Prevenir es la mejor defensa de la salud femenina

/ 25 de Julio de 2013

Érica Castro Inostroza
Directora Escuela de Obstetricia
Universidad San Sebastián

El concepto de salud y enfermedad es un proceso dinámico en el que interactúan factores genéticos, demográficos, ambientales, socioculturales y personales. Si bien mujeres y hombres afrontan problemas de salud similares, se presentan diferencias tanto de género como asociadas a las distintas condiciones de vida, motivo por el cual la salud de la población femenina merece una atención particular.
Desde un análisis de equidad, existen gradientes de distribución según nivel de ingreso, grupo etario y educación. En los países desarrollados, las mujeres viven más tiempo y presentan menores problemas de salud que aquéllas de los países pobres. Las diferencias en las tasas de mortalidad son notables, ya que en los primeros la mayor parte de las muertes se produce después de los 60 años y en los países pobres, gran cantidad de defunciones corresponde a adolescentes y adultas jóvenes, las que fallecen durante el parto producto de una atención sanitaria no apropiada.
En Chile, la mortalidad materna está entre las más bajas de Latinoamericana con 98 % de atención profesional del parto. Con la incorporación de los programas de regulación de la fecundidad en la década del 50 descendieron notablemente las muertes por aborto provocado infectado y, con la puesta en marcha del programa nacional para la prevención y tratamiento del cáncer de cuello uterino, esta enfermedad se ubica en la sexta causa de muerte en la mujer.
Si bien estos logros nos enorgullecen, hay importantes desafíos para las mujeres, quienes han incrementado su participación en el mercado laboral, con una mayor carga de trabajo y responsabilidad. Ellas, en muchos casos, atienden las necesidades de la familia, la salud y el hogar. Si bien ha habido avances legislativos para proteger su salud durante la maternidad, como la extensión del posnatal para favorecer el apego y la lactancia e incorporando al padre en este proceso, es necesario mejorar la salud durante el período de la crianza de los hijos y las hijas, así como aspectos de salud mental.
Más que la cantidad de prestaciones en salud, los desafíos se relacionan con el empoderamiento de la mujer y la incorporación de la pareja y la familia en el cuidado de ellas a través del curso de vida. Por otro lado, deben mejorar la calidad de los servicios, el acceso, la oportunidad y el trato sin brechas sociales. La asistencia de un parto humanizado y el embarazo adolescente son dos buenos ejemplos de estas demandas. Otras problemáticas, transversales en todos los grupos etarios, son la violencia y la infección por el Virus de Inmunodeficiencia Humana, que se han transformado en importantes problemas de salud pública.
En resumen, la mayoría de los problemas sanitarios son evitables, por lo que el énfasis debe centrarse en la promoción, la prevención y la integralidad, para dar debida respuesta a las necesidades propias de cada etapa de la vida. La salud de la mujer debe asistirse como un proceso continuo e integral desde la etapa pre-concepcional hasta el envejecimiento, siendo la educación fundamental.

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