El Covid-19 transformó a tal punto la vida de millones de personas en todo el mundo, que es inevitable preguntarse: ¿cómo será la existencia poscoronavirus? Cuatro chilenos que viven en países que están ganando la lucha contra este virus cuentan cómo vivieron el confinamiento, sus inquietudes respecto de la flexibilización de las medidas preventivas, y cómo creen que será el anhelado regreso a la normalidad.
Por Cyntia Font de la Vall P.
Mientras en Chile crece la angustia por el alza en el número de contagiados y la mayor cifra de fallecidos producto del Covid-19, en algunos países de Europa ya se está comenzando a vivir una realidad distinta.
Alemania, Italia, España y también Reino Unido están dando sus primeros pasos para alcanzar la llamada “nueva normalidad”, un concepto muy repetido por estos días, y que la propia Organización Mundial de la Salud instauró para referirse a la etapa poscoronavirus.
La OMS señala que el término habría nacido en Austria, país que desde hace un mes parece tener bajo control el Covid- 19. Fue justamente la baja en la cifra de contagios lo que les permitió avanzar hacia lo que su gobierno llamó como nueva normalidad.
También hay quienes dicen que este concepto se habría acuñado en Estados Unidos, tras la crisis financiera de 2008, y que habría vuelto a aparecer en 2012, esta vez en Asia, a propósito de la desaceleración de la economía china, a la que los economistas llamaban a acostumbrarse, aduciendo que sería la nueva normalidad.
Pero más allá de su origen, ¿qué implica este nuevo término mainstream? “Es un retorno a la vida de antes, pero que ahora será diferente”. “Es una normalidad distinta a la que conocíamos. Habrá muchos cambios y ya nada volverá a ser realmente igual”. Así tratan de explicar la siguiente etapa de esta crisis, chilenos que viven en países que ya están flexibilizando las estrictas medidas preventivas que los limitaron por dos meses.
Están ilusionados con el regreso de algunas libertades, y con la posibilidad de dejar atrás el miedo, así como el dolor por estar lejos de sus seres queridos, o por saber de tanta muerte a su alrededor. Sin embargo, a pesar de este “rayito de sol”, como dice uno de los entrevistados, reconocen su preocupación por la falta de certezas. Prevén que, seguramente, las mascarillas, el lavado frecuente de manos y el alcohol gel se convertirán por un largo tiempo en compañeros inseparables, y que el distanciamiento social será una condición para volver a trabajar y compartir con otros.
Dicen no estar seguros de que sea el momento oportuno para dejar el confinamiento, temen la posibilidad de una segunda ola de contagios y, sobre todo, les inquieta cómo se replanteará esta nueva normalidad. De lo único que todos están seguros es que el coronavirus marcará un hito, y que ya nada volverá a ser igual.
Carla Bonomini, Italia | “El tocar a otro no se va a dar por mucho tiempo”
Los dos meses de encierro que tuvo que enfrentar sola en Italia, en un pequeño departamento, pusieron a prueba la independencia y la capacidad de organización de Carla Bonomini (22). “Y también mi salud mental”, dice.
Tras estudiar Gastronomía en Concepción, el año pasado llegó a Piamonte a hacer un curso de gastronomía italiana. Luego se trasladó a Brescia, en la región de Lombardía, para hacer su práctica en un restaurante. Al terminar, los dueños le pidieron quedarse y en eso estaba cuando el coronavirus apareció en esa región, una de las más golpeadas por la pandemia.
“Fue todo muy rápido. El 9 de marzo, cuando comenzó el confinamiento, mis jefes me avisaron que debía quedarme en casa. En esa fecha ya no alcancé a irme donde mi tía, en Liguria, así es que debí pasar todo esto sola”.
Estuvo dos meses confinada, y el restaurante donde trabajaba, sin ingresos. Por suerte, cuenta, el gobierno apoyó a las pequeñas empresas, por lo que ella siguió recibiendo su sueldo.
