Desde Santiago al sur, el urólogo Rodrigo Baeza es el único médico que realiza cirugías de modificación genital. Lo hace en el Hospital Las Higueras de Talcahuano. En ese recinto le cedieron 10 cupos para operar a transexuales usuarios de la red pública de salud que aspiran a lo que antaño se llamó “cambio de sexo”. Pero no es fácil. Cuesta. Ni Fonasa ni el Ministerio de Salud entregan financiamiento extra para realizar intervenciones que ayudan al tránsito de género a quienes por años han sentido que su cuerpo no corresponde a como ellos se sienten. Todo se realiza gracias a la buena voluntad de su equipo y de la dirección del recinto. A veces, dice Baeza, dan ganas de dejar todo botado…pero no lo hace, no hay quien lo reemplace. Al menos en el sur de Chile no hay otros interesados en ayudar a esos pacientes.
Por Pamela Rivero / Fotografías José Carlos Manzo.
-Hola Claudio, cuéntame: en qué te puedo ayudar.
-Mi problema es que mi carnet dice Claudia, doctor.
Era el año 2007. El diálogo ocurre en el Hospital Las Higueras, de Talcahuano. Sucedió en la consulta del doctor Rodrigo Baeza Andrade, especialista en uroncología, y actual jefe de la Unidad de Procuramiento y Trasplante de dicho recinto y del Programa de Atención para Pacientes Trans (transexual y transgénero) del Servicio de Salud de la ciudad puerto.
Claudio era peoneta y dueño de un camión con el que hacía fletes por distintas ciudades de Chile. Tenía, recuerda el médico, una apariencia fenotípica “absolutamente masculina”. Había vivido socialmente gran parte de su vida como hombre -porque así se sentía- pero sus genitales y sus mamas correspondían a los de una mujer. Era transexual. Sin embargo, no comprendía muy bien ese concepto. Tampoco, por qué vivía con esa condición.
En busca de esas respuestas llegó hasta el “poli” de Las Higueras. Creyó que el doctor Baeza, por ser urólogo, le podría ayudar a solucionar su “problema”. Así se refería a su transexualidad.
Su dificultad más bien era social. Él tenía clara su identidad de género: era un hombre, pero su partida de nacimiento decía que era mujer. Por ese motivo, jamás había conseguido un trabajo formal. Al mostrar su cédula de identidad, los ofrecimientos laborales se desvanecían. Pocos están dispuestos a contratar a una persona que se presenta con un sexo contrario al que consigna su partida de nacimiento y, por ende, toda su documentación legal. Por esa misma razón, era reacio a buscar atención de salud. Menos, para consultar por su “inconveniente”.
Así ocurre, afirma el especialista, con la mayoría de los transexuales. Aunque tengan acceso a la red pública de salud, generalmente, eluden el sistema por miedo a ser discriminados. ”No consultan ni por un dolor de muelas”, advierte. No lo hacen porque para cualquier trámite de este tipo están obligados a mostrar su carnet y a dar explicaciones de por qué se ven de una manera distinta al sexo que determina el documento.
Para el doctor Baeza, ni la historia ni la condición que manifestaba Claudio eran desconocidas. Apenas dos años antes de aquel encuentro había terminado de cursar su especialidad en el Servicio de Urología del Hospital Carlos Van Buren de Valparaíso. Su mentor en aquella unidad había sido el doctor Guillermo Mac Millan, el médico que más sabe de transexualidad en Chile y que en los ‘70, de manera autodidacta, comenzó a realizar genitoplastías o cirugías de modificación genital. Aquel es el nombre con el que hoy se conoce a las operaciones que antaño se denominaron como de cambio de sexo. Hoy, tanto los médicos como la causa trans rechazan esa calificación. No es adecuada, sostiene Baeza: “Lo que hacemos en el pabellón es una adecuación de su parte física externa. No les cambiamos el sexo”.
“No son los únicos en el mundo”
“Mac es brillante”, dice Rodrigo Baeza. Los pocos médicos nacionales que hoy saben cómo hacer una genitoplastía lo aprendieron de él. De sus enseñanzas también acumularon el conocimiento que hoy ostentan sobre la transexualidad. Todavía son un grupo reducido. Sobran dedos de la mano al contarlos.
