Describir a Talcahuano sólo como puerto sería una definición mezquina, porque esta comuna, que este 2018 cumple 253 años, tiene un riquísima historia, por muchos desconocida, que la convirtieron en escenario de los hitos más relevantes de la Región y del país: el más importante de ellos, la declaración de la Independencia, en el morrillo de Perales, el 1 de enero de 1818. En NOS, quisimos dar un vistazo a algunos de éstos, en homenaje a un territorio que merece tener un sitio de relevancia en la historia del país.
La casa número 16 del Pasaje Mathiew, en Talcahuano, es la que mejor conserva los elementos del diseño original de este conjunto de viviendas, emplazadas a metros de la plaza de armas, que fueron edificadas para trabajadores franceses que participaron en la construcción de los diques de Asmar.
El barrio francés, como lo conocen en el puerto, permanece como uno de los pocos testigos de una época donde la presencia de ciudadanos europeos que se instalaron en Talcahuano, atraídos por la intensa actividad comercial y portuaria que allí se desarrollaba, era evidente y numerosa.
En la casa número 16 vive Blanca Cárdenas. Llegó al barrio junto a su marido, funcionario de la aduana, a comienzos de los ´70. Orgullosa, muestra los detalles de su vivienda que, tal como las de sus vecinos, tiene influencias del estilo neoclásico francés y un detallado trabajo artesanal que se evidencia en la perfilería de puertas y ventanas, y en un escudo de madera que resalta imponente en la parte superior de la fachada. Sólo otra casa, de las 18 que dieron vida a ese pasaje, mantiene ese escudo. El último terremoto que azotó a la zona central y el deterioro que produce en los inmuebles el paso del tiempo hicieron desaparecer ese símbolo que caracterizó a las viviendas de los franceses en Talcahuano.
El arquitecto Luis Darmendrail explica que las casas de ese barrio son una expresión de vivienda colectiva articulada como un pasaje, siguiendo un patrón casi como un cité, “con casas austeras pero con una marcada influencia de derivados de la arquitectura neoclásica, incorporando chapas metálicas de revestimiento y otros detalles ornamentales en fachada”. Son, señala, un ejemplo de la arquitectura residencial, un tanto más sencilla que otras fastuosas propiedades construidas en la época en el puerto, y un importante vestigio de las dinámicas sociales y laborales generadas a finales del siglo XIX en Talcahuano, cuando existía una alta presencia extranjera y la arquitectura fue un claro reflejo de aquello.
Blanca no tiene detalles de esa historia. Sí sabe, por lo que le contaron vecinos que llegaron antes que ella al pasaje, que éste originalmente era un recinto privado que estaba cerrado con portones en sus dos accesos, los que luego de que los franceses regresaron a su país, fueron retirados para permitir la libre circulación.
Desde ese lugar, Blanca ha sido testigo de los últimos 50 años de Talcahuano: del crecimiento de la ciudad, del auge de la pesca y del boom del sector industrial que fue rodeando a la ciudad. Ha visto también cómo emigraron del puerto algunos de sus vecinos y ha sentido enormemente la muerte de otros tantos. “Los hijos que heredaron las casas las han puesto a la venta, por lo que quedamos muy pocos de los antiguos”, dice. Desde allí también vivió los efectos del terremoto y maremoto del 2010 que tanto daño causó en Talcahuano, y tiempo después observó, aterrada, el incendio que en el 2013 destruyó el 50 por ciento de las viviendas de su barrio. Desde antes de esa tragedia, el Pasaje Mathiew estaba categorizado como Zona de Conservación Histórica por el valor urbanístico y cultural de sus inmuebles. Ello le entrega una protección patrimonial para preservar sus características originales. Esa exigencia es la que complica la reconstrucción de las casas destruidas por el incendio, pues toda nueva edificación que allí se levante debe conservar el diseño y materialidad originales. Blanca sabe de ese problema. Dice que agradece a Dios, porque su hogar no sufrió deterioro alguno, pero mira con nostalgia hacia el espacio donde antes estuvieron las casas de sus vecinos y añora tantos años de vida en comunidad en uno de los barrios más particulares de Talcahuano.
