Comenzar un nuevo año ligero, con optimismo y sin cargas acumuladas es una práctica que todos deberíamos intentar. Por la vía que sea. Hay quienes tienen una visión mística y espiritual, y que reciben cientos de casos en sus consultas. Que se codean con el pasado para comprender el presente y visualizar el futuro. Ellas advierten que las energías se estancan si no nos preocupamos de movilizarlas. Es hora de sacudir y empezar otro ciclo con las pilas bien cargadas.
Por Loreto Vial.
-¿Por qué me estás mirando?
-Porque se va a morir.
-¿Cuándo?
-Esta noche.
En el funeral de su tío, Marina se dio cuenta de que tenía un don, que no era como las otras niñas de 10 años, y que debía escuchar esa habilidad poderosa que había heredado de su abuelo. Han pasado seis décadas en las que ha aprendido a manejar sus dotes y a ayudar a las personas que buscan en su “mancia” una respuesta para sus problemas, o una luz que los oriente sobre cómo enfrentar distintas situaciones, casi siempre confusas.
Estamos ad portas de terminar 2018 y, como siempre en los cierres de ciclo, hay prisa y ansiedad por cumplir lo mejor posible una meta. Las personas están más cansadas, sensibles y se generan expectativas sobre lo que vendrá. Todos queremos que el próximo año sea mejor y, por ello, quienes cultivan su espiritualidad buscan la forma de recargar sus energías, limpiar sus espacios, su mente y su cuerpo. Y hay muchas formas, desde un ritual para Año Nuevo, hasta pedir la ayuda de quienes tienen un “poder” para orientar o, derechamente, sanar.
Los naipes de Marina
Marina limpia las malas vibras de las casas y ve el pasado y el futuro con el naipe español. Antes, explica, solía incluso curar a las personas con su energía, pero ya no están las fuerzas para eso. Su consulta, en el segundo piso de la calle Exeter, es simple y llena de imágenes y santitos. Es su altar. Detrás de la mesa está ella con ojos luminosos y las cartas en la mano. Atiende a un público variado y fiel, que le asegura que es más famosa de lo que cree. De hecho, su consulta no para.
“Llevo sirviendo 28 años. Me cuesta decir si en verdad esto es un don, pero desde chica pensaba en ciertas cosas y luego se cumplían”, explica. Sabe, eso sí, que estas dotes vienen de familia, particularmente de su abuelo, y que casi sin pensarlo comenzó a hacer de su práctica, su oficio.
“Sobre todo en esta fecha la gente pregunta por sus estudios, y por lo que va a pasar el próximo año. Por su familia, por alguna enfermedad. Por aquí pasan personas con el alma triste y me reconforta ser un apoyo, darles aliento. Contribuir en la solución. A veces es difícil, pero me siento contenta de escuchar. Eso es lo que más valoran”, comenta.
Marina, oriunda de Hualqui, asegura que en todos estos años ha pasado por situaciones increíbles y que los naipes han mostrado momentos extremos, a los que no esperaba enfrentarse.
Pasan cosas estremecedoras. Una vez llegó una mujer que intuía su muerte. “Cuánto me queda, me dijo. Yo le respondí que un mes. Así fue, falleció en un accidente. Y me prometió que vendría a visitarme… A veces, la siento”.
Y esa sensibilidad para captar señales la han llevado también a ser conocida por “hacer trabajos” en ciertos lugares donde no hay armonía o donde sus moradores sospechan de la presencia de “algo”.
“No sé hasta dónde llega esto, he ido funcionando sobre la marcha. Las casas muchas veces tienen energías de la gente que vivió allí y que se quedan atrapadas como en un limbo. Hago un rito de purificación y, a veces, el asunto es más serio, pero no me da miedo, voy con la confianza que Dios me da. Eso sí, me he encontrado con cosas fuertes”, dice.
