Los polos de barbería, aquellos artilugios tricolores que marcan la entrada a las peluquerías exclusivas para el cuidado del cabello y barba varoniles, ya están instalados en Concepción por montones. Con diferentes motivaciones, estilos y tecnologías, comparten algunos elementos: el esfuerzo, el emprendimiento, el rescate y valoración de lo tradicional, y la oportunidad de brindar a los varones una puerta de entrada a su belleza, cuidado y vanidad, sin cuestionamientos.
Este artículo fue publicado en marzo de 2018, por lo que algunos datos podrían haber cambiado.
Al caminar por calle Lincoyán en Concepción, y sólo separados por un par de cuadras, es posible divisar unos cuantos cilindros tricolores exhibiendo su movimiento y alegrando las grises murallas penquistas.
Al detenerse junto a ellos y dar una mirada al interior del local que “anuncian”, se ven manos ágiles cortando cabello, moldeando barbas y sacudiendo pelos. La imagen se repite: todos son hombres, los que cortan y los que están sentados; hay música, un par de personas esperando y, en algún lugar, la palabra “barbería”.
Se trata de un rubro que tomó fuerza durante el último tiempo en el país, y que en Concepción está en pleno crecimiento con una oferta diversa: locales que funcionan hace cuatro años por lo menos, emprendimientos que tienen sólo un par de meses e incluso barberías que han debido montar sucursales debido a su éxito. Todas están respaldadas de manera silenciosa, pero no menos potente, por locales tradicionales de Concepción, que desde hace medio siglo vienen moldeando las melenas de los hombres en la ciudad.
Aquel faro tricolor que les identifica marcando sus entradas se conoce como polo o poste de barbería, “barber pole”, en inglés.
Se asocia al rubro desde mediados del siglo XVIII, cuando los barberos no sólo cortaban pelo, sino que también extraían piezas dentales, realizaban sangrías (extracción de sangre para el tratamiento de dolencias) y uno que otro procedimiento quirúrgico menor. De hecho, de ahí vienen sus colores.
Se dice que durante las sangrías, los pacientes sujetaban un poste para facilitar la salida de la sangre hasta un recipiente ubicado en la base. Al terminar la labor y para secar las vendas, las colgaban afuera de sus locales para secarlas, haciéndolo con mucho orgullo. Las personas solían verlo y, de ese modo, sabían que allí estaba el profesional que podía ayudarles con aquellos procedimientos médicos, porque además se movían de pueblo en pueblo.
Más tarde, la cirugía y la odontología se profesionalizaron, quedando la barbería (corte del cabello y barba masculinos) como un oficio. No obstante, el poste se mantuvo para identificar las labores, de color rojo para los cirujanos, y blanco con azul para los barberos. Estos últimos terminaron por acuñar el polo tricolor para señalar su labor, figura que se observó mayormente en Estados Unidos, quizás en honor a los tonos de la bandera. Aunque también tienen un significado más romántico: el rojo es de la sangre, recordando la antigua versatilidad del barbero; el blanco de las vendas otrora usadas, y el azul, de la limpieza y pulcritud.
Estas características son las que las barberías modernas buscan recuperar: historia, tradición, limpieza y calidad, expresada en la incorporación de técnicas y productos novedosos para el cuidado masculino en espacios acondicionados para entregar una experiencia a los cabellos y barbas varoniles.
Y si bien en Concepción y Chile aún se está lejos de la osadía centroamericana o de la elegancia europea, las barberías que se han instalado con sus colores y filos se posicionan como una puerta abierta al cuidado y a la vanidad masculina, sin cuestionamientos, derribando prejuicios y con bastante estilo de por medio.
Franco Águila y Rubén Azócar, barberos en Hair Chris
FORMADORES DE IMAGEN
Son casi las 10 de la mañana y Franco (23) junto a Rubén (22) ya tienen todo preparado para atender a sus primeros clientes. Son los barberos de Hair Chris Peluquería (Anibal Pinto 125), donde cuentan con un espacio exclusivo para atender a caballeros.
Forman una dupla que mezcla la tradición barbera y las últimas tendencias. Calientan las toallas y las dejan unos minutos en las barbas para ablandar el vello y lograr una rasurada perfecta, y también son expertos en dibujar figuras en el cabello de sus clientes, utilizando máquinas de la marca Whal o Andy, las preferidas de todo barbero. Muchas de sus técnicas las aprendieron observando a antiguos peluqueros, como los de Peluquería Oriente, que son todos unos expertos en el manejo de las tijeras.
