Dolores de cabeza y el ya cotidiano estrés son solo algunas consecuencias por los altos niveles de ruido que se viven a diario en el Paseo Barros Arana, uno de los epicentros comerciales de la ciudad. Lo padecen, sobre todo, los trabajadores de ese sector que, dicen, ya no saben qué hacer. La comuna tiene altísimos indicadores de contaminación acústica y la legislación, según expertos, está al debe.
Por Elías Meza Falcón
El centro de Concepción es uno de los lugares más ruidosos de Chile.
Según registros del ministerio del Medio Ambiente, un día común en las principales manzanas de la capital del Biobío es tan ruidoso como recorrer la Alameda, en Santiago; más estridente que las turísticas calles de Viña del Mar, y superado solo por las mediciones realizadas en la Autopista Central, de la Región Metropolitana.
Desde 2010, la cartera mide los niveles de ruido diarios en Santiago y las principales ciudades del país. Los expone al público a través de un portal web donde los datos se registran como si de una central meteorológica se tratara. Son los denominados “mapas de ruido”, donde Concepción centro figura con niveles inaceptables desde que iniciaron los sondeos.
Y hay un lugar que, por tradición o concentración comercial, aglomera a cientos de transeúntes por horas, y que deben ser las calles más transitadas del centro de Concepción: Barros Arana (Paseo Peatonal), desde Aníbal Pinto hasta Castellón. Son menos de 248 metros donde se emplazan locales comerciales, galerías y edificios residenciales.
Ha sido también el epicentro de copamientos policiales tras la pandemia del COVID-19. Vendedores ambulantes siguen haciendo suyas las veredas de ese tramo del “paseo”, pese a las fiscalizaciones que, ya por tres años, pide con regularidad el gremio comerciante. Pero no solo eso: hoy es posible ver, además, parlantes, micrófonos y artistas que los usan para sus presentaciones.
Los ambulantes, que también musicalizan sus ventas, se suman al paso de vehículos en Castellón y Colo Colo y, además, a más de algún local establecido que apuesta por instalar parlantes en los accesos para anunciar productos y promociones. Y a todo aquello se agrega el ruido natural que generamos los peatones.
En Barros Arana hay de todo. Cantantes, chinchineros, humoristas y uno que otro deportista (que exhibe destreza con el balón). Todos, hasta el más modesto, se hace acompañar de algún equipo de amplificación. Si incluso los usan los carros que venden el refrescante mote con huesillo. Eso sí, no todos están a la misma hora: “Se van turnando”, dice uno de los dependientes de uno de los locales establecidos.
“La normativa establece que en Barros Arana los sonidos debieran ser percibidos por las personas un poco más fuertes que una conversación y no tan intensos como el motor de un automóvil. Pero eso no es así, según indican los propios locatarios”.
“El ruido acá es insoportable”, agrega otro de los vendedores del Paseo Peatonal. Varios de sus colegas reclaman dolores de cabeza, fatiga y estrés, lo que empeora con las altas temperaturas que promete este verano 2024.
“Realmente no sé cómo pueden trabajar acá, yo no sería capaz”, confiesa Sara Cepeda, comerciante y actual presidenta de la Cámara de Comercio, Servicios y Turismo de Concepción.
“Es algo de todos los días. No para nunca, y cuando los fiscalizan pasa lo mismo que con los ambulantes: se corren un rato, se va Carabineros, pasan cinco minutos y se vuelven a instalar”, señala. Y el ruido, a juicio de Cepeda, se ve claramente intensificado con el comercio ambulante: “Algunos vocean, otros gritan sus productos”.
Si bien todos los recintos son perjudicados por la contaminación acústica -incluso los departamentos y construcciones residenciales en pisos superiores al comercio- hay un tipo de local que resiente aún más la situación: las farmacias. En Barros Arana, entre Aníbal Pinto y Castellón, hay ocho farmacias locales y de cadena, y la mayoría atiende tras un mostrador que tiene una lámina de acrílico, medida heredada de la pandemia.
Por el alto volumen que desde las calles entra a los locales, tanto vendedores como clientes terminan hablando más fuerte. Y a eso se le suma el acrílico, hay otra barrera que obliga a elevar el volumen de la voz para ser escuchado desde el otro lado. Al final, lo que podría ser una sutil transacción, termina en un intercambio de volúmenes o incluso algún grito que, en locatarios, puede derivar en disfonía.
La normativa
Según establece el Plan Regulador Comunal de Concepción, tanto el Paseo Barros Arana y su extensión al frente de la Plaza de la Independencia corresponden a sectores residenciales y de equipamiento.
“De acuerdo con la resolución exenta número 491, de 2016, del ministerio de Medio Ambiente, el sector corresponde a una Zona II”, explica Andrea Aste, directora de Medio Ambiente de la municipalidad de Concepción.
