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Durante los últimos años, el trueque se ha puesto de moda en Concepción, impulsando un sistema de economía colaborativa basado en la confianza y la solidaridad. En este nuevo modelo de consumo responsable, que prolifera gracias a las redes sociales, las mujeres la llevan. Ya son miles las que disfrutan las ventajas de cambiar cosas que no utilizan por otras que necesitan. Y lo mejor es que no solo ahorran, sino que también generan lazos entre ellas.
Por Cyntia Font de la Vall P.
En pleno siglo XXI, el regreso del trueque como mecanismo para adquirir productos y servicios sin dinero de por medio, ha venido a apoyar la economía familiar de cientos de mujeres del Gran Concepción.
Ignorando las ofertas del retail, y las grandes oportunidades que ofrece el comercio online, han decidido hacer carne el concepto de sororidad y unirse para salir adelante, intercambiando cosas que no usan por otras que necesitan.
Si bien la idea aparece como una potente innovación social, la práctica del trueque se remonta a miles de años, cuando griegos y fenicios o, más cerca: incas, mayas y aztecas, intercambiaban lo que producían con naciones o pueblos vecinos.
También nuestros pueblos originarios vieron en este modelo una buena forma de obtener lo que necesitaban y, hasta hoy, en localidades del centro y sur de Chile -mayoritariamente-, es común la organización de trafkintüs, ceremonias en las que los participantes intercambian semillas, hortalizas, plantas medicinales, productos de elaboración casera y, también, saberes.
En los últimos años, este sistema de intercambio ha resurgido en gloria y majestad, llegando a las grandes urbes para permitir a las personas acceder a productos que de otra forma no podrían obtener. Un buen ejemplo de esto es Argentina, donde -fruto de la difícil situación económica imperante- sus habitantes han reactivado los clubes de trueque, tristemente célebres en tiempos del recordado “corralito” en 2 0 0 1 , época en que se estima que más de 2 millones de trasandinos participaban de estos espacios.
Pero no es necesario cruzar la cordillera, y ni siquiera salir del Biobío, para ser parte de estos intercambios. En el Gran Concepción han surgido varias comunidades que han visto en el trueque una buena alternativa no solo para obtener cosas de primera necesidad, sino también para darse algunos gustos, ahorrar dinero y cuidar al planeta.
Las mujeres la llevan
Basta con ingresar a Facebook y buscar “trueque” para encontrar al menos una decena de grupos dedicados a este sistema en la zona. Los más masivos están conformados solo por mujeres, y tienen la calificación de “secretos”, lo que implica que no pueden ser encontrados por nadie que no haya sido previamente invitado por alguna de sus integrantes.
Uno de ellos es Trueke solo mujeres Concepción 2.0, que tiene más de 1.400 participantes. Constanza Roa (27), una de sus administradoras, detalla que hace dos años Javiera Cuello
creó un grupo femenino de trueque que llegó a tener casi 5 mil miembros. Sin embargo, debido a la reiterada publicación de medicamentos, algo no permitido en Facebook, la plataforma social cerró el espacio.
No pasó mucho antes de que decidieran abrir otro, esta vez incluyendo como una de sus administradoras a Constanza, quien cuenta que siempre vio el trueque como algo usual: “Con mi mamá lo hemos practicado toda la vida como parte de nuestra cultura. Mi abuela es mapuche, y vivía del trueque, así es que crecí viendo los intercambios. Por eso, cuando supe que esta tendencia había llegado a Facebook lo encontré muy bacán”, dice.
Las reglas en este grupo son claras: no se acepta la venta de productos (ni siquiera por inbox), publicaciones con precio o que no especifiquen lo que se busca a cambio, ni peticiones u ofrecimiento de drogas ilícitas, de anticonceptivos u otros medicamentos. “Tampoco se aceptan permutas, que implica tratar de equiparar el precio entre el producto que ofreces y el que te dan a cambio. En el trueque lo importante no es el valor monetario de algo, sino cuánto lo necesitas… Si yo tengo un sillón que no uso, pero no tengo aceite… y tú necesitas donde sentarte y tienes botellas de aceite que te sobran, podemos trocar esos productos sin ningún problema”, explica Constanza.
Es así que ella misma ha obtenido de los trueques alimentos,electrodomésticos, ropa y coches de paseo para su hijita, además de insumos para su línea de fitocosmética natural.
El año pasado, con meses de anticipación comenzó a reunir los útiles escolares que le pedían a su pequeña Pascuala en el jardín infantil al que ingresaría. “La lista me salía más de cien mil pesos, pero logré conseguir todo gracias al trueque”.