Ciudad cosmopolita
El abogado e historiador Armando Cartes cuenta que pocas ciudades en Chile tienen una fecha de fundación formal. Algunas de ellas son Santiago, en 1541; La Serena, en 1544, y Concepción, en 1550. Las demás, como sucedió con Talcahuano, fueron surgiendo espontáneamente en la medida en que en ellas se fueron registrando pequeños poblamientos. Eso, dice Cartes, fue lo que comenzó a suceder a partir del siglo XVIII, con los marinos y comerciantes franceses que en esa época arribaban a este puerto y permanecían en él por varios años para vender sus mercaderías. “Ocuparon un par de calles entre los cerros y el mar, donde levantaron sus viviendas, huertas y hasta una capilla”, explica, y también atribuye a esos franceses la introducción en Talcahuano de algunos oficios como la herrería y la tonelería.
Si bien ese ciclo de comercio, según Cartes, se extendió sólo hasta 1725, la presencia de inmigrantes europeos fue una constante por lo menos durante los primeros 150 años de historia de Talcahuano. Eso le dio al puerto una impronta de ciudad moderna y cosmopolita. “En un mundo sin aviones, toda la población extranjera que llegaba al país ingresaba por las ciudades puerto”, sostiene el historiador. “Esa conexión con el mundo hacía que los habitantes de Talcahuano tuvieran contacto con formas de pensamiento, de arte y hasta costumbres que distaban bastante del carácter monárquico y tradicional que tenía Santiago”.
Recuerda que antes de la puesta en marcha del Canal de Panamá, en 1914, la conexión entre la costa este y oeste de Estados Unidos se hacía por mar a través del Estrecho de Magallanes. Por eso a Talcahuano y Lota llegaban artistas americanos de renombre que se presentaban en los teatros de esas ciudades mientras hacían escala para llegar a su destino.
Otro importante flujo de extranjeros arribó a Talcahuano a partir de la década de 1830, cuando barcos de bandera inglesa, francesa y norteamericana dedicados a la caza de ballenas recalaban en su puerto para aprovisionarse durante sus extensas navegaciones por el Pacífico.
La fecha de fundación
La fecha asignada para la fundación de Talcahuano fue el 5 de noviembre de 1764. En el Libro de Oro de Talcahuano 1764-1964 se argumenta que en esa fecha se le habría dado el título de puerto. Ése sería el nacimiento formal de esta ciudad que surgió como una base marítima de aprovisionamiento y defensa, título que le entregará parte de la identidad que hasta hoy define a la comuna chorera.
Armando Cartes atribuye el nacimiento formal de Talcahuano a la necesidad surgida tras la decisión de trasladar Concepción desde Penco al valle de la Mocha, después del maremoto de 1751.
“La nueva situación de mediterraneidad de la ciudad obligó a designarle un puerto”, añade. Ese puerto fue Talcahuano, que fue creado “en función complementaria a la capital del sur y la frontera”, argumenta.
Pasados más de 100 años, Talcahuano se convertiría en el más importante puerto del sur. “En 1871, el ferrocarril llegó a Talcahuano, lo que hizo que la ciudad asumiera el título de Puerto Mayor que hasta ese entonces ostentaba Tomé”, señala el historiador. Así, Talcahuano se fue consolidando como un pujante puerto que trajo consigo el progreso y también el desarrollo de un sector dedicado al comercio y a la oferta de servicios relacionados con la actividad portuaria.
Ya casi en la mitad del siglo XX, Talcahuano fue escenario de otro gran desarrollo que entregó una nueva faceta a su identidad: la inauguración de la planta Huachipato de la Compañía de Acero del Pacífico (CAP), en los años 40. “Luego vendría la instalación de otras empresas del rubro industrial y de lo que se conoce como polo petroquímico”, sostiene Armando Cartes. Esos hitos cambiaron la fisonomía del puerto y la matriz productiva local.