“Si la fiscalización se hace solo en ciertos horarios y justo no hay músicos o elementos constructivos, o transitan menos personas, o hay flujo vehicular cortado, la medición saldrá mucho menor, y no será tan fidedigna como lo que realmente pasa siempre”, baraja.
La funcionaria especificó que según el decreto supremo 38/2012, “los niveles máximos permitidos de presión sonora corregida (Npc) en decibeles (dB) son 60dB de 7:00 a 21:00 horas, y 45db en horario nocturno”. La fiscalización de esta normativa añade, corresponderá a Carabineros, a la propia dirección de Medio Ambiente municipal, Seguridad Ciudadana, Obras y Construcciones.
Para construir un marco de referencia, 60db equivalen a lo que nuestros oídos perciben como una conversación normal mantenida entre dos personas -siendo nosotros uno de los participantes-. 70db es el ruido regular que percibimos de un vehículo en movimiento, y el volumen de un secador de pelo encendido sobre nuestra cabeza supera los 90db.Todo esto tomando como referencia lo que percibe una persona en condiciones normales realizando estas actividades.
Es decir, la normativa establece que en Barros Arana los sonidos debieran ser percibidos por las personas un poco más fuertes que una conversación y no tan intensos como el motor de un automóvil. Pero eso no es así, según indican los propios locatarios.
Respecto a las fiscalizaciones, la directora municipal es enfática: “Se realizan en forma permanente”. Una declaración parecida entrega la presidenta de la Cámara de Comercio, quien da fe de buena parte de las fiscalizaciones y las mediciones. Las principales denuncias, eso sí, la concentran “músicos, predicadores y parlantes de locales”, puntualiza la funcionaria.
Pero entonces, ¿por qué el ruido sigue en Barros Arana? ¿Las mediciones no están evidenciando el ruido existente? La respuesta la entrega Ignacio Albarrán Silva, ingeniero en sonido y jefe de esa carrera en el Instituto Profesional Santo Tomás de Concepción.
“Es un poco difícil que las fiscalizaciones arrojen datos erróneos, pero puede ser”, asevera. “Las mediciones se realizan con un equipo llamado sonómetro, que debe cumplir ciertas normas y un certificado de calibración otorgado por el ISP o algún laboratorio acreditado. Lo que se puede obtener son promedios de niveles de ruido de fondo o esos niveles categorizados por rango de frecuencias”, añade.
Pero hay también variables externas. “Si la fiscalización se hace solo en ciertos horarios y justo no hay músicos o elementos constructivos, o transitan menos personas, o hay flujo vehicular cortado, la medición saldrá mucho menor, y no será tan fidedigna como lo que realmente pasa siempre”, baraja.
Y suma otro antecedente. “Los sonómetros tienen ciertas formas al medir. La que se ocupa comúnmente en fiscalizaciones es la ‘Ponderación A’ que, en coloquial, hace que el sonómetro mida de acuerdo con la curva de respuesta del oído humano, tal como escuchamos nosotros”, desglosa. Y nuestros oídos se adaptan al contexto.
Sonidos que se expanden y rebotan
Por más que se pueda graficar en decibeles, el impacto del sonido y lo que entendemos por ruido es algo subjetivo.
“En palabras simples, el ruido es algún sonido que se percibe como molesto (incluso así está legalmente tipificado), por lo que es, de alguna forma, muy subjetivo. Ahora, en cuanto a datos objetivos, el ruido es medible y además se tiene referencia de los niveles de presión sonora, es decir, volumen, y su afectación a la salud”, continúa Albarrán.
Además de ello, se deben considerar las frecuencias. “Un ruido de una sierra eléctrica cortando puede ser un tono agudo, de alta frecuencia. El paso de un gran camión puede ser un tono mucho más grave, de baja frecuencia”, ejemplifica.
Los sonidos altos, estridentes, son más perceptibles por las personas de manera consciente. “Pero el cuerpo siente los más graves, como cuando estamos en un mega recital y los bombos o el bajo pegan en el pecho”, agrega.
¿Qué ocurre en el Paseo Barros Arana? Allí los sonidos graves son la base, una especie de ruido ambiente. “Podremos escuchar el flujo vehicular de manera continua por calle Colo Colo y Castellón, también a la gente hablando y su caminar”.
Y luego, escuchar todo lo demás. “Vendedores ambulantes gritando productos, música desde locales, músicos que comparten su arte, obras en construcción, toda esta mixtura de sonidos, ruidos, a la vez se reflejan (como un espejo) en todas las edificaciones y en otros objetos (galerías, mostradores, edificios en altura)”, enumera.
El sonido rebota, también, en las afamadas tulipas: grandes trozos de tela blanca dispuestos como tejado soportado en postes, en el tramo entre Colo Colo y Castellón. “Las tulipas hacen una especie de cierre del cielo del paseo, que puede empeorar la situación para quienes transitan, pero para quienes viven a la altura de las tulipas (departamentos), les sirven de barrera contra el ruido”, explica Albarrán.