Rubén empezó por hobby a cortar el pelo a los 14 años, y siguió en la universidad para juntar dinero. Poco a poco fue apasionándole, y se lanzó, tomando sus primeros cursos con Franco, su actual colega, quien llegó al rubro en 2016, luego de trabajar en la Armada durante cinco años y medio. Buscando una salida, descubrió la barbería y se dio cuenta de su rentabilidad. No dudó en dedicarse a las tijeras, aunque incluso le pidieron visitar un psicólogo debido a su decisión.
Ambos barberos se han enfrentado a prejuicios por el oficio que escogieron, sobre todo los de quienes cuestionan su masculinidad por la tarea que realizan. No obstante, dice Rubén, “cuando ven nuestro trabajo, eso desaparece”. Y aunque el estereotipo aún permanece, explica Franco, los hombres se han abierto a la posibilidad de cuidar su apariencia y utilizar productos especiales para ello.
Allí es donde Franco y Rubén entregan sus servicios, tanto en cortes como en asesoría de imagen. “Lo más importante para nosotros es tratar con respeto a nuestros clientes y entregarles calidad. Queremos que reciban la mejor atención, aconsejarles e, incluso, darles un minuto para que beban un trago y se relajen”, cuenta Rubén al respecto.
Por eso es que Franco visualiza a las barberías como lugares que tienden a una transformación. “La barbería como concepto debería desaparecer y dar pie a lo que se llama Men Salon, un salón masculino. Un lugar donde no sólo el cliente pueda cortarse el pelo y hacerse la barba, sino también adquirir productos, ser asesorado y formar su estilo. La idea es llegar a ese nivel”, explica.
Bonifacio Tiznado, barbero de Peluquería Oriente:
EL MAESTRO
Bonifacio Tiznado lleva 50 años cortando cabello. Llegó a la Peluquería Oriente, ubicada en el segundo piso de la galería Ramos, en Concepción, a mediados de los ‘70, lugar donde aún permanece como peluquero, atendiendo en cada jornada a hombres jóvenes y mayores que requieren arreglar su pelo o sus barbas.
Para ello trabaja con tijeras, navajas y también con máquinas cortadoras de pelo mecánicas, antiguas herramientas cuyas cuchillas cortan el cabello a medida que sus manillas se presionan y sueltan. La marca Arbolito, como se le llamaba a la antigua Solinger Boken por el dibujo que traía en su tallado, siempre fue la mejor para el trabajo de los peluqueros de antaño, aunque hoy es muy difícil de encontrar, cuenta Bonifacio.
Muchos barberos jóvenes acuden hasta su sillón a observarlo. No es para menos, si corta el pelo “desde pichoncito”, como él mismo lo expresa. Tenía 14 años cuando su padre lo envió a cortar cabello con una antigua máquina de mano, para que se mantuviera ocupado. Así comenzó a cortar el cabello a los niños de la población, en ese tiempo, en Chiguayante. “Parece que me pusieron la máquina en la mano y aprendí altiro. No la solté nunca más”, comentó.
“No hace mucho vinieron unos jóvenes a pedirme consejo, de cómo hacerlo y si era conveniente dedicarse a esto. Y yo les dije que sí, que se podía. A todos los que me vienen a pedir consejo, les respondo que es una carrera rentable, cuyo valor ha aumentado. Hoy veo que los jóvenes hacen trabajos muy buenos, sobre todo con la utilización de las máquinas”, asegura.
Aquello antes no existía, pues si se trataba de las barbas, se usaban toallas calientes para ablandarla y preparar la piel, espuma generada con jabón también caliente, y una navaja muy afilada en piedra y suavizada en huinchas de suela, que permitía afeitar mejillas y mentones de una sola vez, “igual que pelar un chanchito”, dice Bonifacio entre risas.
Aún conserva la huincha colgada en el sillón de la peluquería, lista para usar cuando la navaja lo requiera. Pero por estos días, pocas personas consideran afeitarse en la Peluquería Oriente. “Con la llegada de las máquinas desechables, que tienen navajas buenas, las personas se afeitan en sus casas”, cuenta Bonifacio. Y aunque le han solicitado rasurar barbas, e incluso cabezas completas, él prefiere no hacerlo. El pulso para manejar las navajas no es el mismo que tenía en su juventud, confiesa.
Ángel José Encarnación, de El Caleño:
“ESTILO BARBERO”
Al terminar su jornada, Ángel José recién está comiendo su almuerzo. Fue un buen día, con un total de 18 clientes, a quienes atendió en una barbería urbana ubicada en calle Lincoyán. Ese local, formado hace tres meses, es la segunda sucursal de El Caleño, barbería cuya casa matriz está en Aurelio Manzano, y que formó junto a un colega colombiano a quien conoció luego de su llegada a Chile. Aquel compañero es oriundo de Cali, de ahí el título de la barbería.
