La obra de Noelia Muñoz Ponte hace que el arte étnico ancestral adquiera plena actualidad. Así lo demuestra la exposición que hasta el 8 de octubre presentó en la galería Sur Color, en Concepción llamada “Indígena sin fronteras” y que se compone de 30 piezas que son una prueba de su hábil talento. Cada obra habla por sí sola. Y es que por casi una década, Noelia viene fraguando en su mente el detalle, las formas y el volumen de la muestra con laboriosa prolijidad, metodología que aprendió desde la cuna. Nació en Buenos Aires en 1979. Es hija de padre chileno y mamá argentina, razón más que suficiente para querer unificar sus raíces familiares que desde pequeña la vincularon al arte.
Vivió al otro lado de Los Andes hasta los 13 años. Su llegada a Concepción y de ahí a Los Ángeles, marcan el comienzo del camino que Noelia decidió tomar, donde al ritmo de la perseverancia, constancia y mucho trabajo, dio los pasos que la tienen hoy con la satisfacción de una obra terminada cuyo montaje encanta a quienes la observan.
Para hablar de Indígena sin fronteras hay que remontarse a la niñez de Noelia. Desde pequeña se vio rodeada de libros sobre el tema étnico cuya iconografía le llamó poderosamente la atención. “Las piezas me parecieron hermosas y lo mejor es que son de esta geografía que no conoce límites ni nacionalidades, pero nadie las toma en cuenta. Como la belleza de estas piezas es ignorada, lo que busco con esta exposición es darlas a conocer y mostrar que en nuestra etnia hay muchos objetos de arte de mucha estética.
A final de cuentas, se trata de una cultura que en materia de arte es bastante avanzada”, sostiene.
La joven artista reproduce las piezas con máxima fidelidad incorporándolos en un contexto moderno mediante el uso de nuevas técnicas y llamativos colores. En Indígena sin fronteras la madera, la pintura al óleo y la técnica del mosaico se fusionan jugando con el espectador. “Me parece sabroso mezclar los materiales. Y son de la mejor calidad, importados de Italia y España. Piedra laja, pizarra, mármol, madera incluso. Con ellas consigo el volumen que busco y que es una característica que me hacen ser distinta.
Apreciarlo no es fácil, hay que acercarse o incluso tocar el cuadro para saber si se trata de materiales pintados o puestos en él. Esto hace mucho más entretenida la obra. Además, me divierte ver el efecto que produce en los espectadores… eso de preguntarse ¿cómo lo hizo?, me encanta”, confiesa.
Indígena sin fronteras es el resultado del talento de esta joven que fue nutrido por el contacto de destacados maestros, entre ellos Héctor Otárola y Sacha, con quienes aprendió la técnica del pastel, mosaico, gobelino, vitral y perfecciona su dibujo y pintura al óleo. Su padre figura con un rol estelar, ya que la impulsa a estudiar arquitectura, carrera de la que admite le sirvió como aproximación a lo que es hoy su quehacer.
Con Rucúe, la empresa familiar dedicada a la fabricación de muebles rústicos, Noelia se acerca a la madera como la protagonista de otra de las aristas de su búsqueda creativa. Participa en un proyecto de desarrollo e innovación orientado a la exportación de muebles de madera que la lleva a Milán y algunas ciudades de Estados Unidos. La experiencia
la fascina al extremo de participar más tarde, en un diplomado de diseño y construcción en madera dictado por el diseñador español Manuel Lecuona y el mexicano Gabriel Simón Sol.
Hoy, ad portas de su titulación, Noelia reconoce haber encontrado su estilo, al que prefiere dejar sin identificación, pero es enfática al aclarar que “mi técnica es una fusión de materiales donde lo importante es resaltar la pieza autóctona con volumen. Incorporar el diseño a la pintura y darle volumen, esto es lo mío”, concluye.
Texto: Murielle González O.