Talento inclusivo

/ 19 de Enero de 2016

La idea de crear agrupaciones musicales infantiles y juveniles nació en Chile hace más de 50 años. Su autor fue el músico Jorge Peña Hen, quien observó cómo las orquestas escolares de EE.UU. incidían en los estudios, en la formación del carácter y en el desarrollo sociocultural de los pequeños. Con esa nueva visión propició la creación de escuelas de música para niños y jóvenes de estratos socioeconómicos bajos. El sueño de Peña se truncó con su muerte, pero tras él vinieron otros maestros que hoy dan vida a cerca de 500 orquestas de este tipo, que demuestran a la comunidad, al público común y corriente, que la música, independientemente de su origen y estilo, es una manifestación que transforma la vida.

 

Por Natalia Messer.

reportaje musicosHay historias de vida llenas de acontecimientos que se parecen a las sinfonías que ejecutan las orquestas más prestigiosas del mundo: con estructuras y tiempos diferentes, más rápido, más lento, ¡altos y bajos por doquier! Asimismo, son historias que perduran, como las obras de los grandes compositores.
Aquellas características tuvo la vida del músico, compositor y director de orquesta Jorge Peña Hen. Su carrera comenzó a temprana edad. Para cuando tenía 14 años creaba sus primeras obras musicales. Luego, con más años, también ejercería un importante rol social, cuando en 1950 fundó la Sociedad Bach, además de la Orquesta Filarmónica, coro Polifónico y grupos de Cámara en La Serena.
Pero si hay una obra que se debe destacar de este artista, es haber sido el creador, en dicha ciudad, de la primera Orquesta Sinfónica Infantil de Sudamérica, en 1964 que, sin duda, dejó una marca imperecedera. A inicios de los años ’60, Peña Hen había observado la experiencia de las orquestas escolares durante un viaje a Estados Unidos. Llamó su atención que la disciplina, responsabilidad y organización que se les exigía en estas agrupaciones incidía en el rendimiento de los estudios, pero también en el carácter y en el desarrollo sociocultural de esos pequeños músicos.
El pensamiento de Peña Hen enseñaba que la música era de todos y para todos, y por eso los niños, independientemente de dónde vinieran y los recursos que tuvieran sus familias, fueron su fuente de atención. Por ello echó a andar un plan de extensión docente que le permitió crear escuelas de música en toda la Cuarta Región, que estuvieron destinadas especialmente a niños y jóvenes de escasos recursos.
El pasado 16 de enero, Peña habría cumplido 88 años. Habría, porque, el 16 de octubre de 1973, fue asesinado en el marco de la operación Caravana de la Muerte. Los órganos represores del régimen militar silenciaron su corazón, pero no su legado, que permanece en los cientos de músicos que hoy forman parte de las orquestas infantiles y juveniles presentes de norte a sur del país.
“Siempre he dicho que Jorge Peña tuvo el peor de los errores: tener la razón antes de tiempo”, dice el músico y gestor cultural, Américo Giusti, impulsor de diversos proyectos orquestales en el país. “Antes de que el tiempo estuviera de acuerdo…, para él la voluntad y la realidad no se juntaron, y cuando eso no ocurre, las cosas no funcionan”, añade, para complementar su afirmación.
Los tiempos en los que vivió Peña Hen eran muy diferentes a los actuales: convulsionados, con un país dividido por la violencia política, donde sólo existían cuatro orquestas sinfónicas en Chile: en La Serena, Valdivia, Santiago y Concepción. Los recursos eran escasos; menos había para instrumentos o para financiar proyectos musicales, por más loables que éstos fueran. “Tampoco estaba el ánimo de la gente”, agrega Américo Giusti.
 