Se organizó para salir a comprar cada 15 días, tarea que requería prepararse psicológicamente. “Esta ciudad fue una de las más afectadas, con muchos infectados y muertos, así es que daba miedo salir a la calle, porque no sabías si te ibas a contagiar. Pensaba: ¿qué pasa si me enfermo?¿Qué voy a hacer en una clínica sola, con otro idioma y mi familia lejos?’ Una noche no respiraba bien, me dolía la garganta y sentía que tenía todos los síntomas del coronavirus… Al final me dormí, y en la mañana estaba perfecta. Todo fue psicológico”, ríe.
Reconoce que hubo un momento en que no quería contestar llamadas, porque hablar todo el día de la situación le hacía mal. Por lo mismo, también dejó de ver noticias. Fue entonces que,como una forma de “tranquilizar la cabeza, que no para cuando estás sola”, comenzó a cocinar y a subir las recetas a su Instagram, donde tiene casi 4 mil seguidores. “Y así logré sobrellevar esto: cocinando todo el día”.,
El 4 de mayo comenzó la Fase 2 del desconfinamiento en Italia. Las industrias reabrieron, y se autorizó la libertad de movimiento dentro de cada región. “En el transporte público hay que sentarse intercaladamente, y todos debemos llevar un papel que acredita que vas a trabajar o a hacer deporte”.
Si bien Carla debe seguir usando mascarilla y guantes al salir, y mantener distancia con el resto, dice que con esta suerte de normalidad su ánimo mejoró. “Volver a sentir el aire o conversar en vivo con la gente es fantástico”. Pero lo mejor de esto es que desde el lunes 18 de mayo abrieron sus puertas bares, peluquerías y restaurantes. También el de Carla. “Estuvimos toda la semana anterior limpiando, ordenando e implementando lo que se nos pide: alcohol gel en la entrada, dos metros de distancia entre las mesas, los garzones deben usar guantes y mascarilla con filtro, y en la caja debe haber un vidrio separador”, detalla.
A pesar de que en su ciudad la situación está más controlada, comenta, la gente sigue con miedo de salir de sus casas, de contagiarse ellos o sus familias. “Creo que nunca volveremos a la normalidad que vivíamos antes. Hoy la gente toma distancia. Con las mascarillas es imposible ver la cara del otro… No sé. Creo que el tocar a otro no se va a dar por mucho tiempo”.
Puntualiza que Chile tiene una oportunidad extraordinaria de aprender de quienes van más adelantados en esta pandemia. “Acá la gente no le tomó el peso a esta situación hasta que ya no hubo vuelta atrás. Ojalá en Chile no pase lo mismo”.
Murielle González, Inglaterra | “Lo más difícil fue perder la libertad”
Casi 35 mil fallecidos por Covid-19 tiene hasta ahora Reino Unido (UK), cifra que lo sitúa como el segundo país del mundo más golpeado por la pandemia.
Hace unos días, dado el descenso en el número de contagios, informa la periodista chilena avencindada en Londres hace 11 años, Murielle González 43, el primer ministro británico autorizó un leve levantamiento de las restricciones y dio a conocer un plan de regreso a la normalidad.
“Boris Johnson anunció que quienes no puedan trabajar desde su casa, desde ahora podrán concurrir a sus lugares de trabajo. Lo cómico es que no recomendó usar el transporte público, que en todo caso está habilitado para trabajadores de la primera línea, sino que caminar o ir en bicicleta”, dice Murielle. “También señaló que se implementará un sistema para garantizar la seguridad de las personas en sus lugares de trabajo, pero no dijo cómo; habló de una ecuación para determinar el nivel de riesgo local, regional y nacional, pero no lo explicó. Dijo: ‘Debemos estar alertas, controlar el virus y salvar vidas’, pero no dio detalles de cómo hacerlo… Nada concreto, solo mensajes confusos”, se queja la periodista.
Su crítica coincide con la de gran parte del pueblo británico, que desaprueba la gestión de Johnson frente a esta pandemia. De hecho, las autoridades de las otras regiones de UK (Gales, Irlanda del Norte y Escocia) tampoco respaldan la flexibilización de las medidas y han decidido mantener la cuarentena en sus territorios.
“Lo único más o menos concreto que dijo fue que, dependiendo de cómo siga la situación, en junio volverían a clases los niños de jardines infantiles y escuelas básicas, y que en julio se reabrirían restaurantes y locales de entretenimiento”.