De hecho, Baeza es el único que “opera” desde Santiago al sur. Sin embargo, hasta antes de encontrarse con Mac Millan nada sabía sobre el tema. Los médicos -añade- no recibimos formación sobre transexualidad ni en el pre ni en el posgrado. “Ni siquiera la sexualidad está incluida en la malla de Medicina. Entonces, si el médico general no tiene idea de sexualidad, menos va a saber sobre transexualidad”, explica.
En el Van Buren, junto con aprender sobre incontinencia urinaria, trasplantes, cálculos, cáncer y otros quehaceres de la urología, Rodrigo Baeza comenzó a enfrentarse periódicamente con el problema que presentaban los transexuales. “Era una pega más en el servicio. Eran pacientes como cualquier otro que operaba el jefe. No era algo tabú ni complicado”, recuerda.
En ese hospital también conoció sobre el dolor y las complicaciones con que vivían aquellas personas por causa de la incomprensión social. Demoran años en pedir ayuda y eso hace que lleguen con “bastante daño sicológico asociado”, afirma el médico.
La primera Encuesta Nacional de Clima Escolar (2016) realizada en Chile por la fundación Todo Mejora, que dedica su trabajo a lograr el bienestar de niños, niñas y adolescentes lesbianas, gays, bisexuales (LGTB), reveló que la mayoría de los estudiantes LGBT fueron victimizados en sus establecimientos educacionales debido a su orientación sexual o identidad de género. Por lo mismo, reportaron altos niveles de depresión. Así lo señaló el 76 % de los estudiantes que experimentó aquella victimización.
Baeza dice que la discriminación que sufren a diario los transexuales, que suele ir incluso acompañada de rechazo familiar, motiva que muchos de ellos reporten algún intento de suicidio. Así lo ha podido comprobar entre quienes acuden a su consulta por ayuda.
“A veces basta con decirles que lo que les ocurre tiene un nombre, que no son los únicos en el mundo en sentirse de esa manera para que estén mejor”, explica.
Tras ese primer encuentro, Claudio no regresó a la consulta. Tal vez sólo necesitaba orientación. Pero luego de él, empezaron a llegar otros. Se había corrido la voz sobre que un doctor en Talcahuano atendía a transexuales.
Así, comenzó a tratar a pacientes trans de la jurisdicción del Servicio de Salud Talcahuano. Apareció gente de todas las edades: jóvenes, estudiantes, pero también personas mayores que después de muchos años se atrevían a consultar por su condición ante esta oportunidad que por primera vez ofrecía un servicio de la red pública de salud en el sur del país. Eso sí, advierte Baeza, en aquella época ”yo no operaba”. En una primera etapa la ayuda era de tipo sicológico y tratamiento endocrinológico, con terapias hormonales que suprimen o atenúan los caracteres sexuales secundarios originales. Pero la cirugía sólo se conseguía a través de una interconsulta para el Van Buren y, excepcionalmente, en el hospital cuando Guillermo Mac Millan viajaba a encargarse de algunas cirugías.
Ni Fonasa ni el Ministerio ayudan
Hace seis años, el doctor Mac Millan invitó a especialistas en Urología a hacer una formación para adquirir y desarrollar el entendimiento de la técnica quirúrgica de la genitoplastía. Hubo cuatro interesados. Sólo tres terminaron el curso, Rodrigo Baeza estuvo entre ellos. Durante un año viajó semanalmente a Valparaíso para aprender. “Con recursos propios, porque el Estado no me ayudó ni con un peso”, agrega. Sí aseguró el apoyo del Servicio de Salud. “No tenía sentido formarme para operar pacientes transexuales y que cuando terminara no pudiese hacerlo. El compromiso fue: le vamos a poner el hombro y el empeño para que esto salga delante, pero el servicio me tiene que permitir trabajar y ayudar a estos pacientes”. Consiguió que se pusiera en marcha el programa integral de salud trans con base en el Hospital Las Higueras, y para este 2017 logró que en ese mismo recinto le cedieran pabellones para realizar 10 genitoplastías al año. Para este procedimiento tiene una lista de espera de dos años.
