Es una técnica que lleva dos décadas en Chile, pero que ahora se está masificando de la mano del comportamiento social. Madres tardías, con dificultades de salud, o pacientes con tratamientos complejos optan por acoger el ovocito de una donante joven que compatibilice con sus características y devuelva la ilusión de la maternidad. Una donante y una receptora cuentan acá sus experiencias y sus resultados.
Por Loreto Vial.
Nacer, crecer, reproducirse y morir. Si bien las tendencias sociales del mundo han cambiado muchas conductas, el impulso por cumplir cada etapa del ciclo de la vida se mantiene. Hoy las mujeres privilegian consolidar su vida profesional y laboral antes de pensar en la maternidad, pero, al fin y al cabo, la gran mayoría quiere convertirse en madre en algún minuto. A veces, demasiado tarde.
Las mamás “añosas” son cada vez más frecuentes en el mundo. Sin embargo, lograr embarazos después de los 40 es, de verdad, un desafío fisiológico. La mujer nace con cerca de un millón de ovocitos que se van reduciendo antes de la pubertad, para quedar en 400 mil aproximadamente, de los cuales va gastando casi mil en cada ciclo menstrual.
A partir de los 35 años, esta reserva ovárica ya está en casi el 10 % del total, y la calidad de los óvulos decae. A los 40, el 73 % de los óvulos de la mujer son genéticamente anormales y, a esas alturas, prácticamente sólo se consigue la maternidad recurriendo a la medicina.
La edad, explican desde la Clínica IVI de Santiago, se ha convertido en el factor principal de los problemas que presentan las mujeres y parejas que no consiguen un embarazo natural. Ellos, por ejemplo, han logrado casi 2.700 embarazos que han llegado a término mediante distintos tratamientos.
Lo interesante es que en 2016, un tercio de los nacimientos por reproducción asistida se consiguió gracias a óvulos donados. Es decir, nacieron 216 lactantes a través del procedimiento de ovodonación, una técnica que crece en una tasa anual de un 20 % en esa clínica. Y así sucede también en todos los centros dedicados a revertir la infertilidad. Según cifras de la Red Latinoamericana de Reproducción Asistida, los ciclos de ovodonación en Chile aumentaron en 305 % entre 2010 y 2015. La efectividad de esta técnica en el primer intento bordea entre el 65 y 70 por ciento.
La ovodonación es un procedimiento en el que una mujer fértil, entre los 18 y 30 años, dona sus óvulos a otra que los necesita para lograr el embarazo. Esta dificultad para la gestación normalmente obedece a que la receptora tiene una reserva ovárica disminuida o ausente, debido por, lo general, a una menopausia precoz; a haber pasado por un tratamiento oncológico, o a ser portadora de alguna condición genética que no desea transmitir a su descendencia. Los tratamientos no son baratos. Parten desde los tres millones de pesos, y pueden llegar al doble de esto dependiendo del centro. En Concepción hay ya instituciones reconocidas por su experiencia en la ovodonación y en la reproducción asistida en general.
Donar una célula
El gineco obstetra Italo Ciuffardi Cozzani es el director del Instituto de Medicina Reproductiva (IMR) de Concepción, que se ubica en el cuarto piso del Sanatorio Alemán. Dentro de las distintas técnicas de fertilidad que se practican en el IMR está la ovodonación, que Ciuffardi y su equipo realizan desde el año 2000. Es el único centro regional acreditado por la Red Latinoamericana de Reproducción Asistida.
Durante el proceso se buscan características físicas similares entre la receptora y la donante, teniendo en cuenta variables como el peso, la talla, índice de masa corporal, color de ojos, de pelo, grupo sanguíneo y hasta la fisonomía de sus rostros. “Así se va sincronizando a la donante con la receptora y, en nuestra experiencia, los resultados han sido maravillosos”, explica el especialista, quien aclara que ni durante el proceso ni después de éste hay contacto entre las partes, pues se resguarda la privacidad mediante un consentimiento informado. Ahí se explicita que la donante y la receptora no se van a conocer.