Murielle comenta que en este lockdown lo más difícil para ella fue perder la libertad y acostumbrarse a que la gente se mire con miedo, con sospecha. “El distanciamiento social implementado en Reino Unido, y que he vivido en Londres, ha sido extraordinario. Desde marzo tenemos libertad limitada, y ha sido complicado. El comercio estaba cerrado y, al inicio, solo se podía salir una vez a caminar y tomar aire fresco. Los supermercados y rotiserías eran lo único abierto y tenían estrictas medidas de distanciamiento social. En todos lados había filas y gente a la defensiva”.
Detalla que cruzaban la calle para evitar el contacto, y que incluso escuchó historias de gente que denunció a sus vecinos por salir más de lo que estaba permitido. “Abril fue más relajado, comenzó a sentirse la primavera y, como no hay pubs abiertos, las personas salían a beber algo frente a sus casas y a conversar con los vecinos”, relata.
En marzo ella comenzó a trabajar desde su casa. Está en proceso de lanzar una revista, así es que ocupó el tiempo en coordinar con su equipo los detalles del proyecto, mediante Zoom y llamadas. Y en abril empezó a escribir reportajes, haciendo entrevistas por los mismos medios.
“Con mi pololo estábamos preocupados porque nos pidieron dejar en julio el departamento en que vivimos, y debimos comenzar a ver opciones en Internet y a mirar videos de las casas, ya que no se podían visitar. Pero ahora los corredores nos avisaron que se retomarán las visitas. Es un alivio, porque no estaba muy contenta con arrendar una casa viendo solo un video”.
Murielle dice que ve que la gente está aburrida de estar encerrada, y que quiere recuperar su libertad. “El gran problema es que no hay claridad respecto de cómo o cuándo se podría a retornar a esa nueva normalidad”, enfatiza.
Cristóbal Espíndola, España | “La desescalada es un rayito de sol”
Un intercambio estudiantil con la Universidad del País Vasco llevó en enero de 2020 a Cristóbal Espíndola (25) a vivir en Bilbao, España, donde lo encontró la pandemia.
Su curso, que ahora realiza de manera online, termina el próximo mes, y tiene pasaje de regreso a Chile para julio. Sin embargo, aún no sabe si volverá en esa fecha, o si esperará a que todo se calme. “Parece que la cosa está mejorando, que estamos aplanando la curva, pero sabemos que en esto no hay garantías. Hemos aprendido a estar alertas, porque con el Covid todo es incierto”, dice.
España está en la Fase 1 de su “desescalada”, aunque el gobierno del País Vasco, una de las zonas cero de la pandemia en la península ibérica, ha creado su propia fase. “Aquí bromean con que es la 0.5, porque es más flexible que la 0, pero más restrictiva que la 1”, cuenta riendo.
En concreto, los habitantes de este estado pueden reunirse en grupos de máximo 10 personas al interior de un inmueble, y salir a toda hora dentro del municipio que habitan (en otros estados pueden hacerlo dentro de toda la provincia). A esto se suma la reapertura del pequeño comercio, que solo puede funcionar con un máximo del 50 % de su aforo ocupado. “También se está tratando de idear un plan para que los niños vuelvan al colegio, sobre todo los que están en su último año, y deben entrar a la universidad”.
Cristóbal cuenta que, hasta aquí, el panorama se ve alentador pues las cifras de contagios y de muertes en el País Vasco, y en toda España, siguen bajando. Sin embargo, la gente aún se muestra desconfiada y si bien pocos usan mascarilla en la calle, “todos respetan sagradamente los dos metros de distancia”.
Señala que si bien los 56 días que pasó confinado lo hizo en una casa amplia, cómoda, y en compañía de familiares, era difícil aguantar las ganas de salir a disfrutar la primavera. “Amanece a las 7 y oscurece como a las 10 de la noche, y ha hecho mucho calor… entonces eran demasiadas horas para estar encerrado. El día se hacía muy largo”.
Añade que, aunque era difícil, su familia cumplió con quedarse en casa para cuidarse ellos y al resto. Es por eso que, dice, daba rabia ver a “los inconscientes” que andaban en la calle como si nada, poniendo en riesgo a los demás. “Solo entendieron cuando empezaron a ver que era tanta la gente que moría”, recuerda.
