Netflix, Macondo y la crisis de la creatividad

/ 17 de Enero de 2025

Luis Valenzuela
Escritor y académico Universidad Andrés Bello.

Estoy viendo Cien años de soledad, la serie de Netflix que adapta la gran novela del boom Latinoamericano, cuyo impacto global, con 50 millones de copias vendidas, sin contar préstamos y copias piratas, eclipsa cualquier otro relato de la región.

¿Qué decir de nuevo sobre la novela de García Márquez? Poco, es un monumento, carga con la estampa del realismo mágico. Para Mario Vargas Llosa es la novela total; para Álvaro Mutis hay en ella una sustancia mítica que le hace perder la serenidad para juzgarla, para Carlos Fuentes es una crónica exultante y triste, El Quijote americano. Poco puedo agregar, tal vez decir que prefiero El coronel no tiene quien le escriba y su versión cinematográfica de Arturo Ripstein: hay pocas diadas literario-cinematográficas tan magistrales. Pero este no es el punto.

Vuelvo a Cien años de soledad, la serie de Netflix. Dirán que es buena, y sí, lo es. Dirán que logra traspasar y leer con cierto acierto las páginas de Gabo, sí, puede ser. ¿Deja elementos afuera? Claro, imposible captar todo, lo importante es la autonomía que logra. Pero en esta pasada, lo anuncio desde ya, me interesa otra pregunta para intentar responder por qué Netflix, la plataforma de entretención que domina la industria de la ficción y no ficción audiovisual al punto de hacer tambalearse a la agonizaste industria del cine y la televisión, como soportes agonizantes del siglo XX, decide adaptar la gran novela latinoamericana para el mundo.

Durante la pandemia vi en Netflix Lo and behold, de Werner Herzog. Un documental que muestra de manera dialéctica, incluso manierista, lo positivo y lo negativo de Internet, concluyendo, espóiler o destripe mediante que, a juicio de los expertos, su desborde informativo y de exposición de las redes sociales hace mella en diversas formas creativas de nuestro presente. Lo paradójico es que Herzog hace la crítica en un medio que se maneja a sus anchas en internet. Por cierto, Netflix aloja varios documentales que critican de alguna forma a la industria actual y a Internet, lo que en ningún caso daña el modelo de negocios ni al capitalismo global que lo administra.

Esto me recuerda a Mark Fisher, quien afirmaba que todo anticapitalismo alimenta al capitalismo. La paradoja está presente en nuestras vidas.

La falta de novedad que levanta Herzog y que replica Fisher en Los fantasmas de mi vida, se sostiene en la falta de tiempo para crear, en el predominio de la información desbordada por sobre la imaginación y en cierta nostalgia que bloquea lo nuevo.

“Las adaptaciones literarias al cine no son nuevas, es cierto, tal vez el gesto de insistir en ellas sea parte de una práctica que forma parte de los inicios y desarrollo de la industria audiovisual. Pero ¿cómo leemos y comprendemos esa merma en la creatividad que nos anuncian Herzog y Fisher, entre otros intelectuales de la época? ¿Existe una crisis de la creatividad en la compulsión por la saga cinematográfica o literaria? La fábrica de salchichas en su máxima expresión, tal vez”.

Revisemos algunos ejemplos de la alicaída industria cinematográfica que podrían evidenciar esta crisis de la creación en tiempos de Internet. Por un lado, pensemos que este siglo XXI nos entrega un cine atiborrado de sagas y el abuso de la nostalgia. Las sagas exprimen el éxito de una película hasta el exceso, como en Rápido y furioso (de la 1 a la 10) o las treinta películas del Universo Cinematográfico de Marvel. Luego surge la continuación de sagas después de años o décadas, continuaciones de películas que vimos en las décadas de los 80 o 90, como Star Wars, Blade runner, Beatlejuice o un anciano Harrison Ford reviviendo a Indiana Jones. Falta que llegue El padrino IV, contando las historias de las nuevas generaciones de la familia Corleone. El aprovechamiento de la nostalgia la vemos desde la intertextualidad de Shrek (también 1, 2, 3 y 4) hasta la (dudosa) necesidad de contar la historia de Barbie. Agrego el auge del cine histórico o el biopic, que recupera y convierte en tendencia a figuras como Freddy Mercury o Bob Marley .

Por otro lado, en Argentina, en donde la industria audiovisual tiene una relación muy directa con la literatura, me cuentan algunos escritores que Netflix y otras plataformas de entretención compran los derechos de novelas y los sostienen durante un año, a veces para bloquearlas y que la competencia no cuente con ellas, y a veces para intentar producirlas y estrenarlas en sus plataformas. Sin embargo, en este gesto de compra compulsiva de derechos se aprecia también una apuesta por una creación probada, a contrapelo de un trabajo más largo de guion. En ese sentido, el guionista trabaja menos tiempo porque la idea preconcebida ya está probada. ¿Optimización de recursos? Sí. ¿Menos tiempo para desarrollar una creación? También.

Las adaptaciones literarias al cine no son nuevas, es cierto, tal vez el gesto de insistir en ellas sea parte de una práctica que forma parte de los inicios y desarrollo de la industria audiovisual. Pero ¿cómo leemos y comprendemos esa merma en la creatividad que nos anuncian Herzog y Fisher, entre otros intelectuales de la época? ¿Existe una crisis de la creatividad en la compulsión por la saga cinematográfica o literaria? La fábrica de salchichas en su máxima expresión, tal vez.

La serie Cien años de soledad refleja la contradicción de su originalidad basada, por un lado, en el realismo mágico que cautivó al mundo en los años sesenta, sustentada en el imaginado Macondo y en la imaginación de Aureliano Buendía; y en su adaptación, en tiempos de crisis creativa, donde pasa a ser una pieza más del engranaje de la plataforma audiovisual más grande del siglo XXI, ¿ya no habrá un nuevo Macondo? ¿Existe la posibilidad de un nuevo gran relato?

En tiempos de sagas, remakes, pastiches y retromanía, solo nos queda volver y repetir. No queda espacio para la novedad, solo la cita y el refrito, que, sin duda, me dirán, a veces tiene buen sabor.

Por ahora, sigo viendo Cien años de soledad en Netflix: la paradoja de quien critica a la plataforma y la necesita para seguir consumiendo. Por cierto, seguiré luego con Pedro Páramo, a la espera de que nuevos relatos vengan a poner fin a la era de las sagas o eternizar el Universo Marvel y Rápido y furioso en su versión 20.

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