Hoy los niños llegan al mundo bajo un estricto protocolo sanitario. Las embarazadas deben evitar salir de sus casas, al llegar al hospital a tener a su hijo se les realiza una encuesta epidemiológica y se les practican exámenes, su acompañante debe dejarlos dos horas después del parto, y no pueden recibir visitas. Son las implicancias de nacer en medio de una crisis sanitaria. Sin embargo, se trata de un costo que no logra empañar el feliz momento.
por Cyntia Font de la Vall P.
Pasadas las 8 de la mañana del 1° de junio pasado nació el pequeño Juan Clemente Spoerer Romero. Si bien sus padres, Camila y Juan Pablo, no se han contagiado de Covid-19, los protocolos por la pandemia hicieron que este proceso no fuera como habían imaginado: ella debió asistir sola a los últimos controles y ecografía, en el parto se vio obligada a pujar usando mascarilla, pasó sola con su hijo sus dos primeros días de vida y, hasta hoy, sus familias solo han podido conocerlo a través de una pantalla.
La historia de Clemente comenzó igual que la de casi 50 mil niños nacidos en Chile en esta pandemia: regida por el estricto Protocolo de Manejo de Casos Sars-Cov-2 en gestantes, puérperas y/o diadas, emanado desde el ministerio de Salud.
ste reglamento establece recomendaciones para los equipos de salud y determina el manejo clínico de las pacientes, ya sea ambulatorio o en internación. Así lo señala el Dr. Gastón Donetch, Jefe de Obstetricia y Ginecología de Clínica Biobío, quien puntualiza que se trata de una normativa que fija un piso en cuanto a la atención, pero que no está exenta de mejoras.
“Nuestro protocolo se ajusta en su mayor parte al del Minsal pero, por ejemplo, añadimos la exigencia de que para cualquier cirugía electiva, como podría ser una cesárea programada, la paciente traiga un examen PCR tomado hace no más de 48 horas. Nos pareció que era una forma de proteger a todos”, dice.
Donetch comenta que esta crisis sanitaria trajo muchos cambios, pero que lo que más se modificó fue cómo se vive este proceso. Así, el embarazo, el momento del parto y la llegada del nuevo bebé pasaron de ser un evento familiar a algo que se vive íntimamente, solo entre los padres.
Un camino solitario
Camila esperaba con ansias el nacimiento de Clemente, imaginando cómo sería el momento en que lo vería por primera vez, podría abrazarlo, llenarlo de besos y presentarlo a su familia. “Somos muy aclanados. Hablamos todos los días, y nos juntamos casi todas las semanas. Para mí, mi mamá es mi gran amiga, y mi hermana, que es la madrina de Clemente, es como mi gemela. Por eso cuando en marzo me dijeron que las cosas habían cambiado, que Juan Pablo ya no podría acompañarme a los controles o ecografías, que no podría quedarse conmigo cuando naciera Clemente, y que mi familia no podría ir a conocer a mi hijo, me dio pena”, comenta.
Tenía pensado invitar a su mamá a la última ecografía, algo que finalmente no se pudo concretar, pues ni siquiera su esposo pudo ser parte de ese último examen. Tuvo que ir sola y conformarse con mostrarle a Juan Pablo, que debió esperarla en el estacionamiento, el informe del ultrasonido.
Sin embargo, con el optimismo que la caracteriza, rápidamente eligió ver el vaso medio lleno, y pensar en lo bueno: que ellos estaban sanos, que su embarazo iba bien encaminado, que su doctor y el equipo médico le daban confianza, que le aseguraron que si tomaba las precauciones necesarias todo saldría bien, y que había podido acceder a todos los chequeos necesarios.
La crisis sanitaria modificó la forma de vivir el proceso de embarazo, del parto y la llegada del nuevo bebé. Pasó de ser un evento familiar a algo que se vive solo entre los padres.
El paso a paso del estricto protocolo La matrona coordinadora de Maternidad y Neonatología de la Clínica Biobío, Romina Medina, detalla que el protocolo que hoy se está siguiendo en todo el país implica algunas modificaciones. Principalmente, en lo relacionado con el acompañamiento de la madre y la atención del recién nacido. “Hasta marzo, por ejemplo, la mujer tenía la posibilidad de que el padre, o quien ella determinara, la acompañara en la etapa previa al parto. Hoy ya no es así, y el proceso varía según si se trata de un caso de Covid negativo, o de uno positivo o sospechoso de serlo”, explica.
Así, el protocolo del Minsal indica que al llegar la embarazada a tener a su hijo, se le hace una encuesta para saber si ha tenido síntomas de coronavirus o un contacto estrecho con algún contagiado. Si su respuesta es negativa, pasa a la sala de preparto junto a un acompañante sano. A ambos se les toma la temperatura al entrar y, dependiendo del centro hospitalario, se le hace un examen IGM (de testeo rápido de anticuerpos contra el coronavirus) o PCR a la madre.