Nuevos sonidos

Hoy se escuchan nuevos y esperanzadores sonidos. La realidad cambió y el sueño de Peña Hen se concretó en Chile gracias a la labor y empuje de otros artistas que vieron que era posible tener orquestas infantiles y juveniles de excelente calidad musical. En este nuevo panorama surgen organizaciones como la Fundación Orquestas Juveniles e Infantiles (FOJI), que nació en 2001 durante el gobierno del expresidente Ricardo Lagos Escobar, promovida por su esposa, Luisa Durán. Su objetivo es apoyar el movimiento orquestal juvenil del país. Una importante labor también realiza la Fundación Educacional Arauco, que financia proyectos musicales de esta naturaleza.
Estas fundaciones, más los recursos que entregan las municipalidades, a través de sus departamentos de educación, hacen posible que las cerca de 500 orquestas juveniles e infantiles que hay en todo el país, de Arica a Punta Arenas, puedan funcionar, para que todos sus instrumentos suenen en armonía y sin interrupción.
Según un catastro realizado por la misma FOJI en Chile, las regiones que lideran en cantidad de orquestas son la Metropolitana con 109 y la Región del Biobío con 60. Le siguen las regiones de Valparaíso (36), Los Lagos (35) y Maule (32).
Si bien se ha escrito bastante sobre el fenómeno juvenil orquestal, siempre se ha hecho desde una perspectiva centralista, asociando mayoritariamente a la Región Metropolitana como la impulsora de tales iniciativas. Por ello es importante destacar que en 1983, y transcurrida una década desde la ejecución de Peña Hen, se marca un hito importante en Concepción, con la creación de la Sociedad Bach, entre cuyos objetivos iniciales estaba formar una orquesta juvenil que nació ese mismo año. En 1992 vendría también la Academia Vivaldi de Concepción y, cuatro años después, la emblemática Orquesta Juvenil de Curanilahue. Estos vanguardistas proyectos se adelantaron incluso a la creación de la FOJI.  (Ver Recuadro)

La fundación de la Sociedad Bach en 1983 fue importante, en palabras de su creador Américo Giusti, “porque revitalizó la propuesta de Peña Hen”. Giusti también dirigió la que fue la primera Orquesta Juvenil de la Región del Biobío, nacida también en 1983 bajo el alero de la Sociedad Bach de Concepción. De este semillero de jóvenes talentos destaca, por ejemplo, Alejandra Urrutia, primera mujer directora de la Orquesta de Cámara de Chile y, actualmente, directora titular de la Orquesta Sinfónica Provincial de Santa Fe, Argentina.

Otro hecho importante, y también bajo la dirección de Américo Giusti, fue la creación en 1992 de la Orquesta Juvenil de la Academia Vivaldi de Concepción. Con estas dos entidades se aportan elementos vitales para el desarrollo y la continuidad de un proyecto musical de esta envergadura: la calidad, el método de estudio y el perfeccionamiento.

Un vado talentoso

Curanilahue, que en su raíz mapudungun significa “vado pedregoso”, se convirtió en una especie de ciudad de la música. Si Concepción es considerada la cuna del rock, Curanilahue lo es de la música clásica, por su revolucionaria orquesta.
Con la creación, en 1996, de la Orquesta Juvenil de Curanilahue, el vado ya no sólo tenía gigantes rocas, sino también jóvenes talentos musicales que sentados en un escenario frente a una multitud, hacían “cantar” sus instrumentos.
La música made in Curanilahue traspasó distancias y llegó incluso a los oídos del ex Presidente Ricardo Lagos y de su esposa Luisa Durán.
-¡Si soy presidente de Chile voy a invitarlos al traspaso de mando! anunció Ricardo Lagos en un comedor del Liceo Mariano Latorre en Curanilahue.
Esta visita ocurrió en 1999, mientras hacía campaña durante las primarias presidenciales de la Concertación. Su promesa se cumplió y la orquesta estuvo para cuando Lagos asumió la presidencia en 2000, y también se les invitó para la entrega de mando a Michelle Bachelet, en marzo del 2006.