Cuando llegó desde República Dominicana en 2010, para visitar a una tía que había sufrido las desgracias del terremoto de aquel año, Ángel usaba el pelo largo, el que trenzaba con diferentes diseños. Por su apariencia, recuerda, fue discriminado e incluso enfermó tanto que se le cayó el pelo. Trabajó en muchos rubros, entre ellos como hojalatero en la construcción, hasta que se lanzó con la barbería, rubro que practica desde los 11 años en su natal Santo Domingo. Lo hacía para no andar “enderezando esquinas”, y utilizar bien su tiempo libre.
Y es que allí, y en Centroamérica en general, el arreglo del cabello y de la barba es parte de la cultura. Los hombres, cuenta Ángel, acuden por lo menos dos veces a la semana a arreglar o mantener sus cortes, lo que en Chile y en Concepción recién se está observando. Y si bien el cliente local es bastante conservador, ellos, sostiene, han dado “un empuje” al cuidado masculino, ofreciendo precios accesibles, pues un corte de cabello cuesta cinco mil pesos, en tanto que el perfilado de barba, cuatro mil.
En ese impulso, la imagen del barbero también es importante. Él mismo, y los tres barberos con quienes trabaja -todos venezolanos- mantienen sus barbas y cabello impecablemente cortados. La imagen de la barbería también es relevante, y es por eso que todos los trabajadores utilizan implementos similares, y la decoración es totalmente contemporánea.
“Para ser barbero tienes que aprender a relacionarte con las personas, dialogar, escuchar, vender productos y también tu imagen. Ser barbero es lo que tú muestras en la calle con tu estilo, y quizás por eso nos ha ido tan bien y pudimos montar una nueva barbería”, dijo.
Eso sí, sabe de dificultades, pues una inversión de millones siempre es un riesgo cuando no se tiene claro cómo funcionará. No obstante, está feliz del éxito de su local y de otros similares en Concepción. “Somos una familia donde nos vamos conociendo, y me alegra que el sol salga para todos”, expresó.
Benjamín y Leonel Espinoza, hermanos en BBS Barbería
TALENTO INNATO
Cuando estaba en octavo año básico, Benjamín (26) comenzó a cortar el pelo a sus compañeros de curso, quienes deseaban usar el cabello largo, pero querían esconder las crecidas patillas de los inspectores. Ya en 2006 comenzó a cortar a amigos del barrio, hoy deportistas o jugadores de fútbol, y aunque la barbería le gustaba, decidió estudiar otra carrera que finalmente dejó. Un error, en su visión, no dedicarse de inmediato a lo que le apasionaba de niño.
Pero su oportunidad se dio en febrero de 2013, cuando fue a la galería El Caracol a buscar una oportunidad como barbero. “En ese tiempo había pocos. Algunos que cortaban el pelo a mujeres y también recortaban a hombres, pero nadie hacía degradado de cero o rasurado”. Salvo él, que se inspiraba en los cortes de cabello de los futbolistas para sus creaciones. Luego de una prueba, instaló el oficio en el primer local donde trabajó y, más tarde, impulsó la creación de La Barbería dentro del edificio.
También pasó por momentos difíciles, sobre todo cuando cambió el cobro mediante porcentaje por un arriendo de sillón, y pasó una semana sin ningún cliente. Allí notó que sólo estaba trabajando por el dinero y no por una motivación mayor, por lo que decidió encomendar su trabajo a Dios y confiar. “Un día me arrodillé en el sillón, oré, y comenzaron a llegar los clientes. Y hasta ahora no he estado ningún día sin trabajar”. En ese mismo espíritu, nació BBS Barbería (Brother’s Barber Shop) en junio de 2017, (ubicada en Lincoyán 650, Concepción) bajo un concepto popular y con un servicio exprés, salvo en los casos en que aplican productos y tratamientos más complejos, como vapor o mascarillas. Su hermano, Leonel, se sumó después y terminó por dar el nombre al local.
Si se trata de rasurar, usar los filos (navajas), hacer cercos (contorno del cabello alrededor de la frente) o degradados (cortar el cabello de menor a mayor partiendo desde el cuello), la idea es que el cliente no esté más de media hora en el lugar, eso sí, manteniendo siempre las mejores condiciones de calidad. Por eso, utiliza navajas desechables y cuellos. Una suerte de huincha blanca que se pone en el borde de la capa de peluquería, para que la piel no entre en contacto con la tela y se minimicen infecciones y el ingreso de cabellos al cuerpo del cliente.
