Pablo tiene dos mamás

/ 1 de Diciembre de 2014

La realidad de la homoparentalidad en Chile muestra que en un 86 por ciento de los hogares se componen por dos mujeres. Ellas son las cuidadoras por naturaleza, no es raro que así sea. El cuento Nicolás tiene dos papás puso en Chile la discusión sobre los hijos de parejas gays. A ciertos sectores les parece nefasto; sin embargo, los especialistas recalcan: el bienestar de un niño depende del amor, del apego seguro y no se define por las relaciones de los padres sean estos hétero u homosexuales. Lo mismo piensa Pablo, que creció junto a dos mamás.

nicolas tiene dos papas copia

Mariana ve a dos hombres besarse en una nota de la edición central. Es 31 de octubre, el Día de las Iglesias Evangélicas. Mientras el pueblo que profesa ese credo ha salido a la calle en su marcha por Jesús, representantes de la diversidad sexual hacen lo suyo en la otra vereda, enrostrando con abrazos y besos las pancartas que juzgan la aparición de Nicolás tiene dos papás.

Mariana, de siete años, abre los ojos y dice: “¿Era necesario que mostraran ese beso?”. Su madre le pregunta ¿es porque son dos hombres? … Y  ella le responde.  “No es porque sean hombres… los besos son de a dos y yo no quiero verlos en la televisión”.

La conversación da pie para hablar de los vínculos, de los padres, de los hijos, de los hermanos, de los  esposos, de los ex… y de las distintas formas de familia en Chile. Como la de Edith Guajardo, que partió siendo un grupo convencional y que hace algo más de diez años derivó, como la versión del cuento de Nicolás, en un hogar con dos mamás.

Según cifras estimadas del Movimiento de Integración y Liberación Homosexual (Movihl) un 10 por ciento de la población gay chilena vive con sus hijos. De ella, el 86 por ciento corresponde a hogares homoparentales constituidos por mujeres. La constante dentro de este grupo, entonces, es que tengan dos figuras maternas.

Nicolás tiene dos mamás existe. Es un relato compilado en Cuentos para la diversidad, publicado en 2005, en Madrid, por el Colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de esa ciudad española, recomendado para niños mayores de ocho años y que relata de forma didáctica y sutil la historia de un pequeño que revela su historia en el colegio, a raíz de una tarea.

Edith sonríe y se emociona al hablar de sus hijos. Tiene tres hombres, de 24, 19 y 15 años. “La verdad es que el hecho de que mis niños crecieran dentro de una relación homoparental parece ser positivo. Porque ésa es la verdad, creo que ellos crecieron más homoparentalizados que en la relación (supuestamente tradicional) que yo mantenía con su padre. Ellos tuvieron mucho menos tiempo ese tipo de convivencia. Por el contrario, fue mucho más largo la convivencia con estas dos madres”, explica.

Su historia de crianza y de enfrentar su condición sexual con su pareja ha sido como la del cuento: abierta, sin discriminaciones y con una tremenda aceptación por parte de sus niños.

“Eventualmente, las personas homosexuales, bisexuales, transgéneros o lesbianas solemos ser más discriminadas por nuestro entorno familiar. Eso no ocurrió con mis hijos, tal vez inicialmente tuvieron algunos reparos, en particular el mayor, que enfrentó más grande con esta situación. Sin embargo, para los otros dos fue más fácil, porque crecieron en un espacio con gente diversa, por lo tanto, pudieron entender más profundamente mi opción. El mayor logró vivir un tiempo más extenso con su padre y eso también le entregó otra lectura de las cosas, un poco más conservadora”, recalca Edith.

“Es verdad”, afirma Pablo, el hijo mayor de Edith. “Nosotros venimos de una familia bien poco tradicional y fuimos formados para entender la diversidad y defender la opción de nuestra mamá como parte de nuestra vida. Para nosotros quizás fue más complicado que tuviera otra pareja a que esa pareja fuera mujer”.

