No están equivocados quienes sostienen que el fracaso del Transantiago aumentó el sentimiento regionalista en la población. A los reclamos de los miembros del CORE para obtener mayor poder de decisión y a la siempre vigente discusión en torno a la elección popular de los intendentes se agrega ahora un nuevo elemento: la pretensión de las regiones de obtener una suma de dinero similar al monto que, a través de un proyecto de ley, se pretende traspasar al Transantiago para salvarlo de su descalabro económico.
Esta última aspiración -aunque legítima- ha provocado profundos cuestionamientos de quienes acusan a ciertos parlamentarios de transar su apoyo a la ley que posibilitará inyectar US$ 290 al polémico sistema de transporte capitalino por el compromiso de beneficios para sus regiones.
Y aunque el Gobierno se ha apurado en desmentir la existencia de tales acuerdos, los opinólogos políticos dedican gran parte del tiempo de sus mediáticas vitrinas para denunciar la aparición de una supuesta cultura del trueque o del “yo te doy si tú me das” que validaría un nuevo, pero dudoso sistema de negociación política.
Del otro lado están quienes defienden esta estrategia argumentando que cuando se trata de proteger los intereses de sus representados el fin justifica los medios, y que cualquier tipo de negociación es válida para comprometer recursos, para aquellos estudios, proyectos y acciones que esperan su turno dormidos entre las estanterías de los burócratas del poder central. ¿Estaremos frente a una nueva consecuencia de la excesiva centralización que impera en el país?
Independiente de los objetivos que persiga este sistema, lo cierto es que huele a peligro y aparece como el portal de entrada a una riesgosa forma de negociación que quizás hoy persiga fines mayores o de “urgencia regional”, pero que en el futuro puede amparar conductas antojadizas o la consecución de intereses extremadamente particulares, con el fin de alinear políticamente a un sector o de acallar las demandas de un gremio determinado.
Cautelar que esto no suceda es tarea de todos y los electores tienen en su mano la herramienta más eficaz para evitar que a futuro se imponga en el país una política “del trueque”.
TEXTO: Pamela Rivero