Los otakus son jóvenes extraños y ellos lo saben y les gusta. Se visten de negro, se tiñen el pelo de colores, usan chapas y parches en la ropa, mochilas y jockey. Saludan y se despiden en japonés, tal cual lo hace su “manga” favorito, aunque los más avezados mantienen largas conversaciones en este idioma. Así es la nueva sub-cultura de moda en La Araucanía que no perdona distancia ni diferencias con el país nipón. Ganbatte kudasai nee!
Kurosaki Ichigo es un joven de 15 años, y proviene de un pueblo llamado Karakura. Desde que nació tuvo la capacidad de ver espíritus, tocarlos y hablarles. Una noche, se le aparece Rukia, una Shinigami (Dios de la Muerte), la que busca a un horripilante espíritu llamado Hollow, con un sólo objetivo: eliminarlo. De pronto, el malvado espectro surge en la casa de Ichigo, atacando ferozmente a toda su familia. Intenta combatir, pero no es lo suficientemente fuerte para triunfar. Rukia interviene, extrañada por la fuerza desconocida que rodea al joven. Gana, pero sale malherida, de muerte. En su lecho le explica a Ichigo que el espíritu volverá, es vengativo, y la única forma de salvar a su familia es que él mismo se convierta en Shinigami atravesando su corazón con la Zanpakutou (espada mata-almas) de la mujer. Ichigo accede y se le transfieren todos los poderes. Ahora él es el guardián del distrito de Karakura.
Para la tranquilidad de muchos lectores, Ichigo no es real, menos los Hollows. Está es una sinopsis del producto estrella del animé japonés que consumen los otakus chilenos: “Bleach”. Una serie al más estilo Hollywoodense, pero made in Japan. Aquí las patadas y combos están a la orden del día, convirtiéndose en las principales atracciones. “Sin embargo, no todo el animé es violento, podríamos decir que ese es el género que más ha cautivado a los jóvenes occidentales, pero existe el drama, la comedia o los cuentos netamente infantiles, entre otros”, aclara Manuel Sepúlveda, ferviente admirador de la cultura japonesa y creador de una de las agrupaciones otakus más antiguas de Temuco.
Los otakus se masificaron a nivel local y nacional, gracias a los monos animados -en lenguaje inculto- transmitidos por televisión abierta: Dragon Ball; La Rana René y Slam Dunk, por ejemplo.
-a ver Manuel, lo primero: ¿Qué es ser Otaku?
En Japón se le denomina otaku a alguien que sea fanático/a a nivel extremo de cualquier temática. Pero acá, en occidente, se le atribuyó al seguidor de la animación japonesa con todo lo que conlleva, es decir, música, cultura, cosplay (disfraces), estilos de vestimenta y lenguaje, entre otras cosas.
A nosotros, los más antiguos, no nos gusta denominarnos como tales, sino más bien aficionados a la cultura japonesa y sus expresiones derivadas, ya que otaku en oriente es despectivo, mal visto.
-¿Y qué tiene el animé que no tenga Ogú y Mampato?
(Risas). Varias cosas. El animé es un conjunto, no sólo es dibujo con historias poco comunes en occidente y de atractiva calidad en cuanto al diseño, sino que, además, posee un buen marketing con los productos derivados. Por ejemplo, se inserta la banda sonora, los afiches, postales, ropa, accesorios, etc. Si ves cierto dibujo, lo más seguro es que te guste la música, la ropa y te identifiques con el todo.
Manuel tiene razón. Incoherentemente los japoneses trabajan como chinos para insertar sus productos en los mercados asiáticos, y últimamente en occidente. Es cosa de ver las tiendas comerciales de Temuco, todas atiborradas de productos otakus, pues, como asevera el comerciante Roberto Vergara, “para los detallistas es un excelente negocio tener a la venta productos japoneses. Los más chicos compran de todo, es impresionante ver la cantidad de fotografías, chapas, CDs, llaveros y poleras que adquieren. Hay veces que llegan niñas con sus mochilas todas enchapadas de monos animados o vestidas como cualquier dibujo”, sostiene.
Fans y vestimenta
Los otakus de Temuco son realistas. No hacen demagogia señalando que tienen algún parentesco nipón o que vivieron por allá, simplemente reconocen que fue el Internet quien les abrió el camino. Bueno y las relaciones amistosas, por ende tienen los mismos códigos: la mayoría se viste igual y habla idénticamente. Sin olvidar que existen diferentes tipos de otakus.
Los más comunes en nuestra ciudad son los que se visten de negro, casi “a lo gótico”, demostrando un estado depresivo.
A los hombres se les puede ver con un pantalón de tela, polera y chaqueta negra con adhesivos de figuras animé, con el pelo desflecado y mal cortado y ojalá, un aro de argolla en la boca para darle más “cache”.
