El proyecto de una ley de cuotas en Chile que en estos días enviará al Parlamento la Presidenta de la República, Michelle Bachelet, creará una tremenda oportunidad para que se igualen las posibilidades de acceso para hombres y mujeres a cargos de representación popular y a los altos niveles de decisión del país.
La llegada de una mujer a la Primera Magistratura y sus intenciones presidenciales de establecer paridad en sus equipos de gobierno, en las intendencias, gobernaciones, Seremis y jefaturas de servicios no son suficientes. Por lo mismo es que esta normativa abre una alternativa concreta de avanzar hacia la igualdad de género, al menos, en estos ámbitos.
Pero si se aprueba esta iniciativa, la pregunta que conviene hacer es quiénes serán llamadas a ser las protagonistas del nuevo escenario político chileno ¿Se repetirán rostros, nombres o apellidos? o se abrirá el tiraje para que surjan alternativas distintas, tal como ha venido ocurriendo en los últimos años con la nueva generación de mujeres políticos que conjugan una sólida formación técnica y profesional con un tremendo compromiso social.
Desde el otro lado también vale cuestionarse quiénes estarían dispuestas a asumir estos roles y, lo más importante, a establecer esa conexión con las verdaderas necesidades de sus electores. Para ello elegimos a 4 líderes en distintos ámbitos que de una u otra forma están conectadas con el sur de Chile. Todas responden al perfil de la nueva camada de mujeres vinculadas a la política que hoy se preocupan de poner en la palestra los grandes temas de discusión en el país.
Junto con contar sus historias -todas cruzadas por una vida profesional de esfuerzo, tenacidad y compromiso- les preguntamos directamente si estarían dispuestas a aceptar este desafío: sus respuestas, sus historias y sobre todo su receta para alcanzar las posiciones de liderazgos que hoy ostentan, en las siguientes páginas de este reportaje.
Janette Fierro Oyarce: Jóven, mamá y gerente
Janette Fierro Oyarce es una de las escasas mujeres de la región del Bío Bío que ocupa la gerencia general de una empresa. Pero este estatus no le ha quitado ni un espacio a la persona sencilla y “quitada de bulla” que en 1982 entró a la Universidad de Concepción para formar parte de la primera generación de ingenieros civiles informáticos que formaba esta casa de estudios.
Esa decisión, que reconoce fue guiada por su padre, marcó en gran medida lo que ha sido el resto de su futuro: atreverse siempre, aún en terrenos desconocidos, con la profunda convicción de que en el plano profesional tanto hombres como mujeres tienen las mismas capacidades.
“Mi mamá siempre trabajó y eso un poco condicionó mi forma de entender los distintos roles de las mujeres. Reconozco que sobre todo en el plano laboral existe discriminación hacia nosotros, pero con el tiempo he aprendido que hay cosas más importantes que esa sensación de sentirse segregada y que lo que uno es definitivamente se traduce en tus números y tus resultados. Por eso siempre me he preocupado de trabajar y hacerlo lo mejor posible”.
Sus logros profesionales así lo demuestran. Hoy es la gerente general de Clínica Bío Bío de Concepción, cargo desde donde debió conducir el proyecto de ampliación del establecimiento a clínica integral y el cambio de imagen corporativa de la misma. Todo eso, mientras realizaba un Magíster en Administración en la Universidad de Chile.
“Llegué a la Clínica sin conocer a nadie. Primero fui subgerente de Administración y Finanzas y dos años más tarde me nombraron gerente general”. Desde esa fecha es una de las dos mujeres de las Clínicas de Empresas Banmédica que ocupa una gerencia general.
Lejos de molestarla, prefiere sacar lo bueno de esta disparidad de género. “Considero que una gestión encabezada por una mujer no difiere en el fondo de la que pudiera hacer un hombre, pero sí se nota en la forma, porque tenemos una capacidad de comunicación muy distinta a la de ellos y abordamos las situaciones conflictivas de una manera diferente”.
Sus grandes proyectos
En su currículum estaba el ser una de las pocas profesionales de la región con experiencia en administración de instituciones de salud. Esta experticia la desarrolló en sus casi 8 años de trabajo en el Servicio de Salud Talcahuano, primero en el departamento de informática y luego como subdirectora administrativa del hospital Las Higueras.