Asegura que a veces son las mismas personas las que cargan sus casas. Cuando hay muchos problemas, la energía se va acumulando y empiezan a pasar cosas desagradables o se produce un estancamiento. Por eso, como todo espacio, hay que sacudir y liberar de la basura nuestro entorno, además de la cabeza y el corazón, porque así la vida fluye y se hace más liviana, explica.
La estirpe de Nina
Genoveva Guíñez, Nina, creció viendo cómo su madre manejaba con maestría mancias tan desafiantes como la lectura del puro o de la borra del café. El tarot, también. Y éste fue la herencia que terminó por reconocer después de muchos años de búsqueda. Ahora es su actividad principal.
“Mi madre me regaló el primer mazo de naipes, que era uno en español. Ella se sentó a mi lado, y me dijo: Léeme tú el tarot. Y de las cosas que me di cuenta esa vez es que el naipe español, o el tarot, se adelantan muchos años. Lo que yo vi en esa oportunidad sucedió cuatro o cinco años después. Y me impresioné”, asegura Nina.
Dice que nadie llega por casualidad a dedicarse a un disciplina esotérica, que siempre hay un vínculo con los ancestros y que, en su caso, viene de su madre, abuela y bisabuela.
Comenzó leyendo fotografías y no sabía cómo, pero veía cosas que los demás no advertían. “Yo trabajaba en una empresa de rescate coronario. Una de las colegas me menciona que su marido estaba muy complicado, y que no lograba superar una depresión. Me mostró su foto y le comenté que en ella veía una forma masculina joven pegada a su espalda”. Resultó que meses antes había perdido a su hermano menor en un accidente.
Nina dice que hizo un camino largo, pues no hacía mucho caso a sus habilidades. Tuvo varios trabajos formales, hasta que conoció a un profesional, que la iluminó. “Me dijo ‘por qué tú te dedicas a esto y no a lo que viene de tus ancestros. Lee, interiorízate y especialízate en una sola área. Tu vida es todo lo que tiene que ver con lo esotérico’. Quedé helada”.
Pero le hizo caso. De eso han pasado casi diez años.
Y ha sido un camino hermoso, que espera también herede su hija en su momento. “Una infinidad de cosas suceden cuando vas leyendo el tarot y te vas asombrando. También logras entender principios como que el dolor es transversal a todas las personas y que todos buscan la forma de sanarlo. Yo atiendo desde el que humildemente vende en la calle hasta profesionales distinguidos, creyentes y no, incluso personas que trabajan con ciencias y tienden a ser escépticas”, puntualiza.
Su sesión del tarot la divide en varias partes. Hay una limpieza de los naipes. Luego hace un ejercicio con la numerología, y continúa con una tirada general del tarot. Luego vienen las preguntas. “Hay momentos en que yo sólo hablo, y que no es recomendable que me interrumpan, porque en la lectura es como si alguien estuviera soplándome al oído. Independientemente de que voy interpretando los diseños y cómo están ubicados los naipes, uno al lado del otro, también hay una ayuda que viene de otro lugar”.
Cuenta que ha presenciado muchas vivencias en su mesa de consulta. Imágenes de sangre, muertes tristes, pérdidas laborales, decepciones y partidas de niños pequeños.
“Siempre les digo a las personas que vienen y quieren aprender que el tarot es orientador y una guía muy terapéutica. A veces, debemos decir las cosas que se ven aquí en forma más sutil, como otras de forma más intensa, para que las personas se sacudan. Hay que enseñarles que todos tenemos la capacidad de sobrellevar penas y de pasar situaciones difíciles. Nunca vamos a saber qué tan capaces somos de resistir, si no nos ponen a prueba”, asevera.
