En suelo chileno, tal y como lo acordaron los abogados con la productora Phoenix, comienzan a construirse en octubre -para el séptimo arte- las peripecias de los 33 mineros de la mina San José, en Copiapó. De la mano del abogado chillanejo Remberto Valdés, experto en cautelar “propiedad intelectual”, surgió la idea que lo llevaron a asociarse con el estudio jurídico Carey, en Santiago, y Arent Fox, en Los Ángeles, California. 60 millones de dólares costará la gracia al productor húngaro Mike Medavoy, que estudió en el Liceo Lastarria hasta los 16 años y quien se había propuesto, antes de morir, hacer una película para Chile.
-¿Y quién encarnará al ex ministro Golborne…?
Remberto Valdés Hueche se encoge de hombros: “No lo sé. Parte del elenco y del libreto es secreto de sumario”, responde con premura este abogado buena onda, y a quien el destino le tenía reservado una parte importante en el libreto de esta película. “Los 33”, como se llama, recoge la experiencia de los 17 primeros días de encierro, a 700 metros de profundidad, de los mineros atrapados en la mina San José, en Copiapó, por un derrumbe.
Después de haber estado en Hollywood, codeándose con los industriales del cine, Valdés habla con propiedad de quienes encarnarán parte de esta historia que, dice, lo más cercano es ¡Viven!, el filme que da cuenta de los rugbistas uruguayos perdidos en los Andes, en 1972, quienes sobrevivieron 72 días en condiciones extremas.
“El mercado hollywoodense es de grandes misterios. Hay que reunir equipos de alto nivel que no necesariamente tienen la agenda que uno quisiera. Pero encontramos a Patricia Riggen -la mexicana que dirigirá la filmación- y a su libretista José Rivera, premio Oscar por Diario de una motocicleta, que retrata la vida del Che Guevara”, dice. Pero antes, ya se habían contactado con Mike Medavoy, dueño de la productora Phoenix, dispuesto a invertir US$60 millones en la película.
El húngaro Medavoy -uno de los productores más importantes del mundo- vivió en Chile hasta los 16 años y estudió en el Liceo Lastarria antes de irse a China. Según cuenta este abogado, él quería hacer dos películas antes de morir: una para China -que ya la está rodando- y otra para Chile. Los 33 no pudo llegarle en mejor momento y la propuesta del productor es tener a la película compitiendo en Cannes 2014. “En suelo chileno y durante diez semanas -toda una gracia, pero cara- comenzará a rodarse en octubre”, declaró a la prensa, recientemente, la directora Patricia Riggen.
Así, el español Antonio Banderas será Mario Sepúlveda, el carismático vocero del grupo que se ganó el apodo de Súper Mario y en los roles principales -de lo que hasta ahora se conoce- estarán Martin Sheen, premio Oscar por Apocalipsis, y Rodrigo Santoro. El brasileño Santoro interpretará a Florencio Ávalos, el primer minero en salir a la superficie. El guión fue escrito en definitiva por Mikko Alanne y José Rivera. Recientemente, se confirmó a Jennifer López en el filme. El rol que encarnará, dice Remberto Valdés, es “secreto de sumario”
“En el campamento La Esperanza, en el norte, vi la tremenda exposición mediática del tema y de manera paralela vi cómo se inscribían marcas por el número 33 en el departamento de propiedad intelectual. Entonces nos reunimos con los 33 mineros en Santiago y les expuse la siguiente idea: Incorporar los derechos de propiedad intelectual -el relato de lo no conocido y conocido de sus propias vivencias- en una sociedad que fuera sólo de ellos”.
Lo vieron en la TV
Pero, ¿cómo es que -se preguntará usted- este chillanejo de 44 años, egresado de la Universidad de Concepción, especialista en Derecho Procesal y avecindado desde hace más de 20 años en la ciudad llegó a Hollywood?
“Por un conjunto de circunstancias afortunadas”, responde. Y cuenta que preside la Fundación Internacional Justicia Seguridad Verdadera (Jusev), que tiene sede en Chile, Argentina y Paraguay, y que atiende a gente de clase media en situación de desmedro frente al poderoso. Desde el punto de vista práctico, junto a otros colegas empezaron hace diez años y organizados jurídicamente, hace cuatro. “Como Fundación le ofrecimos a estas familias de Copiapó asesoría gratuita frente a una compañía minera que había incumplido con sus deberes de seguridad en contra de un Estado que, a través del Servicio Nacional de Geología y Minas, había incumplido también, con su misión fiscalizadora al decretar la reapertura de la mina sin que los procesos de seguridad –que ya había objetado la seremi de Salud de la Región- hubieran sido subsanados. O sea, olía mal”, evoca.