Todo eso lo complementa con el apoyo de Hat Real Clothing, tienda online de ropa y zapatillas que los auspicia con diferentes productos.
Emeterio Pino, barbero tradicional en Peluquería Pinocho
EL HISTÓRICO DE LORENZO ARENAS
El horario de atención de la Peluquería Pinocho, ubicada en Avenida 21 de Mayo esquina Valenzuela, sector Lorenzo Arenas, se inicia a las 10 de la mañana y
termina a las 10 de la noche. Y aunque parezca increíble, su dueño, Emeterio Pino, siempre tiene clientela, principalmente trabajadores del barrio que, optando por la tradición de más de 30 años del negocio local, deciden entregar su cabello a las navajas y tijeras del conocido Pinocho. Su local huele a colonia Inglesa. “Compro por litros”, cuenta sobre esta loción que usa para humedecer cabellos y refrescar rostros. Y lo hace desde diciembre del ‘70, cuando se instaló por primera vez con un local propio, al que decidió llamar Pinocho, en honor a un negocio de su infancia, y también porque sabía que un nombre así, más un llamativo dibujo, atraería a los niños. De hecho, durante los ‘80 había espera de cuatro horas para cortarse el pelo con Emeterio, días antes de entrar a clases.
Él mismo recuerda toda la evolución de la peluquería: “Al inicio era barbería. Luego, vino el boom de los estilistas a partir de los ‘70, y yo diría que hasta ese momento se afeitaba bastante gente en la peluquería. Yo afeitaba a tres o cinco personas al día. Pero las afeitadoras desechables hicieron que las personas dejaran de acudir” sostiene.
También menciona su formación en la Peluquería Oriente, entrenado por su fundador, Santiago “Pollo” García. Por eso es que se mantiene fiel a las técnicas tradicionales, sin ánimo alguno de cambiarlas. Se niega, por ejemplo, a hablar de degradado o fade, sino de la forma en que él lo conoció: “De menor a mayor”. Es además, uno de los pocos peluqueros que realiza cortes completos sólo con tijeras. También es uno de los pocos de barrio que va quedando, en un espacio donde no sólo se recibe un corte de cabello o barba, sino que también hay conversación y risas gratis.
Marcos Cerna y Rodrigo Barriga, creadores de The Homies Barbería
CREADORES DE EXPERIENCIAS
The Homies Barbería es uno de los pocos lugares en Concepción donde es posible tomar cursos para aprender el oficio de barbero. Son dictados por uno de sus dueños, Marco Cerna (41). De hecho, poder formar una academia de barbería es uno de sus anhelos, considerando la deuda que existe con el rubro, hasta ahora no profesionalizado, expresa.
Pero, a pesar de la falta de escuelas, el nivel y calidad del servicio no queda al azar. Y es así como The Homies ofrece un servicio de vanguardia, potenciando la elegancia y el estilo, en un espacio creado especialmente para que el varón viva una experiencia de cuidado, considerando todos sus aspectos. Un servicio completo de barbería, de lavado, corte, afeitado y aplicación de al menos cuatro productos durante todo el proceso (aceites para la barba, gel para afeitar, exfoliantes y lociones after shave, entre otras), puede durar una hora y media o dos horas. En el futuro podría ser incluso más, ya que pretenden transformarse en un spa para hombres.
De ahí que nadie puede llegar de un momento a otro a la barbería, ubicada en Tucapel 663, departamento 3, sin pedir una cita con antelación. El público al que apuntan, indicaron sus fundadores, también corresponde a trabajadores profesionales o de altos cargos, que están dispuestos a invertir en su cuidado personal.
Y nadie se va sin vivir una completa experiencia, y así lo relata Rodrigo (28): “Uno de nuestros clientes es un médico, un hombre mayor, que llegó porque quería probar. Lo primero que nos dijo es que nunca había podido hacer nada con su barba, porque le crecía muy poco y que era mejor afeitarla completa. Yo le dije que probáramos, y cuando le demostré que con su barba sí se podía trabajar y hacer algo bonito y atractivo, él quiso seguir visitándonos siempre”.
“Además de buscar un corte de pelo o trabajo en la barba, el cliente también quiere encontrar una experiencia, quiere darse un espacio, verse atractivo, sumar autoestima. Viene a buscar esa oportunidad de ser parte de algo que está sucediendo en Concepción, que son las barberías. Es el caminar por la calle y decir ‘ése es mi barbero’”, comenta Marco al respecto.