El Dr. Donetch explica que en la Clínica Biobío, en tanto, a quienes llegan con trabajo de parto espontáneo, se les toman ambos exámenes: un IGM, y un PCR, cuyo resultado está en 12 horas.
Si la embarazada se sabe Covid positivo o hay sospecha de que lo sea (lo que es confirmado con un PCR), inmediatamente se le pone en aislamiento, y se le privilegia a la hora de pasar a la sala de parto.
La paciente sana, en tanto, ingresa de manera normal al servicio, siempre con el personal cuidando todos sus elementos de protección: uso de mascarilla, escudo facial y control del lavado constante de manos. Tanto la embarazada como quien la acompaña deben usar en todo momento, incluso en el parto, mascarilla.
“El acompañante está presente en el nacimiento y en la atención del recién nacido, mientras lo pesan, lo miden y le cortan el cordón umbilical. Luego, llevan a la paciente a la Unidad de Recuperación, y de ahí a su habitación definitiva. Ese es el momento en que la persona que la acompaña debe irse, pues la madre y su hijo desde ese momento tienen prohibidas las visitas”, explica la matrona.
¿Y si soy Covid positivo?
Para proteger a la madre, a su hijo y también al personal sanitario, el protocolo es más estricto en los casos de embarazadas Covid, o con sospecha de serlo.
En esta situación ellas ingresan a una sala de preparto distinta, con o sin un acompañante, según las normas de cada recinto hospitalario. Esa persona permanece a su lado hasta la etapa de puerperio inmediato para luego irse, momento en que la mujer es trasladada a una sala de postoperatorio diferente a la de las mamás sanas. “Aquí, en la clínica, dejamos que el marido de una mujer Covid positivo entre al parto, porque asumimos que también está contagiado. Solo nos preocupamos de que se observen todas las normas de seguridad exigidas”, explica el Dr. Donetch.
El recién nacido es inmediatamente separado de su madre para monitorearlo y hacerle un examen PCR que determine si está contagiado. De ser positivo, debe ser hospitalizado. Si es negativo, 24 horas más tarde se le toma una nueva muestra.
Si madre e hijo resultan positivos, se les debe monitorear por 72 horas, en las que pueden estar juntos y la madre puede alimentarlo por lactancia directa o extracción de su leche. Luego se les da el alta y deben completar la cuarentena en su casa.
En caso de que el niño resulte negativo y la madre, positiva, deben estar separados. Si la mujer tiene síntomas, no pueden quedarse en la misma habitación, y la mamá deberá extraerse leche para alimentarlo, porque la idea es no cortar la lactancia. Si, en cambio, es asintomática podrán estar en la misma pieza, idealmente separados por un metro de distancia. La mujer podrá amamantar al niño, pero con mascarilla y observando un riguroso lavado de manos previo.
“Es importante aclarar que mientras madre e hijo están separados, el personal está constantemente informando a la mamá sobre el estado del bebé y mostrándoselo por videollamadas, porque no es la idea generarle angustia. Luego, al momento del alta se le entregan medidas preventivas y toda la información necesaria para proteger al niño”, detalla la matrona.
Explica también que la separación de madre e hijo durante su estada en el centro hospitalario es una recomendación, no una imposición. “Se le explica que la Sociedad Chilena de Pediatría sugiere que estén separados para evitar el contagio hasta tener el resultado del examen PCR. Si ella se opone a esa recomendación, debemos acceder a su deseo de estar con el niño, porque nuestro trabajo se basa en respetar la decisión de la paciente”, sostiene.
Información en desarrollo
El coronavirus es una enfermedad tan reciente que aún no hay información concluyente sobre ella. Es por eso, señala el Dr. Donetch, que cada equipo médico “trata de hacer lo mejor que puede con las pocas certezas que existen”.
A modo de ejemplo comenta que hasta hace poco se creía que no existía el contagio vertical, es decir, que la madre le traspasara el Covid al hijo en su vientre. Sin embargo, han aparecido casos que echarían por tierra esa hipótesis. “Todavía estamos aprendiendo y debemos verificar todo. Es por eso que a la guagua nacida de una mujer Covid positivo se le hace un PCR y se espera el resultado. Aún no sabemos cuándo se contagia, si es en el embarazo o en el parto, pero hemos visto que un pequeño porcentaje nace positivo”.
A la fecha, la Clínica Biobío ha recibido a tres nuevas madres cuyo examen IGM salió positivo en el ingreso, y que luego resultaron falsos positivos, y una embarazada cuyo PCR dio positivo
Agrega que lo mismo ocurre con la idea que se tenía de que en los recién nacidos positivos, el cuadro de Covid era más benigno gracias a que su sistema inmunológico no estaba desarrollado, por lo que su respuesta inflamatoria era más débil. “Pero ahora se supo de un recién nacido que está conectado a un respirador por una neumonía por Covid. Entonces todos los días averiguamos algo nuevo, y aún no hay estadísticas que nos aseguren qué podemos esperar”, se lamenta.