Pablo recuerda: “Mis padres se separaron cuando yo tenía seis años”. Vivían en Santiago y decidieron venirse al sur, quizás tomando la mudanza como el último intento de mantener la relación. “No sé si mi mamá había asumido antes o después de la separación su condición sexual. Pero creo que se descubrió de la misma manera en que nosotros la descubrimos, porque a medida que uno crece va conociendo a sus padres y entendiéndolos mejor. Mi mamá, pienso, pasó por un proceso similar, pero desde otra perspectiva”, enfatiza.

Aceptar la nueva pareja femenina de la mamá no fue algo muy distinto a lo que les sucede a otros niños de padres separados. “Es lo que les pasa a todos los hijos cuyos padres tienen parejas nuevas. Es difícil. Pero en nuestro caso no era porque llegara otra mujer a nuestras vidas. Mi mamá desde entonces era activista del VIH y también de alguna manera vinculada al mundo homosexual, para nosotros no era nada extraño o malo la homosexualidad. No fue un descubrir que existen otras formas de vida y manifestaciones de la sexualidad, eso no nos complicó”, acentúa Pablo.

Por lo mismo, crear esta nueva relación parental fue sano. Edith enfatiza que la discriminación que ha sufrido es poca. “Quizás tiene que ver con el hecho de haber asumido una condición lésbica no sólo desde la práctica, sino también desde un quehacer político, eso me ayudó mucho. Desde esa perspectiva he sido bastante respetada, no he pasado por esos procesos que, lamentablemente, han atravesado otras personas. Obviamente he sufrido esa sensación del comentario de cuando tú caminas y la gente cuchichea. Yo, que trabajo en un servicio público, me doy cuenta de que la gente habla a tus espaldas. Pero es parte de la cultura de este país no más”.

Edith conversa de su relación con total soltura. Cuenta que asumió su sexualidad después de separarse. Era militante de Izquierda con una formación marxista, por lo tanto tenía concebidas ciertas normas y reglas. Dice que muchas de esas ideas eran muy parecidas al patriarcado y que no existe tanta diferencia entre lo que domina a las mujeres en el marxismo y en el capitalismo. “Y cuando me encontré con el feminismo me permití entender lo que ocurría. Yo tenía intelectualizado lo de la diversidad sexual en términos de que entendía que todas y todos podemos transitar de un erótico a otro y no me incomodaba a pesar de que mi práctica era heterosexual exclusivamente. Después, cuando empecé a conocer esto desde la intelectualidad y la práctica, me di cuenta lo difícil que resulta vivirlo desde una condición distinta de la normal o tradicional. Entendí que era necesario asumir una acción política al respecto, porque como dice el comunismo, las mujeres también hacemos política desde el cuerpo. Entendí que tenía una responsabilidad, porque además yo trabajaba con materias relacionadas con el SIDA, y como que me devino el transformarme en una activista de la diversidad. Aunque yo no soy diversa, sino que soy lesbiana”, puntualiza.

Dice que respecto a una discriminación dirigida a sus hijos, no tiene mayor referencia. “Ninguno de los tres ha hecho el comentario respecto de ese tipo de cosas, el más pequeño tenía una posición incluso a la defensiva… Es decir ‘si alguien me dice algo yo le pego’… no en función de argumentar”. Pero, todo lo contrario, ellos manifiestan abiertamente la orientación sexual de la madre. “Incluso te puedo contar a modo de anécdota que ellos usufructuaban un poco de esto, porque les resultaba una cierta connotación positiva con las chicas, entonces cuando ellos comentaban su situación familiar había un mayor acercamiento o interés de las mujeres hacia ellos, por lo menos en el caso de los dos mayores”.

