Es una sentencia incomprensible y dura. Signo de un tiempo con mucho poder adquisitivo, con mucha oferta e igual demanda. Por qué para muchos la vida es vacía y gris. Algunos plantean que nos comportamos como robots, que no vemos lo que nos hace bien y que nos confundimos de misión. La medicina alerta que podría estar bajando nuestra capacidad de amar y de sentir placer, según muestran estudios en la oxitocina. Como sea, los terapeutas tienen cada vez más gente en su sillón que busca algo. No saben qué.
Por Carola Venegas/Fotografías José Carlos Manzo.
Paola camina y no pasa inadvertida. Esbelta, alta, linda, joven. Se siente un poco más segura. Más que hace seis meses, cuando recién comenzaba a salir de una depresión que la dejó botada en la cama, débil y propensa a todo tipo de malestares. En su bolso, dos cajas de antidepresivos, remedios varios, gotas de flores de Bach y piedras de colores para la energía. No le basta con las pulseras y amuletos en su muñeca y cuello.
Los estudios en Chile indican que uno de cada tres chilenos sufre o sufrirá un trastorno depresivo en su vida, y demuestran que somos un país tendiente a enfermarnos “de la cabeza”. Según la Sociedad Chilena de Salud Mental, en nuestro país hay más de un millón de personas que padece depresión, y la tendencia es al alza.
La incidencia de esa enfermedad es más alta en mujeres, pero se advierte que ellas consultan más y por eso son diagnosticadas. Los hombres son reacios, piden menos ayuda y por esa razón la tasa de suicidio en ellos es mucho más alta.
“Es común que las personas acudan cuando se les gatilla la enfermedad luego de un episodio o después de haber acumulado mucha tensión. Cuando se arrastran problemáticas y se llega un punto en que no se puede más. Pero hoy lo que se observa en términos generales es que se deprimen por algo indeterminado. Es una sensación de vacío que no se completa aun con vidas aparentemente exitosas. Personas jóvenes, incluso que creen tener todo, trabajo, casa, vínculos, vida social… pero hay una inquietud que los lleva a sentirse insatisfechos”, explica la sicóloga clínica Fernanda Figueroa.
La profesional indica que la mayor parte de la gente coincide en que estamos en una sociedad que produce mucho estrés. “Vivimos en una sociedad que genera muchísimas expectativas, muchísimas posibilidades de satisfacer la vida, pero la realidad es que hay muy pocas probabilidades de alcanzarlas y eso nos produce frustración. La lógica de la sociedad de consumo es que la gente esté insatisfecha: la felicidad de hoy dura hasta que salimos de la tienda. La gente disfruta más con la perspectiva de ir de compras que con el acto de comprar. Es algo similar a la drogadicción: llega un momento en que al drogadicto le satisface más la posibilidad de conseguir y consumir la droga que los efectos que ésta le produce”, argumenta.
Si bien existe un gran número de personas que se queda en la medicación, también un grupo importante toma otras opciones y cambios inspirados en la conciencia de su estado personal y social. Eso ha llevado a buscar vías alternativas de sanación, de terapia.
Los ojos grandes y apacibles de Majaraj se abren al sol en una mesa del centro Cultural Vrinda. Es un lugar cálido, silencioso y donde se respira algo grato. No sé qué es, pero es así. “El sistema del mundo moderno no da más”, enfatiza, como dando la tesis del discurso que viene después. Él es el más antiguo de la comunidad ubicada en una casa en calle Cochrane, un sitio donde se practica el vegetarianismo, se leen las escrituras sagradas de Krishna y donde unas 15 personas viven en forma monástica urbana.
Hasta el año 81 era santiaguino, estudiante de Diseño y Publicidad y se cansó. Se cansó, pues sabía que la opción de repetir el patrón elaborado para alcanzar la felicidad no era lo quería para su vida.
“Uno nace, crece, estudia, hace las tareas, se porta bien o mal, busca una profesión, como un patrón ordenado para alcanzar lo que muchos creen que es la felicidad. Dentro de ese patrón hay inquietudes que hacen que la persona no se sienta completa. La sociedad ofrece muy pocas cosas: trabajar, tener una casa, pero falta harto para ser feliz y sentir el amor de todo lo que nos rodea. En la escuela nos enseñan a competir, a ganar, a tener ego. Eso sólo nos enseña a sufrir. Siempre va a haber alguien mejor que nosotros. En esta comunidad practicamos un proceso de purificar nuestra existencia mediante cantos, meditaciones, ser vegetarianos, no jugamos al azar, somos cuidadosos con el sexo y estamos sobre la atmósfera material”, comenta Majaraj.