Un silencioso problema de salud
Y estar expuesto al ruido es perjudicial para la salud, tanto física como mental. Quizás no para quienes simplemente cruzan la calle o compran allí de vez en cuando, pero sí para quienes enfrentan la contaminación acústica todos los días, durante años. Así lo recalca Tomás Rojas Eriz, fonoaudiólogo y director de postgrado en Ciencias de la Rehabilitación, de la Universidad San Sebastián.
“Concretamente el Paseo Barros Arana y, de por sí, todo el centro de Concepción es bastante ruidoso. Lo más importante acá en cuanto a daños es lo que podría generar estar expuesto siempre a esto. Incluso daños irreversibles”, advierte.
“La exposición constante a ruidos de alta intensidad no significa, por ejemplo, tener una bocina a centímetros del oído, pero sí convivir con este ruido, tener que trabajar, tener que vender, tener un día laboral normal, y para quienes viven en ese sector, tener que enfrentarse a esto todos los días”, aclara.
-¿No es exagerado hablar de problemas de salud respecto a lo que ocurre en Barros Arana?
“No, no es exagerado. Por haber pasado por ahí (caminando) no voy a tener riesgo de enfermedades cardiovasculares, ni insomnio, ni estrés. A lo más quizás voy a estar puntualmente un poco estresado. El problema aquí es con la gente que trabaja en ese sector, quienes están habitualmente en el Paseo Peatonal”, justifica. Otro fenómeno que emerge de la exposición al ruido es la hipoacusia, conocida coloquialmente como “sordera”: pérdida de la audición.
Y el profesional de la salud va más allá: “El incremento de riesgo de enfermedades cardiovasculares se relaciona con el insomnio que produce el ruido en exceso. El insomnio trae estrés, y este está vinculado a un montón de otras patologías. Podría generar problemas como el vértigo, también problemas psicológicos, depresión, entre otros. Hay un gran saco de enfermedades asociadas a salud mental que son difíciles en términos de atención de salud incluso”.
Solo en Europa, ocho millones de personas al año sufren trastornos del sueño por el ruido ambiental, 43 mil llegan al hospital por ello y 12 mil mueren prematuramente. “Es un problema grave. En Chile, al menos desde 2020, entiendo que se están tomando medidas un poco más radicales, pero creo que este sistema de prevención que se está adoptando no está haciendo lo suficiente”, menciona Rojas.
¿Quién le pone el cascabel al gato?
Al escuchar al fonoaudiólogo, queda de manifiesto que desde el sector salud están conscientes de los grandes riesgos que implica estar expuestos de manera cotidiana a volúmenes que rozan o, lisa y llanamente, superan los niveles máximos aceptados por la ley u ordenanzas locales.
“El primer y único responsable de esto somos nosotros. Pero hay una falta de educación al respecto, y eso tiene que ver con el ámbito de la promoción y prevención de salud, que es un tema que debe plantearse a nivel de Estado. Desde 2020 se están generando orientaciones y lineamientos desde el ministerio de Salud y del de Medio Ambiente, pero aún faltan más instancias. Tal vez a nivel escolar, o nivel general, o comunal. En juntas de vecinos se debería transmitir la importancia o las consecuencias que trae la exposición al ruido y la contaminación acústica”, reflexiona el fonoaudiólogo de la Universidad San Sebastián.
Mientras, a nivel local, y para aumentar la regulación, la Dirección de Medio Ambiente Municipal prepara una nueva ordenanza que actualizará la que hoy regula la emisión de ruidos molestos: “La ordenanza vigente es la número 4 del año 2016. Sin embargo, está en proceso de actualización, y la nueva Ordenanza de Medio Ambiente estará lista en el primer semestre de este año”, explica Andrea Aste.
Será con esa ordenanza que se podrán autorizar músicos o artistas. “La nueva ordenanza contempla la posibilidad de que la Dirección de Cultura (municipal) autorice a artistas el uso de parlantes con volumen moderado”, eso sí, solo en zonas de la ciudad que serán denominadas Puntos de música”.
Pero aún queda más. Falta una visión transversal y multidisciplinar, según plantean desde la Cámara de Comercio de Concepción. “Esto es realmente un problema de salud, de esto debería hacerse parte la seremi de Salud, aunque siempre dice que solo fiscaliza al comercio establecido. Este es un problema de salud que nos afecta a todos”, asevera la presidenta del gremio, Sara Cepeda.
La dirigente plantea que, tal como el Gobierno en la zona -a través de la Delegación Presidencial Regional- ha generado mesas de trabajo para combatir el comercio ambulante ilegal y han participado distintas carteras del Ejecutivo, Salud debería hacerse parte. “A esto hay que ponerle un límite, porque lleva desbordado hace años”, sentencia la también locataria del centro de la ciudad.