La otitis externa, también llamada otitis “de piscina”, suele afectar más a los niños, por ser los que pasan mayor tiempo en el agua y quienes más sumergen la cabeza en ella. Su principal síntoma es un intenso dolor y picazón o ardor en toda la anatomía del oído externo.
Llega la temporada de verano, y con ella las altas temperaturas, que invitan a alejarse de la ciudad y a disfrutar las ansiadas vacaciones en un ambiente más fresco o, al menos, en uno donde se pueda capear el calor -y olvidar el trabajo, los traslados diarios y las incontables horas frente al computador- sumergiéndose en el agua.
Da igual si nos decidimos por visitar una playa, un lago, un río o, incluso, una piscina. Nada supera la inmejorable sensación de una refrescante zambullida en temporada de calor.
Sin embargo, esta entretenida actividad también puede conllevar algunos riesgos, especialmente para nuestros oídos, si no tomamos algunas precauciones. Así lo señala el fonoaudiólogo Simone Canevari, docente de la carrera de Fonoaudiología en UST Concepción. “Motivos para llegar a la urgencia en vacaciones hay varios, pero uno de los que tiene mayor incidencia en la temporada de los ‘chapuzones’ es el riesgo de padecer otitis”, dice.
El profesional explica que la otitis, más específicamente la otitis externa (también llamada otitis de piscina u otitis de nadador), es la inflamación del conducto auditivo externo, la que es generada casi en un 90% de los casos por bacterias, cuya proliferación se ve favorecida por la humedad de esa zona. Casi siempre es unilateral y, a pesar de ser más frecuente en niños entre 5 y 14 años de edad, puede presentarse en cualquier momento de la vida, teniendo una incidencia cercana al 10% de la población general.
Sus síntomas suelen aparecer entre 24 a 48 horas luego de la exposición al agente infeccioso, y su mayor complicación -que es la lleva a las personas a acudir a un centro hospitalario- es el intenso dolor en la zona, así como la picazón que afecta a toda la anatomía del oído externo, la cual puede ser tan severa que dificulte el sueño.
“Hay que aclarar que no se trata de no realizar actividades acuáticas o de prohibirle a los niños disfrutar en el agua, sino que la idea es hacerlo, pero cuidando la salud del oído”, explica.
¿Cómo prevenirla?
La primera recomendación es siempre secar muy bien la parte externa del oído, ya sea después de una zambullida en la piscina o, simplemente, después de una ducha o un baño. “Este procedimiento no debe ser realizado con cotones, bastoncillos o ‘palitos de oído’, ya que su uso favorece traumatismos y taponamientos, los que a su vez podrían generar mayores complicaciones. La sugerencia es siempre secarse con una toalla suave y solo por aquellos lugares que alcancemos con nuestros dedos”, aconseja el fonoaudiólogo.
Añade que también existen otras recomendaciones que se pueden seguir para prevenir el exceso de humedad en el oído, o el ingreso de agua contaminada en él.
El primer consejo -dice- sería usar tapones para los oídos. “Si bien ninguno es ciento por ciento efectivo contra el paso del agua, cualquier elemento que sirva para bloquear el conducto podría ayudar. En este sentido, los mejores tapones son los de silicona realizados a medida, pues se adaptan al conducto y son muy flexibles ante los movimientos generados en el oído al momento de masticar o hablar. Los gorros de baño también ayudan, y al usarlos en combinación con los tapones a medida podrían brindar un buen sellado y prevenir la entrada de gérmenes y bacterias”, detalla.
El especialista hace hincapié en que, aunque en menor porcentaje, también las presiones pueden alterar algunas estructuras del oído, como el tímpano. Es por ello que es necesario tener cuidado con los “piqueros”, o al practicar buceo, si no se tiene la técnica adecuada.
“Para aprovechar estos meses de vacaciones sin riesgos, debemos ser conscientes de nuestra salud auditiva, tal como lo somos del cuidado de nuestra piel al exponerla al sol”, puntualiza Simone Canevari.