En la formación de su trayectoria, su decisión de hacer un diplomado en Administración apenas terminó su carera de pre grado fue decisiva. “En ese tiempo recién los profesionales no ingenieros comerciales comenzaba a involucrarse en la administración y eso sin duda me abrió muchas puertas”, enfatiza.
Hoy, en esta posición que muchas mujeres profesionales buscan alcanzar, destina gran parte de su tiempo a sus dos grandes proyectos: primero su familia y luego la administración de cada detalle de la Clínica, labor que es reconocida entre sus pares y que se refleja en los resultados de la institución.
-¿Estaría dispuesta a ingresar a la política y a postular a un cargo de elección popular?
No. No es lo mío. Eso implica niveles de exposición que no van con mi forma de ser. Así que es una alternativa que ni siquiera evalúo. Quizás estas políticas de fomento de la paridad de género sean una buena oportunidad para otras mujeres. Pero confieso que me cuesta compartirla, porque creo que ante méritos personales tenemos las mismas capacidades de los hombres. Mi ideal sería vivir en una sociedad donde no fuera necesario un fomento para equiparar las posibilidades de llegar a cargos de importancia.
Dos años después de egresar de la Universidad, Janette Fierro se casó con un compañero de carrera. Tuvieron 3 hijos (14, 12 y 9 años). Hoy por razones de trabajo, su marido permanece toda la semana en Santiago y se les une sólo los sábado y domingo. “A estas alturas tengo bastante equilibradas las tareas, porque mis hijos ya están más grandes y porque también cuento con la ayuda de mi suegra y de mis padres para el cuidado y traslado de los niños. Pero reconozco que sin ayuda, una mujer no puede ejercer cargos de mucha responsabilidad y a la vez llevarse todo el peso de la vida doméstica”.
Por lo mismo se acostumbró a limitar a lo justo y necesario su vida social. “Me programo para estar en mi casa a las ocho de la noche, aunque sea para ver televisión un rato junto a mis hijos”. Antes, en cambio, sin la ayuda de la Internet y de los notebook, llegaba a cenar con los niños, los hacía dormir y regresaba a su trabajo.
“Nunca me quejo de la situación, porque me encanta lo que hago. Pero no es fácil. Por eso digo que el 23 de diciembre me hace falta una esposa que compre los regalos y prepare la cena de Navidad. Ese es un detalle importante que demuestra algunas ventajas de los hombres, sin duda”.
Mónica Jiménez de la Jara: Una rectora con vocación pública
El currículum resumido de esta asistente social de la Universidad Católica de Chile, Máster en Educación para el Trabajo Social tiene nada menos que 9 páginas. Las actividades académicas que comenzó en 1965, al poco tiempo de titularse, se extienden hasta hoy, en la dirección de la Rectoría de la Universidad Católica de Temuco.
Fue Subdirectora y luego Directora de la Escuela de Trabajo Social durante 10 años. Presidenta de la Asociación de Académicos de la P.U.C. y miembro del Consejo Superior de la misma institución. Consultora de diversos organismos internacionales como la FAO, Fundación Ford. También fue miembro de la Comisión Rettig por más de una década y profesora del curso de Derechos Humanos por 12 años. Incluso un año fue elegida como la mejor Asistente Social de Chile.
Pero nada ha sido regalado. No tiene horario de trabajo. “Es incansable, tiene una gran fortaleza. A veces voy manejando y llevo dos celulares mientras ella escribe en el computador”, confidencia su chofer.
Y junto a su enorme capacidad de trabajo, su vocación de servicio público es otra de las cualidades que enriquecen su trayectoria.
En 1986 y 1988 participó en el Comité por Elecciones Libres. “La gente no se inscribía en los registros electorales, no creía en una transición pacífica. Había que hacer una gran campaña para animarlos a que aceptaran que su voto era mucho mejor que un fusil”, explica.
También se hizo cargo de la Cruzada por la Participación Ciudadana. “Esa fue un acción educadora-política. Se formaron 7 mil voluntarios. En los rincones más increíbles me encuentro con gente que me dice: yo trabaje con usted. Me pasó hace pocos días con un chileno en Argentina”.
Hoy sigue ligada a la política en la presidencia del directorio de la Corporación Participa que trabaja por la difusión y respeto de los valores democráticos.