Por el calendario chino estamos viviendo un fin de ciclo de 12 años. Son años tierra, donde siempre hay cambios climatológicos y también en las personas. “Por eso el tarot nos pide que en este tiempo ordenemos nuestras vidas. Va a comenzar otro ciclo, a partir de 2020, con años metal. Es una etapa de transición donde se corre el riesgo de crisis económicas, aparecen enfermedades, y cura para otras muchas. Hay cambios vertiginosos y procesos que debemos tomar en cuenta”, advierte.
El amor y la muerte
Todo lo que vemos es energía, hasta la piedra más simple la genera. Las casas, las oficinas, hasta los edificios se cargan con las vibraciones de las personas que están dentro. Las penas e intensidades se plasman en las paredes, y es más común encontrar inmuebles desarmonizados cuando en ellos habitan personas con problemas psiquiátricos, si alguien falleció allí, o si en ese lugar se vivió un proceso de abuso.
Nina asegura que siempre se deben limpiar los espacios, y quién mejor para realizar esa tarea que la propia gente que ocupa esos lugares. Es el espacio que aman. Por lo tanto, bastan herramientas sencillas como el incienso, el palo santo y una actitud de honestidad al universo pidiendo que aparte lo malo.
Y es muy importante hacerlo en esta época, pues estamos al final de un año, con intensidades en la vida personal y laboral. “Estamos abrumados, cansados. Hay empresas que en esta fecha despiden gente. Las personas, independientemente de su signo zodiacal, estàn influenciadas por la luna; ésta, a su vez, influye en las mareas, en el agua, y nuestro cuerpo es 80 por ciento agua. Los mejores momentos son cuando está la luna creciente y va hacia luna llena. Y cuando estamos más complicados es en la luna menguante”, dice.
Recomienda siempre buscar la energía, el sol, la terapia del silencio. Irse a caminar a la orilla del mar o buscar la paz y equilibrio haciendo las cosas que más nos gustan. “En nuestras manos están los pequeños detalles que nos llevan al equilibrio, en actos tan simples como abrazarse y actuar perdiendo el temor de conectarse”, enfatizó.
La tarotista dice que la fecha más común de consulta, en su experiencia, son los primeros meses del año, enero y febrero. Y, en general, lo que más persiste en las temáticas son el amor y la muerte.
“Es que son dos palabras eje de las personas. Son las cosas por las que más se despiertan incertidumbres y temores. El ser humano está hecho para vivir en manada, y la soledad le pesa mucho. Cuando estás solo, te comunicas mucho contigo, con tus fantasmas interiores, con tus carencias, con tus miedos. El ser humano no quiere estar solo, porque se ve al desnudo y eso le complica”, acota. Generalmente se consulta por la muerte, para ver si han quedado cosas pendientes, o si en la familia hay alguien diagnosticado con una enfermedad terminal. También preguntan los que están viviendo giros absolutos en el área laboral.
Luz de Cuba
Abre la puerta de su casa-consulta en El Recodo y aparece, de blanco y sonriente. Está en medio de una sesión con un paciente. “Que la espere un ratico”, dice. En un hall luminoso y confortable se escucha la voz sutil de Cristina Guerrero, una cubana que hizo de Chile su residencia hace 22 años.
“La vida que da vueltas me trajo acá… independientemente de lo que uno haga, las cosas se dieron para que yo esté aquí”, asegura relatando también que vivió fuera de su país, en Alemania; luego, volvió a Cuba, hasta que llegó a Chile, donde comenzó a desarrollar su trabajo de sanación luego de años de estudio, conocimiento y desarrollo espiritual intenso.
“En Cuba estudié Medicina, y no terminé. Lo que yo buscaba era hacer medicina del alma, conectarme con las personas y con lo que sienten. Estudié medicina china y, con el tiempo, he integrado otras técnicas que al final se convierten en una terapia holística”, relata con convicción.