-¿Qué le dijeron sus colegas por este desafío? ¿Lo apoyaron?
“No ha sido fácil encontrar apoyo. Partimos con la búsqueda del equipo estratégico entre médicos de diferentes especialidades. Tuve respuestas increíblemente variadas: colegas que pensaban que los transexuales eran pacientes homosexuales; otros que manifestaban que el hospital no debía prestar esa ayuda porque no podía perder ni horas de pabellón ni de especialistas en pacientes que estaban enfermos de la cabeza, y también me encontré con algunos que se convencieron, que me felicitaban, y que querían ayudar, pero me pedían que su nombre no apareciera en ninguna parte, porque asistían a una iglesia que era súper estricta y radical. Me decían, me vas a generar un problema, porque voy a aparecer apoyando una causa donde la postura de la iglesia no es clara”.
-Finalmente, ¿hubo algunos que se cuadraron?
“Absolutamente, hubo algunos que me dijeron vamos, cuenta conmigo, y forman parte del equipo del programa trans”.
-¿Y el Ministerio de Salud, lo ha hecho?
“Nunca, el Ministerio nunca ha apoyado a los transexuales. Lo que hacemos en Las Higueras es gracias a esfuerzos locales y al apoyo del Servicio de Salud Talcahuano.
-Pero el servicio funciona con financiamiento del Ministerio.
“Eso está claro. A lo que me refiero es a que como ni la genitoplastía feminizante ni la masculinizante están codificadas como prestación Fonasa, el hospital no recibe ni un peso extra por operar a pacientes transexuales. Acá lo que hacemos es a deuda del servicio y gracias al respaldo de su dirección. Si existiese el apoyo de Fonasa podríamos hacer mucho más que 10 cirugías de modificación genital al año”.
Tanto en el anterior como en este gobierno se anunció que las cirugías de reasignación corporal de las personas transexuales serían asumidas por el Estado, con cargo a Fonasa. Sin embargo, esto jamás se concretó en ninguna de las dos administraciones. “Sólo se han quedado en intenciones”, dice el doctor Baeza. Recalca que hace dos años entregaron un proyecto al Fondo Nacional de Salud que incluía las prestaciones de diagnóstico y tratamiento de la genitoplastía feminizante y masculinizante. No tuvieron respuesta.
Apoyar la causa
En 2016, el Programa de Usuarios Trans del Servicio de Salud Talcahuano atendió a 84 pacientes y se realizaron 13 cirugías de modificación genital. Quienes entran a ese protocolo son sometidos a un diagnóstico y, luego de eso, se determina a qué tipo de tratamiento accederán: acompañamiento sicológico, cuidado hormonal o modificaciones corporales (mastectomía, histerectomía, orquiectomía o genitoplastía).
Son recibidos por el mismo Baeza, quien en esa primera consulta identifica sus diferentes necesidades. Cuando ingresan al programa interviene un equipo compuesto por profesionales de distintas especialidades. La duración de las etapas de diagnóstico y tratamiento es variada. Dependerá de cada caso. Algunos llegan con un diagnóstico claro e incluso hormonizados, pues llevan viviendo mucho tiempo según su identidad de género. “Ellos probablemente pasarán directamente a la lista de espera quirúrgica”, dice el doctor Baeza. Otros en cambio, añade, “no se atreven vivir según el género que íntimamente los identifica, porque en su familia no saben de ello, o llegan extremadamente depresivos. Ese paciente requiere apoyo y estabilización sicológica previa”, recalca.
-¿Cuántos requieren una genitoplastía?
“No todos llegan a eso. Tenemos dos grupos de pacientes: transexuales masculinos y transexuales femeninos. De estos últimos la mayoría termina en cirugía genital. En el caso de los transexuales masculinos, es menos frecuente, porque es una cirugía más compleja. Para muchos de ellos es suficiente con la mastectomía y la histerectomía, pero pocos requieren una genitoplastía masculinizante”.
