Algunos padres muestran y cuentan tanto de sus niños en las redes sociales que no dimensionan la huella que dejan en ellos y en el mundo digital. Los expertos dicen que la compulsiva práctica del sharenting (mostrarlos en la red) vulnera la privacidad y los derechos de identidad de los hijos. La pulsión de conseguir un like lleva a los papás a tratarlos públicamente como objetos o trofeos, sin medir el impacto emocional que ellos podrían sufrir de grandes.
Por Carola Venegas Vidal
¿Cuántas fotos de tus hijos subiste a las redes el último año? Cinco, 10… O perdiste la cuenta. Es casi automático querer mostrar esos momentos que parecen cotidianamente gloriosos y que, contrario a lo que pensamos como padres, no todos ven con los mismos ojos.
Las estadísticas dicen que el 50 % de las fotos que se distribuye en redes de pedofilia corresponde a posteos que voluntariamente subieron los padres o personas a cargo de un niño. Pero no solo eso. Los especialistas advierten que no hay beneficios en exponer masivamente la imagen, sobre todo de los pequeños que ni siquiera tienen el discernimiento para autorizar si quieren estar o no en la red. Hay daños psicológicos profundos, inconscientes, que terminan por explotar cuando los niños se enfrentan al mundo con su propia identidad digital. La vergüenza es la que gatilla el infierno.
El sharenting (share: compartir + parenting: crianza) es una práctica compleja. Parece inocente, pero cuando se lleva a cabo de forma compulsiva, esconde también algunas distorciones y carencias afectivas, como la soledad de la crianza o inseguridades de los padres. Tratan a los niños como objeto, usan sus logros o habilidades como trofeos, intentando validar la condición de papás orgullosos, buena onda, chochos, pero exponiendo sus imágenes y hasta el inocente pensamiento infantil. “Como nos hemos dado cuenta, las redes sociales no están al margen de la aparición de fenómenos psicológicos, ya que al ser usadas por personas, estas proyectan en ellas sus emociones, pensamientos y conductas habituales”, destaca la Magíster en Comunicación Social y Directora de la carrera de Psicología en Udla, Ivonne Maldonado Martínez.
La profesional explica que el sharenting es un tema reciente, que se viene desarrollando hace pocos años en Latinoamérica y algo más en países europeos y norteamérica, por tanto, sus efectos los iremos observando en la medida de que los niños y niñas, cuyas ecografías hemos visto ya en redes sociales, sean adolescentes. “En 2017, solo en Estados Unidos el 92 % de los niños menores dos años ya tenía algún tipo de presencia en las redes sociales… hay que mantener la investigación en la línea psicológica, médica, sociológica y también legal, para construir los protocolos que permitan limitar los alcances negativos de un fenómeno que es bastante masificado”, indica la especialista.
La vergüenza
¿Por qué creen que la mayoría de los estudiantes en clases virtuales apaga sus cámaras? Un porcentaje, por mejorar la conexión, pero la mayoría lo hace porque se siente blanco fácil para comentarios, burlas o a la invasión del espacio. “La vergüenza se activa cuando nos sentimos expuestos a la evaluación de otras personas, y está asociada al miedo, a la reacción que puedan tener los demás sobre mi comportamiento o que descubran mi intimidad. Por tanto, la misma vergüenza que en modo presencial expresamos bajando la mirada o sonrojándonos, ahora la demostramos teniendo la cámara apagada, escogiendo estratégicamente fotos o publicaciones que proyecten a los demás una imagen deseable al grupo en que nos desenvolvemos en redes sociales”, recalca Ivonne Maldonado.
Para los adultos es difícil dimensionar lo incómodo e incluso violento que puede llegar a ser la excesiva publicación de información de los hijos, cuando ni siquiera tienen una edad para opinar. En el mundo existen casos de jóvenes que han denunciado a sus padres por haberlos expuesto en estos medios sin su consentimiento.