En el terreno de la promoción de la mujer profesional, es miembro fundador y vicepresidenta de Comunidad Mujer Araucanía; “fuimos las pioneras en hacer una filial fuera de Santiago”, dice con orgullo. Y es presidenta de AraucaníAprende, que trabaja con escuelas de muy bajo rendimiento, y de la fundación La Frontera, de la UC Temuco, que hoy atiende a unos 800 menores en situación de riesgo.
Todo lo hace con una mirada de servicio a la sociedad. Al hablar, por ejemplo, de la Universidad de la que es Rectora, explica que las carreras hay que pensarlas en función del servicio que necesita la región. Por esto están trabajando en proyectos de acuicultura -área donde acaban de ganar 4 proyectos FONDEF- “para transformar esta zona en una potencia acuícola y servir de esta manera a la región”.
¿Cuál es la fuente de donde mana este afán de servicio? “Yo compartía mucho con mi marido la vocación religiosa. Los 2 éramos (su marido falleció hace 6 años) personas de fe y desde ahí hacíamos todo esto, mucho más que desde la política. Siempre nos creímos el cuento de que somos herramientas para la construcción de un mundo mejor. Los dos teníamos el sentido de devolver a la sociedad en actos concretos, en compromisos, todo lo que habíamos recibido.
En diciembre termina su período como Rectora. “Ya me preguntaron, y sí estoy dispuesta a seguir en un segundo período”. Si no es elegida estaría igual tranquila, porque confiesa que aún le quedan “muchas cosas lindas por hacer en el campo de la educación”.
Aunque confidencia que le gustaría quedarse para preparar el proceso de acreditación de la Universidad.
-¿Estaría dispuesta a ingresar a la política y a postular a un cargo de elección popular?
No, prefiero estar en la Universidad, aunque es un tema que ha estado siempre cerca. Hay gente que cree que soy de la DC, porque me ven comprometida con el cristianismo y con la democracia y porque mi marido militaba en ese partido. Pero el tema es cuál es el mejor lugar para servir.
“Yo necesitaba trabajar. Nosotros organizamos nuestro presupuesto compartidamente. Mi marido estuvo muy enfermo y como estuvo mucho en la casa pasó a ser un papá-mamá fantástico. Empezó a hacer las compras, gastaba mucho menos que yo y comíamos mejor. Durante 24 años hizo él las compras.
Muchas de las cosas que se hablan, sobre que el hombre y la mujer tienen que compartir el mundo público y privado y lo familiar, nosotros lo vivimos intensamente, no porque viniera en los libros, sino porque la vida nos fue llevando y nuestros valores hacían que tuviéramos que servir.
En algunos momentos pensé que el papá y la mamá eran alternables, pero me he dado cuenta de que son aportes distintos. Yo tuve ausencias por trabajo. Los 3 hijos mayores me tuvieron muy cerca, porque tenía jornada parcial. A los 2 menores les costó verme menos. Ahora ya lo tenemos muy superado, muy reparado. Mi opinión hoy es que hacen falta el papá y la mamá”.
Marcia Raimann Vera: La primera mujer prefecto de Carabineros
Una delicada lámpara y una llamativa fuente de agua son los únicos objetos que delatan un toque femenino en su oficina. Todo lo demás conserva aires masculinos, quizá denotando la tradición uniformada de la que es parte la coronel de Carabineros Marcia Raimann Vera (48), la primera mujer prefecto en Chile.
La oficial marcó un hito en la institución cuando fue designada como encargada de los servicios de la Prefectura Valdivia, es decir, como la primera mujer dentro de Carabineros de Chile que tendría a su mando a oficiales y suboficiales hombres.
Con un carácter que ya quisieran muchos, a Marcia Raimann no le incomoda su cargo, porque dice estar muy segura de sus capacidades. “Si no fuera así no me habrían elegido, pero hay que ser consecuente para lograr el respeto de las personas a su cargo. Tampoco tengo fama de blanda. Puedo perdonar en algunas cosas, pero cuando hay alevosía en algún error no perdono. Claro que eso no significa que he perdido mi femeneidad, porque es el potencial por el que me eligieron”, enfatiza.
Bitácora de una carabinero
Nacida en Puerto Varas. Proviene de una familia de clase media donde no hay uniformados. Sus padres murieron cuando ella era muy niña, su madre cuando ella tenía 11 años y su padre 4 años después. Hoy sólo le queda un hermano en su ciudad natal.