A la fecha, la Clínica Biobío ha recibido a tres nuevas madres cuyo examen IGM salió positivo en el ingreso, y que luego resultaron falsos positivos, y una embarazada cuyo PCR dio positivo. “Fue un parto vaginal. Se observaron todas las normas preventivas, se les aisló, y todo salió bien. Y ahora ya están de alta, en su casa, siguiendo la cuarentena en familia”.
Nacer en un mundo revolucionado
El pequeño Clemente es parte de la llamada “Generación Covid”, niños que fueron concebidos antes de la aparición de este coronavirus, y que nacieron en plena pandemia, en un mundo absolutamente revolucionado por la nefasta acción del Covid-19.
Fronteras cerradas, uso obligatorio de mascarilla, imposibilidad de abrazarse y filas en las afueras de cada local comercial, además de estrictos protocolos para vivir los nacimientos y muertes serán parte de los que sus padres le contarán en unos años como parte del contexto histórico en que nació.
“Hemos tomado muchas fotos para que sepa todo sobre los excepcionales acontecimientos que rodearon su llegada a este mundo”, dice Camila.
Y de seguro será una gran historia, que tendrá como eje los primeros síntomas de trabajo de parto que Camila sintió a la medianoche del 31 de mayo, cuando ella y Juan Pablo debieron salir de prisa hacia la clínica. Un horario en que debieron transitar con luces intermitentes como precaución, por si los detenían por circular durante el toque de queda, y en que llegaron a un recinto hospitalario casi desierto, pero con un guardia en la entrada, encargado de asegurarse de que no excedieran el límite de temperatura de 37.5°.
También le contará que llegó a la clínica con un bolso lleno de pequeñas prendas escogidas con mucho amor, pero que debieron comprar por Internet, pues en marzo, cuando se comenzó a implementar el aislamiento, las tiendas aún no ofrecían ropa de invierno para bebés. “No pude tocar su ropita antes de comprarla, para ver la tela o su textura, pero no había otra opción. Si no compraba de esta manera, Clemente iba a parecer la guagua de Tarzán, vestido con un puro taparrabos”, dice riendo.
Le dirá que tuvo un buen embarazo, y que pudo cumplir su sueño de tener un parto normal, y que aunque fue una linda experiencia, también fue difícil, porque más de una vez sintió que se ahogaba al verse obligada a pujar usando mascarilla.
Añadirá que después de dos horas de nacer, tiempo en que pudieron estar con su papá los tres regaloneándose, él debió irse, y que durante dos días madre e hijo tuvieron la posibilidad de conocerse mejor. “Fue lindo estar los dos tan juntitos, solos, pero también era triste saber que nuestras familias querían ir a visitarnos, a conocerlo, y no podían. A ratos también me sentía sola. Controlaban a Clemente, y se iban, me controlaban y se iban, me traían la comida y se iban… No tenía a nadie que me ayudara, ni siquiera a quien dejar cuidando a Clemente mientras iba al baño”.
Sin embargo, enfatiza, a pesar de las complicaciones, no puede dejar de agradecer que la pandemia también trajo un beneficio inesperado. “El trabajo de mi marido implica que tiene que salir mucho a terreno, así que en tiempos normales no habríamos podido compartir como lo hemos hecho en este periodo. Pudo estar presente en el día a día de los últimos meses de embarazo, y ahora ser parte activa en la crianza de Clemente, y eso es maravilloso”.
Tras el alta, pudieron volver a su casa, donde hasta hoy solo los ha visitado la mamá de Camila, quien llevaba semanas en un estricto aislamiento con este objetivo. “Hablé con el pediatra porque quería que me confirmara si estaba bien lo que estábamos haciendo, y me dijo que si ella no había estado en contacto con nadie, si iba de su casa a la nuestra, si no salía para nada más, y observaba estrictas medidas de higiene, no había problema”.
Esta abuela es la única que conoce a Clemente “en vivo”. El resto ha debido resignarse a verlo a través de una pantalla, algo que los tiene decepcionados pues se trata del primer nieto en ambos lados de la familia. “Les mandamos muchas fotos y videos, para que sean parte de su desarrollo diario… Solo tenemos pena por mis abuelos, que pasan de los 80 años y no se manejan con el celular como para hacer videollamadas o mandarles fotos. Son los únicos que no han podido verlo. Solo puedo llamarlos y contarles cómo está”.
A los 10 días de nacido, Camila llevó a Clemente a su primer control. Escogió un pediatra con consulta propia, de modo de evitar la masividad de una clínica. El especialista le repitió lo que le habían dicho al darle el alta: nada de visitas (excepto su mamá, que está tomando precauciones especiales), ni de sacarlo para algo más que sus controles.
“Tengo muchas ganas de que mi familia lo conozca, pero no voy a correr ningún riesgo con su seguridad. Cuando todo esto acabe, vamos a tirar la casa por la ventana, vamos a hacer un mega bautizo para que todos lo conozcan y vamos a celebrar, pero en este momento la prioridad es que esté bien”.