Sin que el abogado se lo propusiera, el pase al desierto de Atacama -y al estrellato después- , vino “por la pantalla chica” junto con el terremoto del 27/F y el tren de olas del tsunami de 2010. Y más concretamente, con el comandante en jefe de la Armada, Roberto Macchiavello, enfrascado en la época en un impasse con el ahora ex intendente Jaime Tohá González respecto de si hubo o no alerta de tsunami y en consecuencia la posibilidad de salvar vidas en la Región del Biobío. Como se recordará, cientos de personas dicen que alrededor de las 5 A.M del 27/F escucharon a Tohá -a través de la Radio Bío Bío- asegurar que no había alerta de tsunami de acuerdo con la información proporcionada por la Armada y, concretamente, por el almirante Macchiavello. Dos meses y medio después, sin embargo, el jefe naval desmentía aquello y señalaba que nunca había salido del recinto naval, en Talcahuano, para reunirse con la autoridad civil.
Roberto Macchiavello nunca fue formalizado en la causa que abrió la fiscal Solange Huerta. Respecto de él no se decretó ninguna medida durante los tres años de investigación, pero desde el punto de vista de la opinión pública, el daño a su imagen es -aunque no lo quiera- irreversible.
Por entonces, el abogado Remberto Valdés defendía al oficial naval y día por medio estaba en la TV. Así fue como lo vio el padre de Raúl Bustos, el minero “chorero”, técnico eléctrico, hoy de 42 años, que había partido al norte en busca de pega. Ese 5 de agosto de 2010, día de la tragedia, bajaba por primera vez a la mina San José a revisar el funcionamiento de la maquinaria.El derrumbe lo sorprendería a 700 metros de profundidad y cambiaría su vida para siempre.
El padre de Bustos y su nuera Carola Narváez, por entonces en el campamento Esperanza, contactaron al abogado. En el norte, a pesar de la febril búsqueda, nada se sabía acerca de si el grupo de atrapados estaba vivo o muerto y la familia chorera, con el patrocinio de Valdés, interponía en el Juzgado de Garantía de Caldera una querella criminal por prevaricación por reapertura de mina en contra del Servicio Nacional de Geología y Minas. La prevaricación es un delito especial que afecta a funcionarios públicos.
A las acciones judiciales se sumaría Juan Illanes, de Chillán, y muy pronto, el resto de los afectados harían de Valdés Hueche algo así como su abogado de cabecera. “Yo creo que esta gente me escogió porque vio en mí convicción y honestidad”, dice.
– ¿Y en qué momento surge la idea de hacer una película?
– En el campamento La Esperanza, en el norte, vi la tremenda exposición mediática del tema y de manera paralela vi cómo se inscribían marcas por el número 33 en el departamento de propiedad intelectual. Entonces nos reunimos con os 33 mineros en Santiago y les expuse la siguiente idea: Incorporar los derechos de propiedad intelectual -el relato de lo no conocido y conocido de sus propias vivencias- en una sociedad que fuera sólo de ellos.Desde el punto de vista legal, se conforma así la primera empresa de los 33 en base a la protección de la propiedad intelectual. En el ínterin llegaron personas muy bien intencionadas y otras no tanto que -aprovechándose de la situación y la no asesoría de los mineros- obtuvieron piedras, recuerdos, relatos específicos, firmas, pero contra los intereses de ellos mismos. De allí surgió la idea, primero, de que yo no tenía capacidad para poder atender profesionalmente un tema de tan alta envergadura y que para concretar esto había que hacer alianzas en Chile y en el extranjero.
-¿Quiénes son sus socios en esta aventura?
-Presenté este tema al estudio jurídico más grande de Chile, Carey, que tiene una gran experticia en materia de propiedad intelectual. Forjamos una alianza y ellos nos ayudaron a elaborar una estrategia jurídica para incorporar valor -a través de lo legal- a este proyecto, de tal manera que pasara todas las exigencias que el mercado implica.
-Pero lo ocurrido en la Mina de San José fue noticia, del dominio de la opinión pública nacional y mundial, no sólo les pertenece a ellos o a ustedes ¿o sí?
-Allí está el asunto: una historia que es pública, teóricamente al menos podía ser manejada por terceros sin ningún inconveniente desde el punto de vista de los derechos de quienes fueron los autores de la noticia, pero lo que es el relato de la intimidad, del secreto del refugio, forma parte de un haber que es propio de las personas que lo vivieron.