En 1978, a los 18 años ingresó a la Escuela de Carabineros. “Nadie me aconsejó, de mí salió la inquietud por entrar a la institución. Aunque sea un cliché, desde chica siempre quise seguir esta carrera. Una vez vi a la primera mujer brigadier de Carabineros en un diario con un niño de la mano. Esa fue una de mis más fuertes motivaciones”.
En ese tiempo las mujeres carabineros trabajaban sólo con niños. Pero cuando egresó las políticas estaban cambiando y ya se proyectaban en otros ámbitos. Eso en parte se advierte en su carrera. Transitó desde la Segunda Comisaría de Mujeres de Santiago hasta la 10ª Comisaría de La Cisterna. Luego fue instructor de equitación. Después llegó a trabajar en distintas áreas de la Prefectura de Valdivia y de allí a Punta Arenas como directora de un hogar de menores. En 2000 la trasladaron a Santiago, a Relaciones Públicas y en esa ciudad estuvo a cargo de la 48 Comisaría de la Familia.
En 2006 es ascendida a coronel y el 7 de enero designada como prefecto de Valdivia, su mayor logro. “El grado de coronel lo valoro mucho, porque es hasta ahí donde un Carabinero puede aspirar. Pero haber llegado a prefecto de Valdivia fue súper emocionante y destaco la valentía que tuvo mi general (José) Bernales en nombrarme. Se atrevió a enfrentar todos los conflictos que podría tener al designar a una mujer a cargo de una repartición operativa. Lo admiro, porque no era fácil, pudo haber tenido muchos detractores”.
El nuevo puesto le exigió a la coronel una serie de competencias que antes no cumplía, lo que pudo convertirse en uno de sus obstáculos más difíciles. Pero no fue así. “Al principio lo tomé con mucha calma y todos los días pedía que pudiera tener templanza y los pensamientos claros ante las distintas situaciones con que me enfrentaba. Y sí, tenía dudas, pero consultaba. Porque no tengo la capacidad de saber de todo. Llamaba a mis compañeros de promoción, a un jefe o a mi general”, comenta sin tapujos.
Luego de una carrera intachable, ahora sólo le queda una apuesta, ser nombrada general. “Quiero llegar al máximo. Pero hasta el momento lo que me ha dado mayor satisfacción es ser la primera prefecto mujer. La que venga va a ser la segunda. Sé que quedaré en la historia de la institución. Igual estoy dispuesta a lo que el mando decida para mí”.
-¿Estaría dispuesta a ingresar a la política y a postular a un cargo de elección popular?
“Valoro lo que tengo ahora, estar en Carabineros de Chile. Ni siquiera he pensado en el futuro. Al ser carabinero uno siente una vocación especial por el servicio público, pero no me veo haciendo otra cosa”.
A pesar de ello, señala que “no se puede decir de esta agua no beberé. Nunca he descartado nada de lo que ofrecen en el ámbito laboral: siempre he dejado la carta abierta en ese ámbito. Si me ofrecieran algo relacionado con lo que hago ahora podría ser. Pero como mujer política no me imagino”.
En 1983 Marcia Raimann llegó a Valdivia. Allí se casó y tuvo a sus dos hijas, hoy estudiantes universitarias de la UACh. Tiene muy asumido que su trabajo no le ha permitido disfrutar como todas las mujeres de su vida familiar. Por eso ve en su retiro una oportunidad para dedicarse por completo a ellas y a su marido. Por ahora, cuando puede, los fines de semana, se refugia en la parcela de su esposo para disfrutar de esos escasos momentos con los suyos. Allí asume el rol de mamá. “Esa que se cocina para toda la familia”.
Marlen Velásquez Almonacid: La mujer tras la imagen de ENTEL
La historia de Marlen Velásquez Almonacid es lo más parecido al sueño que muchas familias chilenas de esfuerzo añoran para sus hijas.
Nació en una pequeña isla de Chiloé, frente a Calbuco. Estudió hasta cuarto medio en Puerto Montt y a los 18 llegó a Santiago, sola, en un bus, para estudiar Pedagogía en Historia en la Universidad Católica Cardenal Raúl Silva Henríquez. No conocía las calles, no tenía amigos y su capacidad de orientación en la urbe, que sólo había visitado en una ocasión, era mínima.