Ciuffardi indica que quienes donan sus óvulos en el IMR tienen desde 18 hasta 27 años aproximadamente, y que con ellas se realiza un trabajo muy exhaustivo. “Se hace un diagnóstico muy serio del cual estamos ciento por ciento pendientes. La mayoría de las jóvenes ha donado alguna vez y, habitualmente, lo hace dos veces al año”, puntualiza.
El procedimiento para seleccionar a las donantes es más menos similar en los distintos centros. Son mujeres jóvenes a quienes se les realiza una exploración ginecológica completa que permite descartar la presencia de quistes, miomas, pólipos y otras alteraciones del aparato reproductor. Asimismo, se realiza un estudio cromosómico que descarta futuras anomalías en bebés propios o en las receptoras de ovocitos. Se confirma la ausencia de enfermedades transmisibles, como el VIH, la hepatitis, sífilis y también se analiza el grupo sanguíneo y Rh. En esta misma línea, quienes lo desean pueden realizar el Test de Compatibilidad Genética que, a través de un análisis de sangre, es capaz de detectar 3.500 mutaciones asociadas a enfermedades de mayor prevalencia.
Compensación
Valeria vive en Santiago y es donante de óvulos. Prefiere mantener su identidad en el anonimato, pero sí accede a relatar su experiencia para este reportaje. Cuenta que cuando decidió ser donante lo primero que le explicaron fue el procedimiento, los riesgos y el proceso de selección, que consiste en una prueba médica. “Revisan tu historial médico y familiar para descartar problemas genéticos, y te hacen una eco para ver que tengas los folículos, que son como los proyectos de óvulos, suficientes. También te hacen una prueba psicológica. Si pasas todo eso te hacen una prueba de sangre, para descartar que no tengas enfermedades”.
Luego hay dos alternativas. “Esperan que hagas match (pareo) con una familia que espera una donante, y la otra opción es que te extraigan los óvulos y los congelen”.
Para ambas situaciones, la donante comienza a recibir hormonas. “Ésas son dos semanas que te inyectas y te van revisando con ecografías para asegurar que el ovario no se sobre estimule. Cuando los folículos crecen a un diámetro adecuado, te citan a la clínica. Te ponen anestesia general y los extraen como con una pequeña aspiradora que hace succión, vía vaginal. Después de eso, que no es mucho rato, te piden hacer reposo, pero estás bien; a lo más, te duelen los ovarios un poco”, relata.
Por este proceso, que dura unas dos semanas, las jóvenes pueden recibir a modo de compensación (no existe figura legal al respecto en Chile) unos 850 mil pesos.
La recepción de un óvulo donado se realiza mediante un proceso de reproducción asistida, específicamente de fecundación in vitro. Los óvulos donados se unen a los espermatozoides de la pareja de la paciente -o de un donante- para obtener embriones, los que se transfieren después a la receptora para conseguir el embarazo.
El doctor Ciuffardi comenta que mientras la donante está en proceso, también se realiza un trabajo simultáneo con la receptora, en el que se estimula el endometrio donde se alojará el embrión con tabletas de estrógeno y se somete a una monitorización ecográfica y seguimiento endometrial tres veces.
“El día que aspiramos a la donante y tomamos la muestra de la pareja de la receptora generamos la fecundación en el laboratorio. La receptora comienza a recibir progesterona por vía vaginal para que empiece a generar cambios en el endometrio, de manera que esté receptivo para la implantación del embrión, que se realizará cinco días después. Tomamos los ovocitos, los inseminamos, los dejamos en una incubadora hasta el día siguiente y observamos cuántos de éstos fecundaron, haciendo un seguimiento día a día. Al quinto, tomamos uno o dos embriones y los transferimos al útero”, agrega el doctor.