En cuanto a la vestimenta de las mujeres, tome nota: falda y botas negras, pantimedia elástica oscura, ojalá camisa y encajes, pelo corto teñido -cualquier color- labios y ojos pintados lúgubremente y para darle el estilo fashion, una corbata roja.
Paula Venegas, otra otaku temuquense, cuenta que comenzó a interesarse de una manera bastante simple en lo oriental “un día mire la tele y vi animé y me gustó. Poco a poco y a medida que fui conociendo a mis amigos, me di cuenta que es una cultura rica en tradiciones, música y dibujo. Hay animé para adultos, niños, lesbianas, homosexuales. Hay para todos los gustos y es quizás donde mejor me siento identificada”, sostiene.
Mientras que “Kaoru”, menos conocida como Yaritza Andrade, relata que desde niña le interesó “más que todo por lo que veía en las series de televisión y cada vez me gustaba más. Luego, al tener Internet, empecé a averiguar sobre la cultura japonesa y bajé mucha información. Empecé a contactarme con otros que tuviesen mis mismos intereses por chats o msn, que ahora son la mayoría de mis amigos”.
-Disculpa, ¿qué significa tu nombre: Kaoru?
No lo sé, fue más por fanatismo a un guitarrista del grupo japonés, Dir en Grey, que me puse así. Pero ahora todos me conocen con este sobrenombre. Es una costumbre entre los Otakus llamarnos por el sobrenombre.
-¿Y cómo eliges tu vestuario?
Es que depende mucho de la música que escuches, algunos otakus tienen formas de vestir poco comunes. Yo escucho Rock Japonés y un derivado que es el Visual-kei y por ahí, mi manera de vestir se parece un poco a ese estilo, no muy producida, algo grotesca, de negro o tonos oscuros.
Ciclos de animé y disfraces
En Temuco los otakus son la agrupación con mayor cantidad de adeptos practicantes, para percatarnos sólo necesitamos recorrer el centro de la ciudad y los patios de comida rápida.
Sin embargo, para dimensionar realmente su presencia hay que presentarse en alguno de las decenas de “ciclos”, donde se muestran historias de animé. En estas se han llegado a contabilizar más de 400 jóvenes en una sala. “Nosotros, con la agrupación Tensei Animé –cuenta Manuel Sepúlveda-, empezamos con reuniones de 20 a 30 personas, pero al año llegaron cientos de jóvenes que no ya teníamos dónde meterlos. Con decir que los últimos ciclos que realizábamos en un auditórium, las personas que llegaban atrasadas no podían entrar, pues estaba todo colmado y se tenían que devolver”, cuenta.
En estas reuniones los otakus ven verdaderas novelas animadas, casi tan largas como sus homónimas brasileñas. Lo común es que las vean en japonés y sin traducción alguna, aunque nadie logre entenderlas, salvo una que otra palabra.
Sin embargo, las auténticas “vedette” son los campeonatos de cosplay que se organizan en la capital de la Novena Región, donde llegan jóvenes de las más diversas edades y lugares. Aparecen disfrazados como sus personajes favoritos, cualquiera sea, humano o no: el Equipo Rocket, Naruto, Inuyasha o Goku hacen de las suyas en las pasarelas araucanas. Pero, por suerte, aún nadie a podido emular sus poderes sobrenaturales.
Para Juan Carlos Ávila, creador de la agrupación Made In Japan, encargada de la realización de los concursos de cosplay en Temuco “son las ansias de reconocimiento lo que mueve a los jóvenes a participar en los eventos, más que los premios, estar con sus amigos y demostrar la calidad de traje que ocupan es un buen aliciente. Y por eso mismo le dedican tanto tiempo a la confección de los trajes. Hay algunos simplemente espectaculares, recuerdo que en una competencia se presentó una chica con el traje de Kamatari –personaje travesti de Samurai X- ella misma lo había fabricado, fue espectacular”.
Ávila cuenta que ya han hecho 6 concursos de disfraces en Temuco, con más de 250 espectadores y hasta 20 concursantes por ocasión.
Roberto Núñez tiene 22 años y ha participado en dos versiones, teniendo como mejor lugar una mención honrosa. Pero no se cansa, dice que volverá a las pasarelas “lo que me motiva a presentarme es la adrenalina. Más que la idea de exhibirte, es interpretar a tu personaje favorito, fijarte en los detalles y los modismos para parecerte cada vez más, hacer tu traje con la ayuda de amigos y familiares, para luego, en el show, obtener la admiración de tus pares”, asegura.
-¿Y no te da vergüenza?
No, por qué.
-No sé por la edad…
Noooo… nada que ver, si uno está acostumbrado. Todos los que van a ver son de la misma onda, a todos nos gustan los cosplay y el animé. Es como cualquier evento, donde se juntan los jóvenes. Sólo que en este hay tipos que se creen dibujos animados, aunque sea por un par de minutos. (Risas).