En su opinión, grupos como el que ella administra tienen unarelevante función económica, social y política. “Cuando las niñas se enteran de que pueden obtener lo que necesitan sin necesidad de tener dinero, se entusiasman. Sin embargo, a veces, actúan irresponsablemente y no respetan las reglas, sin medir las graves consecuencias que eso puede tener, como el cierre del grupo, por ejemplo. Si Facebook nos cierra, hay chicas que quedan sin acceso a cosas básicas, como alimentos o ropa para sus niños, y sin el apoyo del resto de nosotras, porque esto va más allá de generar una economía colaborativa, nos permite ser parte de una red de ayuda. Más de una vez hemos ido en apoyo de mujeres que echaron de sus casas, que se quedaron sin pega o que no tienen cómo mantener a sus hijos, y no las ayudamos por trueque: nos organizamos, reunimos muebles, ropa, alimentos, y se los llevamos sin pedir nada a cambio. Ese es el espíritu del grupo, eso es empatía y verdadera sororidad”, detalla.
Ganar-ganar
La Comunidad de trueque femenino Concepción es otro buen ejemplo de estos espacios de colaboración entre mujeres. Este grupo, con más de 1.300 integrantes, fue creado -tal como se explica en su página de Facebook para generar “un ambiente de buena onda en donde podamos ayudarnos mutuamente y hacer circular las cosas que ya no usamos, no queremos o no necesitamos, brindándole a otra persona la oportunidad de darle un nuevo uso”.
Y así lo reafirma la estudiante de la carrera de Nutrición, Romina Aguín (23), una de las administradoras de este grupo de trueque creado hace dos años, quien señala que este tipo de iniciativas tiene múltiples beneficios. “Nos permite cambiar nuestra forma de consumir, acceder a productos o servicios que queremos o necesitamos, conocer a otras mujeres y optimizar los recursos, porque este modelo implica gastar menos, comprar menos y, por lo mismo, generar menos desechos”, especifica.
“Nos permite cambiar nuestra forma de consumir, acceder a productos o servicios que queremos o necesitamos, conocer a otras mujeres y optimizar los recursos, porque este modelo implica gastar menos, comprar menos y, por lo mismo, generar menos desechos”
Y quizás sea este concepto de ganar-ganar lo que ha convencido a miles de mujeres penquistas de ser protagonistas de esta estrategia económica, que les permite intercambiar alimentos, ropa, libros, artículos de decoración o de belleza, tortas, plantas y hasta servicios de peluquería o de manicure, así como optar a terapias complementarias o a servicios odontológicos.
El grupo administrado por Romina está más normado que el de Constanza. Con ello se busca ordenar las transacciones y regular la práctica del trueque, como una forma de proteger a las integrantes de esta comunidad virtual. Solo admiten nuevos miembros un par de veces al mes, y las postulantes deben responder algunas preguntas y leer detenidamente el post de ingreso, donde se especifican las bases del grupo.
También cuenta con una lista de reportes en el que se pueden denunciar malas prácticas de otras integrantes o acciones que incumplan las reglas. “El grupo es un espacio de confianza.
Entonces, si alguien obra de mala fe y entrega a la rápida un producto en mal estado, y luego bloquea para que no le reclamen, está traicionando esa confianza… En esos casos, el castigo esser eliminada del grupo, porque el espíritu es ayudar, no sacar provecho”, enfatiza.
En ambos grupos participan mujeres de entre 18 y más de 60 años, quienes en octubre pasado vieron dificultada la posibilidad de reunirse para concretar sus intercambios. “Los lugares símbolo del trueque en Concepción son la plaza de tribunales y el mall del centro, espacios que se vieron súper afectados tras el estallido social. Durante las primeras semanas, a muchas les daba miedo venir al centro o, derechamente, tenían otras prioridades… además, son hartas las que van al trueque con sus niños, y no querían exponerlos, entonces la cosa estuvo más lenta”, detalla Romina.
Pero, poco a poco, y ante la necesidad de obtener algunos productos básicos, las mujeres buscaron nuevos espacios de intercambio, acordando reunirse en lugares más alejados del centro, para evitar riesgos.
También en esas semanas volvió a ser panorama juntarse los sábado o domingo en la plaza Condell, o en Laguna Redonda, donde se realizaban pequeñas ferias de trueque. Asimismo, tomaron fuerza subgrupos organizados por comuna, nacidos al alero de estas dos grandes agrupaciones. “Es que, por ejemplo, para las niñas de San Pedro de la Paz, Talcahuano o Chiguayante era más fácil juntarse en sus propias comunas, en vez de venir a Conce, donde todo estaba más revolucionado”, explica Constanza Roa.
Los famosos pies de la Katty
Katherine Concha (28) participa en ambos grupos. Su amplia y deliciosa variedad de recetas dulces y productos de banquetería la han llevado a hacerse famosa en estas comunidades, donde sus preparaciones figuran entre las cosas mejor cotizadas a la hora de hacer trueques, sobre todo sus pies de limón, que se han vuelto legendarios.
Si bien su trabajo formal es como guardia de seguridad en una tienda de retail, sus talentos culinarios -heredados de su padre chef- la han llevado a poder ganar “unos pesos extras” con lo que ofrece en su página de Instagram: @javitos_mom, donde es posible observar lo versátil de su oferta gastronómica.