Pero, ¿qué hace Cristina? Una de sus pacientes la recomienda para hablar de limpieza del alma, de sanación y de armonía. “Yo iba porque tenía un malestar, que vi con médicos, con psiquiatras, con varios profesionales de la salud. Pero llegué donde ella, y cambió mi visión de las cosas, de mis prioridades. Me habló tan ciertamente de mis problemas y mis capacidades, como si tuviera un libro abierto de mi vida, de mis cualidades, de mis miedos. Me invitó a sanarme por mi propia voluntad. Y lo he hecho. No sé cómo llamar a lo que ella se dedica, pero es algo bueno y, que en mi caso, resultó”.
La misma Cristina insiste en que no es mística, que es una terapeuta que trata de armonizar cuerpo, mente y espíritu. “La medicina china me aporta muchas herramientas y, fundamentalmente, la visión de que nos enfermamos producto de las emociones”.
Cuenta que, a grandes rasgos, desarrolla una terapia psicológica que busca soltar el dolor, porque el dolor de la mente es el dolor del alma. “La mayoría de las personas viene porque no encuentra respuestas, y aquí como que le desenredo la madeja. Durante estos años me he dedicado a trabajar mi espíritu y los conocimientos que sé para ayudar a otros. Hay personas que llegan con problemas fuertes del alma, pues parte de su ser se encuentra fragmentado. Hay dolores o episodios que están dormidos en alguna parte del inconsciente y aparecen en las terapias. Muchos de esos dolores fueron generados en la primera infancia, incluso en el vientre materno y cuando se trabajan, las personas se liberan”.
¿Cómo llegó hasta allí? Cristina dice que es difícil de explicar. Que ha sido un proceso largo, de estudiar y conocerse. De escuchar el llamado del espíritu. “Ya tú sabes. Cuando el discípulo está listo, el maestro llega. Fue mágico, me tuve fe y me dejé llevar”.
Sus credenciales son largas y abarcan muchos ámbitos. Es graduada de la Escuela Latinoamericana de Medicina Tradicional China como profesional de la Acupuntura, estudió otras técnicas de sanación aprendidas con los maestros, como los doctores José Luis Caboulli, Gerardo Roemer, Isaac Goiz Durán. También ha ido incorporando de manera permanente nuevos saberes y técnicas de sanación alternativas y complementarias a la medicina, como flores de Bach, Sanación Pránica, Reiki, terapia a vidas pasadas, Biomagnetismo, Sanación de origen, hipnosis terapéutica y Chamanismo, entre otras.
“Todo esto va de la mano de un arduo trabajo de autoconocimiento y desarrollo personal y espiritual, para poder ayudar a las personas que acuden a mí, practicando meditación Vipassana y control mental, entre otras, con la idea permanente de entregar misericordia y compasión”, asegura.
En sus terapias, Cristina ocupa todo eso de una forma sutil y acogedora. Habla de la numerología, de la carta astral, canaliza información, alinea las energías y, literalmente, “saca la foto” del alma. “En un mundo que avanza rápido y en el que se ha modificado la vida y las prioridades, nos hemos olvidado del alma, nos preocupamos de tener casa y auto, y nos distanciamos de lo que nosotros somos. Hemos dejado de amar y todos los sentimientos se van muy rápido. Yo creo que mi misión es enseñar a la gente a que se ame completa. Con lo malo incluido. Es la dualidad que nos toca, y debemos reconocernos en los malos momentos a través del amor. Yo quiero que la gente se sane, le doy herramientas para que puedan sanar”, dice.
Por eso, la recomendación principal que hace Cristina este fin de año para enfrentar este tiempo de estrés, donde el péndulo de la vida nos lleva de un extremo a otro, “es un espacio de silencio, donde podamos conectarnos con nuestro ser interior, para ir cerrando procesos emocionales que nos tienen bloqueados y nos impiden ser felices, trabajar técnicas de meditación y yoga y, sobre todo, en este solsticio de verano, agradecer a la Tierra por todo lo que hemos recibido durante el año como parte de las experiencias vividas. Compartir con los seres queridos, bloquear los celulares y abrir el corazón”.