En total, España ha establecido 4 fases para volver a la normalidad, con medidas progresivas que se irán evaluando. Cristóbal dice que no sabe qué irá a resultar de todo esto, o a qué normalidad regresarán pero que, evidentemente, después de esto nada puede ser igual. “Comenzar la desescalada fue como un rayito de sol dentro de esta situación tan oscura que hemos vivido. Debemos salir de esto con lecciones aprendidas: ser menos egoístas, ver que nuestras acciones afectan al resto y, sobre todo, creer cuando nos dicen que algo es grave y tomar medidas inmediatas… Se nos dieron todas las señales, vimos lo que estaba sucediendo en otros países y, aun así, no se dimensionó lo brutal que esto podía ser. Por eso, como sociedad, es tiempo de ser más receptivos y responsables”.
Alejandra Tillería, Alemania | “Nada volverá a ser realmente igual”
A principios de mayo, la periodista chilena radicada en Alemania hace cuatro años, Alejandra Tillería (28), contaba cómo se estaba viviendo la fase de desconfinamiento implementada en ese país. Sin embargo, solo unos días después, la nueva alza en las tasas de contagio hizo que el gobierno quitara impulso a esas disposiciones.
Alejandra vive junto a su marido en Bochum, ciudad perteneciente a Renania del Norte-Westfalia, un länder industrial ubicado al oeste de Alemania que, después de la región de Bavaria, fue el más afectado por la pandemia. De hecho, hace solo un par de días se informó que Renania concentraba 1.473 víctimas fatales de las cerca de 8.000 registradas hasta la fecha en el país.
Durante el periodo de “cuarentena voluntaria” en su ciudad, pudo trabajar desde su casa, y relata que siempre existió la posibilidad de ir al supermercado, o salir a hacer deporte o a pasear. “Creo que era una forma de asegurar que la gente conservara su salud mental”, opina.
Recién esta semana retornó a su oficina en la ciudad de Dortmund. En el trayecto, vio tiendas abiertas y mayor cantidad de personas en el transporte público. “Si bien sigue siendo obligatorio usar mascarilla al interior de locales o en los medios de transporte (aunque en la calle es opcional), y se continúa recalcando la importancia del distanciamiento social y de las normas de higiene, me preocupa que se produzca una segunda ola de contagios, como en Corea del Sur”, dice.
Fundamenta su idea, por ejemplo, en que si bien hoy solo recomendada la distancia entre los pasajeros en el transporte público, esto no se cumple en la práctica porque los espacios no lo permiten. “La verdad es que tengo miedo. Ya vimos que la flexibilización de las medidas hace que la gente se relaje, y que se produzcan nuevos aumentos en el número de contagios… Confío en que el gobierno, respaldado por los expertos, sepa lo que hace, pero por ahora no hay cómo saber si esta fue una buena idea”.
Aunque las tiendas ya abrieron, ella aún no las ha visitado. Dice que no quiere exponerse permaneciendo en largas filas para comprar cosas que no son de primera necesidad. “Hoy, el proceso de trasladarse o comprar se ha hecho complejo, y muy tedioso… Al parecer esta nueva normalidad requiere mucho esfuerzo”, reflexiona.
Dice que tras la pandemia las cosas son distintas: ya no se opta por comer fuera de casa, el gobierno ha pedido no reservar aún vacaciones en el extranjero (algo común para los alemanes), y los trabajadores van a las oficinas todavía con temor. “En mi empresa se han tomado medidas de prevención, como almorzar en distintos horarios o sentarnos más separados. También nos entregan botellas de alcohol en gel. Pero mis colegas reconocen que están un poco asustados. Todos lo estamos”, sentencia.
Si bien en Berlín ya se han abierto casi la totalidad de las escuelas, en Renania del Norte-Westfalia solo lo han hecho algunas. “Cuando todos los niños puedan volver a clases sabremos que hemos vuelto a la normalidad, aunque a una nueva, distinta de la que conocíamos, porque creo que nada volverá a ser realmente igual”, concluye.