Eso lo confirma Pablo. “A la gente le gusta ir a mi casa. Mis amigos encuentran que es divertido, cool, porque es una situación no muy común. Es como lo más interesante que tengo que contar al respecto. Es como una talla. Un amigo una vez me dijo que su mamá lo encontraba mal… pero nunca he tenido problemas con que mi mamá tenga una pareja femenina. Yo no soy homosexual, por lo tanto no he sufrido discriminación, estoy seguro de que mi mamá sí lo ha experimentado, pero yo, como hijo, nunca. No soy ni trancado, ni falto de autoestima. A nosotros nos definen muchas cosas más que la condición sexual de mi mamá. Nos define más que sea activista de Izquierda. Lo que sí sucede es que uno de pronto se pone hipersensible. Yo ahora no vivo con mi mamá, pero en mi casa no se puede hablar de los maricones, por ejemplo, porque no es la forma correcta de referirse a alguien en el siglo 21”.  

Agrega que la relación con la pareja de su madre era demasiado buena, ”los dos somos orientados al lado más cuadrado de la vida, ella muy trabajólica. Me pasó una situación muy parecida que con la nueva pareja de mi papá, como que cuando uno es chico se lleva mal, pero después uno se pega un giro completo y se empieza a llevar muy bien”.

Como en el cuento

Claudia García es psicóloga clínica y con larga experiencia en tratamientos con grupos familiares homoparentales. Analiza el cuento “Nicolás tiene dos papás” y comenta que le parece que refleja una realidad no tan común en Chile, pero que lo hace de una forma didáctica y simple.

Lo mismo piensa Edith. “Hace poquito lo comenté y creo que es un relato bastante sencillo que se refiere a una pareja que tiene una casa común. Nicolás tiene bastantes ventajas, tiene padres que tienen trabajo, que gozan de cierta situación económica con condiciones de seguridad, que me parece bastante bien. No es la realidad de todos los niños chilenos. Es un relato bastante ameno. Las familias homoparentalizadas en Chile somos muchas más de lo que se pudiera pensar, y no sólo de la convivencia de un papá y de una mamá como pareja, sino de hijos que viven con la mamá y la tía, la abuela…  Chile está lleno de niños que viven con dos o más mujeres, porque somos las mujeres fundamentalmente las que nos hacemos cargo de los hijos. La particularidad del cuento es que son dos hombres”.

Claudia García indica que su opinión profesional está claramente influida por su opinión personal. “En psicología hay hartas teorías que podrían explicar este fenómeno. Pero claramente la opinión que yo tengo como persona hace que me adscriba a cierta teoría. Estoy de acuerdo con que hay situaciones en la vida que pueden afectar mucho más a un niño que una familia homoparental. Yo leí el cuento y siento que es muy didáctico, muy lindo y que no sólo está dirigido a familias homoparentales, sino que a niños que tienen sólo una mamá o que viven con los abuelitos”.

Insiste que culturalmente se liga la homoparentalidad con personas pederastas. “Claro, la gente piensa… hay dos hombres a cargo, al niño lo pueden abusar o son degenerados. Eso está en el inconsciente colectivo y es un prejuicio equivocado. Que una familia tiene que ser con un papá y una mamá está arraigado en nuestra sociedad y creo que va a ser muy difícil de desarraigar, independiente de que hay muestras de mayor tolerancia. Siento que es la cultura y la sociedad la que daña más a los niños, el machismo, esto de que -por ejemplo- un homosexual es visto como una mujercita … Eso es mucho más nocivo para un niño que la familia en sí. En la familia existen normas, afectos, estabilidad y apoyo. Si todo eso está presente junto al apego seguro, entonces independiente de la orientación sexual del papá o de la mamá, el niño va a recibir la satisfacción de sus necesidades básicas y sus necesidades básicas de contención”.

Claudia comenta que ha trabajado con familias homoparentales femeninas donde hay buenas relaciones, incluso donde el papá se lleva bien con la nueva pareja de la madre.