Habitualmente se transfiere un embrión, ya que con ello existe una tasa de embarazo sobre el 65 %. “La probabilidad de embarazo con técnicas de fertilización in vitro y con técnica de ovodonación no depende sólo de la donante, sino también de la calidad de los espermios. Si el hombre tiene más de 40 años, eso va a influir en la probabilidad de embarazo. Los pacientes aquí tienen la posibilidad de evaluarse con un andrólogo para analizar su calidad espermática”.
Cerca del 40 por ciento de las pacientes que atiende el IMR logra el embarazo a través de la técnica de ovodonación. Algunas parejas vuelven para embarazarse, y se procura hacerlo con ovocitos de la misma donante, para que tengan una misma línea genética en su familia. Así sucedió con Verónica, quien tuvo a su primer hijo en 2017 a través de la ovodonación, y su idea es repetir la experiencia mediante esta misma técnica. “Pasaron muchos años. Algunos con intentos, otros asumiendo la situación. Siempre con la ventana abierta, juntando el dinero, juntando las fuerzas, juntando el coraje para pasar por una fertilización in vitro despierta y atenta, pero también sin ilusionarme del todo”, recalca. En su caso, añade, procuró que los tiempos calzaran para que nada interfiera. Fueron padres “no tan jóvenes”, por lo que era esencial sentirse seguros y con las personas idóneas para ayudarles.
En los casi 20 años de experiencia con la ovodonación, Italo Ciuffardi es consciente de que para las parejas con diagnóstico de infertilidad, el proceso para convertirse en padres es arduo y cansador. Generalmente, la ovodonación es la última de las posibilidades que exploran. “El proceso es desgastante, pues casi todos los pacientes ya han pasado por otros procesos anteriormente. A veces, han pasado por fertilización in vitro con sus propios ovocitos, y no se han embarazado o, bien, el embarazo no ha llegado a término. Eso psicológicamente los va alterando y dañando. Por eso, en nuestro equipo una psicóloga los evalúa y los acompaña, pues hay que estar preparado tanto para el éxito como para el fracaso. Si bien en la mayoría de los casos el embarazo es exitoso, estamos hablando de una tasa de fracaso no menor en el primer intento”, aclara.
En el segundo, las probabilidades son las mismas, pero hay varios pasos que las parejas pueden dar para no llegar a un estado límite en cuanto a la fertilidad.
“Hay mujeres que llegan acá y me dicen ‘mira… yo soy joven, tengo 40 años…’, pero en realidad la vida útil de la fertilidad a esa edad ya va a finalizar, y muchas veces termina antes de tiempo”, añade. Por eso, los especialistas sugieren que las mujeres de 32 hasta 33 años que no quieran embarazarse todavía o quieran postergar su maternidad, porque no tienen contemplado dentro de su vida de pareja tener hijos pronto, guarden sus ovocitos para prevención de su propia fertilidad. Esa mujer puede tener sus óvulos congelados, y ocuparlos a los 36, 37 o 40 años. “Hoy existen esas alternativas, de las que fuimos pioneros preservando ovocitos para ocuparlos más tardíamente. La técnica es perfecta y se conservan de tal manera que la preservación es al ciento por ciento”, enfatiza el ginecólogo.
Verónica llama a su hijo “Rayito de luz”, y siente que cada paso que dio para conseguir traerlo al mundo valió la pena. Ni el desánimo, ni los intentos fallidos se comparan con la felicidad de tener entre sus brazos a su niño que, curiosamente, parece haber sacado sus ojos y otros rasgos evidentes. Y no es algo tan difícil de entender. Varias publicaciones dicen que, pese a que los ovocitos provengan de una mujer distinta, el útero de la madre envía información que determina varias de las características del feto. Es una relación maravillosa, que pese a la discusión y los prejuicios que se tejen frente a la fertilización asistida y sus variables, pareciera validar que los avances de la medicina siempre encuentran un camino para realizar el sueño de la maternidad.