En espera del tercer dique
El Libro de Oro de Talcahuano rescata un párrafo que dataría de 1890. Fue escrito por algún cronista de la época, que alababa el inicio de la construcción de un dique de carenas para la mantención de naves en Talcahuano: “Dado el notable incremento del movimiento marítimo, las autoridades han comprendido la necesidad de construir un dique para carenear barcos de la marina de guerra nacional y de la marina mercante”, rezaba el escrito. El dique seco N°1, cuya construcción se inició durante el gobierno de Balmaceda, finalmente se puso en servicio en 1896, durante la presidencia de Jorge Montt. Aún funciona en dependencias de Asmar.
Casi tres décadas después se inauguró un segundo dique, de mayor capacidad, que permitió satisfacer no sólo los requerimientos de la Armada, sino también los de armadores nacionales y extranjeros.
Más tarde, en 1960, se creó la empresa estatal Astilleros y Maestranzas de la Armada, Asmar, con lo que Talcahuano se transformaba también en un gran astillero y en un puerto militar del Pacífico Sur.
Casi un siglo después de la inauguración del segundo dique, Talcahuano espera la venia de las autoridades centrales para ver materializado el anhelado tercer dique de Asmar, que estaría destinado a atender la demanda de servicios de naves de clase Post Panamax, de dimensiones equivalentes a cuatro canchas de fútbol y capaces de transportar más de 18.000 contenedores. El actual gobierno descartó su construcción, y tampoco hay certeza de que una nueva administración asumirá el desafío. De lo que sí están seguros en Talcahuano es que un tercer dique potenciaría el posicionamiento internacional del astillero y que también tendría un positivo, y por estos días necesario, impacto en su economía local.
Sitio de la Independencia
La Independencia de Chile en su fase militar se inició en lo que hoy es Talcahuano. “Partió el 27 de marzo de 1813, cuando arribó a la bahía de San Vicente, la flota encabezada por Antonio Pareja, que trae la guerra”, explica Armando Cartes. Otro hecho, sucedido cinco años después, marcaría tal vez el hito más importante de aquel proceso. Ocurrió cuando Bernando O’Higgins, tras la victoria de la batalla de Chacabuco (1817), decide instalar su campamento en el morrillo de Perales para atacar a las fuerzas realistas, comandadas por José Ordóñez, que permanecían atrincheradas en El Morro y los cerros de Talcahuano. “Cavaron un gran foso, que iba desde la bahía de San Vicente hasta la de Concepción, lo que hacía casi imposible llegar a ellos”, dice Cartes. Ante la dificultad de concretar su ataque por esta gran barrera, O’Higgins declara la independencia de Chile desde este lugar. Tras firmar el documento, el 1 de enero de 1818, lo arroja sobre la empalizada para dar aviso a los españoles, de esta peculiar forma, que Chile se convertía en un Estado libre y soberano. Ese sitio fue designado como monumento histórico, y fue seleccionado como uno de los 200 hitos para el desarrollo del turismo histórico cultural en el marco de los 200 años de la independencia. “En el caso del morrillo de Perales surgió la idea de levantar ahí una especie de parque o plaza ciudadana”, explica la Directora de Sernatur Biobío, Paola Núñez. Actualmente, ese terreno pertenece a CAP, pero al conocer el anteproyecto, la compañía manifestó su intensión de donar el polígono donde se establecería el parque. Está pendiente que el concejo municipal de Talcahuano valide el proyecto y exprese su compromiso de darle continuidad. Luego se debería buscar financiamiento para su diseño y posterior ejecución. “Es un proyecto que le daría mucho valor a la oferta turística de Talcahuano y que, además, es importante para darlo a conocer a los visitantes y a los propios habitantes del puerto, para que todos sepan que ése es el lugar donde se declaró la independencia del país”, finaliza la Directora de Sernatur.