En 2017 se dio el primer caso de una austriaca de 18 años que denunció a sus padres por publicar más de 500 imágenes suyas a lo largo de toda su infancia. La joven pidió en repetidas ocasiones a sus padres que retirasen estas fotos para respetar su propia intimidad. Ella lo hacía aludiendo a las consecuencias que tendría a que sus más de 700 amigos en Facebook, pudieran ver directamente esas fotografías. Ante la negativa de sus padres, que alegaron que borrarlas era eliminar parte de los recuerdos familiares y defendiendo la autoría de dichas fotos, determinó acudir a la justicia, amparándose en la ley de Protección de Datos y la Privacidad Personal de ese país, que rige para personas de todas las edades. Hoy en día la legislación francesa e italiana consideran multas de hasta 45 mil euros para padres que han sido denunciados por sus hijos por esta práctica. La abogada Ximena Sepúlveda Barrera, experta en Ciberseguridad y jefa de la Unidad de Propiedad Intelectual de la UdeC, puntualiza que en nuestro país la acción de difundir fotos de los niños no es sancionada penalmente, pues solo existe penalización cuando se trata de material pornógrafico. “La exhibición de fotos comunes y corrientes, no constituye delito… En Chile no se consagra expresamente el derecho a la imagen”, recalcó.
“Si lo pensamos en la vida cotidiana, para los niños significa lo mismo que para los adultos aquella foto que tienen nuestros padres de cuando éramos bebés y estábamos en la bañera. Ahora bien, al aumentar la edad, sobre todo con la escolarización, los niños y niñas van generando cada vez más relación con sus pares, por lo tanto, la valoración que hagan sus amigos o compañeros sí les va a importar. En este sentido, no querrán verse expuestos a ser juzgados públicamente y que ello pueda alimentar una situación de burla, discriminación o violencia escolar”, sugiere Ivonne Maldonado.
En esa etapa, se debe ser respetuoso del contenido que se comparte en redes sociales de los niños o niñas, porque recordemos que ellos son “nativos digitales” y, probablemente, sepan llegar más rápido a la información que los adultos, lo cual podría resultar difícil de frenar una vez en circulación. Además, hay que considerar que la acumulación de imágenes o videos de un niño desde el nacimiento, va creando una “huella digital” sobre su crecimiento y esta excesiva exposición puede tornarse peligrosa para su privacidad, seguridad y construcción de identidad en la adolescencia.
“Pero… si le encanta”
En un experimento que realizó la Fundación Orange preguntaron a los padres por qué suben fotos de sus hijos y en qué condiciones. Luego, los jóvenes destrozan las razones que con toda buena intenciónsus padres utilizaban para compartirlas. Algunos papás dicen “pero si le encanta”, “sale tan mona”. Nada más opuesto a lo que opinan los adolescentes.
“Lo curioso de este fenómeno es que quienes podrían sentir vergüenza con estas imágenes no tienen ninguna posibilidad de decidir si se publican o no. Es aquí donde queda en evidencia que los padres buscan aprobación en redes sociales a través de sus hijos, y es una manera segura de recibir atención en estas, ya que pocos podrían quedar indiferentes a este tipo de contenido y no poner un like”, argumenta la psicóloga Ivonne Maldonado.
Otro experimento interesante lo realizó una compañía holandesa que se dedicó a hacer tazones impresos con fotografías de niños sacadas de Internet, de forma legal y con los permisos concedidos por los mismos usuarios que aceptaban ceder derechos una vez que las publicaban en distintas plataformas. “El niño de alguien en tu mug favorito” busca crear conciencia de la exposición de los niños en la web y, aunque no lo creas, aún se puede adquirir tazones en el sitio Koppie Koppie
“Al no pensar en el niño como otro, sino como algo que es propio del padre o de la madre, con el que podemos hacer o decidir asuntos delicados, como publicar un video, una imagen o un texto que hable de su personalidad, claramente se vulnera el derecho a la intimidad y la decisión de querer aparecer en alguna red social o no”. Así lo explica la psicóloga Alba Cerna, quien trabaja en campo de educación
“En términos legales no se puede publicar alguna imagen de un menor sin la autorización de un adulto, sin embargo, son los mismos padres los que muchas veces exponen a sus hijos a temprana edad. Cuando se publica la imagen de un niño sin su consentimiento se vulnera su derecho de privacidad, incluso, dependiendo de la imagen esta puede afectar su autoestima”, enfatiza.