Decidió cambiar de vida, de ubicación, para encontrarse con la bondad de la simpleza de agradecer a Dios y a la naturaleza. Así llegó a Concepción. La religión que practican en el centro Vrinda es originalmente de la India y llegó a América por medio de Srila Prabhupadá, él es un maestro espiritual que se dedicó a predicar. Da a conocer a un ser superior por medio del Bhagavad-Gita, un libro sagrado entre Krishna y uno de sus devotos. La conciencia de Krishna no es una creencia (según explica), es una ciencia. Conciencia de Krishna es lo que en el cristianismo se conoce como amor por Dios. “La sensación de insatisfacción es más persistente hoy en día. Como sociedad hemos perdido la conexión con la tierra, con los ancestros, con los ancianos. Nosotros hemos hecho una cultura artificial basada en el dinero, en el disfrute y en la explotación, eso al final no tiene base, porque la gente vive sin darse cuenta de que en realidad existen factores que son tan importantes como el sol o el agua, la salud, la naturaleza. Solamente nos hemos abocado a tener una sociedad llena de edificios y de diplomas. Por eso es cada vez más abundante la frustración, el alcoholismo o el suicidio, yo lo veo como una locura. Somos cada vez consumistas”, enfatiza Majaraj.
En su reflexión indica que hacemos cosas y pensamos que no tienen importancia, pero que cada acto tiene su consecuencia. “Si uno ejecuta una acción, provoca y recibe una reacción. Está escrito en los libros sagrados que es así. Mucha gente piensa que la religión ha fallado, pero son otras cosas las que están fallando. Llega el momento de la muerte, cuando tenemos que pagar por lo que hicimos en esta vida, y no puede dar lo mismo portarse bien o mal”, sentencia.
Majaraj enfatiza que cada persona tiene una intuición de lo que está bien y de lo que está mal. “Nuestra filosofía se basa en que si estoy haciendo lo correcto, como correctamente, vivo correctamente, me recreo correctamente y me relaciono correctamente, voy a tener una vida feliz, bonita, exitosa. No se valora lo que nosotros construimos en este mundo, sino que a cuántas personas ayudamos, le tendemos la mano y tratamos de hacer el bien. Vivir una vida que tenga sentido y valor, haber nacido con cuerpo humano no es una casualidad. Somos vegetarianos más que por salud, por compasión. La meta de todo ser humano debería ser llegar al final de sus días lleno de compasión y ternura”.
El amor primal
Si Majaraj habla de llegar al final de la vida experimentando la caridad y la compasión, hay un área de la ciencia médica que se ha dedicado a relacionar cómo influyen en la vida de la persona adulta los meses de formación en el útero materno, el parto y el primer año de vida. Ésta, llamada Salud Primal, es un área relativamente nueva y que ha abierto un nuevo prisma de investigación y donde la Universidad de Concepción, a través de la Facultad de Medicina, desarrolla un Diplomado en el que uno de sus docentes es el mentor de esta área, el doctor francés Michel Odent.
¿Qué tiene que ver esta disciplina con la búsqueda del bienestar y de la felicidad? Mucho, pues con sus correlaciones se logran apreciar datos sorprendentes de cómo incide esta etapa de la vida humana en los estados adultos, en rasgos de personalidad, de salud e, incluso, de comportamiento social. En términos muy simples un embarazo deseado, esperado, llevado en términos de preparación y paz, y que culmine con un parto normal predispondría al bebé a tener una adultez más saludable.
El área de estudio de la Salud Primal que lidera en el mundo el doctor Michel Odent ha generado varias publicaciones en este ámbito y asocian, por ejemplo, la forma en que se nace con la criminalidad juvenil, los suicidios, el autismo y la drogadicción, entre otros.
La mayoría de los estudios ha confirmado la relación existente entre cómo la gente nace y distintas formas en la alteración de amar o amarse.
“Una de nuestras actividades fue desarrollar un banco de datos libre para explorar estudios científicos dentro de este marco (desde el desarrollo fetal hasta el primer año de vida). Hoy día tenemos unos 900 estudios, por lo tanto, ésta es una disciplina científica en pleno desarrollo y constituye una rama de la epidemiología, que tiene mucho más valor ahora si la asociamos con otras disciplinas emergentes que se pueden definir como complementarias, como la epigenética, que estudia la forma en que se expresan los genes, y no sólo la naturaleza de los genes, sino también la bacteriología moderna”, explica el doctor Odent.
La tesis de esta área de la medicina es que las diferentes partes del sistema primal se desarrollan, se regulan, se ajustan durante la vida fetal, durante el periodo perinatal y durante la primera infancia. En conclusión, al culminar esta etapa el sistema de adaptación primal ha alcanzado su madurez. Michel Odent llama Salud Primal a los niveles de equilibrio conseguidos por ese sistema al finalizar la primera infancia y dentro de esos equilibrios estaría también nuestra disposición a la empatía, a amar y a “amarse”.