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Jerson Mella.
Para la visita de Lagos, en 1999, la Orquesta Juvenil de Curanilahue llevaba tres años de vida, durante los cuales la práctica fue clave para alcanzar una buena ejecución musical. Y el resultado fue tan bueno, que Ricardo Lagos y Luisa Durán en aquella ocasión se emocionaron hasta las lágrimas al oir a un grupo de no más de 30 estudiantes de esta humilde comuna, todos con instrumentos de cuerdas hasta ese entonces, ejecutar piezas de Tchaikovsky, Beethoven o Mozart, de manera pulcra y sin tener que envidiarle nada a un profesional que llevara haciéndolo por más años.
Coordinadora de la Orquesta de Curanilahue hace 20 años, María Eugenia Muñoz cuenta que lo ocurrido en “el vado pedregoso” fue una especie de revolución musical. La ciudad se impregnó de un espíritu que mostraba que con sacrificio se cosechaban éxitos. Como explica esta profesora de educación musical, la experiencia de los niños fue una enseñanza y un modelo a seguir para toda la gente de Curanilahue que no necesariamente se desempeñaba en áreas artísticas.
“La orquesta demostró que las cosas que parecen imposibles se pueden hacer y eso se transmitió al país. Esto abrió la puerta para que otras manifestaciones de arte tuvieran esa mirada en el trabajo bien hecho, en la excelencia. Pero creo que no sólo ocurrió a nivel artístico. Atravesó todas las áreas dentro de la comuna. ¡Fue revolucionario!”, dice.
Esta revolución, hecha por niños curanilahuinos, comenzó en 1996, aunque como aclara María Eugenia Muñoz, los primeros registros indican que la idea de crear una orquesta infanto-juvenil nació un 22 de mayo de 1995. En ese entonces, el director del Liceo Mariano Latorre de Curanilahue, Francisco Ruiz, presentó el proyecto al Concejo Municipal de la ciudad, con el fin de obtener apoyo. “Por esos años nadie entendió mucho la idea… algunos hablaban de banda, porque en el pueblo pocos sabían del tema”, dice la coordinadora.
Pero pese a que la idea parecía imposible, hubo personas que con la misma convicción de Peña Hen apostaron ciento por ciento por la orquesta. La figura, por ejemplo, de Francisco Ruiz fue trascendental. También músico, él dio un giro artístico a la educación de su establecimiento. Relevante fue, además, el primer director musical de la orquesta de Curanilahue, Américo Giusti, quien guió a los 30 niños de ese entonces. Pero una mención especial merece el profesor de violoncello Javier Santamaría, quien sigue presente en la orquesta hasta el día de hoy.
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María Eugenia Muñoz.
En la Orquesta Juvenil de Curanilahue comenzaron aprendiendo que el trabajo constante logra ganancias en el mediano y largo plazo. La mayoría de sus integrantes jamás había tenido un instrumento en sus manos y no venía de ambientes familiares donde se les hubiese instruido en la música docta, pero en este proyecto descubrieron que el talento se trabaja y no se adquiere “por arte de magia”, ni necesariamente por herencia. Entonces, y viendo los buenos resultados y halagos que recibían por doquier, surgió una pregunta: ¿Podemos agrandar la orquesta?
Lo hicieron, y conforme con el paso del tiempo, vino una segunda, tercera y cuarta generación de estudiantes (la que está actualmente, compuesta por 118 alumnos). Con la tercera generación se convirtieron en orquesta sinfónica, incluyendo todos los instrumentos para conformar una agrupación de este carácter (viento-madera, viento-metal, percusión y cuerdas).
El primer director, Américo Giusti, alentó el espíritu de los niños y jóvenes, invitando a cuanto músico connotado pudiese para que visitasen la ciudad minera. Un recuerdo muy claro de aquello tiene Jerson Mella, violinista y actual director de la Orquesta Juvenil de Curanilahue, quien integró la primera generación de esa agrupación.
“Américo tenía muchos contactos, profesores y directores en el extranjero que llevaba a nuestra orquesta de Curanilahue. El nivel que alcanzamos lo debemos en parte al contacto profesional que tuvimos con estas personas”, asegura.
Estos contactos y el trabajo comprometido de todo el equipo detrás de la orquesta, llevaron a los niños y jóvenes de la primera generación a realizar una gira de casi un mes por Europa.
“Estuvimos en Alemania y en España. Recuerdo que el recibimiento fue espectacular. Quedaron maravillados con la orquesta. No se imaginaban que niños de tan lejos pudieran tocar a un nivel tan alto y tan bello. ¡Y más encima Alemania, teniendo la cuna de la música clásica!”, recuerda Jerson Mella.
Para este joven músico que partió a los 11 años tocando el violín, la orquesta de Curanilahue fue un verdadero trampolín para convertirlo en el profesional que es hoy. “La orquesta nos mostró otro mundo, viajar a Europa, salir de tu ciudad. Nosotros con la orquesta recorrimos casi todo el sur de Chile. Nos mostró otra manera de ver la vida y de decir: ¡Yo sí puedo hacer esto!”, cuenta.
Han pasado 20 años desde la fundación de la Orquesta de Curanilahue. Dos décadas con altos y bajos. Lo más dificultoso sin duda es la búsqueda de recursos para su financiamiento, “pero a estas alturas es bien difícil que tiremos la toalla”, según las propias palabras de Jerson Mella.
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Jaime Cofré.
La Orquesta de Curanilahue desde sus inicios ha tenido que buscar con ingenio los recursos económicos para su funcionamiento. Al principio, subsistían con dineros de proyectos Fondart a los que postulaban y también con colaboración de los propios apoderados del Liceo Mariano Latorre. Hoy financian los 80 millones de pesos que requieren por año con ayuda de la Municipalidad y la Fundación Arauco, que les aporta cerca del 50 por cierto de los recursos. También reciben algunas ayudas de la FOJI, pero como cuenta la misma coordinadora de la orquesta, son recursos que tienen que ver más bien con la compra de nuevos instrumentos.
Este 2 de febrero, a modo de celebrar su existencia, ofrecerán un gran concierto en el gimnasio olímpico de Curanilahue. Las cuatro generaciones que ha visto pasar la orquesta estarán presentes, junto también a sus diferentes directores, profesores y todos aquellos cercanos a este proyecto musical y social.
 