Una vez que se ordena, se le da una adecuada configuración tributaria de orden accionario interno, se traduce al inglés, y se sigue la norma norteamericana de propiedad intelectual, (el tema) se puede colocar en el mercado como producto internacional. Nosotros aspirábamos llevarlo al mercado más importante que -en ese momento- era Hollywood, Estados Unidos. También nos propusieron el mercado latinoamericano, pero nosotros queríamos hacer una película a nivel mundial, en inglés, que reflejara la gesta épica de Los 33, pero que al mismo tiempo tuviera un mercado universal y no local.
-¿Y cómo, junto con el estudio Carey, se abrieron paso hasta la industria del cine en Estados Unidos?
-Para los efectos, también nos aliamos con el mercado internacional, con Arent Fox que tiene tres sedes: una en Los Ángeles (Hollywood) -y aquí viene lo sabroso porque tuvimos que relacionarnos con el abogado Béla Lugosi junior, hijo del Drácula más famoso que ha tenido el cine- y con Ricardo Fischer, un abogado venezolano de los estadounidenses. Con él pudimos conformar o cumplir con los parámetros internacionales para colocar esta empresa en el mercado mundial.
Llegamos y nos contactamos también con la agencia internacional TZM – la más grande de Hollywood y que tiene más de 100 años- y que nos ayudó en materia comercial para ver qué podría desarrollarse con este relato. Entonces, ya tenemos la película, el libro oficial (lo está escribiendo Héctor Tobar), y el merchandising (gorros, vasos y software) de Los 33.
– Y al productor ¿cómo lo contactaron?
-Todos los esfuerzos se centraron, primero, en encontrar una productora dispuesta a invertir y llevar adelante estos productos que nacían de esta historia. Así nos contactamos con Mike Medavoy, cuyo talento permitió organizar la agenda de los tres actores protagonistas. Logramos reunir a la gente que está en la elite del cine mundial en una tarea a la que nos abocamos en los últimos tres años con harto sacrificio y que todo el proyecto se haga en Chile. Eso significa que estos personajes relevantes se trasladarán al sur del mundo durante 10 semanas sin tener las facilidades de transporte, de comunicaciones, de estar cerca de su gente. Más fácil habría sido filmar en México, pero nosotros queríamos acá.
– Desde su punto de vista ¿qué se gana con la filmación acá?
-Nosotros fuimos firmes en que se guardara el mayor grado de respeto por la historia y por los sentimientos de Chile. En varios países la situación vivida aquí es muy reconocida y está muy bien “aspectada”; no se mira como una suerte de milagro, en la retina de las personas está que las cosas se hicieron bien. Hubo un trabajo de mística por parte del equipo de rescate en cuanto al éxito también.
Por desgracia, la inmensa mayoría de los ejemplos de situaciones similares en el mundo, cuentan más desgracias que vivencias positivas; en otros países los finales no son tan felices. En China por ejemplo o en el mismo México.
-Los mineros de Lota nunca fueron endiosados como ha ocurrido con este grupo del norte. ¿No cree que este caso se prestó para una suerte de división entre los trabajadores chilenos? Se han paseado por distintos escenarios contando parte de su experiencia y han lucrado también. Eso hay que decirlo.
– Para nuestra cultura Los 33 mineros son víctimas, no héroes; son personas que vivieron una experiencia traumática y dolorosa a la que se unieron después circunstancias dulces-tuvieron muestras de enorme afecto y preocupación de Chile y el mundo- y agraces, porque esa misma exposición terminó por pasarles una cuenta importante: no han sido pocos quienes han mirado con recelo, y a veces con envidia, esta dimensión pública que tuvieron los hechos en los cuales se vieron involucrados. Ellos han tenido problemas del punto de vista laboral; no los quieren contratar porque no quieren tener una estrella de rock, sino un trabajador. Personas que eran anónimas se transformaron en personas conocidas de un día para otro, y sus entornos de normalidad cambiaron abruptamente. Surgió, incluso, eso de que se habían transformado en millonarios de un día para otro y no es así.
-¿Qué están haciendo hoy?
-Están trabajando en labores normales: Juan Illanes, en Quilicura-Santiago, en maquinaria; Raúl Bustos tiene una pequeña empresa, Víctor Segovia vende frutas en su camioncito y otros han vuelto a la minería. Los menos han combinado labores cotidianas con exposiciones acerca de liderazgo, el más notorio es Mario Sepúlveda, un hombre de enorme carisma, con un corazón de oro. Él volvió a Parral a construir casas con un proyecto gratuito relevante. La inmensa mayoría está en Copiapó; el boliviano está en Copiapó y con los ahorros que percibió se compró una casita y vive con su familia.