“El profesional debe trabajar en forma individual con el hijo varias cosas, como autoestima, habilidades sociales, elaborar sentimientos… Si el niño es pequeño es más fácil asumirse en una familia homoparental. Pero si el niño o el grupo de niños observa que de una relación heterosexual el padre o la madre pasa a una homosexual, entonces puede producirse un duelo de la imagen parental. Es lógico, porque cambia la imagen de uno de los progenitores. Pero en todas debe predominar el vínculo que el niño tiene con el padre o la madre. Y no tiene por qué ser un proceso violento. Existen otras situaciones que sí son perjudiciales y dañinas, como padres heterosexuales que lamentablemente maltratan o abusan de sus hijos”, recalca la psicóloga.

Claudia García siente que el apego que se establece con los hijos es el que ayuda a asumir los cambios y a abrirse a nuevas posibilidades, a mantener la autoestima y a definir que lo más importante es el lazo y no las condiciones que lo rodean. Dice trabajar con familias homoparentales donde existe un clima excelente y todo esto propiciado porque hay una muy buena relación entre los adultos. “Si ellos lo manejan bien, aceptan la condición y hay un respeto por las decisiones del otro, entonces el pronóstico es muy bueno”.

La forma de acercar a los niños a la homoparentalidad es súper simple. Se debe explicar que existen distintas maneras de expresar cariño, que hay familias que tienen distintas composiciones, que todas las personas tienen un mundo distinto. “La forma en que lo explica el cuento es muy bonita y muy didáctica, bien para un niño de 5 o 6 años. Lo que sí, no ahonda mucho en otras preguntas y ahí es donde uno puede complicarse. Creo que los padres deben ir normalizando los escenarios con los que los niños se van a encontrar, porque va a formar parte del ambiente. Veo que las manifestaciones excesivas entre parejas heterosexuales u homosexuales son igual de chocantes para ellos… no deberían darse efusivamente en la vía pública. No es lo que un niño quisiera ver, por ejemplo. O pensando en las relaciones íntimas, también los padres deben ser cuidadosos, sean homoparentales o no. Lo íntimo debe tratarse de esa forma y, lamentablemente, hay muchos papás que no lo resguardan”, asegura la especialista.

Desde el punto de vista de Edith, no hay recetas de cómo instruir a los hijos en temas complejos. “Creo que es necesario dejarse orientar por la guata y el corazón y dejar fuera la teoría en las cosas valóricas. Mucha de la aceptación y del respeto tiene que ver con la educación en el amor. Y que les podamos responder en el momento en que nos preguntan las cosas. Ni forzarlos ni adelantarlos, si no que en la medida de que las preguntan vayan surgiendo, que las respuestas también aparezcan, porque no siempre las tenemos”, indica.

Pablo se suma y comenta lo que ha pasado con el cuento de Nicolás. “Lo encuentro heavy y lo que más me perturba es lo homofóbica que se manifiesta la gente. Me parece que está bien que se discuta, creo que el cuento manifiesta un asunto que existe y por otra parte creo que es tradicional y casi conservador. Siento que el lobby homosexual es muy de hombres. No hay una representación, por ejemplo, de madres solteras lesbianas y quizás debería representarse eso. Yo conozco más casos donde la madre es lesbiana. De alguna manera, me parece raro el Nicolás tiene dos papás, pero de todas formas lo encuentro súper bien. Uno lee de repente las opiniones o las columnas que se han escrito al respecto, como esto de que los niños tienen derecho a vivir en un hogar normal y uno dice … qué es un hogar normal”.

Y su forma de analizar la familia es simple. “Cuando uno crece dentro de una familia pluralista en más de un aspecto, hay un beneficio neto, por la discusión de ideas. Que la orientación sexual sea la única condición nos obliga a ser más plurales, más tolerantes, pero no es el único factor determinante”. Tampoco se cuestionó su condición sexual. “Yo soy quien soy y nunca la sexualidad de mi mamá condicionó la mía. Mi mamá tiene tres hijos y los tres somos violentamente heterosexuales, y si alguien cree que los homosexuales tratan de reclutar a sus hijos para que lo sean, entonces mi mamá fue pésima en eso”.

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