Históricamente, en comparación con el resto del país, la Región del Biobío ha mantenido mayores tasas de desocupación y menores salarios. Incluso ha sido habitual que algunas de sus provincias y comunas lideren estas estadísticas.
Así fue en 2013, cuando cinco comunas del Biobío encabezaban los índices de desempleo a nivel nacional. Más recientemente, en el primer trimestre de 2015, dos de sus ciudades lideraban la estadística, y a mediados de 2018, esta Región era la segunda con mayor desempleo.
Desde 2010, según datos del INE (figura 1), dicha tasa ha sido persistentemente mayor que la del promedio del país, con excepción del último año. Asimismo, los hogares de Biobío tienen en promedio un ingreso mensual que es un 75 % de la media nacional, con una brecha que ha crecido en el tiempo, tal como se aprecia en la figura 2.
Pero esto es resultado, entre otras cosas, del lento crecimiento que ha experimentado Biobío en las últimas cuatro décadas, que ha visto año a año reducir su importancia económica, pasando de tener una participación del 12 % del PIB en 1960, a alrededor de un 8 % en el último decenio. Aunque el fenómeno obedece a una combinación de factores, la obsolescencia de la industria tradicional de textiles, cuero, química y de acero, más el agotamiento de recursos naturales como el carbón y las pesquerías, han explicado parte de esto.
Este aletargado andar económico, con el tiempo, se ve reflejado en mayores tasas de desocupación e índices de pobreza, menores salarios y, finalmente, un menor bienestar para la población, lo que trae consigo mayores tasas de emigración, especialmente, en la población más joven y, sobre todo, en aquellos más talentosos.
Por ello es muy importante que la política pública apoye a aquellos grupos que van quedando rezagados, pero que los respalde con políticas locales pertinentes, focalizadas y perdurables, que permitan que aparezcan nuevos sectores productivos apoyados en ciencia, tecnología y servicios. Que se capacite con rapidez a los trabajadores que quedan desempleados en áreas de real significado para la Región, con apoyo de las mismas empresas. Cabe esperar que la mayor descentralización que se ha ido promoviendo, la que tendrá un hito el próximo año con la elección de gobernadores regionales, permita poner en discusión los temas de desarrollo local olvidados, que esperaron a la suerte del gobierno de turno, y que logre generar más autonomía en los territorios, para que esto se traduzca en mejores políticas públicas para los habitantes de la Región.
Ahora, por un lado, la actual ley sobre fortalecimiento de la regionalización del país ha sido criticada en diversos círculos. Una de las mayores dificultades que se observan es el real traspaso de competencias desde el nivel central a las regiones, especialmente, en materias de ordenamiento del territorio, fomento y desarrollo productivo. Pero, por otro lado, es importante que se combinen estos traspasos con el desarrollo de capacidades, planes y programas, lo cual toma un tiempo.
Por ello es muy importante que las universidades, a través de la investigación aplicada y su misión de vinculación, aporten a este nuevo proceso, generando información, realizando estudios, proponiendo políticas y evaluando resultados, lo cual es un gran anhelo, pero que no ha contado, al menos en nuestra región, con el respaldo suficiente de las autoridades tanto del gobierno de turno como de las universidades.