Hace más de un año que participa en los grupos de trueque y dice que ha sido una buena experiencia. “Al principio hacía muchos intercambios, más de 10 por semana, tratando de juntarlos todos en un solo día… aunque eso significaba que me volvía loca cocinando. Una vez llegué hasta el mall del centro con 12 pies de limón para trocar, además de otras cosas… pero de todas las niñas, nadie me falló. Ese día me vine a la casa con ropa, libros,
cuentos para mis hijos, productos para mi niña…”, recuerda.
Katty, quien vive con sus dos hijos en casa de su padre y su abuela, enfatiza que las cosas que hoy tiene son gracias al trueque. “Mis niños tienen ropa de buenas marcas, yo tengo perfumes, productos de belleza, libros caros… he conseguido elementos de cocina, muebles y hasta tratamientos faciales. Incluso, hace poco una niña me cambió una cama de transición por una torta y un cóctel completo. Fue un trueque súper bueno, porque yo ya no dormía bien con mis dos niños en una sola cama”, confidencia, comentando que la pasada Navidad, por primera vez, tuvo un árbol que era suyo, con luces y adornos. “También conseguí por trueque regalos para mis hijos, mi papá y mi abuela”, dice con orgullo.
En el grupo de la Comunidad de trueque femenino Concepción también logró hacer grandes amigas, con las que se reúne una vez al mes a tomar once y a compartir. “Conocí a una de ellas cuando -por trueque- fui a que me hiciera las uñas. Me preguntó por qué me estaba arreglando tanto, y le dije que en dos días era mi cumpleaños y que no tenía plata para hacer nada. Llamó a otras mujeres con las que ambas habíamos trocado antes, y celebramos mi cumpleaños en su departamento… Nunca habíamos conversado tanto entre todas nosotras y, aunque somos súper distintas y tenemos vidas y realidades económicas diferentes, nos caímos bien al tiro… y sin el trueque, nunca nos habríamos conocido”, sostiene.
Trueque verde
En Concepción el único espacio de trueque en Facebook que incluye hombres, y que es más masivo que los dos anteriores, es Amo las plantas Concepción, un grupo público que es liderado y administrado por la ingeniera civil electrónica Josefa Bonilla.
La joven cuenta que fue su abuelo, quien cultivaba “un poco de todo” en su patio, quien le heredó su amor por las plantas, y que desde niña creció “entendiendo lo maravilloso que era sacar directo de la tierra aquello que querías comer. Fue por eso que, ya estando en la universidad, comencé a seguir en Facebook grupos de plantas de distintas partes, pero me daba lata no poder acceder a ellas, porque muchas estaban al otro lado
del mundo”, recuerda.
Fue entonces que, en 2015, decidió crear su propio grupo, y enviar invitaciones para ingresar a él a sus amigos y conocidos. La idea era poder compartir fotos, tips, conocimientos o inquietudes sobre su cuidado.
De a poco, el grupo fue creciendo hasta llegar a cerca de 12 mil miembros, casi todos de Concepción y alrededores. “Esto nació con una meta clara: intercambiar plantas… Alguna vez vi que en no sé qué ciudad había un día al año en que todos sus habitantes salían de sus casas para intercambiar plantas. Incluso había carros alegóricos… creo que era la Fiesta de la Primavera. Desde que vi eso, mi sueño era lograr algo así”, cuenta.
Sin embargo, el año pasado Facebook cerró el grupo, disgregando a esa gran comunidad que se había armado en torno al amor por las plantas. Josefa dice que no sabe muy bien por qué sucedió, pero como no estaba dispuesta a renunciar a su anhelo, creó una nueva agrupación, que hoy ya tiene más de 1.800 integrantes.
Cada año sus miembros se reúnen dos veces al año, al comienzo del otoño y de la primavera, en macrojuntas pensadas para intercambiar plantas. Además, hacen varias pequeñas ferias de modo de mantenerse en contacto. “Incluso, creamos unos stickers que ponemos en las puertas de nuestras casas para identificarnos como parte de este grupo”, detalla.
En estos años ya han realizado nueve juntas grandes, a las que han llegado hasta 800 personas, incluso de fuera de la ciudad y de la Región del Biobío. Las últimas han sido en el liceo Enrique Molina Garmendia, que les facilita sus instalaciones para que puedan reunirse con mayor comodidad. “Se ha formado una comunidad maravillosa, y una mística muy buena. La gente se ofrece para ir a buscar al terminal de buses, por ejemplo, a los que vienen de lejos, y todos entienden que aquí se viene a trocar o a regalar, nunca a vender… Hay personas que se encuentran después de mucho tiempo, compañeros de colegio que no se veían hace años… De verdad que en las juntas se genera un ambiente súper rico, y estoy convencida de que instancias como estas son necesarias porque sirven para unir a la comunidad”.