La formación profesional es uno de los elementos clave de la inversión en capital humano que requieren las organizaciones. Si bien hace algunas décadas esta formación en nuestro país era privilegio de pocos, hoy un alto porcentaje de jóvenes logra ingresar a la educación terciaria, pudiendo optar a mejoras en su calidad de vida, por tratarse de una palanca en la movilidad social.
Para tener una visión del avance podemos comparar las cifras en acceso a la educación superior. Según el Compendio Histórico de Educación Superior disponible en mifuturo.cl, en el año 1984 apenas 184 mil jóvenes ingresaban a la educación superior (carreras de pregrado), considerando centros de formación técnica, institutos profesionales y universidades (del CRUCH y privadas). Al año 2017, esta cifra se ha incrementado más de cinco veces, alcanzando un total de 1.176.727 jóvenes.
¿Cuál es la relevancia de este avance? Como se mencionó, la educación terciaria permite una tremenda movilidad social debido a la mejora en los ingresos de sus egresados. Considerando sólo algunas cifras, un informe del Centro de Estudios del Ministerio de Educación indica, a partir de datos de la CASEN 2011, que aquellos jóvenes que estudian una carrera universitaria de entre cinco y seis años pueden llegar a ganar de tres a cinco veces el ingreso que obtendría un egresado de enseñanza media. Obviamente, dependiendo de la carrera, esta cifra puede aumentar.
Las políticas públicas han mejorado la accesibilidad para muchos estudiantes recién egresados de enseñanza media, permitiendo que, apenas salen de cuarto medio, los jóvenes entren a la educación superior de manera más expedita en comparación a la experiencia de quienes egresaban en la década de los ‘90 y comienzos de la década pasada.
Sin embargo, hoy aquellos jóvenes, ahora adultos e insertos en el campo laboral, personas de entre 25 y 45 años, también quieren tener esa posibilidad de movilidad social y mejora de sus ingresos, buscando las oportunidades que no tuvieron al terminar sus estudios medios.
Así, cada vez es más común que este segmento etario acceda a alternativas de perfeccionamiento en horario vespertino, ya sea estudiando una carrera técnica o de pregrado, como también optando a la especialización si ya cuenta con una profesión, mediante cursos, diplomados y programas de magíster. De esta forma, combinando trabajo y estudio, logran una especialización o segunda profesión.
La educación superior para adultos se ha transformado en un trampolín para conseguir mejores alternativas laborales, pues en el aula no sólo se adquieren los conocimientos técnicos propios de cada carrera, sino que se produce un aprendizaje colaborativo muy enriquecedor cuando se conjugan experiencias de distintos rubros y sectores. Asimismo, se generan redes laborales que suelen no existir en el pregrado tradicional.