El doctor explica que hay dificultades con los conceptos y factores que no se pueden medir fácilmente, como es el caso del amor o de la felicidad. Aun así hay ciertas investigaciones que han tratado de mostrar los niveles de empatía en la población, factor que se asocia a la capacidad de amar, analizando acontecimientos en la vida, que están bajo la dependencia de la oxitocina. La conclusión en varias de estas investigaciones es que esta hormona está menos presente o se ha debilitado. Cita, por ejemplo, un estudio americano que compara mil nacimientos entre 1959 y 1976 y mil nacimientos entre el 2000 y 2008. Después de haber tomado en consideración varios factores, como la edad de la madre y su grado de obesidad, entre otros, demostró que la duración promedio de la primera etapa del parto para un primer hijo fue dos horas y media más larga en el último período. Esto supone que la capacidad de dar a luz se está complicando. Y eso sugiere que el sistema de la oxitocina también se está debilitando, pues es un hecho que las mujeres están necesitando cada vez más ayuda de prácticas obstétricas.
“También podemos ver el tema de la lactancia, el reflejo de la eyección de la leche, que depende de la oxitocina. El gran problema de esta época según los organismos de la salud pública es una discordancia entre el propósito de la mujer con respecto a la duración de la lactancia. Muchas mujeres dan pecho muy poco tiempo y podríamos preguntarnos si esto no es una señal del debilitamiento del sistema inmunitario”, recalca Odent.
Otra hormona que sirve para referenciar nuestra capacidad empática es el cortisol. Cuando estamos tristes, cuando estamos deprimidos, elevamos las tazas de esta hormona. Típicamente está presente en situaciones donde sentimos que no podemos ni escapar ni luchar, es decir, en momentos que padecemos lo opuesto a la felicidad. Se ha encontrado niveles altos de cortisol en estados de ansiedad crónica, de depresión, de duelo, de estrés crónico y de trastornos psicológicos. Sea cual sea el aspecto de la infelicidad que uno considere, el nivel de cortisol siempre es alto. Y para conectarlo con el desarrollo del bebé se sabe que el cortisol es un inhibidor del crecimiento fetal y en concreto del desarrollo cerebral.
Las investigaciones que han analizado el rol del cortisol han concluido que la ansiedad materna durante el embarazo está significativamente asociada a una predisposición mayor a las psicopatologías en niños y en adolescentes. El trastorno de hiperactividad con déficit atencional se inserta en este ámbito y ha sido relacionado con la depresión de la mamá durante el embarazo.
Es más, en la base de datos del Centro de Investigación de Salud Primal hay algunos estudios que han explorado los efectos en la edad adulta de una gran variedad de estados emocionales maternos durante el embarazo asociados con niveles de cortisol altos: el efecto del duelo, los embarazos no deseados, etc. El estado emocional de la madre durante el embarazo tiene un efecto mayor a largo plazo sobre el niño que el estado emocional que tuviese durante el año siguiente al nacimiento.
Lo que alertan las investigaciones de la Salud Primal es que quizás esa inexplicable sensación de “desasosiego” puede estar originada en un punto mucho más lejano a la situación puntual que estamos sobrellevando. Podría estar radicada en los primeros momentos del desarrollo de la vida.
Las otras terapias
Según la Encuesta Nacional de Salud (2010), la prevalencia de síntomas depresivos en la población mayor de 15 años es de 17,2 %. Entre la población adulta un 21,67 % reporta haber recibido diagnóstico médico de depresión alguna vez en la vida. Paola muestra su caja de antidepresivos, pero dice que no sabe bien qué le está haciendo mejor. Asiste a clases de meditación, tiene su siquiatra de cabecera, su neurólogo, una terapia distinta. Conoció a María Inés Águila (Mané) por casualidad y quiso saber por qué tanta gente deposita su confianza en este tipo de prácticas.
María Inés Águila estudió Derecho, pero se recibió de trabajadora social. También es profesora de violín. Su profesión giró hacia otra faceta que comenzó desarrollando en su entorno familiar. Un día tomó el mazo de tarot que le habían regalado a su madre, sintió una profunda relación con las cartas y comenzó a estudiarlas. A entenderlas y a lograr que le hablaran de la vida de las otras personas. “Fui alineando un sistema terapéutico con las cartas y después de casi 20 años no leo sólo el tarot. Hago todo lo que está relacionado con las regresiones, con la hipnosis, en las canalizaciones y limpiezas áuricas. Detecto primero a través del tarot, pero después voy trabajando con otras cosas. Escribo mucho, hago sicografía, que es sanar a través de la palabra haciendo comentarios y publicando lo que observo a mi alrededor. En mis publicaciones trato temas que nos pasan a todos, porque el dolor es transversal. Independiente que puedan existir aristas, todos sufrimos una pérdida, todos tenemos crisis de pareja, todos tenemos problemas y tenemos que generar cambios”, explica Mané en su consulta pequeña, acogedora y que huele a esencias.