“Un día parada en la Biblioteca Nacional miré esta tremenda ciudad y dije: o este mundo se me viene encima o genero la suficiente energía para contenerla y hacer de mi estada en ella un espacio de oportunidades”. Optó por lo último -recuerda- porque en su familia -empresarios Pyme- nunca existió temor para enfrentar nuevos desafíos.
Una historia escrita con esfuerzo
Cuando cursaba el cuarto semestre, tuvo la oportunidad de entrar a Licenciatura en Historia en la Pontificia Universidad Católica. Era su sueño, pero no podía darse el lujo de botar los dos años de Pedagogía por el esfuerzo económico que su estada en Santiago significaba para sus padres.
Por eso asumió el desafío de cursarlas ambas. Durante el día la Licenciatura y por la noche Pedagogía. “Llegaba a la medianoche a mi casa, comía en 10 minutos y estudiaba hasta las 3 de la mañana, todos los días, porque mis prioridades estaban claras: o dormía o cumplía lo comprometido con mi familia”. En las horas libres dictaba clases de religión en un colegio.
Después de hacer un Magíster en Ciencias Sociales y cuando recién forjaba su carrera como académica, supo que en ENTEL PCS necesitaban a alguien con formación humanista y visión de negocios, para el cargo de asistente del gerente general. “Yo tenía lo primero, pero también lo que había observado del trabajo de mi familia. Ahí pensé: esto es para mí”.
El negocio de la telefonía móvil estaba en ciernes. Su jefe le advirtió que se integraba a un proyecto muy potente y que sólo su desempeño profesional condicionaría sus oportunidades en la empresa. “Me pedían lo mismo que yo había hecho toda la vida: trabajar por un sueño, así es que entendí rápidamente el mensaje”, enfatiza.
Así comenzó su carrera profesional. Con horarios extenuantes, con trabajo los fines de semana y con un compromiso de entrega total. “Era agotador, pero disfrutaba cada segundo, porque el trabajo me hace feliz”.
Como asistente de gerencia comenzó a hacerse cargo de las Relaciones Públicas de esa área. No pasó mucho tiempo y asumió la jefatura de Asuntos Públicos de ENTEL PCS; de esto llegó a la gerencia corporativa de la misma área y hoy es la responsable de la imagen corporativa del Grupo Entel y la encargada de desarrollar todo el proyecto de Responsabilidad Social Corporativa que tiene a esta empresa llevando el liderazgo de ese tema en Chile.
Su caso seguramente es excepcional, pero sienta precedentes para quienes sueñan con asumir posiciones de liderazgo en la vida. ¿La receta para lograrlo? Simple -responde Marlen Velásquez- “siendo una soñadora incansable, pero con los pies bien puestos sobre la tierra”.
-¿Estaría dispuesta a ingresar a la política y a postular a un cargo de elección popular?
Hoy estoy feliz trabajando al lado de grandes personajes, con proyectos y valores muy parecidos a los míos. Es imposible saber cómo evolucionará mi futuro, porque el eje de mi vida ha sido siempre soñar nuevos proyectos. No sé si la política es uno de ellos. Lo que sí sé es que el tema social ha sido de mi interés desde que tengo uso de razón. La forma cómo yo abra las puertas dependerá de los procesos que esté viviendo. Hoy tal vez no, pero no puedo decir jamás.
Sus responsabilidades cada vez mayores en ENTEL la obligaron a cambiar su sistema de vida familiar. “Junto a mi marido -un profesor universitario italiano- redistribuimos roles para que uno de los dos pasara más tiempo con los niños”. Con una generosidad admirable, su pareja tomó ese rol. A cambio, ella generó un sistema de vida donde la improvisación no tiene cabida: en una sola mañana (el sábado muy temprano) aprovisiona su hogar de las frutas, verduras y alimentos para la semana y detalla el menú para esos 7 días. Gran parte del fin de semana lo dedica a hacer deporte (trote y equitación) juntos a sus dos hijos de 12 y 14 años, lo que permite momentos de descanso a su marido, quien durante la semana se llevó la parte pesada del cuidado de los adolescentes.
“Esa rutina es sagrada para mí. Así el mundo se esté cayendo a pedazos, porque si bien estoy más ausente en la semana, esos dos días los dedico íntegros a mi familia”.