-¿Con lo que gane usted por Los 33 podrá vivir feliz el resto de su vida? ¿Cuánto le corresponde a los mineros?
-¿Retirarme?… no, no hay posibilidad; cualquiera sea su cuantía es improbable que fallezca fuera de mis labores profesionales. En cuanto a los honorarios, pedimos que fuera algo público para que cualquiera tenga acceso a esa información: El 80% -después de que se recupere la inversión- es para la sociedad de los 33 mineros; un 10 % para la agencia internacional que nos representó en Estados Unidos, un 5 % para el Estudio Carey y el 5 % restante es para mí. Quizás haya una pre liquidación a mediados de 2015, dudo que antes. Para mí, desde el punto de vista económico, no va a ser un gran negocio. El mejor negocio con esto ha sido la experiencia de vida. No tengo expectativas de una cifra alocada, pero si fuera una cifra importante, pagaría 5 ó 6 años de trabajo.
Yo sólo espero que resulte todo bien; que la historia de Chile y Los 33 tenga trascendencia por mucho tiempo, pues es hermosa y merece ser bien contada.
La directora, Patricia Riggen, confirmó que J.Lo realizaría uno de los roles femeninos en Los 33 y Antonio Banderas representará en el filme al carismático Mario Sepúlveda.
Un antes y un después
Remberto Valdés es un convencido que nunca más en su vida tendrá otra posibilidad de participar en un asunto con cobertura e importancia mediática como el de la Mina San José. En lo personal, admite que el caso “me golpeó como ser humano: errores graves de administración y faltas serias de responsabilidad por parte de los empleadores, pusieron en riesgo la vida de 33 hombres y expusieron a sus familias a vivir un drama en un momento en que la sensibilidad de todos estaba afectada por las consecuencias del terremoto y tsunami”.
La segunda cuestión -agrega- es que, sin duda, hay un antes y un después, porque “tenemos conciencia de que estamos participando en un hecho histórico que no tiene parangón a nivel mundial, y que dificulto, pueda ofrecerme la vida una oportunidad similar” y, en tercer lugar, comprobar cómo “el derecho puede contribuir a la armonía entre seres humanos distintos, pues los 33 pudieron enfocar sus intereses a través de una buena construcción jurídico – legal a nivel internacional. Ellos no han tenido que hacer esfuerzos económicos para aportar a este proyecto”.
Y concluye: “Yo creo que un buen asesor comercial, tributario, necesariamente debe tener su mayor experticia en el litigio, porque para ganar la paz hay que estar preparado para la guerra, ése es mi enfoque frente a los negocios también”.
¿El mismo de los Andes?
El rugbista uruguayo Carlos Páez Rodríguez, sobreviviente de los Andes y parte de la trama de ¡Viven! admitía en una entrevista, en Concepción, (El Sur, junio de 2008) que para sobrevivir en las alturas hubo canibalismo y a pesar de que se consideraba un católico desde niño, no sabía si un cura habría sido capaz de “acercarte al Dios que yo conocí en los Andes”.
En ese accidente aéreo, cuando la nave procedente de Mendoza a Santiago se estrelló en la cordillera el 13 de octubre de 1972, murieron trece de los 45 pasajeros.
En la mina San José no murió nadie, también rondó el fantasma del canibalismo y curiosamente fueron rescatados el 13 de octubre de 2010.
Jonathan Franklin, el autor de uno de los tantos libros que se han escrito y que tituló “Los 33, el rescate que unió al mundo”, habla de cómo se desarrolló cada uno de los 70 días en que los mineros estuvieron sepultados bajo tierra -el sentimiento de comunidad y unión, el papel del líder, la asignación de tareas, el racionamiento de los recursos, la fe y la presencia de Jesucristo como el minero 34- y de cómo actuó el Gobierno de Chile para organizar el rescate, de la resistencia de las familias y del poder de una historia seguida por cientos de ojos a nivel mundial.
¿Será la figura del minero número 34 –que cita Franklin- la misma que en su fe conoció el rugbista Carlos Páez en los Andes? La respuesta la dio el chorero Raúl Bustos en una reciente charla motivacional -Jornadas Universitarias para alumnos de la Universidad Católica de la Santísima Concepción- donde expresó: “Pasé por muchos momentos de angustia, más que nada pensando en lo afectada que debía estar mi familia. Pero lo que me mantuvo vivo y lleno de esperanzas allá abajo, fue Dios”