidencia a través de estudios y protocolos para generar políticas efectivas y resultados concretos que resguarden el futuro del planeta. Y, lo más importante, es la labor formativa que estamos transmitiendo a las nuevas generaciones, generando acceso a nuevo conocimiento que tenga como resultado un cambio cultural.
La pregunta es: ¿seremos capaces de seguir viviendo con una montaña de basura plástica que crece a un ritmo insostenible? Yo, al igual que muchos de mis colegas en la comunidad científica y en la sociedad civil, creo que la respuesta es no. Es imperativo que empecemos a mirar la gestión de residuos de una manera más integral y transversal, que no solo contemple la recolección y el reciclaje, sino también la reducción en el origen del problema. Si logramos articular políticas públicas coherentes, junto con una profunda transformación en la forma en que consumimos, podemos proteger la salud humana y la biodiversidad que aún nos queda.
Actualmente tengo la responsabilidad de liderar varios proyectos de investigación a nivel nacional e internacional, mis colegas la gran mayoría son mujeres (90%), generardo nuevas redes y perspectivas que consideren la inclusión del sector tanto público y privado entre esto la academia, sociedad civil, industria, y gobierno. ¿En busca de qué? generar nuevas iniciativas en investigación.
El cambio está en nuestras manos, pero requiere de un esfuerzo colectivo y un compromiso claro con el futuro, donde las mujeres tenemos mucho por aportar Solo entonces podremos aspirar a un mundo más limpio, más saludable, y en el que las generaciones venideras puedan vivir libres de la contaminación plástica que lamentablemente nosotros mismos hemos creado.