Alba Cerna señala que nos encontramos en un contexto en donde todo se publica, donde se han perdido espacios de privacidad importante, incluso, el propio hogar. “Esas publicaciones quedan a criterio de cada adulto, pero eso justamente es lo cuestionable… No se mide hasta qué punto puede impactar en el niño. Muchas veces se muestra a los hijos de forma repetitiva y sin ningún filtro, pasándose a llevar la decisión personal del pequeño, donde se les expone con imágenes realizando alguna gracia, que a veces lo ridiculiza”.
Cómo armonizar
Debido a la constante demanda que existe hoy, se debería llegar a mutuo acuerdo dependiendo de la edad y la imagen. “Siempre debe primar proteger la integridad física y mental del niño antes que la intención por mostrar lo que ocurre dentro del hogar”, propone Alba Cerna.
Los padres o cuidadores deben educar a los niños en que hay ciertos contenidos que se pueden exponer y otros que no; de manera que puedan diferenciar lo que es público versus lo privado. Esta línea se ha adelgazado cada vez más, volviéndose bastante difusa, por ello, es importante remarcarla y que sean los propios padres o cuidadores los primeros en respetarla. Una cosa es subir una foto cada cierto tiempo del hijo o hija para que vean los amigos y otra bastante distinta es subir varias al día. Los hijos aprenderán siguiendo como modelo lo que hacen sus padres o cuidadores, por ello, las redes deben usarse apropiada y moderadamente. Es decir, no se debe compartir en línea lo que no se compartiría públicamente.
Hacer circular una fotografía o video de un niño pequeño, inevitablemente permitirá un espacio a la opinión pública y dependiendo del contenido, puede abrir la puerta a la intromisión de otras personas en la intimidad familiar. En este sentido, cuando se publica en redes sociales la información puede llegar a receptores intencionales y a otros no intencionales. Ivonne Maldonado puntualiza que es muy importante definir “a quiénes yo quiero dirigir mi contenido (por ejemplo, familia o amigos) configurando tus cuentas para que tu contenido no sea público, pero también dimensionar que puede llegar a un público inimaginado de ‘amigos de amigos’. A esto se suma la dificultad de controlar la divulgación de una imagen o video, una vez que ha entrado en circulación. Vemos lo que sucede con los ‘virales’, por ejemplo”.
El fenómeno del sharenting va a depender mucho de la personalidad de los padres, su vinculación con los nuevos medios de comunicación, las decisiones que ellos tomen respecto a sus límites éticos sobre lo que les parece adecuado compartir y el grado de empatía que puedan tener con sus propios hijos pensando en el futuro.
La idea es también educarlos y predicar con el ejemplo, pues un día ellos también van a estar a cargo de su identidad digital. Sobre exponerlos es decirles que, a la larga, pueden ellos mostrar todo, con los riesgos que eso conlleva.
La tecnología y redes sociales cumplen un rol importante de cómo nos comunicamos en la actualidad. En niños de corta edad es importante educar y mantener cierta supervisión debido a la gran cantidad de programas y plataformas de dudosa reputación en la web, lo cual pone en riesgo la integridad de cualquier niño adolescente. “Es importante comunicarse, hablar, estar supervisando. No revisando las conversaciones, pero sí estar en conocimiento con quién habla. También es importante educar sobre los riesgos que tiene Internet y la importancia de resguardar su integridad como niño y persona”, destaca la psicóloga Alba Cerna.
Tanto los jóvenes como los niños son sujetos de derechos, entre los que se encuentran el respeto a su intimidad e imagen personal. Como toda la articulación legal esto se va ir desarrollando en la medida que se tiene más experiencia e investigación. Lo que queda en este momento es tomar el peso de lo que significa subir una publicación en una red social, también la exposición que esto conlleva y la dificultad para controlar su divulgación . “Luego de eso, tomar la decisión de publicar o no”, recalca Ivonne Maldonado.
El equilibrio en la publicación de este tipo de contenido es la solución. El sharenting podría evolucionar, ser más moderado y respetuoso con la privacidad de los niños y niñas, pero no depende solo de ellos. La solución comienza por casa.