Se hace una hora en su agenda súper copada para hablar de lo que hace y de cómo una sociedad cerrada y reticente ha buscado también en este tipo de prácticas un salvavidas emocional. “Formatear un problema no es tan difícil, porque en el fondo la columna vertebral del problema síquico espiritual es la misma. Hay una sintomatología que se está dando actualmente relacionada con la búsqueda que no tiene que ver sólo con la raíz de la enfermedad, sino con algo más profundo”, comenta.
Dice que desde que descubrió que tenía algo distinto dejó de lado su profesión para fortalecer su lado más espiritual. “El hecho de ser trabajadora social ayuda mucho a que pueda observar lo que pasa. Me empecé a dar cuenta de que muchas de las problemáticas sociales tienen que ver con las personas, son transversales y no puntuales. La sociedad hoy está en un movimiento y como que todo al final es un dominó. Las cosas se arman y se rearman. Todo proceso de cambio lleva en sí dolor, pues significa dejar algo. Salir de la rutina es complejo, pero después tú te das cuenta que se va armando y armonizando”.
Está atendiendo personas todo el día. Hasta su despacho llega gente de todas las edades, desde 20 hasta 70 años, principalmente mujeres. Curiosamente son más los profesionales o personas que están estudiando. Muchos en procesos drásticos, como, por ejemplo, personas que han perdido mucho dinero.
“La gente viene porque está mal. Nadie asiste a una consulta porque se siente bien en su vida, sino que quiere cambios. Vienen porque saben que llegaron a un punto que si no toman decisiones las cosas van a empeorar. Hay un nivel de conciencia alto de transformarse y una voluntad de generar algo nuevo y de enmendar errores. Debe haber una dosis de humildad”, señala.
Y reconoce que las personas se sienten confundidas, que hay un interés global por buscar algo, un orden, cierta orientación a la felicidad, y si bien ella no está para solucionar problemas, las personas que se dedican a estas terapias son facilitadoras de ese encuentro.
“Lo espiritual no significa necesariamente que tengas que ser austero o hacerle la cruz a la plata o a lo material, sino que encontrar un punto de equilibrio. Una persona que ha tenido mucho dinero y de pronto pierde todo, vive un proceso muy complejo. Generalmente cuando tú te mentalizas y te aferras tanto a lo material es porque tienes carencias. Pones una pantalla, porque en el fondo no vales tanto. La plata es una chaqueta, una coraza. Todas las personas que te hablan de plata a cada momento y que lo demuestran todo con dinero son personas que no tienen nada. Si se les va el dinero entonces quedan en cero de todo, a la deriva”, enfatiza.
Ahí comienza la acción de la búsqueda, generar un marco de un puzzle donde las personas puedan reestructurar sus acciones y su estructura emocional.
Y por qué cree que la persona llega a ese punto. “Porque hay confusión, una sobre exigencia de ser perfectos y exitosos, de pronto poca paciencia y honestidad para encontrar las cosas que de verdad queremos. Una cultura de aceptar con fórceps lo que la sociedad quiere y espera de nosotros”, puntualiza la terapeuta.
Paola camina otra vez. Dice que ahora se inscribió en yoga, que después de la clase queda relajada y feliz. Que se siente hasta más linda. Dice que antes gozaba comprándose ropa, zapatos, carteras, pero que se hizo el propósito de invertir en momentos que le den risas, sensaciones de bienestar, la posibilidad de conectarse con otros. “Creo que ésa es la lección: tengo 32 años, soy separada, sin hijos, con una enfermedad mental y dos enfermedades autoinmunes. Dejé mi trabajo exitoso. Me fui a uno más normal, donde gano menos, pero comparto más. Es simple. La felicidad no se compra. Dejé de invertir en cosas y prefiero mil veces una buena copa de vino, disfrutar de la amistad, de un café, de una llamada de teléfono, de un paseo. No busco la felicidad con un mapa que me han dado. Sino que lo hago escuchando mis emociones, educándolas. Creo que todos hemos hecho grandes esfuerzos para lograr un éxito y no el bienestar. Independiente de dónde esté hay que hacer un esfuerzo por encontrarlo o si no la vida mediocre y gris no se va a desapegar de nosotros jamás”.