Tronadores musicales

Si bien la orquesta de Curanilahue es un ejemplo emblemático dentro de la Región del Biobío, también existen otras con una historia de arrastre. En la provincia de Concepción actualmente hay 21 orquestas infantiles y juveniles. Una de ellas, que tiene un buen tiempo funcionando, es la Orquesta Juvenil Municipal de Talcahuano. La agrupación se fundó en el 2000 y ha realizado giras por Chile y también fuera del país. Además, con motivo del aniversario de la comuna de Talcahuano grabaron, el pasado 2015, un disco con canciones populares de Víctor Jara y Violeta Parra.
Nació como una iniciativa del exalcalde Leocán Portus. Con 15 años de existencia, el actual director de la orquesta, Jaime Cofré, cuenta que en los últimos años la agrupación ha experimentado notables cambios. Cofré, músico profesional y que integra la planta estable de la Orquesta Sinfónica Universidad de Concepción, valora este tipo de iniciativas porque al igual que lo ocurrido en Curanilahue, “se generan lazos para toda la vida entre los niños”, asegura.
Y el fuerte sentido social aquí también aparece: “Lo más motivante es la formación de vínculos entre ellos con la música. Tenemos chicos que han dejado la orquesta, siguieron la carrera de música y se fueron a Santiago, pero cada vez que vienen a la Región nos visitan…. Además, no hay diferencias en la música. No nos importa si el chico o chica viene de un colegio municipal o de uno privado”.
 

