Paulina Spaudo Valenzuela
Psicóloga Clínica Infanto-Juvenil
Terapeuta de Juego orientado al Trauma
Perito Forense Infanto-Juvenil
Académica USS
La estadística confirma que cada día son más las consultas realizadas por padres que han tomado la decisión de terminar con su vida conyugal y que están preocupados por el significativo cambio que provocará en la existencia de sus hijos.
Este impacto por término de relación conyugal implicará, sin duda, una pérdida para todos los miembros de la familia. Ya sea que el padre o la madre deje el hogar, o aunque la decisión pase por mantener una crianza compartida, estas disposiciones traerán aparejados sentimientos de tristeza, angustia y sensación de agobio, traducido en estrés. Luego, sería esperable un despliegue de recursos personales a nivel individual y de grupo para adaptarse a los cambios de la nueva logística familiar, al nuevo presupuesto económico y, en ocasiones, al cambio de casa y/o de colegio, sumándose así más complejidades para los niños, niñas, adolescentes y adultos.
En síntesis, la separación de los cónyuges conlleva para todos un ajuste significativo a nivel personal, siendo ello un factor externo que impactará en el sistema afectivo, cognitivo y social de los afectados. De hecho, probablemente se trate de uno de los eventos no normativos (situaciones externas que no se esperan en una etapa determinada del desarrollo infantil), más estresantes y traumáticos que deba afrontar un niño o niña en el transcurso de su infancia. Implica la pérdida de su estructura y dinámica familiar, lo que además se vuelve más difícil de superar cuando esta situación no logra manejarse en el contexto de los padres separados, debiendo recurrir a un tercero mediador, llevando el caso a la justicia.
Debe entenderse que tras el distanciamiento, debe ser una prioridad para los progenitores consensuar ciertos temas que apuntan a cubrir las necesidades personales de sus hijos, como salud, educación, vivienda, vestuario, vacaciones y, por cierto, un régimen de comunicación directa y regular que vele porque puedan ver a sus padres en forma organizada y equitativa. Esta situación puede llevar bastante tiempo resolverla a cabalidad, pero no puede depender de la “buena voluntad” de papá y mamá, sino que –insisto- debe ser prioridad. De lo contrario, se perpetuará la tensión en el ambiente familiar, complicando la salud mental de los niños y niñas.
A este nada fácil escenario podrían agregarse, adicionalmente, posibles situaciones relacionadas con la violencia intrafamiliar o la sospecha de abuso sexual por parte de alguno de los progenitores, lo que podría determinar la separación de los hijos por un período indefinido del padre cuestionado.
Es curioso ver cómo luego de la decisión de una separación conyugal se pueden desplegar escenarios cada vez más rígidos y complejos al interior de la familia, los que contribuyen a mantener la tensión y a mermar el desarrollo de la vida de niños, niñas y adolescentes, siendo en algunos casos una sombra difícil de disipar.
“Tras el distanciamiento, debe ser una prioridad para los progenitores consensuar ciertos temas que apuntan a cubrir las necesidades personales de sus hijos, como salud, educación, vivienda, vestuario, vacaciones y, por cierto, un régimen de comunicación directa y regular que vele porque puedan ver a sus padres en forma organizada y equitativa”.
Esta columna busca que aquellos padres y madres que, por una u otra razón, deciden comenzar nuevamente sus vidas lejos del cónyuge, reflexionen sobre cómo esto afecta la vida de sus hijos. Es cierto que muchas veces esta disolución marital se vuelve una separación compleja, con dolor emocional asociado a la decisión, el que también trasciende a los hijos, situándoles en un escenario confuso en que sienten que deben tomar partido, y donde ciertamente se afecta su salud física y mental.
Pero es justamente por ello (y por ellos) que –aunque a primera vista sea complejo- los padres deben hacer todo lo posible para que su separación tenga el menor impacto posible en el desarrollo de los hijos. ¿Cómo se logra esto? Un buen inicio es intentar que la separación se desenvuelva de la mejor manera posible, de forma consensuada y madura, tratando de llegar a acuerdos que beneficien prioritariamente a los niños. Esto pues, más allá del dolor natural por la partida de uno de los progenitores, esta situación puede convertirse en una oportunidad de aprendizaje para ellos. Qué bueno sería que vieran en sus padres el afán por dialogar, o el buen trato entre ellos, incluso en circunstancias tan difíciles, logrando resolver los problemas -en lo posible- sin la necesidad de un mediador.
En resumen, lo ideal sería que los padres fueran capaces de buscar acuerdos que resulten favorables para sus hijos, pero que vayan en pro del bienestar de todos los miembros de la familia.