-¿Por qué una es más compleja que la otra?
“En la genitoplastía feminizante se crea una vagina a partir de genitales masculinos. Logramos incluso que ésta sea funcional, que tenga sensibilidad durante el acto sexual. En el caso contrario, el genital femenino no tiene un tejido que permita crear un pene, por lo tanto, la técnica quirúrgica es más compleja. Se basa en un cierre de la vagina y se trabaja con el clítoris para formar un mini pene. Existen otras técnicas que forman un pene a partir de colgajos de piel abdominal o del antebrazo, pero no entregan sensibilidad. Mi postura es que sin esa funcionalidad no tiene mucho sentido recurrir a esa cirugía”.
-¿Una operación genital resuelve la vida de una persona transexual?
“Claramente los ayuda, pero lo que realmente les cambia la vida es lograr rectificar su partida de nacimiento. Cuando pueden tener un carnet acorde con su identidad de género, es decir, con una foto y un nombre que los identifica ante la sociedad tal y cual como ellos se sienten. Con eso se solucionan más problemas que con lo que se logra en el pabellón”.
-¿Ha recibido críticas por hacer este tipo de cirugía?
“Más de broma que de otra cosa. Yo creo que a la gente lo que más le despierta este tema es curiosidad. Y yo ocupo esa curiosidad para educar, porque si conocieran de qué se trata la transexualidad y la sociedad no los discriminara y los tratara como iguales, estos pacientes tendrían menos problemas en su vida”.
-¿Usted estaría dispuesto a someter a un tratamiento hormonal a un niño transgénero?
“No, no lo haría. Yo creo sinceramente que la identidad de género se fija a eso de los cinco o seis años, y que ésta no se adquiere ni se ve influenciada porque a alguna persona la educaron de cierta manera, sino que es una condición que está desde el nacimiento. Sin embargo, pienso que aún nos falta mucho para tener una ley y un tratamiento que apoye a los niños que están en esta situación. Nuestra sociedad todavía no está preparada para aceptar la transexualidad de un adulto, necesitamos avanzar primero en ese ámbito y recién ahí preocuparnos del foco pediátrico”.
-¿Qué lo motiva a apoyar a los transexuales?
“Son personas que viven con mucho dolor; les ha tocado una vida dura, de incomprensión, de rechazo social. Nosotros con el equipo del Hospital Las Higueras podemos ayudar a que esa mochila que cargan durante su transitar de género sea menos pesada. Eso me motiva. Aunque tengo que ser sincero: a veces me han dado ganas de dejar todo botado”.
-¿Por qué?
“A veces es agotador estar peleando para conseguir ayuda. Cuando pido un pabellón algunos creen que me están haciendo un favor personal. Sé que estoy en el lugar ideal y que el Servicio de Salud me apoya, pero cuando ocupo un pabellón para una genitoplastía se debe suspender una cirugía de otra especialidad, y por eso cuesta encontrar espacio. A veces algunos colegas me dicen: me correspondía operar en ese pabellón que tú me estabas ocupando, como si yo fuera el beneficiado. Ahí es donde pienso: estoy operando en un hospital público, en los horarios de un servicio público y a un paciente público que también tiene derechos. Su condición de transexual no lo hace distinto al resto. Esa pelea a veces aburre, porque al final trabajamos por pura voluntad de los colegas que participan del equipo, y de los directores del hospital y del servicio”.
-¿Hasta cuándo le va a durar esa voluntad?
“En Chile la genitoplastía para pacientes transexuales depende de cuatro personas. Si alguna vez tuviéramos el apoyo de Fonasa podríamos realizar más cirugías y habría más interés de otros médicos en especializarse en esta técnica quirúrgica. Como no lo tenemos, y las genitoplastías son escasas, entonces no hay ganas de formarse para algo que no tendrás oportunidad de practicar. Pero creo que yo me quedaría tranquilo si alguien llegara a reemplazarme”.
-¿Y si no llega?
“Entonces tendremos que seguir apoyando la causa”.
Rodrigo Baeza sabe que si no está él, para los transexuales del sur de Chile, por ahora, no hay un plan B.