El dinero

A pesar de que el número de orquestas infanto-juveniles en Chile ha crecido notoriamente en la última década, hay críticas que tienen que ver con el aspecto económico. Si bien la constancia y el compromiso son claves, el dinero también lo es para su subsistencia.
El financiamiento de las orquestas infanto-juveniles en Chile viene mayoritariamente de las municipalidades, de fundaciones, como FOJI y Arauco, de proyectos Fondart y de privados. Pero no es suficiente.
“Siempre está el tema de los recursos. Con tanto fondo concursable que existe, la solución no está en sacar dinero de un canasto para ponerlo en otro, porque toda la gente merece un espacio”, dice María Eugenia Muñoz, de la Orquesta Juvenil de Curanilahue.
La coordinadora piensa que debiese haber algo más claro y establecido con respecto al financiamiento de las orquestas: “Tal vez desde el 2 por ciento del Fondo Nacional de Desarrollo Regional (FNDR)”, propone.
Un problema para ellos -reconoce- es concretar mes a mes el pago de honorarios de los 15 profesores de la orquesta de Curanilahue. “Aquí toda la vida se ha pagado, pero hay dificultades. Hay personas que dependen exclusivamente de este trabajo y a veces ha pasado que en dos meses no se les ha podido pagar su sueldo porque no está el dinero. El aporte del municipio y de la Fundación Arauco no sólo se usa para este ítem, sino también para el arreglo o la compra de instrumentos ¡Esto es de todos los años!”, confiesa la coordinadora.
De hecho, la Orquesta Juvenil de Curanilahue tuvo muchos problemas después de que se graduó la tercera generación. A pesar de que los niños siempre estuvieron en clases, durante casi tres años no tuvieron director de orquesta por falta de recursos.
Para Jaime Cofré, de la Orquesta Juvenil Municipal de Talcahuano, el problema del financiamiento tiene que ver directamente con el Estado. En ese sentido, propone que se profesionalice el rol del gestor cultural en las municipalidades, pues ello les permitirá valorizar proyectos como los de las orquestas infanto-juveniles. “Nosotros nos encontramos con encargados de cultura que no tienen idea del tema. No entienden por qué a los músicos hay que pagarles”, cuenta.
 

Los sueños también se construyen

Cuando Jerson Mella comenzó a estudiar violín se percató de que lo que parecía tan lejano y desconocido para él, era posible. Un instrumento que por esos años no era tan fácil de conseguir, estaba ahora en sus manos.
Gira a Europa de la Orquesta Juvenil de Curanilahue, España año 2000.Hoy, el joven músico quiere que la cuarta generación de alumnos también tenga la posibilidad de viajar a Europa, como él lo hizo alguna vez. Por eso trabaja todas las semanas con los niños. Los dirige y les enseña que la perfección es una búsqueda constante.
En Talcahuano, y con la experiencia de Jaime Cofré, se quiere potenciar a la orquesta, para que en el mediano plazo la calidad sea de lujo. “Lo que hace Talcahuano es un ejemplo para los demás municipios. Queremos juntar a los niños para hacer un repertorio importante. Tengo fe de que esta orquesta se va a convertir en un ente importante de difusión musical en la Región”, dice.
El músico agrega que con estas experiencias se logran cambios radicales, visibles, como el ejemplo de Curanilahue y también con lo que sucede con las otras 59 orquestas infanto juveniles de la Región. El fenómeno que han logrado es una especie de alimento para el espíritu de cientos de niños que vieron que lo difícil y casi imposible era alcanzable con esfuerzo. Estas orquestas también mostraron a su comunidad, al público común y corriente, que la música, independientemente de su origen y estilo, es una manifestación que transforma todas las cosas.
 

O’Higgins 680, 4° piso, Oficina 401, Concepción, Región del Biobío, Chile.
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